lunes, 31 de marzo de 2014

Capítulo 47 y 48: "En el lugar equivocado"




CAPITULO 47:

-Por supuesto que confío en vos... con una sola excepción -añadió Pablo sin vacilar-. Y no creo que haga falta que volvamos a discutir sobre esa excepción nunca mas.

Lali respiró hondo. Lo único que tenía realmente era una derrota frente a Eugenia. Sin embargo no podía insistir en sus acusaciones, no quería destruir su matrimonio antes incluso de que hubiera empezado. Eugenia ya se estaba ocupando de ello, y con éxito. ¿Cómo iba a enfrentarse a ella sin pruebas? ¿Acaso debía humillarse y pedirle a Rocio que repitiera ante Pablo lo que había oído? Lo cierto era que ningún comentario probaría nunca todas sus
acusaciones contra Eugenia.

-Y en cuanto a los diarios mis abogados me han dicho que puedo demandarlos, y eso es exactamente lo que voy a hacer -continuó Pablo.

-¿Para qué molestarte? -preguntó Lali temblorosa, involuntariamente.

-Si alguien te ataca a vos es como si me atacara a mí. Tu reputación está en entredicho, te defenderé.

-Pues no te sientas obligado a hacerlo por mí - musitó Lali-. Ya sabes lo que dicen, a palabras necias..
.
-Tendrán que retractarse en privado de todo, y publicarlo después -continuó Pablo mirando de pronto el delicado perfil de Lali-. Y tendrán que revelarme además su fuente de información.

Lali levantó la cabeza esperanzada, pero luego volvió a bajar la mirada.

-Los periodistas jamás revelan sus fuentes -comentó.

-Te sorprendería saber lo que son capaces de hacer a puerta cerrada cuando se ejerce sobre ellos la suficiente presión -aseguró Pablo-. ¿Cómo te encuentras?

-Creo que... me gustaría estar sola -confesó Lali. Pablo se puso tenso-. Lo siento, es lo único que quiero - añadió Lali apartándose lentamente y poniéndose en pie- .Iré a dar un paseo.

-Iré con vos.

-No.

Lali  pudo observar la frustración de Pablo. Lo amaba, y mucho. De no ser así no hubiera sentido aquel dolor. Sin embargo necesitaba
tiempo para calmarse y asimilar lo ocurrido. Lali tomó el sendero que llevaba a la casita de invitados. En cuanto llegó a la playa de arena se quitó los zapatos y caminó hasta la orilla. El sol brillaba produciendo fuertes reflejos sobre el agua. Hacía más calor que en su última visita, pero eso le encantaba. Aquel sol parecía capaz de acabar con sus estremecimientos.
Aquél era el primer día de su luna de miel, y sin embargo Eugenia había conseguido separarlos prácticamente. Pablo estaba ofendido, y ella se había convertido en su talón de Aquiles. Él era un hombre orgulloso, y Lali no tenía deseos de que dejara de serIo. No obstante habían tenido otra discusión que no los llevaría a ninguna parte. ¿Cuántas más podría soportar su matrimonio antes de que Pablo decidiera que no tenían futuro?
Lali había llegado lejos cuando vio a Pablo acercarse por la playa con una cesta de picnic.

-Te pedí que me dejaras sola -le recordó Lali con suavidad.

-Llevas ya tres horas sola, pethi mou. Ahora tenes que comer -contestó él sosteniendo su mirada.

-¿Y eso lo sabes porque lo has leído en el libro que te dio Gaston?

-Quería estar con vos , ¿acaso es un crimen?

-No, yo también quería estar con vos -concedió Lali.

-Pero no lo suficiente como para volver a la villa.

-Tengo que admitir que, a veces, me gusta que me persigas -admitió Lali, suspirando.

-Nunca había conocido a ninguna mujer que estuviera dispuesta a confesar algo así -comentó Pablo extrañado,riendo.

-No seas tonto, Pablo. Yo puedo admitirlo porque estamos casados.

La sonrisa de Pablo emocionó a Lali, que finalmente tomó una decisión. Quizá su marido fuera incapaz de reconocer la malicia de Eugenia, pero los hombres en general tardaban en notar las artimañas femeninas, y aquella contrincante era muy inteligente. Y lo más importante de todo, Pablo parecía feliz casado con ella. No parecía un hombre triste o desesperanzado por haber tenido que renunciar a la mujer a la que amaba. ¿O acaso era mucho más práctico de lo que pensaba?

-¿En qué estás pensando? -preguntó Pablo.

-En vos

-Pues tu expresión no era muy amable...

-Sólo pensaba en que me gustaría que nuestro matrimonio durara para siempre.

Toda la tensión entre ambos desapareció. Pablo podía regocijarse de comprobar que su mujer lo tenía siempre en el pensamiento, y en efecto aquello pareció agradarle. Lali observó la sonrisa que curvaba sus labios. Sólo entonces se dio cuenta de que él era el centro de su vida. Aunque quizá no fuera una buena idea hacérselo saber.

-Hoy en día hay que trabajar duro para mantener un matrimonio a flote -añadió ella.

-Pero nosotros no tenemos ningún problema - afirmó Pablo.

Lali echó un vistazo a la cesta del picnic y reprimió una sonrisa. Pablo se había apresurado mucho a negar que tuvieran algún problema. Pero después de que él descargara su ira culpándola por
el artículo del diario, ¿qué otro daño podía causarles Eugenia?

-Mi reacción ante ese artículo ha sido exagerada - se disculpó Pablo.

-¿En serio?

-También hay escándalos entre mis antepasados - aseguró Pablo.

-Basta ya, no trates de hacerme sentirme mejor.

-Mi abuelo fue desheredado temporalmente por casarse con mi abuela.

-¿La hermana de Polly y de Lefki? -preguntó Lali sorprendida-. ¡Por el amor de Dios! ¿Y por qué?

-Era una chica de la isla. Su padre era... -Pablo vaciló-. Bueno, cuidaba cabras.

-¿Que cuidaba cabras? -repitió LAli, incrédula.

-Pero no vayas por ahí contándolo... -advirtió Pablo
.
LAli fue incapaz de decir nada durante unos segundos. Recordaba haber comparado a Pablo con un pastor de cabras. De pronto se echó a reír a carcajadas y se dejó caer sobre la arena
.
-Lo siento, Pablo, es que es... tan divertido.

-Sabía que podía confiar en vos -aseguró Pabloio inclinándose sobre ella y contemplando su sonrisa y sus ojos brillantes.

LAli se estremeció. Sus dedos siguieron la línea que dibujaba la masculina mandíbula.

-¿Tenes mucha hambre? -preguntó ella en un susurro.

Pablo gimió produciendo un sonido ronco y masculino y se tumbó sobre ella. Su boca se posó sobre la de Lali invadiéndola sensualmente y contestando a la pregunta.



CAPITULO 48:

Dias despues..

Lali había visto la sauna y el gimnasio de la planta baja de la enorme mansión, y se disponía a inspeccionar la piscina cubierta.

-Creo que esta casa te gusta -murmuró Pablo.

