sábado, 26 de octubre de 2013

Capítulo 29: "Volveré para Vengarme"




Holaa perdon por la demora chicas tuve algunos inconvenientes, espero que esten pasando un lindo finde, yo estoy con mil cosas pero bien jaja, les dejo nuevo capi, besos


CAPITULO 29:

—Sí —dijo, sin sentimiento alguno—. Todo formaba parte del plan.

El odio que se reflejó en el rostro de Pablo resultó casi insoportable, pero Lali no podía permitir que él supiera lo mucho que aún sentía por él. Además, tenía que proteger a su hijo. Dejar que Pablo se le acercara demasiado podría costarle a Ian. Entonces, horrorizada, contempló cómo el señor Smith se acercaba con el niño a
la puerta. A continuación, la abrió y dejó que el pequeño entrara en el vestíbulo antes que él.

— ¡Mamá, hemos tenido un pinchazo! —exclamó el niño, levantando los brazos para que su madre lo levantara.

—Mi niño, ¿te preocupaba no llegar a tiempo? — dijo, tratando de disimular, aunque sabía que Pablo y Emilia estaban atónitos de ver al niño.

—Sí. El señor Smith dijo unas palabras muy malas. Tienes que hablar con él —comentó el niño con voz de adulto.

En otras circunstancias, Lali se habría echado a reír. En aquel momento, no había tiempo alguno para el humor.
Pablo la observaba con una ira incontenible. No sólo se había ido con otros hombres, sino que había tenido un hijo con él. Tenía en brazos al hijo de Nicolas Tennison y la odiaba por ello.

—Usted es Smith, por supuesto —le espetó al guardaespaldas, al reconocerlo.

—Y usted Arrechavaleta, por supuesto —replicó Smith con voz tensa.

Sintiendo que se avecinaban problemas, Lali se interpuso entre los dos hombres. Le había dado muchas sorpresas desagradables a Emilia aquella noche, pero no había pensado en Ian. Había sido un accidente. Si no hubiera sido por el pinchazo, Emilia jamás habría visto al pequeño.

Pablo no parecía haberse dado cuenta del parecido, pero su madre sí. Además, sabía que Lali estaba embarazada cuando tuvo que huir de Billings, Pablo no. No dejaba de mirar al niño con ojos como platos. De repente, se desmayó. Pablo se arrodilló al lado de su madre, muy preocupado. Lali se sintió muy culpable, porque todo había sido culpa suya. Le entregó rápidamente el niño al señor
Smith y se arrodilló para tomarle el pulso a la mujer. Aunque débil, éste era constante y regular.

—Ha sido el shock —dijo Pablo, mirándola con frialdad—. Dios sabe que ya ha sufrido bastante esta noche. Eres tan fría como el hielo, ¿verdad, Lali?

—El mundo de los negocios no es para los débiles de corazón —replicó ella—. Nicolas me enseñó las reglas del juego. Yo fui una estudiante muy aplicada.

Pablo no se molestó en responder. Se levantó y llamó rápidamente a una ambulancia para su madre, dejando que Lali la cuidara. Emilia abrió los ojos muy brevemente.

—El niño... —susurró—. El niño... ¡Lali!

—Trate de no moverse. Se pondrá bien.

—Lo siento —musitó Emilia con los ojos llenos de lágrimas.

—Yo también...

Lali comprendió que le iba a resultar muy difícil justificar sus actos. Si le ocurría algo a Emilia, no habría modo alguno de detener a Pablo. Lo que antes había parecido muy sencillo, se había tornado un asunto muy complicado. La ambulancia pareció tardar una eternidad. Cuando llegó, Pablo se ocupó de que los camilleros metieran a su madre en el vehículo y luego saltó a su lado.

Mientras se dirigían hacia el hospital, agarró con fuerza la mano de su madre, aunque no podía dejar de pensar en lo que acababa de averiguar. Mariana, Lali, su Lali era Mar Tennison, el tesoro oculto de NicolasTennison. Tal y como su madre había dicho, probablemente la razón por la que Tennison se había esforzado tanto en hundirlo era para vengar a Mar, a Lali, por el dolor y la angustia que él le había causado.

Y eso que ella le había dicho lo mucho que lo amaba... Tan profundo era su amor que se había casado casi inmediatamente con otro hombre y había tenido un hijo con él. Había visto cómo aquel pequeño de cabello claro se dirigía hacia ella con los
brazos extendidos y la llamaba mamá. Él casi nunca había pensado en niños, pero cuando lo había hecho, habían sido siempre los niños que tenía con Lali. El dolor que sintió al comprobar lo completa que había sido la venganza de Lali lo dobló en dos.

—Mamá —susurró, tomando entre las suyas la mano de su madre.
Ella gimió. Las lágrimas le caían abundantemente por las mejillas.

—Pablo, ese niño... ¿Has visto al niño?

—Madre, ¿cómo te encuentras? —le preguntó él, sin saber a qué se refería su madre.

—Me he desmayado... —dijo ella, abriendo los ojos.

—Así es. Vamos de camino al hospital.

—Pero si sólo has sido un desmayo...

—Dejemos que sean los médicos los que digan eso. Ahora, acuestate y quédate muy quieta. Te pondrás bien.

—Lali —musitó Emilia, agarrando con fuerza la mano de su hijo.

—Menuda sorpresa, ¿eh? Y yo le di un trabajo como camarera cuando ella podría comprarme el restaurante con el vuelto que le sobra.

Emilia comprendió en aquel momento lo mucho que debió de haberse divertido Lali cuando ella trató de sobornarla con veinte mil dólares. Jamás habría podido imaginarse quién era realmente Mariana. Además, no sólo había tenido al hijo de Pablo, sino que
aún lo tenía a su lado. Pablo no lo sabía. Había dado por sentado que el niño era el hijo de Tennison. Si le decía la verdad, tendría que revelarle sus propias culpas.

¿Sería capaz de consentir que los dos se enzarzaran en una guerra por la custodia del pequeño? ¿Podría permitir que el niño se convirtiera en un peón sólo porque el niño llevara el apellido Arrechavaleta? ¿Por tener un nieto?
Se cubrió el rostro con la mano. Tantas mentiras. Lali había dicho que todo había terminado. Que su deseo de venganza se había aplacado. Evidentemente,  pensaba volver a llevarse al niño a su casa y a olvidarse de Pablo y de ella. Sin embargo, ella ya no podía olvidar. Pablo tenía un hijo cuya existencia desconocía. Eso era culpa suya. No sabía qué hacer...

—No te preocupes tanto —le dijo Pablo—. No voy a consentir que Mariana  nos arrebate la empresa.

—Jamás pensé que lo harías, aunque eso sería precisamente lo que yo me merecería.

Pablo frunció el ceño. Le preocupaba el comportamiento de su madre. Desde que Lali había regresado a Billings, no era la misma. Se preguntó qué secreto compartirían las dos mujeres, secreto que había convertido a su madre en un manojo de nervios. Antes de que pudiera seguir pensando en el asunto, llegaron al hospital.

