jueves, 29 de noviembre de 2012

Nueva Nove: "Vos necia, Yo mentiroso"



























Hola chicas hoy vuelvo después de mucho tiempo y como les prometí con una nueva nove, en realidad es una adaptación (lo aclaro porque en la anterior nove me comentaron que la vieron con otros personajes) y la realidad es que si pueden estar adaptadas con mil personajes, pero les pido que si les gusta lo lean con la pareja mas hermosa del mundo osea los payasitos, espero que les guste al igual que la anterior Pablito no es un dulce de leche jaja es un engreído, prepotente y mujeriego, no es la típica comedia romántica, sin mas les dejo el primer capitulo
CARO

Posdata.: Las extrañee , besos


CAPÍTULO I
Lali escuchó el ruido del elevador al detenerse, y corrió hacia la cocina. ¿Sería posible? Apenas eran las siete y media, y su horario acababa a las ocho. Encendió el monitor que tenía enfrente. Sí, era él. Era fácil reconocerlo... Y sí, como en las fotos, se veía espectacular. Y sí, como era de esperar de un hombre que vivía al borde del peligro, comenzaban a atacarlo allí frente a sus ojos, y a la cámara de circuito cerrado de televisión, que, por supuesto, él no ignoraba que lo estaba enfocando. ¡Vaya escenita! ¿Para eso se había molestado en construir aquella “pecera” a prueba de balas a la salida del elevador? Por lo visto, no tanto para protegerse, sino como para poder empujar a la dama de turno contra ella con violencia, sin que se hiciera pedazos. ¿No podían esperar a llegar al dormitorio, a esa cama inmensa de dos metros por dos, que él tenía?... ¿Iban a hacerlo allí?
Lali apagó el monitor. A diferencia de otros circuitos cerrados de vigilancia, aquel era a todo color y muy nítido. Y lo último que le estaba haciendo falta a esa altura de su soledad, era tener que contemplar una “pornográfica ”protagonizada por su jefe. Se acomodó el cabello, y volvió a mirar el reloj. Las siete y treinta y cinco... ¿Qué hacía? ¿Esperaba hasta las ocho de la noche, o huía por la puerta de atrás?... Le habían insistido tanto con aquello de “cumplir el horario”, que irse antes de tiempo no parecía la mejor carta de presentación con un jefe que por fin iba a conocer, luego de haber trabajado en su casa por más de dos meses.
Pero aún desde allí, y con el monitor apagado, podían escucharse los gemidos, (¿gemidos?, ¡aullidos! ¡Vaya perra!) Buscó en su bolso y encontró su viejo mp3. En él estaba grabado el texto del artículo que había presentado en la revista Perfiles, y que, como todos los demás, no le habían aceptado. Se calzó los auriculares, y volvió a escuchar su propia voz. Sí, esa era la parte más interesante... Lástima que nadie se había tomado el trabajo de...
No pudo continuar. Una suave brisa la obligó a mirar hacia la puerta que comunicaba con el living. Y entonces lo vio. No... No era como en las fotos. ¡Era mejor! Ojos de un verde vibrante, piel dorada por el sol ¡y unos músculos!... Unos músculos muy a la vista, porque, (¡qué casualidad!), ya no llevaba camisa, (¡un milagro que la señorita le hubiera dejado puesto el pantalón!)
—¡¿Quién sos vos?! –preguntó sorprendido, al verla.
—Soy Mariana, su asistente domiciliaria.
—¡¿Mi qué?!
—Asistente domiciliaria... Lavo, cocino, limpio...
—¿Sos la empleada? –preguntó Pablo Martinez, confundido.
—Sí, soy como una empleada, pero cobro mil pesos más.
Su jefe la observó, atónito.
—¿Qué haces acá a esta hora?
—Mi horario comienza a las diez de la mañana, y termina a las ocho de la noche.
—También el de Berta, pero ella nunca estaba aquí a esta hora.
—¿Prefiere que me retire? –preguntó esperanzada.
—¡No!... Está bien... Tenés que cumplir con el horario.
----Es que...
Volvió a observarla, pero esta vez con la mirada insolente de un hombre hacia una mujer hermosa.
—¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Mariana
—Te llamaré Berta. No soy bueno con los nombres.
Por un segundo la muchacha lo miró desafiante, pero de inmediato suavizó el gesto.
—Como guste –le contestó con fingida humildad—pero va a tener que disculparme
si no le respondo. Mi memoria tampoco es buena. Acudiré si me dice “asistente”,
o “señorita”, o “Mariana”..., o simplemente Lali. Pero si me llama por otro nombre,
pensaré que se está refiriendo a alguien más.....
“¡Conque esas tenemos!”, se dijo Pablo. Aquella “asistente” no iba a durarle mucho. Demasiado linda, y demasiado orgullosa. Y en esa casa, para lindo y orgulloso, bastaba con él.
—Ya que estás acá, Berta, sirve algo para comer... ¿Qué se te ocurre?
—Puedo preparar algunos bocaditos de salmón ahumado chileno, y otros con paté
de ciervo... ¿Vino, o champagne?
—¿Vos que me recomendás?
—Vino, si quiere demorar la charla...
—Entonces, definitivamente champagne. Trae todo ni bien lo tengas listo.
Lali volvió a mirar el reloj. Las ocho menos cuarto. Tendría que apurarse si no quería hacer esperar a Maxi .Comenzó a abrir latas y paquetes, y a acomodar todo en una bandeja, con el arte suficiente como para justificar los mil pesos extra en su  salario. En cuestión de segundos, (con una alacena tan bien surtida aquello era fácil), el plato pareció salido de la cocina de un chef. Satisfecha se acomodó el cabello y la camisa, y se dirigió hacia la sala, dispuesta a terminar con aquel trámite cuanto antes. La “dama” que estaba allí no se inmutó por su presencia, y continuó hablando con su galán como si estuvieran solos.
Y eso que, a juzgar por como estaba prendida a su víctima, debía tratarse de una charla muy íntima.
—Ay, me siento un poco culpable...
Lali apoyó la bandeja en la mesa, acomodó el champagne en el balde, y se dispuso a retirarse cuanto antes. Pero su jefe, soltándose de aquel pulpo, se puso de pie y la interceptó.
—¿Sabes destapar el champagne y servirlo?
—Sí –respondió su empleada con simpleza, un tanto intimidada por los ojos claros
de él.
Realmente era un hombre hermoso. Bastante insoportable, pero hermoso. Con paciencia Lali volvió a la mesa, y comenzó a luchar con el corcho, tratando de mantener la elegancia que la situación ameritaba.
—En realidad, me siento muy culpable. Sé que sos el novio de Maca, y ella es mi
mejor amiga...“Se nota”, pensó Lali, sin poder evitarlo.
—... y esto que ha ocurrido entre nosotros...
—Maca sabe a la perfección como son las cosas conmigo–se defendió con crueldad
aquel galán—. Sólo sexo. No me va el papel de novio, o marido.
“Vaya idiota”, se dijo Lali, perdiendo la compostura ante aquel corcho que se resistía a su escasa maña.
—No podes decir eso en serio –se espantó su amante.
—Jamás le miento a una mujer.
“¡Seguro!”, pensó Lali.
Pero la dama, lejos de tomarse a mal tanta franqueza, se arrojó en brazos de su acompañante, a la par que exclamaba: —¡Pobrecito, mi sol! Deben haberte lastimado mucho...
—¡No! –se defendió él, mientras contemplaba divertido e inmóvil los pesares de su nueva empleada, en su lucha contra la botella—. ¡Ninguna mujer me ha dañado! Y voy a hacer lo posible para que eso siga siendo así... Lo bueno del amor es no tomárselo demasiado en serio.
 “¡Vaya!”, se decía Lali que, de haber estado sola, hubiera recurrido a su viejo truco de usar un rompenueces como pinza.
—Eso lo piensas porque nunca te has enamorado. Pero algún día querrás formar una familia, y...
En su desesperación, Lali  dio un último e inútil tirón al corcho, que la hizo perder el equilibrio, y caer con la botella al suelo, (¡muy poco profesional de su parte!) Pablo Martinez, el periodista más controvertido de la política nacional, la observó sonriente, se tomó un tiempo para contemplar su humillación, y recién entonces se acercó para ayudarla a ponerse de pie.
—¿Una familia? –repitió, parado junto a su empleada, mientras abría la maldita
botella con un gesto mínimo de su pulgar—. Para evitar toda tentación me he hecho
una vasectomía... Mi vida ya es demasiado complicada.