-Sí, me gusta más al natural que en el vídeo que nos mandó el agente -aseguró Lali.

-Entonces lo único que tenemos que hacer es mudarnos.

-¿A vos también te gusta? - preguntó ella girándose hacia él.

-Tiene de todo, así que la compramos.

-¡Será una casa maravillosa para nuestra familia! - exclamó Lali arrojándose a sus brazos-. No irás a comprarla sólo por mí, ¿verdad?

-¿Me crees capaz de una cosa así?

-Sí -suspiró Lali-. Pero es aquí donde vamos a vivir, y por eso es importante que te guste tanto como a mí. Así que decime, ¿qué te parece?

-Será una buena inversión -contestó Pablo encogiéndose de hombros. Lali gruñó-. Y la localización es excelente...

-¡PAblo!

Pablo la estrechó entre sus brazos dejando que la expresión seria de su rostro se desvaneciera.

-Saltas por cualquier cosa, señora Martinez. Me encanta la casa, ¿de acuerdo?

-Siento haberte arrastrado a ver todas las demás, temía que hubiera alguna que valiera la pena. En realidad en cuanto vi ésta en el vídeo supe que era exactamente lo que quería, por eso la dejé para
el final.

Lali subió a la limusina en estado de éxtasis. Llevaban casados un mes. Habían pasado tres gloriosas semanas en Chindos, y Lali se sentía tan feliz que creía vivir en el paraíso. Al principio había temido que la vuelta a Buenos Aires acabara con la magia de su matrimonio, pero nada había cambiado a pesar de estar Pablo tan ocupado.
Aquella noche, en el departamento del ático, Pablo salió del baño con el cabello mojado y una toalla enrollada en las caderas.

-Lali... tengo que decirte algo.

Lali se sentó en la cama y sonrió.

-¿Ocurre algo?

-No, no ocurre nada malo -aseguró Pablo-. Mañana por la mañana volaré a París a ver a Eugenia -Lali parpadeó-. Naturalmente, espero que eso no sea un problema entre nosotros dos. Yo soy quien le lleva todos sus intereses financieros desde que su padre murió.

Lali se quedó helada ante aquella nueva revelación.

-¿Y por qué no me lo habías dicho antes?

-Para ser sinceros no creo que eso tenga relación con vos, es una responsabilidad que acepté mucho antes de conocerte - Lali se puso pálida. Aquello no era sinceridad, era sencillamente brutalidad.
Pablo, impaciente, dejó escapar el aire contenido-. Quiero que seas sensata, yo veo a Eugenia con regularidad...

-¿Sensata?

Su marido se veía regularmente con su peor enemigo. Y ella tenía que mostrarse sensata. Pablo se acercó a la cama y se sentó. Luego la tomó de la mano, pero Lali la apartó.

-¿Es que no puedes comportarte como un adulto? - la censuró él poniéndose en pie - . Comprendo que te sintieras insegura al principio, cuando nos casamos...

-¡Qué sensible!

-Pero ya has tenido tiempo de...

-¿Te parece?

-Lo que a mí me parece es que no tenes alternativa - soltó Pablo de pronto mirándola con ojos helados.

-Siempre hay una alternativa, Pablo.

-En este caso no -la contradijo él-. Seguiré llevandolos asuntos financieros de Eugenia mientras ella lo desee, así que voy a seguir viéndola. Es así, y vos debes aceptarlo.

-Pues es algo que no puedo aceptar -aseguró Lali levantando la cabeza bien alta, con las mejillas coloradas, furiosa de pronto consigo misma -. ¡Qué estúpida he sido! Toda mi vida he vivido sola, y ahora... pero quería que nuestro matrimonio funcionara, que no nos separáramos nunca...

-¿Qué estás tratando de decirme?

-Te niegas a aceptar que Eugenia me amenazó y trató de hacerme chantaje para que abortara, ¿verdad?

-¡Por favor, basta ya, no insistas en esa estupidez!

-No me crees. Muy bien. Perfecto -contestó Lali dando un piña en la almohada y acostándose-. Es bueno saber dónde está tu lealtad, Pablo, saber que te casaste conmigo pensando que era una
mentirosa...

-Pero una mentirosa muy linda... -susurró Pablo con voz suave y amable.

-¡No bromees con las cosas importantes! -lo censuró LAli-. Si te vas a París yo me voy.

-De ningún modo vas a marcharte...

-¡Por supuesto que sí! Confías en ella más de lo que confías en mí, así que ésa es tu elección - respondió Lali con amargura -.¡O te deshaces de ella o yo me voy! ¡No te quiero si no puedes
darme siquiera una centésima de tu lealtad!

-No hay problema -contestó Pablo en voz baja. Lali lo escuchó alejarse de la habitación. Entonces se levantó de la cama, abrió la puerta y gritó:

-¡Lo digo en serio, Pablo!
PAblo se volvió hacia ella y la miró con ojos airados.

-Haz lo que te de la gana, yo me voy mañana a París, y no pienso darme prisa en volver.

-Pablo... no estoy mintiendo. Escúchame...

-¡No, escúchame vos a mí! No sos mi dueña, no puedes decirme lo que tengo que hacer, a dónde tengo que ir ni con quién. ¿Has comprendido bien eso? ¡Cuando hayas logrado controlar ese ataque de celos llámame! Pero no tardes demasiado, al fin
y al cabo Eugenia es mucho más de lo que sos vos - murmuró Pablo despectivo.

Lali sintió que el color y la ira se desvanecían de sus mejillas. Pablo juró en griego y se volvió hacia ella, pero Lali le cerró la puerta en las narices echando el pestillo.

-¡Lali, abrí la puerta!

Las lágrimas resbalaron por las mejillas de Lali, que se hizo un bollito en la cama. «Eugenia es mucho más de lo que sos vos», repitió Lali en silencio.Por fin Pablo había revelado sus sentimientos en un momento de ira, y las comparaciones que seguía estableciendo la herían terriblemente. «Es más importante escoger a una compañera con inteligencia», había dicho él en una ocasión. ¿Y qué había de inteligente en su precipitada boda?, se preguntó Lali sollozando en la cama.

Durante las últimas semanas él había fingido ser feliz, y lo
había hecho a la perfección. Pero en el fondo de su corazón Pablo sabía que ella no era más que la peor alternativa. Y Lali no podía vivir con él así...

sábado, 29 de marzo de 2014

Capítulo 45 y 46: "En el lugar equivocado"



CAPITULO 45:

Pero era demasiado tarde. Lali se había acercado al diario lo suficiente como para reconocer una fotografía de su boda junto a otras más pequeñas, y entre ellas una de su padre, Salvador Rinaldi, saliendo de un Mercedes. Era la primera vez que Lali lo veía en el plazo de cinco años.

-No creo que debas de leer esto, te vas a poner furiosa -dijo Pablo soltando el aire contenido.

Lali se quedó mirando el diario atónita. Había una foto de la humilde calle en la que ella había nacido y se había criado. Y debajo ponía: «Desde la pobreza... hasta más allá de la avaricia. ¿Cómo? ¡Con un bebé de un millón de dólares!»