—Esa señora se ha desmayado —dijo Ian, mientras iban en el coche de camino a la casa de la tía Julia—. ¿La he asustado yo?

—Por supuesto que no, cariño. Se ha llevado un gran sobresalto. Ahora, cállate como un niño bueno y escucha tu cinta nueva —añadió, colocándole ella misma los auriculares.

— ¿Sabía ella lo de Ian? —le preguntó Vico.

—Hasta esta noche, no —respondió ella—. De hecho no pensé que fuera a saberlo nunca. Si no hubiera sido por el pinchazo, así habría sido. ¿Crees que la junta aceptará nuestra oferta?

—Lo dudo —contestó Vico, aunque con una extraña intranquilidad—. Tratarán de convencer a Pablo sobre esos contratos, pero no creo que acepten una nueva dirección o
que se rindan ante una OPA hostil, ni siquiera ante el precio que estamos ofreciendo. Sin embargo, Vico tenía sus planes, planes que ni Lali ni Pablo sabrían hasta que él estuviera listo para sorprenderlos a ambos.

—Mientras salga algo bueno de todo esto, no me importa.

—Pareces agotada —murmuró él con una expresión ligeramente culpable—. Todo esto ha sido muy duro para ti, ¿verdad?

—Sí. No quería disgustar a la señora Arrechavaleta. No creí que...

—Se pondrá bien.

—Eso espero, Vico —afirmó. Dada la tensa situación en la que estaban las cosas entre Pablo y ella, no quería empeorarlas más.

Aquella noche, llamó al hospital. Le informaron que Emilia simplemente sufría de agotamiento y que estaba muy bien. Fue el único momento de alegría en un día aciago. Al menos, la madre de Pablo no había sufrido un ataque al corazón. Sin embargo, tenía otro problema entre manos. Emilia había visto a Ian. ¿Le diría a Pablo la verdad? Si lo hacía, ¿qué ocurriría entonces?

sábado, 19 de octubre de 2013

capítulo 27 y 28 : "Volveré para Vengarme"



Holaa chicas espero que esten bien, que tengan un lindo finde, les dejo dos capis espero que les guste al fin se sabra algo de la verdad, besos
CARO

Pd: Para la chica de Chile pasame un twitter o face para poder hablar, si queres y te recomiendo algo, besos

CAPITULO 27:

Durante el resto del día, Lali estuvo pensando en la visita de Emilia. No dejaba de preguntarse qué habría querido decirle la madre de Pablo. Sin embargo, ya no importaba. Lo único que quería era hacer saltar la trampa para atrapar a Pablo y poder marcharse de Billings. Ya había desperdiciado mucha energía y mucho tiempo en un plan que apenas le reportaba credibilidad en su empresa. Nico se
habría sentido avergonzado de ella por consentir que los asuntos personales interfirieran con los asuntos de trabajo. Además, Vico estaba aprovechado su ausencia para reforzar su posición en la empresa.Lo telefoneó el domingo por la noche.

— ¿Vas a venir a la reunión mañana?

—Así es. Tengo los poderes y he estado hablando con los accionistas. Soy bastante optimista al respecto.

Lali esperaba que él no la vendiera, junto con Pablo, en la reunión. En ese sentido, tenía que confiar en su suerte.

—Yo me conformo con la capitulación —dijo—. Si podemos utilizar los votos para conseguir los contratos y obligar a Pablo a aceptarlo, estaré más que satisfecha.

—Yo creía que el motivo de todo esto era la absorción de Arrrechavaleta Properties.

—En realidad, ya no me preocupa demasiado, sobre todo si ello puede significar el sacrificio de la mitad de nuestros beneficios para conseguirlo. Lo que necesitamos de verdad son los derechos sobre los minerales y, por lo que he podido descubrir, Pablo tiene la confianza de sus accionistas. Aunque yo gane el control, no podré echarlo e instalar a mi gente. Además, su empresa está en una situación económica lo suficientemente buena como para resistir una OPA. Sus acciones alcanzan buenos precios en los mercados y la empresa es solvente.

—Veo que has hecho tus deberes. Sí, todo eso es cierto. Tendríamos que ofrecer veinte o treinta dólares por acción para comprar esa empresa. No sería una jugada muy inteligente en la situación actual.

—Estoy de acuerdo. Sin embargo, aumentando los contratos de minerales que tenemos en la actualidad, podríamos terminar con el déficit de la empresa y recaudar buenos beneficios.

— ¿Estás segura de que quieres seguir adelante con esto, Mar? —le preguntó Vico

—No, pero he desperdiciado demasiado tiempo y energías para dejarlo ahora. Ya no se trata de una venganza, si eso ayuda. Ya no necesito tener la cabeza de Pablo colocada en una bandeja. Sólo quiero los derechos que él tiene sobre los minerales.

—En ese caso, estoy seguro de que todo saldrá muy bien —dijo Vico, tras una pausa—. Estaré allí mañana. ¿Quieres que te lleve algo?

—No, gracias. Hasta mañana.

El día siguiente pasaba tan lentamente que resultaba insoportable. Lali salió al jardín, en el que el señor Smith y Ian estaban jugando con una pelota.

— ¿No te parece genial, mamá? —le preguntó Ian, riendo—. El señor Smith me ha dicho que hay un parque cerca. ¿Podemos ir?

— Hoy no —respondió Lali sin sonreír—. Dentro de un par de días.

—Vaya... Bueno, está bien.

Ian no comprendía que su madre no podía arriesgarse a que lo viera nadie. Pablo no sabía nada sobre él. Tenía que encontrar el modo de sacarlo de Billings antes de que Emilia revelara el secreto. Sin embargo, en aquel momento, tenía sus prioridades. Miró el reloj. Vico llegaría en menos de una hora. Tenía cosas que hacer. Subió a su dormitorio y preparó meticulosamente la ropa que iba a ponerse.

Aquella noche tenía que estar muy elegante. A pesar de todo, se sentía como si tuviera las piernas de goma. Cuando Vico llegó, el ambiente se hizo un poco más tenso, especialmente porque
Tiny entró en el salón para ver quién había llegado.

—¿Por qué no haces una cinta de sombrero con ese bicho? —musitó Vico.

El señor Smith recogió a Tiny y se la colocó encima del hombro. Entonces, le dedicó a Vico una gélida mirada antes de marcharse con Ian para ayudarle a vestirse.

—No ha sido un comentario muy diplomático — comentó Lali.

—Odio a esa cosa —replicó Vico antes de mirar su Rolex—. ¿No deberías estar vistiéndote?

— Supongo que sí. Resulta extraño... Uno persigue con encono algo que desea mucho y, cuando por fin lo consigue, sabe a basura.

Vico la miró con curiosidad.

—No tenías elección. Pablo la tomó por ti cuando se negó a cederte los contratos. He leído tu informe. Estoy de acuerdo en que sería improductivo económicamente tratar de conseguir esos minerales en otros estados, porque aquí en Montana todo resulta más accesible.

—Me sorprendes.

— Sé distinguir un buen negocio cuando lo veo. Tal vez tus motivos para empezar esto no fueron muy loables, pero tienes un buen olfato en los negocios. Arrechavaleta Properties supondría una valiosa incorporación a nuestro conglomerado de empresas.

