Hola chicas hoy vuelvo después de mucho tiempo y como les prometí con una nueva nove, en realidad es una adaptación (lo aclaro porque en la anterior nove me comentaron que la vieron con otros personajes) y la realidad es que si pueden estar adaptadas con mil personajes, pero les pido que si les gusta lo lean con la pareja mas hermosa del mundo osea los payasitos, espero que les guste al igual que la anterior Pablito no es un dulce de leche jaja es un engreído, prepotente y mujeriego, no es la típica comedia romántica, sin mas les dejo el primer capitulo
CARO
Posdata.: Las extrañee , besos
CAPÍTULO
I
Lali escuchó el ruido del elevador al detenerse, y corrió
hacia la cocina. ¿Sería posible? Apenas eran las siete y media, y su horario
acababa a las ocho. Encendió el monitor que tenía enfrente. Sí, era él. Era
fácil reconocerlo... Y sí, como en las fotos, se veía espectacular. Y sí, como
era de esperar de un hombre que vivía al borde del peligro, comenzaban a atacarlo
allí frente a sus ojos, y a la cámara de circuito cerrado de televisión, que,
por supuesto, él no ignoraba que lo estaba enfocando. ¡Vaya escenita! ¿Para eso
se había molestado en construir aquella “pecera” a prueba de balas a la salida
del elevador? Por lo visto, no tanto para protegerse, sino como para poder
empujar a la dama de turno contra ella con violencia, sin que se hiciera
pedazos. ¿No podían esperar a llegar al dormitorio, a esa cama inmensa de dos
metros por dos, que él tenía?... ¿Iban a hacerlo allí?
Lali apagó el monitor. A diferencia de otros circuitos cerrados
de vigilancia, aquel era a todo color y muy nítido. Y lo último que le estaba
haciendo falta a esa altura de su soledad, era tener que contemplar una
“pornográfica ”protagonizada por su jefe. Se acomodó el cabello, y volvió a
mirar el reloj. Las siete y treinta y cinco... ¿Qué hacía? ¿Esperaba hasta las ocho
de la noche, o huía por la puerta de atrás?... Le habían insistido tanto con
aquello de “cumplir el horario”, que irse antes de tiempo no parecía la mejor
carta de presentación con un jefe que por fin iba a conocer, luego de haber trabajado
en su casa por más de dos meses.
Pero aún desde allí, y con el monitor apagado, podían escucharse
los gemidos, (¿gemidos?, ¡aullidos! ¡Vaya perra!) Buscó en su bolso y encontró
su viejo mp3. En él estaba grabado el texto del artículo que había presentado
en la revista Perfiles, y que, como todos los demás, no le habían aceptado. Se
calzó los auriculares, y volvió a escuchar su propia voz. Sí, esa era la parte
más interesante... Lástima que nadie se había tomado el trabajo de...
No pudo continuar. Una suave brisa la obligó a mirar hacia
la puerta que comunicaba con el living. Y entonces lo vio. No... No era como en
las fotos. ¡Era mejor! Ojos de un verde vibrante, piel dorada por el sol ¡y
unos músculos!... Unos músculos muy a la vista, porque, (¡qué casualidad!), ya
no llevaba camisa, (¡un milagro que la señorita le hubiera dejado puesto el pantalón!)
—¡¿Quién sos vos?! –preguntó sorprendido, al verla.
—Soy Mariana, su asistente domiciliaria.
—¡¿Mi qué?!
—Asistente domiciliaria... Lavo, cocino, limpio...
—¿Sos la empleada? –preguntó Pablo Martinez, confundido.
—Sí, soy como una empleada, pero cobro mil pesos más.
Su jefe la observó, atónito.
—¿Qué haces acá a esta hora?
—Mi horario comienza a las diez de la mañana, y termina a
las ocho de la noche.
—También el de Berta, pero ella nunca estaba aquí a esta
hora.
—¿Prefiere que me retire? –preguntó esperanzada.
—¡No!... Está bien... Tenés que cumplir con el horario.
----Es que...
Volvió a observarla, pero esta vez con la mirada insolente
de un hombre hacia una mujer hermosa.
—¿Cómo dijiste que te llamabas?
—Mariana
—Te llamaré Berta. No soy bueno con los nombres.
Por un segundo la muchacha lo miró desafiante, pero de inmediato
suavizó el gesto.
—Como guste –le contestó con fingida humildad—pero va a
tener que disculparme
si no le respondo. Mi memoria tampoco es buena. Acudiré
si me dice “asistente”,
o “señorita”, o “Mariana”..., o simplemente Lali. Pero si
me llama por otro nombre,
pensaré que se está refiriendo a alguien más.....
“¡Conque esas tenemos!”, se dijo Pablo. Aquella “asistente”
no iba a durarle mucho. Demasiado linda, y demasiado orgullosa. Y en esa casa,
para lindo y orgulloso, bastaba con él.
—Ya que estás acá, Berta, sirve algo para comer... ¿Qué
se te ocurre?
—Puedo preparar algunos bocaditos de salmón ahumado chileno,
y otros con paté
de ciervo... ¿Vino, o champagne?