-¡Oh, no... -exclamó Lali temblando y sintiendo náuseas debido al shock y a la humillación por lo que todo el mundo leería esa mañana.

-No es precisamente el modo en el que me hubiera gustado anunciar la llegada de nuestro primer hijo -comentó Pablo en voz baja y cargada, apenas contenida.

-No...

-Si me hubieras avisado de cuánto escándalo había en tu pasado quizá habría podido protegerte y ocultar al menos una parte.

Lali se estremeció al escuchar cierta censura en el tono de voz de Pablo, pero al leer el artículo no pudo reprochárselo. Resultaba nauseabundo. Habían incluido en él toda la cruda verdad, pero también un montón de mentiras y de exageraciones.

-Para empezar ni siquiera tenía idea de que tu  madre y vos estuvieran casi marginadas en la ciudad en la que vivíais.

-Pablo... era una ciudad muy pequeña, y mi madre era una madre soltera... no era aceptable para la gente - contestó Lali aclarándose la garganta, a punto de llorar-. Y mi abuelo murió debiendo un montón de dinero a los comercios locales. Es imposible que contara con la simpatía de la gente en esas circunstancias. Además, cuando los vecinos veían a mi padre... bueno, todo el mundo  sabía que estaba casado.

-¿Por qué no me dijiste que tu padre rechazó a tu madre y se casó con una secretaria joven al poco de morir su primera esposa? -inquirió Pablo
.
Pablo parecía concentrarse en sus tristes antecedentes más que en las ofensas y crueles comentarios sobre su situación actual. Decían de ella que era una cazafortunas que había conseguido echarle el lazo a un hombre rico y que se había aferrado a él con las dos manos. Aquello la ponía enferma.

-Lali... -insistió Pablo.

-Bueno, para ser sinceros... no es algo que me guste recordar precisamente - tartamudeó Lali herida -. Mi padre ni siquiera se molestó en decirle a mi madre que había otra mujer en su vida, ella se enteró por los diarios. Y se quedó destrozada.

-Sí, pero yo hubiera preferido saber por vos que se quitó la vida.

-¡Eso no es cierto! -gritó Lali volviéndose hacia él temblorosa y enfadada-. Estaba tomando medicamentos para la depresión, vivía en su pequeño mundo interior. Un día salió a la calle y llegó a un cruce casi sin mirar, y fue entonces cuando la atropellaron.

Pablo la observó con ojos ardientes y puños cerrados.

-Vos entonces tenías dieciséis años. ¿Cómo te las arreglaste sola siendo tan pequeña?

-Mi adorado padre mandó a su abogado para que arreglara todo lo del funeral. Él no asistió, por supuesto.

-Y luego, ¿qué? ¿Por qué dejaste el colegio?

-¿Qué otra alternativa tenía? -preguntó a su vez Lali sorprendida.

-Tu padre debería de haberse asegurado al menos de que completaras tu educación...

-¿Y por qué iba a hacerlo después de pasarse dieciséis años demostrándome que yo no significaba nada para él? Tenía miedo de que su mujer descubriera mi existencia y lo echara de casa. Todo el dinero era de ella -explicó Lali.

-¿Entonces qué hiciste cuando murió tu madre?

-Vivíamos en un piso de alquiler, así que lo vendí todo y me marché a Buenos Aires. Estuve en un albergue hasta que encontré un empleo con el señor Barry. Y al año siguiente él me ofreció la casa de encima de la librería. Pablo, ¿por qué estamos hablando de mi infancia? -preguntó Lali observándolo irritada-. Yo nunca te he contado ninguna mentira. Quizá no te contara todos los detalles, pero no te he ofendido.

-En este momento desearía estrangularte -confesó Pablo con ojos brillantes-. Preferiría hablar de otra cosa, quizá así vaya calmándome.

Lali frunció el ceño llena de confusión. ¿Acaso la culpaba a ella por el artículo? ¿Pero cómo podía hacer algo así? Lali finalmente se lo preguntó, segura de haberlo interpretado mal.

-¡Por supuesto que te culpo! -replicó Pablo lleno de ira ante una pregunta que evidentemente consideraba estúpida.

-Pero... ¿por que?

-Te han seguido la pista, Lali. Si ahora mi imagen no es buena es porque vos, con tu falta de discreción, nos has traído toda esta infamia a los dos.

-¿Falta de discreción? -repitió LAli pálida.

-¡Gaston ni siquiera le contó a Rocio que estabas embarazada! Sabe que su mujer es una cotorra. Y ahora yo me entero de que mi mujer no sabe guardar un secreto. ¿A cuánta gente has ido contándole que estás embarazada?

-¡A nadie!

-No puede ser, se lo tienes que haber dicho a alguien, pongo la mano en el fuego por Gaston. La prensa nunca habría podido enterarse de todo esto tan deprisa si no hubiera sido porque ha salido de tu boca.

Lali recordó entonces haberle dicho a Peter que esperaba un niño e, inmediatamente, se ruborizó. Pablo la observaba atento, sin perder detalle. Pero la mente de Lali siguió reflexionando acelerada. Peter conocía su embarazo, pero no sabía nada sobre su infancia. De pronto se quedó inmóvil y lo comprendió todo de súbito. No podía creer que hubiera sido tan estúpida como para no adivinar antes quién estaba detrás de todo.

-¿A quién? LAli, quiero una confesión completa. Sólo entonces me calmaré -añadió Pablo haciendo una promesa poco seguro de cumplirla.

Lali lo observó en silencio. Si decía el nombre de la persona que, de hecho, era ya terreno peligroso dentro de su relación, Pablo estallaría. Sin embargo tenía que defenderse.




CAPITULO 46

-Lali... -insistió Pablo.

-¿Quieres de verdad saber quién creo que está detrás de todo esto? -preguntó Lali tragando-. En mi opinión la candidata más probable es Eugenia -Pablo se quedó mirándola con ojos extrañados, como si pensara que estaba loca - Tiene que haber sido ella, lo sabía todo de mi infancia, y me odia... -continuó Lali valiente.

-¿Pero es que has perdido el juicio? -preguntó Pablo furioso, casi suplicante.

-Si te sirve de consuelo te diré que Eugenia te ha utilizado a vos también -añadió LAli incapaz de seguir escogiendo cuidadosamente las palabras-. Me dijo que era fácil hacerte sentirte violento, que te revolverías contra mí.

-Estás tan devorada por los celos que ni siquiera puedes ver las cosas con objetividad, y mucho menos aún pensar con racionalidad...

-En este preciso instante no estoy celosa, Pablo - declaró Lali levantando el mentón-. Si Eugenia cruzara ahora esa puerta te avisaría de su visita sin rechistar.

-¡Ya basta! -gritó Pablo.

-¡No he terminado! -exclamó Lali, cuya ira aumentaba al tiempo que la de él, inexplicablemente, parecía menguar-. ¡Te la mereces! ¡Desearía que te hubieras casado con ella! ¡Te habrías congelado en tu noche de bodas!