—Así sería.

En realidad, Lali no quería la empresa de Pablo. ¿Y Vico? Entornó los ojos. Tendría que vigilarlo muy cuidadosamente. Tal vez se lo debía a Pablo, aunque sólo fuera por los buenos recuerdos del pasado.
Se duchó y se cambió de ropa. Se vistió con un traje de seda hecho a medida de Guy Laroche en color azul claro, con una delicada blusa a juego. Se puso unos zapatos de cuero y se realizó un elegante recogido en el cabello. Cuando se miró en el espejo,
quedó muy satisfecha con su apariencia.

Ian también llevaba puesto un traje. Cuando su madre se reunió con él en el recibidor, junto con el señor Smith y Vico, el niño le dedicó una fría mirada.

— ¿Por qué me tengo que poner un traje, mamá? — Musitó— Además, no quiero salir. Quiero ver la tele.

—Lo siento, cariño, pero yo necesito al señor Smith y tú no puedes quedarte aquí solo. Me aseguraré de que pasamos mucho tiempo juntos después. ¿De acuerdo?

—Bueno.

Vico le dedicó una mirada de apreciación cuando la vio.

—Estás muy bien —dijo—. La ejecutiva de Tennison en persona.

—Me alegro de que me des tu aprobación —replicó ella con una sonrisa—. Bueno —añadió, tras mirar su Rolex de oro—, son casi las siete. ¿Nos vamos?

—Creo que sí. Deduzco que no querías estar en el principio de la reunión.

—No hay necesidad —repuso Lali—. Como tú dijiste, nos llamarán al móvil cuando llegue el momento de votar. Presentaremos nuestros poderes y realizaremos nuestra oferta a ver qué ocurre.

—Me parece bien.

El edificio en el que Arrechavaleta Properties tenía su sede estaba completamente iluminado. Pablo y Emilia ya estaban en la sala de juntas, tras haber disfrutado de un delicioso bufé. A pesar de todo, él no hacía más que pensar en Lali. Con estar lejos de ella, sólo había conseguido desearla aún más. Sabía que no iba a poder
sustituirla, por lo que se estaba preparando para volver a conquistarla. Cuando hubiera zanjado aquel absurdo tema de la absorción, su atención se iba a centrar plenamente en recuperar a Lali.
Quería volver a intentarlo, pero, antes de que pudiera ir a casa de Lali para decírselo, los negocios le habían obligado a marcharse de la ciudad. Cuando regresó, se enteró de que estaba bajo la amenaza de una OPA hostil por parte de Tennison Internacional y que ésta había obtenido poderes sobre una gran cantidad de acciones. La empresa se encontraba en una situación muy delicada, por lo que el hecho de tratar de bloquear la OPA le había llevado todo su tiempo.

— ¿Has podido hablar con Victorio Tennison? —le preguntó a uno de sus ejecutivos.

— Estará aquí —respondió el aludido — . ¿Crees que está detrás de esta OPA?

—No lo sé —contestó Pablo—. ¿Tienes idea de quién está manejando los hilos?

—Por supuesto. Estoy seguro de que se trata de la viuda de Nicolas Tennison. Es una mujer muy inteligente. Se ocupa de la rama nacional de la empresa y gana dinero a raudales. Dicen que el propio Nicolas la preparó. Es muy inteligente y está empeñada en
conseguir los contratos de los minerales. Nosotros le estorbamos para sus planes de expansión, lo que podría ser una desventaja para ella en su propia empresa. Ellos quieren resultados.

—Y yo estoy empeñado en no cedérselos —replicó Pablo—. Que me aspen si permito que una viuda rica venga aquí y me diga lo que tengo que hacer con mi propia empresa.


CAPITULO 28:

—Te aseguro que es muy inteligente. Si no lo fuera, Victotio se estaría ocupando por completo del negocio. Dicen que él está a la sombra de ella.

—No me parece un lugar muy cómodo —musitó Pablo.

El hombre asintió y se volvió para saludar al resto de los asistentes a medida que estos iban ocupando sus puestos.
En el exterior del edificio, los ocupantes de una enorme limusina negra esperaban una llamada de teléfono. Cuando el aparato sonó, Lali le dio un beso a su hijo y salió del coche.
Llevaba un abrigo de cachemir de color grisáceo que enfatizaba aún más la belleza de su piel. Entró por delante de Vico en el edificio y se dirigió hacia la sala de juntas.

— ¿Estás nerviosa? —le preguntó él cuando se detuvieron frente a la puerta cerrada.

—Ahora no —replicó ella—. Irónico, ¿verdad? Tendría que estar temblando, pero no es así. Casi me da pena ese hombre.

Vico asintió. Entonces, abrió la puerta y los dos entraron en la sala.
Lali vio a Pablo y a su madre sentados en la cabecera de una larga mesa de reuniones. La sala estaba repleta de personas. Al ver a Lali, Pablo frunció las cejas, lo mismo que su madre.
El ejecutivo que estaba hablando indicó a Vico con un gesto de la cabeza.

— Esta noche tenemos un punto diferente —dijo, refiriéndose a Pablo—. Tennison Internacional se ha dirigido a nosotros para realizar una oferta de absorción. Le doy la palabra a Victorio Tennison, si no hay objeciones, para que escuchemos su oferta.

—No hay ninguna objeción —dijo Pablo, sin dejar de observar a Lali
completamente asombrado—. Sin embargo, me gustaría saber por qué necesitamos una camarera esta noche —añadió, muy molesto al encontrarla en compañía de Victorio Tennison. ¡LAli era suya!

Aparte de Emilia y de Vico, Lali fue la única que comprendió el comentario. No respondió. Se limitó a sonreír a Pablo sin dejar de pensar en sus insultos, en su hábil seducción y en su traición. De repente, la tarde se había llenado de malignas posibilidades y Lali estaba deseando tomar parte en ellas. La ira que sentía por
emilia adoptó un segundo plano para centrarse en Pablo. Se lo merecía. Ya le había hecho suficiente daño en el pasado.
Pablo colocó la manos sobre la mesa cuando vio que Lali no contestaba.

—Hará falta mucho más que una oferta para quitarme mi empresa, como muy bien va a descubrir todo el mundo.

—Pablo, no es tu liderazgo lo que se está cuestionando —comentó Bill, muy rojo—. Simplemente se trata de que muchos de nosotros creemos que estás muy empecinado con estos contratos de minerales.

—Tengo derecho a ello —rugió él—. ¿O acaso se te ha olvidado que Nicolas Tennison hizo todo lo que pudo para apartarnos del negocio antes de su muerte?

Lali desconocía aquel detalle. Miró a Victorio, pero él no le devolvió el contacto visual.

—Esto no tiene nada que ver con los negocios de hoy —continuó Bill—. Al menos, deja que el resto de nosotros sepamos lo que Victorio tiene que decir.

Pablo se reclinó en su silla, consciente de la curiosidad de su madre por la presencia de Lali. Él también la miró.