—¿Vos que me recomendás?
—Vino, si quiere demorar la charla...
—Entonces, definitivamente champagne. Trae todo ni bien
lo tengas listo.
Lali volvió a mirar el reloj. Las ocho menos cuarto. Tendría
que apurarse si no quería hacer esperar a Maxi .Comenzó a abrir latas y
paquetes, y a acomodar todo en una bandeja, con el arte suficiente como para
justificar los mil pesos extra en su salario.
En cuestión de segundos, (con una alacena tan bien surtida aquello era fácil),
el plato pareció salido de la cocina de un chef. Satisfecha se acomodó el
cabello y la camisa, y se dirigió hacia la sala, dispuesta a terminar con aquel
trámite cuanto antes. La “dama” que estaba allí no se inmutó por su presencia, y
continuó hablando con su galán como si estuvieran solos.
Y eso que, a juzgar por como estaba prendida a su
víctima, debía tratarse de una charla muy íntima.
—Ay, me siento un poco culpable...
Lali apoyó la bandeja en la mesa, acomodó el champagne en
el balde, y se dispuso a retirarse cuanto antes. Pero su jefe, soltándose de
aquel pulpo, se puso de pie y la interceptó.
—¿Sabes destapar el champagne y servirlo?
—Sí –respondió su empleada con simpleza, un tanto
intimidada por los ojos claros
de él.
Realmente era un hombre hermoso. Bastante insoportable,
pero hermoso. Con paciencia Lali volvió a la mesa, y comenzó a luchar con el
corcho, tratando de mantener la elegancia que la situación ameritaba.
—En realidad, me siento muy culpable. Sé que sos el novio
de Maca, y ella es mi
mejor amiga...“Se nota”, pensó Lali, sin poder evitarlo.
—... y esto que ha ocurrido entre nosotros...
—Maca sabe a la perfección como son las cosas conmigo–se
defendió con crueldad
aquel galán—. Sólo sexo. No me va el papel de novio, o
marido.
“Vaya idiota”, se dijo Lali, perdiendo la compostura ante
aquel corcho que se resistía a su escasa maña.
—No podes decir eso en serio –se espantó su amante.
—Jamás le miento a una mujer.
“¡Seguro!”, pensó Lali.
Pero la dama, lejos de tomarse a mal tanta franqueza, se arrojó
en brazos de su acompañante, a la par que exclamaba: —¡Pobrecito, mi sol! Deben
haberte lastimado mucho...
—¡No! –se defendió él, mientras contemplaba divertido e
inmóvil los pesares de su nueva empleada, en su lucha contra la botella—.
¡Ninguna mujer me ha dañado! Y voy a hacer lo posible para que eso siga siendo
así... Lo bueno del amor es no tomárselo demasiado en serio.
“¡Vaya!”, se decía
Lali que, de haber estado sola, hubiera recurrido a su viejo truco de usar un rompenueces
como pinza.
—Eso lo piensas porque nunca te has enamorado. Pero algún
día querrás formar una familia, y...
En su desesperación, Lali dio un último e inútil tirón al corcho, que la
hizo perder el equilibrio, y caer con la botella al suelo, (¡muy poco
profesional de su parte!) Pablo Martinez, el periodista más controvertido de la
política nacional, la observó sonriente, se tomó un tiempo para contemplar su
humillación, y recién entonces se acercó para ayudarla a ponerse de pie.
—¿Una familia? –repitió, parado junto a su empleada, mientras
abría la maldita
botella con un gesto mínimo de su pulgar—. Para evitar
toda tentación me he hecho
una vasectomía... Mi vida ya es demasiado complicada.
A pesar de que su situación no era la más cómoda, Lali se
apuró a servir las copas con arte, (eso sí lo sabía hacer bien: en dos etapas,
sin tocar el cristal, cuidando de no abusar de la espuma, y girando la botella
para que no chorreara) Pero en su fuero íntimo, pensó: “¿Una vasectomía? ¡Y lo
bien que ha hecho! Lo último que necesita la humanidad es otro presumido como
este”.
La joven se apuró a servir los tragos, los canapés, y se quedó
firme, parada junto a la mesa, esperando, (rogando), porque su jefe la dejara
ir.
La fulana aquella, indiferente a su presencia, había vuelto
a asirse a aquel galán de músculos super desarrollados, (pero insignificantes
al lado de su gran ego) Entre beso y beso, (¡y qué besos!), Lali miraba hacia la
ventana, y seguía esperando.
¿Acaso esa gente no tenía vergüenza?
—Podes retirarte, Berta –ordenó aquel gusano al fin.
(No... No se había confundido. La había llamado así a propósito.
Pero si él era porfiado...)
La joven permaneció firme en su puesto, como si nada.
—¡¿No escuchaste?! –dijo él por fin, perdiendo la
paciencia—. ¡Podes retirarte!
“¿Era a mí?”, pareció preguntar la bella muchacha, con un
gesto inocente, justo antes de salir de allí rumbo a la cocina.
Pablo Martinez parpadeó.
Sí.....Aquella niña tenía los días contados en su casa.