Pablo respiró profundamente, despacio, y luego dijo:
-Creo que ha llegado el momento en el que la luna de miel acaba mal.

-No te soporto más, ni a vos ni a esa arpía -respondió Lali.

-Mala suerte -dijo Pablo con extrema tranquilidad.

-¿Qué quieres decir con eso de mala suerte? -inquirió Lali extrañada ante el cambio de actitud.

-Sos mi mujer y no vas a marcharte a ninguna parte. De hecho, mientras demuestres que sigues teniéndole esa manía a Eugenia, te quedarás en la isla. Tengo que confesar que temblaba literalmente ante la idea de que ustedes dos se encontraran. ¡Pero mírate! ¡Si estás casi saltando de rabia!

-¿Y qué esperabas? -gritó Lali con voz rota.

Pablo puso un brazo decidido alrededor de su temblorosa figura.

-Esto no es bueno para el niño...

-¡Quítame las manos de encima!

-¡Pero si apenas sos capaz de controlarte! Esto tiene que ser tu nivel de hormonas -decidió Pablo observándola con gravedad, aliviado de encontrar una explicación satisfactoria.

-¿Mi... nivel de hormonas? -susurró Lali.

-En los primeros estadios del embarazo las mujeres son propensas a cambios emocionales que pueden requerir un apoyo y una comprensión extra por parte de los demás -Lali abrió la boca
atónita ante aquel comentario erudito-. He sido demasiado duro con vos - añadió obligándola a sentarse en el sofá.

-Pablo... ¿a qué demonios estás jugando?

-Te has alterado mucho al ver ese artículo -explicó Pablo sentándose a su lado-. Hubiera debido de ser más benevolente contigo, aunque le hubieras dicho que estabas embarazada a toda la plantilla del edificio .

-Bueno, ¿y qué?

-¡Me he puesto tan furioso al ver cómo te atacaban en la prensa! -continuó Pablo atrayéndola hacia sí y estrechándola-. ¡Y saber todo lo que has tenido que pasar, desde tan pequeña, con esos padres tan egoístas! Eso me ha alterado mucho, desde luego. Pero gracias a Dios al hablarme de Eugenia he comprendido que esto se nos estaba escapando de las manos.

-No puedo vivir con vos si no confías en mí.


jueves, 27 de marzo de 2014

Capítulo 43 y 44: "En el lugar equivocado"



CAPITULO 43:

 Entonces  Lali hizo un enorme esfuerzo.

-Está bien - sonrió tensa -. Ella ha sido parte de tu vida durante mucho tiempo, lo comprendo...

-Siempre había creído tener tacto hasta el momento en que te conocí -confesó Pablo llegando a la puerta.

-Bueno, es todo ese peloteo que te rodea lo que te ha confundido siempre -contestó Lali.

-No, no es eso, sos vos -la contradijo él-. Estoy tan acostumbrado a oírte decir lo que piensas en cada momento que cuando estoy con vos me relajo.

-Eso es bueno -respondió LAli.

Al menos debía de serIo casi siempre, se corrigió en silencio. Sin embargo en aquel momento la comparación la hería. No sólo por su trivialidad, sino porque significaba que Pablo tenía a Eugenia en
mente incluso el día de su boda. Al entrar en el hall Pablo la hizo volver a la realidad.

-Me temo que tenemos compañía -suspiró.

Dos diminutas damas, bien entradas en años y casi con idéntico rostro y sonrisa, los esperaban en el salón. Lali creía haberlas visto antes, vestidas de negro, en el funeral del padre de Pablo. Él las saludó en griego, dejó a Lali en el suelo descalza y le presentó a las hermanas gemelas de su abuela: Polly y Lefki.

-Pablo no tiene madre que pueda darte la bienvenida -dijo Polly en inglés, con un pesado acento-. Por eso hemos venido a dártela nosotras.

-A darte la bienvenida -repitió Letki contenta.

-Lefki, eso ya lo he dicho yo -la reprendió su hermana.

-Pero no vamos a quedarnos mucho tiempo - añadió Lefki mirando a su hermana.

Lali no pudo evitar reir.
Una abundante cena los esperaba en el salón. Polly y Lefki se sentaron juntas en un sofá. Eran tan pequeñas que los pies ni siquiera les llegaban al suelo. Discutieron entre ellas y, entre disputa y disputa, presionaron a Pablo para que comiera. Su amor hacia él era evidente. Cuando finalmente se marcharon Pablo la miró y se disculpó:

-Lo siento. Polly y Lefki viven en la isla, y nunca han salido de ella. Comprendo que para mucha gente resultan excéntricas, salen poco de casa.

-No, no te disculpes, yo las encuentro encantadoras.

-Me alegro -contestó Pablo guiándola por las amplias escaleras y enseñándole un fabuloso dormitorio amueblado con opulencia donde comenzó a quitarse la chaqueta y la corbata.

Observar a Pablo desnudarse le cortó la respiración. LAli se quedó paralizada. Los ojos de ambos se encontraron llenos de brillo sensual. Lali sintió que el corazón le galopaba. Desnudo, con aquel vello negro y brillante que era toda una fiesta para los sentidos, Pablo se acercó a ella a grandes pasos. Luego le desabrochó los botones de la chaqueta uno a uno y se la deslizó por los hombros.

-Quiero volverte loca de pasión -dijo él con voz ronca.

-Eso ya lo ha hecho mi imaginación... -confesó Lali

Pablo le desabrochó el corpiño y curvó las manos para abrazar sus pechos llenos. Sonrió satisfecho al oírla jadear y rozó con los dedos los sensibles pezones. Y de pronto la empujó suavemente sobre la cama y se tumbó sobre ella. La boca de Pablo ardía sobre uno de aquellos pechos, su lengua era como lava. Una fiera respuesta provocó en ella gemidos y labios abiertos.

Pablo levantó la cabeza con ojos hambrientos, crudos. Se apartó ligeramente y le quitó la pollera y el resto de la ropa con manos impacientes. Sus ojos recorrían aquella desnudez sin ocultar su deseo. Lali se sintió arder.

-Sos tan perfecta que... tengo que tomar una ducha para tranquilizarme -confesó Pablo.

-Yo también.

Lali se apoyó sobre Pablo bajo la cascada de agua en la ducha. Su cuerpo estaba débil y hambriento, pero su mente seguía tensa. No seguiría siendo perfecta durante mucho tiempo. Sus pechos, de
hecho, estaban ya más llenos. Pronto el bebé haría magia con la esbelta figura que tanto le gustaba a Pablo. Perdería la cintura, se le hincharía el vientre. ¿Seguiría Pablo encontrándola atractiva entonces?

-Dentro de unos meses pareceré un balón - musitó LAli impotente, incapaz de callar ante su temor.

-Hmm... -suspiró Pablo deslizando una mano por aquel estómago aún plano y jugando con los dedos-. Espero ese día con impaciencia.

-¿Lo esperas con impaciencia? -repitió Lali débilmente.