—Creo que he mencionado que esta reunión es sólo para accionistas —dijo con la amargura por haber visto a Lali en compañía de Tennison y vestida de aquel modo, con unas prendas que no se podía permitir con el sueldo de camarera que recibía
en el restaurante. ¿Sería Victorio su pareja, el amigo especial que tenía en Chicago? Sabía muy bien que Lali no tenía acciones en su empresa, entonces, ¿por qué estaba allí?

—Estás un poco fuera de tu elemento, ¿no te parece, Mariana? —le dijo muy fríamente.

— ¿De verdad? —preguntó ella muy dulcemente
.
— ¿Viene ella contigo? —le inquirió a Vico.

—Me temo que más bien es al revés —contesto Vico. Entonces, se sentó y dejó que Lali colocara su maletín encima de la mesa y se dirigiera a todos los presentes.

—Siento abordarles de esta manera, caballeros — dijo con voz fría y clara—, pero su presidente, Pablo Arrechavaleta, me tiene contra la pared. Tenemos que diversificarnos y necesitamos esos minerales para hacerlo. Por lo tanto, no me ha quedado más alterativa que negociar en secreto par obtenerlos.

Pablo se irguió en el asiento. Era consciente de la sorpresa que se había llevado su madre.

— ¿Qué es lo que quieres decir con eso de «nosotros»? —preguntó en tono amenazante.

— ¿Es que no me he presentado? Lo siento —dijo con una fría sonrisa en los labios—. Me llamo Mar  Tennison —añadió, tomándose una pequeña pausa para dejar que aquellas palabras surtieran su efecto—. Soy la viuda de NicolasTennison, vicepresidenta y directora ejecutiva de las operaciones nacionales de Tennison International.

El gesto que se reflejó en el rostro de Pablo fue un poema. Compensó complemente los seis años de angustia y sufrimiento. De dolor. Emilia palideció y estuvo a punto de desmayarse.
Lali se ocupó de sus asuntos y detalló tranquilamente la absorción, los cambios que se producirían y el precio.

—Tú no absorberás mi empresa —dijo Pablo.

—Claro que lo haré —replicó ella con voz fría—. Tengo los poderes necesarios. Puedo derrotarte en una votación.

—No tienes las acciones de mi tío abuelo...

Lali lanzó el poder por encima de la mesa con increíble eficacia.

— ¡Eso es imposible!—exclamó Emilia.

—El hermano de su padre no tiene muy buena opinión de ninguno de los dos, señora  —observó Lali—. Me temo que lo ha hecho. Ese papel me concede los votos que necesito para hacerme con el control de la empresa, a menos que sus abogados puedan sacarse un as baja manga —añadió. Recogió los papeles y volvió a introducirlos en el maletín. Estaba muy tranquila—. Deseo los contratos de minerales. Me haré con ellos aunque para ello tenga que absorber toda la empresa. Ya  me harán saber su decisión. Agradecería mucho que fuera a primeros de semana cuando me dieran la respuesta. Tengo una serie de contratos que dependen de esto y que no pueden demorarse más —concluyó. Le hizo una indicación a Vico—. Muchas gracias por su tiempo. Buenas tardes.

Salió de la sala seguida por Vico. Cuando hubo atravesado las puertas, escuchó el revuelo que se montaba en la sala.
Pablo no se movió. Casi no podía ni respirar. Se había dado cuenta de cómo Lali había estado jugando con él. Su madre le tocó suavemente la mano, pero él se sobresaltó por la tensión que acumulaba en su interior.

—Ella es la razón por la que Nicolas Tennison trató de destruirnos —susurró Emlia—. ¡Fue por Lali!

—Dios... —susurró Pablo. Comprendió que, de algún modo, ella había conseguido casarse con uno de los hombres más ricos del mundo y se había convertido en su peor enemiga. Si no tenía cuidado, terminaría por destruirlo.

—Lo siento —musitaba Emilia entre lágrimas—. Es culpa mía...
Pablo casi no escuchaba a su madre y, de todos modos, no entendía lo que decía. 

Su sufrimiento era casi insoportable. Le había dicho a Lali que ella jamás encajaría en su estilo de vida, que nunca tendría la suficiente sofisticación, pero resultaba que
Lali podía comprarlo y venderlo. Ella se debía de haber reído mucho... Era la viuda de Nicolas Tennison. Tenía un imperio propio y una fortuna increíble. Tenía en sus manos las herramientas necesarias para la venganza y las había utilizado aquella noche.
Pablo cerró los ojos. Había pensado que tal vez ella seguía queriéndolo a pesar de todo.

Sin embargo, Lali acababa de demostrarle lo que sentía. Seguramente en lo único que había pensado, incluso mientras se entregaba a él, era en la venganza. Él se había vuelto a enamorar mientras que Lali había estado simplemente preparándose el
terreno para realizar aquella OPA hostil. Se levantó y se dirigió hacia la ventana. De algún modo, el dolor que sentía por la posibilidad de perder su empresa no era nada comparado al que sentía por la traición de Lali.

El señor Smith llegó treinta minutos más tarde de lo acordado para recoger a Vico y a Lali por culpa de una rueda pinchada. Eso significó que los dos estaban esperando aún cuando Pablo y Emilia  salieron de la sala de juntas. Lali necesitó mucho valor para no achantarse cuando vio que Pablo se dirigía a ella con unos
ojos tan fríos como el hielo.

— ¿Formaba todo parte del plan? —le preguntó.

Ella sabía perfectamente a lo que se refería. Sonrió, levantó una ceja y lo miró atentamente.

— ¿No eras tú el que solía decir que, en el mundo de los negocios, nada es sagrado?

— ¡Contéstame, bruja!

Lali observó a una destrozada Emilia. Sintió una profunda pena por
ella. En cierto modo, se avergonzaba de sí misma.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Capítulo 25 y 26 : "Volveré para Vengarme"



Holaa mil perdones por la demora les dejo dos capis de recompensa , besos

Pd: que bueno q volviste Chari, extrañe tus comentarios, saludos al pequeño Pedrito

CAPITULO 25:

Aquella noche, Ian estaba sentado en el regazo de su madre mientras ella veía por televisión las noticias de economía. Su hijo. Sólo con mirarlo, se sentía cálida y femenina. Pablo le había dicho que no quería tener hijos. Una pena. Él jamás conocería la
alegría de ver generaciones de su familia en el rostro de Ian ni de verse amado por el niño.

—Mamá, ¿por qué tienes que ver eso tan aburrido?

—Mi niño —comentó ella entre risas—. Eso tan aburrido me ayuda en mi trabajo.

— ¿Eres un hombre de negocios?

—No. Soy una mujer de negocios —le corrigió ella—. Ya lo sabes
.
—Supongo que sí. He sacado un diez en ortografía —dijo—, pero le tiré un bloque a Vale y tuve que ir al despacho para hablar con el director.

— ¿Llamó él aquí?

—Sí. Llamó al señor Smith. Él dijo un par de palabras feas y le soltó al señor Dodd que si Vale me volvía a pegar, yo tenía su permiso para tirarle otro bloque, También le dijo al señor Dodd que si me volvía a regañar por defenderme, él le daría al señor Dodd un buen bocadillo de nudillos. Al día siguiente, el señor Dodd estaba muy
nervioso.