A pesar de que su situación no era la más cómoda, Lali se apuró a servir las copas con arte, (eso sí lo sabía hacer bien: en dos etapas, sin tocar el cristal, cuidando de no abusar de la espuma, y girando la botella para que no chorreara) Pero en su fuero íntimo, pensó: “¿Una vasectomía? ¡Y lo bien que ha hecho! Lo último que necesita la humanidad es otro presumido como este”.
La joven se apuró a servir los tragos, los canapés, y se quedó firme, parada junto a la mesa, esperando, (rogando), porque su jefe la dejara ir.
La fulana aquella, indiferente a su presencia, había vuelto a asirse a aquel galán de músculos super desarrollados, (pero insignificantes al lado de su gran ego) Entre beso y beso, (¡y qué besos!), Lali miraba hacia la ventana, y seguía esperando.
¿Acaso esa gente no tenía vergüenza?
—Podes retirarte, Berta –ordenó aquel gusano al fin.
(No... No se había confundido. La había llamado así a propósito. Pero si él era porfiado...)
La joven permaneció firme en su puesto, como si nada.
—¡¿No escuchaste?! –dijo él por fin, perdiendo la paciencia—. ¡Podes retirarte!
“¿Era a mí?”, pareció preguntar la bella muchacha, con un gesto inocente, justo antes de salir de allí rumbo a la cocina.
Pablo Martinez parpadeó.
Sí.....Aquella niña tenía los días contados en su casa.