CAPITULO 44:

Pablo se sentó en el asiento de la ducha y tiró de Lali para sentarla encima. Ladeó la cabeza hacia atrás y dejó que las gotas de agua cayeran en todas direcciones sobre él antes de abrir los ojos y mirar de nuevo a Lali. Una sonrisa amplia curvaba sus sensuales labios.

-Supongo que debe de ser un sentimiento masculino, agape mou. Tenes a mi hijo dentro de ti, y eso me vuelve loco de excitación.

-¿En serio? -preguntó Lali mirándolo perpleja.

Pablo, con ojos brillantes como el oro, levantó a Lali para volver a sentarla a horcajadas sobre él. Y observó divertido la reacción de ella al sentir su erección.

-¡Oh...!

Lali se quedó de pronto sin respiración. Su cuerpo reaccionó con un violento entusiasmo al de él. Pablo la tomó de la cabeza y besó sus labios apasionadamente, con brevedad pero con hambre, excitándola al máximo.

-Así que.. ¿qué crees que podemos hacer al respecto? -preguntó él con voz ronca.

-Lo que quieras - susurró ella apenas capaz de mantener un hilo de voz.

Pablo rió, gimió de satisfacción. Y se tomó sus palabras al pie de la letra. La urgencia de aquel deseo excitó y dejó perpleja a un tiempo a Lali. Tras el clímax Pablo la secó con una toalla disculpándose y riendo a carcajadas al mismo tiempo.

-No le digas nunca a nadie que consumamos nuestro matrimonio en la ducha -respiró él-. ¡No podría mantener la cabeza alta nunca más!

-¿Y porqué?

-Hubiera debido de ser más romántico -contestó él posándola sobre la magnífica cama-. Al fin y al cabo es nuestra noche de bodas -le recordó con un brillo en los ojos-. Es que sólo de pensar en que iba
a hacer el amor con vos y sin ninguna protección por primera vez en mi vida me ha puesto... a tono.

-Pues por mí perfecto que te pongas a tono -le confió Lali riendo sofocadamente y alargando los brazos para atraerlo hacia sí.

-Me gusta esto, me gusta que riamos incluso en la cama. Nunca antes había estado así -sonrió Pablo.

LAli se despertó hacia el amanecer. Deambuló medio dormida por el baño y se quedó un rato contemplando a Pablo mientras dormía. Por un segundo no pudo creer que fuera su marido. Se retiró el pelo de la frente y sonrió. Los miedos que habían atenazado su corazón la noche anterior le parecieron de pronto exagerados y remotos.
Su cuerpo clamaba por el de él. Y él la deseaba a ella, no sólo al bebé. Ni siquiera el embarazo había conseguido enfriar su deseo. Y si sólo se hubiera casado por honor nunca habría mostrado tanto entusiasmo como amante. Pablo se había pasado la noche entera demostrándole, una y otra vez, que la encontraba deseable. Le había restaurado su confianza en sí misma. Lali se deslizó en la cama al lado de Pablo suspirando. Se sentía increíblemente feliz.

Una sonriente sirvienta la despertó a la mañana siguiente al abrir las cortinas. Eran más de las once, y Pablo no estaba. Lali no podía creer que hubiera dormido tanto. Le llevaron el desayuno a la cama en una bandeja. Se sentía como una reina. Tras el desayuno, LAli se miró al espejo y se apresuró a ducharse. Cuando terminó de secarse el pelo y de maquillarse se encontró con que alguien había deshecho su equipaje y guardado su ropa en el enorme vestidor.
Se había comprado ropa de sport justo antes de la boda, así que se puso un vestido nuevo y bajó las escaleras.

Entonces escuchó la voz de Pablo. Hablaba en voz alta, casi a gritos. ¿Estaría enfadado? Un hombre salió apresuradamente de una habitación hasta el hall. Miró a Lali, se ruborizó y dijo algo en griego antes de marcharse. LAli frunció el ceño.

Pablo estaba en un despacho hablando por teléfono. Hablaba en griego y recorría la habitación furioso de un lado a otro. Lali se quedó observándolo desde la puerta, y tras unos instantes sus ojos se desviaron hacia un diario desplegado sobre la mesa. Era un diario inglés. Pablo colgó el teléfono y se dio la vuelta. Entonces la vio.
-Cristos... ¿qué estás haciendo vos aquí? -preguntó desconcertado.

martes, 25 de marzo de 2014

Capítulo 41 y 42: "En el lugar equivocado"


CAPITULO 41:

-No -suspiró Pablo-. Una vez más yo me he apresurado a juzgarte, y lo siento. Te aseguro que no me había dado cuenta de cómo te sentías.

Era maravilloso comprobar el efecto que causaba una pequeña explicación. Lali observó a Pablo mientras levantaba su mano y se la llevaba a los labios. Su corazón pareció henchirse de pronto y
latir acelerado, y una sincera y sencilla ola de júbilo la inundó.

-Y encima ni siquiera tienes familia propia que te apoye -añadió Pablo serio.

-A mi madre le hubiera encantado la ceremonia... - sonrió LAli.

-Diste en el blanco cuando dijiste que no tengo tacto -concedió Pablo atrayéndola a su lado y suspirando-. ¿Has hecho el amor alguna vez en una limusina?

-¡Sí, por supuesto! ¡No deseo más que entrar en el Savoy con el maquillaje corrido y el pelo revuelto!

-Podría persuadirte...

-Pero no lo harás. Vas a resistir como un mártir hasta esta noche...

En el hotel Lali y Pablo saludaron a cada invitado que iba llegando. Lali sostuvo una decidida sonrisa al ver aparecer a Eugenia, que se inclinó a besarla con total seguridad en sí misma y siguió su camino. Aquello enervó a LAli.

-Trata de comprender cómo se siente ella -observó Pablo.

Lali sonrió y se ruborizó. Le molestaba que Pablo tuviera que reprenderla cuando había tratado por todos los medios de mostrarse tranquila y amable. Sin embargo nunca había sabido ocultar sus sentimientos. Tenía la sensación de que sobre ella pesaba un estigma imborrable: Pablo creía que había mentido sobre lo ocurrido en su primer encuentro a solas con Eugenia. ¿Pero acaso no era posible que la rubia hubiera perdido por una vez los nervios y que se arrepintiera?, se preguntó Lali decidiendo ser más generosa con ella.

Gaston Dalmau, el padrino, le presentó a su mujer, Rocio. Era una rubia amable y extrovertida.

-Me hubiera gustado conocerte antes de la boda, incluso pensé en lIamarte, pero no me atreví. Supuse que estarías muy ocupada con los preparativos.

-Lástima, me hubiera encantado -contestó Lali.

Tras las presentaciones y unos cuantos ratos de charla todos se sentaron a la mesa.

-Rocio y Gaston son una pareja estupenda - comentó Lali en un susurro, sentada en la mesa principal-. ¿Desde cuándo los conoces?

-Desde los diecinueve años. Tuve un accidente de coche, y Gaston estaba de guardia como estudiante de medicina en el hospital -explicó Pablo curvando los labios en una sonrisa.

-¿Qué es tan divertido?