Lali tuvo que ahogar una carcajada. El señor Smith ejercía aquel efecto en la mayoría de las personas

—A pesar de todo, no deberías pegar a nadie.

— ¿Por qué no si me pegan a mí primero?

En aquel momento, el teléfono empezó a sonar, librando a Lali de tener que encontrar una respuesta. Smith asomó la cabeza por la puerta.

—Es Ordoñez. Quiere saber si estarás en el despacho mañana.

—Dile que sí y pregúntale... No importa. Ya se lo preguntaré yo. Volveré dentro de un momento, hijo.

—Claro —repuso el niño, sabiendo que no sería así

A la mañana siguiente, estaba en el despacho antes de que abriera oficialmente. Utilizó su llave para entrar. Por su aspecto, parecía la ejecutiva que en realidad era con su traje oscuro, blusa blanca y zapatos muy elegantes. Se sentó a su escritorio y empezó a leer los informes que tenía encima. Mientras trabajaba, no podía dejar de
pensar en el pequeño discurso que le había echado Pablo. En resumidas cuentas, la dejaba porque no podía consentir que ella fuera la dueña de su mundo. Se permitió una sonrisa. ¿Qué diría Pablo cuando descubriera que tal vez fuera él quien no encajaba en el de ella?

La posibilidad de que él se negara a cederles los contratos de minerales y que hubiera que absorber por completo su empresa empezó a preocuparle. ¿Lo haría sólo por venganza o por el bien de su propia empresa? Si tenía que obligar a Pablo a renunciar a la empresa que era su vida entera, ¿podría cargar con esa culpa? Vico le había dicho que podrían conseguir aquellos minerales en otra parte, y probablemente así era. Sin embargo, los costes se incrementarían espectacularmente, sobre todo en transportes. Ese esfuerzo podría terminar pasándoles factura a ellos. Vico no lo sabía, pero Lali sí. No había dejado ningún cabo suelto en aquel proyecto. Efectivamente, no le quedaba más remedio que seguir adelante con su plan.

Gaston Ordoñez llamó a la puerta y entró en el despacho, cerrando la puerta a sus espaldas.

— ¿Cuánto tiempo vas a quedarte aquí?

—Sólo hoy. Tal vez mañana si llamo para decir que estoy enferma. ¿Qué es lo que querías?

—Saber si te has dado cuenta del tiempo que tu cuñado se pasa en este despacho y lo que está sacando de tus archivos.

— ¿Sabes lo que estás diciendo?

—Por supuesto. Te estoy diciendo que Victorio Tennison está trabajando en tu contra a cada oportunidad que tiene. Con esta pelea que has entablado con Arrechavaleta Properties, le has puesto un arma en las manos y te va a destruir con ella si no tienes
cuidado.

Lali entornó los ojos. Acababa de comprobar que sus sospechas no eran totalmente infundadas.

—Cuéntamelo todo.

—Se ha aprovechado de tu ausencia y les ha dicho a los clientes que estás de vacaciones. Ha desviado varios asuntos a su propio despacho, ha convencido a tu antigua secretaria para que se vaya a trabajar con él y, en su tiempo libre, está cultivándose a tus ejecutivos en fiestas. Además, ha ido hablando con todos los accionistas de Arrechavaleta Properties, no sólo con los que tú le pediste que contactara.

—Me pregunto con qué fin.

—Creo que lo sabes. Nosotros creemos que va a pedir un voto de «no» confianza para ti en la próxima reunión de accionistas.

— ¿Crees que lo conseguirá?

—De mí no. Los beneficios que has reportado a la empresa resultan difíciles de ignorar, aunque este asunto de los minerales no esté muy claro. Estoy contigo. Y también cinco de los otros. Sin embargo, Vico tiene mucho peso con algunos de los restantes y lo está ejerciendo. Ten cuidado.

—Lo haré —dijo, poniéndose de pie—. Esos minerales son necesarios, ¿sabes? He estado trabajando en un informe que explica mi posición. Te lo dejaré y asegúrate de que todo el mundo tenga una copia. No quiero que nadie piense que sólo busco venganza. Tenía razones personales para querer echar a Pablo Arrechavaleta, pero ya están superadas. Ahora, se trata estrictamente de negocios. El coste de transportar los minerales que necesitamos de otros estados sería desorbitado. Además, Arrechavaleta  no tiene razones legítimas para negarme esos contratos y sus directores lo saben. Si puedo conseguir que se deshaga de ellos, lo haré. Con Vico o sin Vico.

—Bien dicho —afirmó Gaston con una sonrisa—. Jamás creí que te interesara la venganza. Eres demasiado sensata —añadió. En silencio, Lali dio las gracias porque McGee no lo supiera todo—. Has perdido un poco de peso, ¿no?

—Probablemente. Siempre me ocurre con el frío. Tráeme las cifras de la fusión con Camfield Computers, ¿quieres?

—No puedo. Las tiene Vico
.
—Pero si le estamos proporcionando personal de apoyo. Tenemos todo el derecho del mundo a tener acceso a los detalles del contrato.

—Veré lo que puedo hacer —dijo Gaston—. No sabes lo mucho que se ha implicado en todo lo que hacemos aquí. Tu ausencia, aunque necesaria, le ha dado la oportunidad que necesitaba para venir aquí y meter la nariz en todas partes.

Lali contuvo el aliento. Se trataba de una red en la que ella y las personas que trabajaban para ella se encontraban atrapadas. Vico la había tejido muy hábilmente.

—En ese caso —afirmó—, suponte que descubrimos exactamente lo que sabe y le tendemos una trampa.

—Cuéntame más —le pidió Gaston, mucho más alegre.

—Espero que sigas soltero.

— ¿Cómo dices?

— ¿Sigues soltero?

—Bueno, sí...

— ¿Sigue bebiendo los vientos por ti la secretaria personal de Vico?

—Dios mío... No me puedes pedir que haga eso.

—Claro que puedo. Haz unas reservas en el mejor club que puedas encontrar y sonsácala. Te dirá todo lo que sepa.

—Eso no me parece muy ético.

—No lo es, pero tampoco que Vico esté tratando de echarme de mi propia empresa. El fuego se combate con fuego. Hazlo.

—Muy bien. ¿Qué más?

—Realiza una lista alternativa de todos los socios de Arrechavaleta Properties y ve a ver personalmente a los que vivan en Chicago. Cena con ellos, muéstrales los beneficios que podemos darles. Sin embargo, no se lo digas a Vico. Yo haré lo mismo en Billings.

Encuentra otra persona en la que puedas confiar y adjudícale otros accionistas. Vamos a tener que darnos prisa, pero creo que lo conseguiremos a pesar de los intentos de Vico por interferir. ¿Estás tú conmigo?

— ¡Qué pregunta más estúpida! Aquí estoy, dispuesto a sacrificarme con esa Sanderson por la empresa y tú cuestionas mi lealtad. ¿La has visto?

—Sí —admitió Lali—. Y admiro tu coraje.

—Bien. ¿Algo más?

—Nada. Gracias, Gas.

—De nada.

LAli se pasó el resto del día hablando por teléfono con clientes y colegas. Cuando llegó a casa, Ian ya estaba en la cama. Lo peor de todo era que se le había olvidado llamar a la señora Berta. Podría hacerlo a la mañana siguiente. Se metió en la cama y se quedó dormida antes de tocar la almohada.


El día siguiente fue una repetición del anterior. Convenció a la señora Berta de que estaba medio muerta por un virus y le suplicó a la buena mujer que no mandara a nadie a verla dado que era terriblemente contagioso. Como tenía una buena excusa, disponía de dos días más. Por lo que había sido capaz de sacarle a la mujer, Pablo seguía fuera de la ciudad. Todo bien. Al final del tercer día estaba completamente agotada. No le ayudó en nada que
Vico pasara por la casa aquella tarde para que ella le firmara otro contrato que debería haber sido ejecutado por el departamento de Lali.

—Esto ocurre con mucha frecuencia, ¿no? —le preguntó, después de firmar el contrato.

— ¿El qué? —preguntó Vico, inocentemente.

—El hecho de que tú negocies contratos de empresas nacionales.

—No has estado aquí —respondió él, encogiéndose de hombros—. Sólo estaba tratando de darle salida al trabajo.

—La junta de Arrechavaleta  se reúne la semana que viene. Te espero allí. No me desilusiones. Y, mientras tanto, todo lo que surja a nivel nacional tiene que ser supervisado por mí, por mi equipo. Espero que se me consulte, aunque sólo sea para comprar papel higiénico para los porteros de una pequeña firma de ordenadores, ¿de acuerdo?

Vico ya había tenido algunas oportunidades de ver a Lali enojada. Notó el hielo en su voz y en sus ojos. Pensó que, al menos, no tenía ni idea de lo que estaba intentando hacer. Tenía garantías de varios accionistas de de Arrechavaleta Prop. e iba a conseguir
más. De hecho, incluso había hablado con Pablo Arrechavaleta, le había prevenido sobre la absorción y le había ofrecido su ayuda. Pablo no sabía nada sobre LAli. 
Vico no se había atrevido a divulgar aquel punto, pero Pablo había accedido a cooperar. Aquella sería su caía. Vico tenía intención de terminar echando a Pablo de su empresa. Así, tendría el control de la empresa, y con los suyos en los puestos directivos, contaría
con los contratos de minerales. Entonces, cuando pudiera demostrar que Lali había ido a por Arrechavaleta  para vengarse, tendría también la cabeza de su cuñada.

Terminaría siendo dueño de todo. Lo único que tenía que hacer era conseguir que Pablo y Lali desconocieran sus planes durante un poco más de tiempo.

—Está muy claro —afirmó—. Trataré de no volver a excederme en mis límites.

—Así lo espero.

Aquella noche, cuando le dijo a su hijo que tenía que volver a Billings, el pequeño empezó a gritar.

—Ya casi he terminado —le dijo, secándole las lágrimas—. Además, el señor Smith y tú van a venir conmigo. Nos marchamos a primera hora de la mañana.

— ¿De verdad que me voy yo también? —preguntó el niño, completamente incrédulo.

Lali no había tenido intención de llevarse a su hijo. Tenía miedo de que Emilia o un vecino lo vieran. Que lo viera Pablo. Sin embargo, su hijo estaba muy disgustado y no podía consentirlo. Decidió que iría dos días más a trabajar y que, después, le contaría su pequeña sorpresa a Pablo. Y también a Vico. Había hecho sus deberes y estaba segura de poder soportar bien la prueba. Horas más tarde, el señor Smith, con Tiny en un transportín, Ian y ella se montaron en el avión de Tennison. La trampa estaba preparada. Lo único que Lali
tenía que hacer era esperar que cayera la presa.


CAPITULO 26:

El fin de semana pasó muy lentamente. Lali estuvo dos días trabajando en el restaurante. Después, regresaba a la casa de su tía por las tardes. El señor Smith se ocupaba de organizar las comidas y la casa y de ocuparse de Ian.
Mantener ocultos al señor Smith y al niño en la casa era lo más difícil. El coche de alquiler tenía que aparcarse lejos de la casa. Ian sólo podía jugar en el jardín trasero, que tenía una valla muy alta y contaba con gran intimidad. Ni siquiera se podía asomar por la ventana. Eso provocaba que las cosas resultaran muy difíciles, pero
Lali estaba tan contenta de tenerlo a su lado que no le importaba.

Mientras tanto, seguía trabajando en el restaurante y en su escritorio por las noches, coordinándose constantemente con Gaston. A pesar de tanto ajetreo, tener a Ian a su lado, poder leerle cuentos y jugar con él le proporcionaba una intimidad con su hijo que estaba disfrutando plenamente. No dejaba de preguntarse cómo sería vivir
allí, criar a su hijo en aquel lugar tan maravilloso.

Por suerte, Pablo no se había presentado en el restaurante desde que ella había regresado. Sin embargo, Emilia apareció el sábado. Lali tuvo que esforzarse mucho para disimular que todo iba bien. No obstante, la mujer, que siempre se mostraba desafiante, tenía un aspecto asustado.

— ¿Por qué has cambiado de opinión? —le preguntó en cuanto ella se acercó a la mesa.

—Porque Pablo ya no me desea —respondió Lali, sin andarse por las ramas. No podía admitir los temores que tenía sobre lo que podría ocurrir si Pablo descubriera la existencia de Ian.

—Está muy raro —comentó la mujer—. Y esta última semana es mucho peor. Me mira, pero no me ve. No escucha lo que le digo. Me dijo... me dijo que te contó lo de su padre.

De eso se trataba. Emilia tenía miedo de que Lali pudiera hablar y dañar así el impoluto apellido de los Arrechavaleta.

—No tiene que preocuparse —le dijo Lali, muy fríamente—. Los secretos de su familia no me interesan lo suficiente como para chismorrear sobre ellos.

Emillia frunció el ceño ligeramente y levantó la mirada.

— ¿Acaso no es eso por lo que ha venido? —Le preguntó Lali—. ¿Para asegurarse de que yo no iba a decir nada?

Emilia  abrió la boca para hablar, pero, antes de que pudiera hacerlo, Pablo entró en el restaurante con su rubia del brazo. Se obligó a parecer completamente enamorado de euge mientras la conducía a la mesa en la que su madre estaba sentada.

Emilia  pareció tan sorprendida como Lali, aunque ésta última no se dio cuenta.

—Aquí estás —dijo Pablo, mirando a su madre—. Tenías que almorzar con Eugenia y conmigo en la casa. La comida está esperando.

— ¡Oh! —exclamó Emilia. Era la primera vez que se le olvidaba algo así. En realidad, aquella Eugenia no le parecía mucho mejor que Lali. Tenía dinero, pero carecía de educación y de buenos modales.