-Sólo tenía una contusión, pero mi padre estaba muy angustiado cuando llegamos -recordó Pablo-. Actuaba como si Gaston me hubiera salvado la vida, y desde entonces nos hicimos amigos. Me
hubiera gustado que mi padre te conociera -añadió mirándola a los ojos intensamente.

-No, no lo creo -respondió LAli-. Tu padre te habría encerrado antes de dejar que te casaras con una persona como yo.

-¿Qué quiere decir eso de «una persona como yo»?

-Bueno, es sólo un modo de hablar. Vos siempre te viste protegido por tu familia, para mí, en cambio, fue todo lo contrario.

-No es de extrañar que te cueste confiar en mí, después de eso.

-No, la mayor parte de la gente en la que he tratado de apoyarme se ha desmoronado -confirmó Lali.

-Yo no me desmoronaré, Lali. Tenes que aprender a confiar en mí, pethi mou.

Pablo había dicho aquello en serio, y sin embargo era él quien no confiaba en ella. O al menos su palabra no tenía para él el mismo peso y valor que tenía la palabra de Eugenia. No obstante no era el
momento de pensar en ello. Por fin estaban casados, pero aún era pronto. El tiempo acabaría por resolver ese problema. Lali no sabía que Pablo vería a Helena a menudo en el futuro, y era demasiado práctica como para arruinarlo todo a corto plazo sólo por aquello. Un matrimonio reciente era algo frágil. ¿No era una estupidez ponerlo a prueba sólo por Eugenia?

Horas más tarde Lali se cambió de vestido en una habitación reservada del hotel y se puso la ropa de viaje. Al volver a la sala de invitados Pablo la observó con una expresión de aprobación.

-Bueno, ya es hora de que tires tu ramo de flores.

-No, quiero conservarlo.

Había tanta gente que quería despedirse de Pablo antes de que se marcharan de luna de miel que por un momento ambos se separaron. Lali observó a Pablo de lejos reír a carcajadas, y sintió una punzada de júbilo al verlo feliz y relajado. Era la imagen perfecta de un recién casado. Pero justo entonces, detrás de ella, una fría voz señaló:

-Me das lástima, Lali. Hacer de mujerzuela en la cama no va a servirte para retener a Pablo, y no tenes nada más que ofrecerle, ¿no crees?

Lali se quedó helada, paralizada.



CAPITULO 42:

 Después se giró y vio a Eugenia de espaldas, acercándose a charlar con otra pareja a cierta distancia. Sin embargo Rocio, a solo un paso y con la boca abierta, lo había oído y comentó:

-Venía a despedirme de vos antes de que te marcharas y... ¿será cierto que he oído lo que he oído? ¡Dios mío, nunca pensé que esa mujer pudiera ser tan malévola!

-Pues ahora ya lo sabes -respondió LAli.

-Ve a decírselo a Pablo inmediatamente -añadió Rocio seria.

-No, prefiero arreglármelas sola... -respondió Lali mortificada-. Supongo que le he robado a su hombre, así que... no la culpo si me odia.

-¿A su hombre? -repitió Rochi frunciendo el ceño-. ¡Pero si ni siquiera salían juntos, no estaban comprometidos! No creerás que ha estado en casa todos estos años esperando a que Pablo le pidiera el matrimonio, ¿no? ¡Te aseguro que si hubiera podido cazar a otro antes no lo habría dudado!

Lali se sintió incómoda. No quería discutir sobre Eugenia. Sin embargo Rocio parecía tener cuerda para rato:

-Eugenia  es toda dulzura cuando Pablo está delante, me gustaría que la viera cuando se da la vuelta. ¡Los hombres son tan ciegos a veces!

-Sí -confirmó Lali deseosa de cambiar de tema.

-¿De qué hablan? -preguntó Pablo acercándose con una sonrisa y estrechando a su mujer entre los brazos. LAli se puso pálida-. ¿Qué ocurre?

-Creo que estoy un poco mareada -contestó Lali con sinceridad.

-En cuanto subamos al avión te irás a la cama. No debería de haber invitado a tanta gente, se me olvidaba que estás embarazada -comentó Pablo decidido.

-¡Pero si estoy bien! -protestó Lali deseando que la besara en lugar de tratarla como a una inválida.

No obstante nada más subir al avión que los llevaría a Grecia, en donde pasarían un par de semanas, Pablo llevó a Lali al camarote y ella se quedó profundamente dormida.

-¡Basta! -musitó Lali al sentir, bastante rato después, que alguien la molestaba.

-Hush -susurró Pablo.

Lali, adormilada, deslizó una mano por debajo de su chaqueta. Extendió los dedos posesivamente por la camisa de seda y suspiro. Y creyendo que Pablo estaba en la cama, a su lado, volvió a dormirse.
Finalmente, al poco rato, se despertó y desperezó, abriendo los ojos y comprendiendo que Pablo la llevaba en brazos.

-¿Que... a dónde?.

-Has dormido bastante para no estar cansada, te has pasado el viaje durmiendo -explicó Pablo satisfecho.

Lali vio entonces que estaban llegando a la villa griega.

-¡Por el amor de Dios! ¡Bájame!

-No puedo. Me he dejado tus zapatos en el avión.

-¿Y cómo diablos hemos pasado por el aeropuerto de Atenas?

-Igual que ahora -rió Pablo-. Hubo un momento en el que se me ocurrió pensar que el hecho de que no tuvieras la estatura de Eugenia era una ventaja. ¡Con vos sí que puedo todo el camino!

Lali se quedó helada ante aquella desconcertante comparación. Pablo lo había dicho casi sin pensar. Se puso tenso, cerró los ojos y rugió en voz alta, comprendiendo lo que acababa de decir.

domingo, 23 de marzo de 2014

Capítulo 39 y 40 : "En el lugar equivocado"


Holaaa lesaviso que en foro empeze dos adaptaciones nuevas,besos

CAPITULO 39:

-Vos no crees lo que te dije de Eugenia, ¿verdad? -preguntó LAli a su vez.

-No -confesó Pablo en voz baja-. Podría mentirte con tal de hacer las paces con vos, pero no voy a hacerlo. Naturalmente comprendo que aquel día estuvieras enojada, no sabías nada de Eugenia, y ella... no se dio cuenta. Si ella lo hubiera sabido nunca se habría acercado a vos -Lali apretó los labios. Era evidente que Pablo nunca iba a creer su versión. Conocía a Eugenia de toda la vida, y su
confianza en ella era absoluta. ¿Cómo podía vivir con eso?-. Lali...la noche en que descubriste que estabas embarazada tomé una decisión equivocada. Pensé que no era el momento más adecuado para contarte lo de Eugenia.

-Pero quizá nunca me lo hubieras contado.

-Vos ya tenías encima la suficiente presión. Y, de todos modos, el asunto de Eugenia era algo a lo que me tenía que enfrentar yo solo.

-Te sentías culpable con respecto a ella -respiró Lali tensa.

-¿Y cómo crees que podía sentirme?

-¿La... amas?

-¿Qué tiene que ver el amor con esto?

Aquello silenció a Lali. Era una respuesta que decía mucho, y al mismo tiempo no decía nada. Amara o no a Eugeniase casaría con ella, pues esperaba un hijo. ¿Pero cuánto tiempo permanecería con ella? ¿Tendría Eugenia razón? Y, por otro lado, si se casaban, ¿qué tenía ella que perder? Sería su mujer durante una temporada, y
su hijo sería legítimo. Aquello quizá no fuera importante socialmente, pero sí lo era para Lali después de la experiencia de su padre.

-Lo primero es el niño, después nosotros -declaró Pablo entonces, poniendo punto final a la discusión.

Aquello sonaba a receta para el desastre a oídos de Lali, pero lo que en el fondo le importaba en ese momento era que lo amaba.

-Me gustaría casarme en una iglesia, y vestida de blanco. Así que si estabas pensando en un registro civil, lo siento.



CAPITULO 40:

Seis semanas más tarde Lali entraba en la iglesia para convertirse en la mujer de Pablo. Llevaba un elegante vestido color crema que ella misma había pagado con sus ahorros. Era como un acto de fe en su matrimonio. Sólo había aceptado usar la tarjeta de crédito de Pablo para comprar los complementos.

-Alguien tiene que llevarte al altar -le había dicho Pablo por teléfono, desde Ginebra

-Olvídalo... ¿qué crees que soy? ¿un artículo de consumo? ¡Soy una mujer casi del siglo veintiuno!

-¿Y por qué esa mujer del siglo veintiuno me ha rechazado la penúltima noche antes de nuestra boda?

-Quiero que nuestra noche de bodas sea algo especial. Dijiste que lo comprendías -le recordó Lali

-Bueno, es que cambié de opinión hacia las dos de la madrugada, cuando tuve que tomar una ducha fría.

Lali caminó hacia el altar con aquel recuerdo y con una amplia sonrisa. No veía a los invitados que llenaban la iglesia. Aquél era su día. Y la ceremonia fue muy bonita. Bebió cada palabra que se dijo, cada instante. Pero también se apresuró a pronunciar cada promesa. En el fondo de su mente yacía la imagen de Eugenia poniéndose en pie y suspendiendo la ceremonia en el último momento.
Por desgracia a Lali no se le ocurrió pensar que Pablo invitaría a Eugenia al banquete, de modo que fue un shock cuando la vio aproximarse a las puertas de la iglesia.

-Estoy muy feliz por ustedes dos -comentó Euge-. Lali, espero que no te importe, pero necesito hablar un momento con Pablo.

Aquel nuevo aire de vulnerabilidad que había adquirido de pronto la rubia resultó ser un toque mágico que afectó de inmediato a Pablo.
Eugenia lo arrastró a un lado y Lali se quedó sola, en la escalinata de la iglesia. Y con el correr de los minutos Lali se fue poniendo cada vez más pálida, más tensa. Los invitados lo observaron todo. Lali hubiera deseado morir de humillación. Finalmente el fotógrafo llamó a Pablo.

-¡Señor Martinez, por favor...!

Y sólo entonces Pablo volvió al Iado de Lali.

-¡Lo ha hecho deliberadamente! -comentó LAli impotente una vez que el fotógrafo hubo terminado su trabajo.

-¿Quién? ¿De qué estás hablando?

-¡De Eugenia!

Un silencio espeso reinó entre ellos. ¿Cómo podía ser Pablo tan obtuso cuando se trataba de ella? El respiró hondo.

-Eugenia es una buena amiga, muy buena -soltó Pablo con diplomacia.

-¡Ah, creo que ya lo he entendido!

-Entonces trata de entender esto también: no voy a permitir que nos pongas en un compromiso en público, ni a ella ni a mí. Y ésta es mi última palabra. Procura acostumbrarte antes de que pierda la paciencia.

Y con aquella advertencia Pablo se volvió y comenzó a hablar con su padrino. Lali temblaba de ira. No podía creer que él se hubiera atrevido a hablarle así, que no comprendiera lo inoportuno del ruego de Eugenia.

Pablo se volvió hacia ella poco después. Lali levantó el mentón y dijo:

-No puedes hablarme como acabas de hacerlo, Pablo.

-¡Ah!, ¿no? ¡Tenes mucho que aprender de los hombres griegos! Y no dejaré de señalarte cuándo te equivocas.

En aquel momento Lali pensó que había aprendido lo suficiente. Estaba rabiosa. Pero lo cierto era que no creía estar equivocada. Sin embargo la duda comenzó a corroerla. Subieron a la limusina que los llevaría al Hotel Savoy, donde se celebraría la recepción. La actitud de Eugenia había sido inconveniente más que hiriente. Y
probablemente se debiera más que nada a su inseguridad en su matrimonio y en Pablo.

-Dios, éste no es un momento fácil para mí... - murmuró LAli. Pablo contempló aquella mirada confusa e inquisitiva, aquel cambio de actitud tan desconcertante para él-. No sabía que fuera a haber tantos invitados, apenas conozco a nadie. Y además todos tus amigos y tus parientes esperaban que te casaras con Eugenia.

-Sí, pero...

-Pablo, es perfectamente natural que se pregunten por qué te casas conmigo en lugar de con ella, y además tan de repente... -se ruborizó-. Y si han llegado a la conclusión a la que se suele llegar en estos casos... bueno, la verdad es que es completamente cierto. ¡Estoy embarazada! Es natural que me sienta muy sensible en un día como hoy -Pablo apretó la mano de Lali con firmeza, inesperadamente. Sus ojos dejaron de tener aquella expresión fría y de distancia-. Por eso, quizá, me haya excedido con lo de Eugenia...


viernes, 21 de marzo de 2014

Capítulo 37 y 38: "En el lugar equivocado"



CAPITULO 37

-Eché un vistazo a los archivos antes de cambiar de trabajo. Llevo años pensando en llamarte, pero ya sabes cómo son estas cosas...

-¿Demasiadas mujeres y demasiado poco tiempo?

-Sí, eso es, bueno, no puedo evitar ser tan famoso. No, seré sincero, la verdad es que he estado saliendo con una chica que...

-Contá, contá... ¿qué quería?, ¿otra cita?

-¿Podría... quieres que pase dentro?, hace frío.

-No lo creo oportuno, Peter. Te comportaste como un tonto en la empresa. He oído decir que te marchaste en circunstancias no muy
claras, ¿es eso verdad?

-¡Por supuesto que no! -la contradijo él sonriendo satisfecho-. He tenido suerte y he conseguido ascender, eso es todo.

-¿Y sigues estando en ese nuevo trabajo? -inquirió Lali sin poder resistirse, preguntándose si Pablo tendría razón.

-¡Claro que no! ¡Me he marchado de allí también! Era una empresa que no me convenía, ya me entiendes. ¿Quieres que demos una vuelta en mi coche?

-Estoy embarazada, Peter.

-¿Que estás... qué? ¡Dios mío!, ¿qué ha ocurrido?

-Pues...

-¡Demonios! ¿Y quién es el padre? ¿Dónde está? - LAli se encogió de hombros-. Ya comprendo. Bueno, bien... quizá vuelva a llamarte... el año que viene o algo así -musitó Peter-. O quizá nunca. No
estoy para niños en esta época de mi vida.