Lali observó con un gran peso en el corazón cómo los tres se marchaban. Bueno, sabía que Pablo estaba saliendo con Eugenia. ¿Por qué tenía que sentirse herida? Además, ella tenía cosas mucho más importantes en la cabeza. Alegó un dolor de cabeza y se marchó del restaurante. Ya no importaba que la señora Berta la despidiera. De todos modos, aquél era su último día en el restaurante. Sólo había aguantado hasta entonces para acallar sospechas en aquel momento tan delicado.

En la elegante casa de los Arrechavaleta, Pablo acomodó a Eugenia al lado de su madre y se sentó. Las doncellas empezaron a servir la comida mientras Eugenia se quejaba de lo flojo que era el café.

— ¿Por qué estabas en el restaurante? —Le preguntó Pablo a su madre—. ¿Sigues intentando protegerme?

—No, yo...

—Creía que íbamos a ir al ático para almorzar — musitó Euge, ignorando la conversación que estaba teniendo lugar—. Además, no mencionaste que íbamos a venir aquí hasta que viste el coche de tu madre en la ciudad.

Emilia se quedó atónita. Entonces, no se había olvidado. Se preguntó cuáles eran los motivos de Pablo y se preguntó si el hecho de que Lali lo viera con Eugenia había tenido algo que ver.

—No importa, cielo —le dijo él a la rubia—. Respóndeme —le espetó a su madre—. ¿Por qué estabas en el restaurante? ¿Qué me estan ocultando Lali y tú?

—Sólo quiero una ensalada —le pidió Euge a una de las doncellas—. Con aliño de queso azul, pero no lo quiero encima de la ensalada. Y quiero Perrier para beber.

—Te vas a morir de hambre sólo con eso —comentó Pablo.

—Y tú vas a engordar con eso —replicó ella, señalando la carne con patatas y judías—. La carne de buey es muy mala. No deberías comerla.

— ¿Te has olvidado de que soy el dueño de un rancho? —preguntó él, apretando los dientes.

—Es una crueldad. Me apuesto algo a que marcas el ganado. Yo pertenezco a varias organizaciones de derechos para los animales y....

—Ahora no —le ordenó él. La amenaza que vio en sus ojos hizo que Euge se detuviera en seco—. Y no me hables así. Ya no soy ningún niño.

—Sí que lo eres —ronroneó ella.

Emilia parecía completamente escandalizada. Pablo miró a Euge lleno de ira. No había tenido intención de llevarla a la casa. Ni
siquiera al restaurante. Había querido que Lali pensara que estaba teniendo una aventura con ella, pero no era cierto. No había tocado a ninguna mujer desde que Lali había regresado a Billings. No podía. Sin embargo, no estabas dispuesto a admitirlo aunque se lamentaba profundamente de lo que le había dicho a ella. En lo
único en lo que podía pensar era en cómo se iba a sentir cuando ella volviera a salir de su vida. Había llevado a Euge al restaurante en un último intento por dilucidar los sentimientos de Lali, para ver si ella aún sentía algo por él a pesar del daño que él le había hecho.

Si hubiera visto una indicación de interés, un gesto, lo habría dejado
todo a un lado para darle a su relación una verdadera oportunidad. Sin embargo, Lali ni siquiera parecía haberse fijado en que Eugenia lo acompañaba. La fría mirada de su madre interrumpió sus pensamientos.

—Tengo que ocuparme de las invitaciones de esa merienda benéfica que voy a celebrar —dijo emilia, poniéndose de pie—. Que disfrutes del almuerzo, Pablo. Yo... espero que nos volvamos a ver en alguna ocasión, Euge.

Pablo observó cómo su madre se marchaba con una mezcla de  sentimientos.

—Ojalá supiera lo que está pasando.

— Supongo que yo la he avergonzado —comentó Euge con una carcajada—. ¿Acaso no sabe tu madre que te acuestas con chicas?

—Yo no me acuesto contigo y lo sabes muy bien — le espetó él con tono amenazante. Entonces, se levantó—. Te llevaré a tu casa.

—Por el amor de Dios, yo sólo he dicho que... — protestó Eyge cuando él la tomó del brazo.

—Vamos —musitó él.

domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 24: "Volveré para Vengarme"


Holaaa a pedido de Jess les dejoo un nuevo capi, espero que pronto se pongan al dia asi puedo subir mas capis , mas seguido, besos 

Pd: Fer te sigo esperando jajaj

CAPITULO 24:

—Es domingo —dijo Pablo con un gesto de crueldad en los labios—. No vas a la iglesia —añadió. Evidentemente, él sí que había estado porque iba muy elegantemente vestido con su sombrero vaquero y botas.

— ¿No está tu madre contigo?

—No. La mandé a casa con una de sus amigas. ¿No me vas a ofrecer una taza de café? —le preguntó con un gesto de pura malicia.

—Café es lo único que tengo —replicó con voz firme, a pesar de que las rodillas le temblaban—. Entra.

Pablo tomó asiento mientras ella se ponía a preparar el café. Al final, puso dos tazas en la mesa.

— ¿Estás buscando algo? —preguntó, al ver que Pablo no dejaba de mirar a su alrededor.

—En realidad no. Eres una buena ama de casa. Siempre lo fuiste. Julia te enseñó bien.

—También me enseñó cómo cocinar. Pareces muy cansado —dijo ella, tras mirarle más atentamente al rostro.

—No puedo dormir —respondió él con una amarga sonrisa—. No hago más que pensar en ti.

—No es más que deseo —afirmó ella, apretando los dientes—. Nada más. Ya lo sabes.

Pablo lanzó un suspiro. Entonces, sacó un paquete de cigarrillos y encendió uno. Entonces, se guardó el encendedor rápidamente, pero Lali lo reconoció. Era uno que ella le había regalado mientras estuvieron juntos hacía seis años. Era muy barato, porque entonces no tenía mucho dinero. Resultaba sorprendente que siguiera
utilizándolo, aunque no fuera consciente de su significado.

—Aún te sonrojas. En el pasado eras muy tímida. Toda inocencia y generosidad.

—Demasiado ignorante y estúpida —le corrigió ella con una amarga sonrisa—. Hábitos que tú te encargaste de corregir.

—El sarcasmo no te sienta bien.

—Te sorprendería de lo letal que puede ser como arma en el contexto adecuado.

—A veces te conviertes en un anacronismo. Me da la impresión de que no te conozco.

— ¿De verdad? Tal vez haya cambiado.

—Por supuesto que has cambiado, Lali, de un modo que no puedo
comprender —dijo él, lanzando el humo entre los labios—. Jamás te hablé de mi padre — añadió de repente—. Era sólo dos años mayor que mi madre, un astuto hombre de negocios con buen ojo, según decían. No había nada que él no fuera capaz de hacer para conseguir dinero. Estaba decidido a morir siendo un hombre rico. No comprendes por qué te estoy contando ahora esto, ¿verdad? —añadió, tras contemplar el rostro de Lali—. Lo comprenderás. A mi padre no le parecía mal acostarse con la esposa de un ejecutivo para tener más enchufe con él. Era capaz de cualquier cosa, lo que fuera, por salir adelante. No le importó lo que su actitud pudiera hacerle a mi madre.

—Ella permaneció a su lado.

—En su día, las mujeres ricas no trabajaban. El divorcio era una vergüenza. Creo que mi madre no quería a mi padre. La familia de ella era muy pobre y ellos la animaron a irse con mi padre cuando vieron que él estaba interesado. Aparentemente, no era muy diferente de las otras mujeres porque yo nací un mes antes de tiempo.

Lali se quedó asombrada. De algún modo, no se podía imaginar a la siempre digna Emilia Inchausti quedándose embarazada fuera del matrimonio.

—Mi padre tuvo una amante detrás de otra a lo largo de toda su vida. Se murió en brazos de una de ellas. Todo el mundo lo sabía. El escándalo estuvo a punto de destruir la vida de mi madre. El daño que mi padre le hizo a su orgullo duró casi veinte años.

—Por eso no te has casado nunca, ¿verdad? —dijo ella.

—En realidad, no. Jamás encontré a ninguna mujer con la que quisiera pasar el resto de mi vida —afirmó con intención, sin dejar de observarla a ella—. Sin embargo, he aprendido que la fidelidad no existe. Creo que no podría sentar la cabeza aunque sólo pensar en el compromiso no me resultara repulsivo.

—Entiendo —susurró Lali, bajando los ojos.

—Nunca antes te hablé de esto. Entonces, sólo eras una niña. Eras demasiado joven para comprender lo cruel que puede ser la vida. Tú buscabas un final feliz.

—Mientras que tú sólo querías sexo sin ataduras — comentó ella, llena de cinismo—. Que poco comprensivo por mi parte. Por supuesto, por eso me pediste que me casara contigo —añadió, sorprendiéndolo—. Porque sabías que me negaría a seguir
viéndote si me enteraba de que lo único que tú buscabas era una aventura.

—Eras especial, más de lo que te imaginas...

—Sin embargo, no tenías nada que darme. Todos estos años te he culpado por el modo en el que me trataste, por haberme convertido en poco más que un objeto sexual. En todo este tiempo, no he tratado de ver las cosas bajo tu punto de vista. Yo sólo era una chica sin educación, sin modales y, aparentemente para ti, sin moralidad.
No habría encajado en tu mundo ni en un millón de años.

—Igual que ahora —le espetó él—. Lo siento. No quería sonar superior, pero tú no tienes ni idea de mi estilo de vida, de cómo vivo normalmente. Tú eras cálida y dulce y te deseaba. Aún te deseo. Eso no terminará nunca. Sin embargo, no tengo más propensión al matrimonio ahora de la que tenía hace seis años. No quiero ataduras ni permanencia. Quiero mi libertad más que nada. Incluso más de lo que te deseo a ti.

—Comprendo.

— ¿No tienes nada que decirme?

—Tampoco tengo nada que darte, Pablo—replicó ella, encogiéndose de hombros —. Nada más que lo que tuvimos el otro día y se trata de algo completamente inútil. Soy demasiado mayor para esa clase de relación.

-Sí...

Estuvieron en silencio varios minutos. Lali se sentía carente de todo
sentimiento. Pablo se lo había robado todo. No sabía qué decir. Pablo de decir que no sentía por ella nada más de deseo, un deseo que dejaba en el pasado, donde debía estar, y que jamás podría sentar la cabeza. Lali se lo había imaginado, pero no había querido creerlo. Sus sueños secretos de formar una familia con Ian y Pablo
acababan de morir ante sus ojos.

Al ver su tristeza, Pablo se sintió culpable. Estaba tratando de luchar contra ella, tal y como lo había hecho seis años atrás. Sabía que Lali podría adueñarse de él tal y como lo había hecho en el pasado. Tenía que evitarlo porque ella se podía convertir en su vida. La había perdido una vez y había estado a punto de morir entonces. Ya no podría prescindir de ella, por lo que era mucho mejor no empezar algo que no se podría terminar. Lali jamás podría encajar en su mundo.

—Quiero que comprendas —dijo él de repente—. No debería haberte obligado a meterte en la cama conmigo aquella tarde que fuimos al campo de batalla. Yo no tenía ningún derecho.

—No fue sólo culpa tuya —afirmó ella—. Yo también lo deseaba. ¿Te importaría darle a tu madre un mensaje de mi parte? —añadió. No podía evitar sentirse algo culpable de lo que estaba planeando para él. Su venganza, que tan dulce le había parecido hacía un mes, se estaba volviendo más amarga a cada minuto que pasaba.

— ¿De qué se trata? —preguntó él, extrañado.

—Dile que no tiene nada de lo que preocuparse. No preguntes de qué se trata. Es algo personal. Díselo. Ella lo comprenderá  concluyó. Se puso de pie. Tenía un aspecto elegante y frágil—. Adiós, Pablo.

Él se puso también de pie.

—He perdido el paraíso —susurró—. Me arrepentiré toda la vida, pero sería una insensatez invitar de nuevo a la locura.

—Tienes razón —afirmó Lali. Entonces, lo acompañó hasta la puerta—. Yo... no estaré aquí durante mucho tiempo más.

— ¿Adonde irás?

—Aún no lo he decidido.

— ¿Te marcharás con el hombre que te espera en Chicago?

— ¿Y por qué no? —Replicó ella con ironía—. Hay hombres en el mundo que desean algo permanente.

—Idiotas.

—No. Simplemente hombres corrientes que están cansados de vivir solos.

—Yo no tengo por qué estar solo, cielo —dijo él con una fría sonrisa—. Lo único que tengo que hacer es chascar los dedos.

—Lo sé. Mientras el dinero te dure, no pasará nada. Sin embargo, ¿quién acudiría a tu lado cuando estuvieras enfermo si no tienes dinero? ¿Quién te leería si te quedaras ciego o te tomaría la mano si te estuvieras muriendo?

Pablo cerró los ojos brevemente. Casi no podía soportar el dolor. Lali habría hecho todas esas cosas porque lo amaba. Sin embargo, no podía corresponderle del mismo modo. No se atrevía...

—Tengo que marcharme —anunció con voz firme.

No miró hacia atrás. Se dirigió directamente al coche y se metió en él. Lali observó cómo se marchaba antes de cerrar la puerta. Suponía que debería estarle agradecida por haberle dado la posibilidad de romper con el pasado. A partir de aquel momento, podía seguir con sus planes, con su vida, sin seguir soñando sueños imposibles. Acababa de darse cuenta de lo imposibles que habían sido.

Necesitaba desesperadamente marcharse durante un par de días. Además, tenía reuniones con clientes que no podía posponer. Llamó a la señora Berta a su casa y le pidió que le diera el lunes libre para poder ocuparse de la venta de la casa de su tía.
No era cierto, pero sirvió para evitar que tuviera que ir a trabajar.
Minutos más tarde, llamó para que le enviaran el avión a recogerla. 

Se puso la peluca y el abrigo dos horas más tarde, llamó a un taxi y ya estaba esperando en el aeropuerto cuando el avión llegó. Aquella misma tarde estaba en su casa con Ian entre sus brazos. Al menos, así tenía tiempo para aceptar el rechazo de Pablo. Y pensaba
aprovecharlo todo lo que pudiera.