-Gracias por tu sinceridad -respondió Lali impotente y divertida, poniéndose de puntillas y besándolo en la mejilla.

Peter rió extrañado, bajó la cabeza y, con las manos sobre los hombros de ella, murmuró algo en su oído. Un segundo más tarde algo lo apartó violentamente de LAli. Ella levantó la cabeza y
llegó justo a tiempo de ver a Pablo insultándolo en griego y arrojándolo contra la pared tras darle una piña.

-¡Ya basta! -gritó Lali.

-¡Apártate de ella! -gritó Pablo acorralándolo -.¿Me oyes? ¡O te apartas de mi mujer o te las verás conmigo!



CAPITULO 38:

-¡Te estás comportando como un salvaje, Pablo! - gritó Lali.

Pablo soltó por fin a Peter con un gesto de desprecio. Luego observó a Lali con ojos brillantes y llenos de reproches.

-Y vos pregúntate a ti misma de quién es la culpa. Te he visto besándolo...

-En la mejilla -se apresuró a decir Peter tratando de recuperar el aliento-. ¿Sabes? Podrías tener problemas si te acusara de asalto.

-Haz lo que te de la gana -replicó Pablo sin prestarle atención.

-Y más aún si voy a los diarios a contar cierta historia -musitó Peter.

-Vos lo que le mereces es una buena piña por haberte aprovechado de esa información que oíste en la oficina -intervino Lali por fin.

-¿Éste es... Peter Bedoya? -preguntó Pablo tras una pausa, helado.

Peter  hizo gala entonces de su instinto de supervivencia y desapareció de improviso en su coche. En un minuto se había ido. Lali se estremeció. No podía dejar de mirar a Pablo. Su pelo brillaba a la luz de las farolas.

-¡Peter Bedoya! ¿Qué diablos estaba haciendo él aquí?

-¡Vamos, por favor! -gimió Lali-. Sólo pasaba por aquí. Y no me importa lo que pienses de lo que has visto. ¡No tienes derecho a comportarte como un bruto!

-¡Cristos! ¿Cómo crees que me siento al verte con otro hombre? -gruñó Pablo-. ¡Me dijiste que me mantuviera alejado de ti, me estás tratando como si tuviera lepra! ¡No puedo soportarlo más!

-Es que no sé qué va a ocurrir ahora -confesó Lali.

-Pues yo sí... -respiró Pablo alargando los brazos para levantarla y posar su boca sobre la de ella.

Aquel fiero y exigente beso dejó a Lali atónita y tambaleándose. El crudo deseo de Pablo le hizo perder el control, desató todas las emociones que ella tanto había luchado por gobernar. La cabeza le
daba vueltas, el corazón le latía acelerado, y la excitación comenzaba a atenazarla. LAli se estremeció, se agarró al fuerte y musculoso cuerpo de él, gimió desde lo más profundo de su garganta y se agarró a sus hombros.

Pablo se apartó. Sus ojos brillaban como el fuego mientras contemplaba el rostro de Lali.

-Siempre consigues sacar el animal que hay en mí, pethi mou -dijo con voz ronca entrando en la tienda y dejándola en el suelo-. ¿Dónde está el sistema de alarma?

-¿La... alarma? -repitió LAli desde otro mundo.

Pablo la encontró, la encendió y apagó las luces. Luego tomó el bolso de Lali y la sacó fuera.

-¿Qué estás haciendo?

-Vamos a ir a cenar y a hablar.

-Pero si no estoy vestida para...

-Llevas ropa encima, ¿no? Estás maravillosa - añadió Pablo obligándola a entrar en el Ferrari sin mirarla siquiera.

El rincón del restaurante en el que se sentaron estaba vacío. Lali levantó la copa de vino. Pablo la miró, pero luego levantó una mano y le quitó la copa.

-¡No puedes beber eso!

-¿Y por qué no?

- ¡Estás embarazada! Es mucho mejor que no bebas nada de alcohol. ¿Es que no lo sabías?

-¿Y por qué iba a saberlo?

-Bueno, pues porque sos una mujer...

-¿Y?

-Se supone que una mujer sabe ese tipo de cosas - explicó Pablo frunciendo el ceño.

-Bueno, pues yo no. Tengo veintiún años, estoy soltera y mi único objetivo en la vida es... bueno, era... -musitó Pablo en voz baja-. ¿Por qué iba a interesarme lo que debe o no hacer una mujer
embarazada?

-Pues no lo sé pero... ocurre que Gaston me dio este libro. Es para futuros padres, como yo - explicó Pablo encogiéndose de hombros tras ver la expresión de extrañeza de Lali-. Sólo lo he hojeado un poco.

Lali estaba segura de que Pablo había leído cada palabra. Aquello la conmovió. Él había hecho un esfuerzo mayor que ella, que además trabajaba en una librería.

-Quieres de verdad a este niño, ¿no es eso?

-Sólo si vos también entras en el lote.

-¿Y qué significa eso?

-Que por tu forma de comportarte ya no sé qué esperar. No quieres estar embarazada, no quieres estar conmigo... excepto en la cama -se corrigió Pablo con una mirada desafiante.

-Eso no es cierto... sí que quiero a este niño -lloró-. ¡Por el amor de Dios! ¿Por qué estoy llorando?

-Ahora estás muy alterada por tus hormonas, eso te pone muy sentimental -aseguró Pablo alargando una mano hacia ella.

-¿Y has leído también en ese libro que me pondría estupida?

-No, pero recomienda al padre mostrarse comprensivo y tratar de apoyar a la madre.

-Vos no tenes tacto.

Una sonrisa divertida curvó los sensuales labios de Pablo. Lali sintió que su corazón se aceleraba. Era tan atractivo que no podía apartar los ojos de él.

-Todavía quiero casarme con vos -declaró Pablo-. Pero si vos tenes una solución mejor, dímela... mientras no implique que vas a tener al niño en una sillita todo el día, detrás del mostrador...

-No, no es eso lo que deseo.

-¿Entonces qué? ¿Dejarlo para salir  a trabajar?

-Pues...

-¿Negándote a recibir mi apoyo financiero?

-Pablo, yo...

-No, escúchame -se impuso él-. Si no nos casamos este niño crecerá fuera de mi familia. Y no voy a mantenerlo en secreto, así que no creo que te agradezca el hecho de ser diferente del resto de los hijos que, algún día, tendré en mi futuro matrimonio... con otra mujer.

Lali se desinfló como si fuera un balón. Otra mujer significaba Eugenia, que odiaría a aquel niño cada vez que fuera a visitarlos. Eugenia que, viéndose al fin como madrastra, no dudaría
en humillar y denigrar al hijo ilegítimo. LAli sintió que se le encogía el estómago.

-¿He dicho algo por fin que haya hecho un milagro en vos? -murmuró Pablo con voz de seda.

-Quizá fuera un poco exagerada al decir que no te quería ni muerta.

-¿Significa acaso que sí vamos a casarnos? -inquirió Pablo con suavidad.