viernes, 29 de diciembre de 2017

Capitulo 7, 8 y 9 "Venganza"



Capítulo 7
   
     Lali lo miró anonadada.

     Pablo se maldijo por haber cometido una tontería. Su intención era llevarla despacio hasta esa conclusión, pero no soltársela de golpe. Se había pasado horas pensando en lo que podía hacer con Peter. ¿Ofrecer pagarle un internado de élite? Eso lo alejaría de la influencia de Lali, pero era demasiado pequeño. Quería ayudar al niño, no lastimarlo. También consideró que Lali y Peter se mudaran a otra ciudad donde él pudiera vigilarlos. Tal vez, Nueva York, donde él tenía su oficina principal. Les buscaría un apartamento y pagaría las facturas. Pero, ¿qué iba a hacer Lali con su tiempo? Jergen le había dicho que no se le habían conocido amantes, pero en una gran ciudad, ¿quién podía garantizar lo que iba a hacer? No es que le importara, pero no quería que Peter se criara en ese ambiente.

     Era demasiado tarde para acercarse a Vico y pedirle perdón por los años de silencio. Vico siempre lo había apoyado, y en ese momento le tocaba a él apoyar a su hijo. ¿Pero cómo?

     Mientras estaba en el bar bebiendo cerveza y pensando, un hombre algo ebrio se sentó a su lado quejándose de lo difícil que era tener a una mujer a raya.

      - Un hombre tiene que estar alerta - decía -. No se puede confiar en que una mujer haga lo que debe si no se la vigila a todas horas. Ni siquiera se puede confiar en que cuide bien a un niño. Un niño necesita a su papá.

     Eso fue lo que le dio la idea de quitarle el niño a Lalu y educarlo él mismo. ¿Pero qué posibilidades tenía de que un tribunal se lo permitiera?

      - Claro - le contestó Pablo , aunque pensaba que su padre no le había servido de mucho.Vico sí había tenido una buena influencia sobre Peter y el niño era un buen chico. La conclusión era que Peter necesitaba un padre y Lai alguien que la metiera en cintura. ¿Quién podría hacerlo mejor que él?

     Pensó que se casaría con ella porque tenía que hacerlo. Porque era lo lógico. Pero no tenía que habérselo soltado de ese modo, sin haber pensado los detalles. Tal vez ella no lo habría mirado como si estuviera loco.

      - Perdona... creí que... creí que habías dicho... - se le iba la voz. Él pensó que estaba a tiempo de retractarse, pero tenía una obligación hacia el hijo de su hermano, y consiguió repetir con toda calma.

      - Dije que vas a casarte conmigo.

     Esperaba que ella se sorprendiera, pero no imaginó que se riera.

      - ¿Casarme contigo? - tomó aliento - ¿Me estás pidiendo que ... ?

      - Sí - espetó él, y ella se rió aún más fuerte. Él se puso rabioso. Siete años atrás, ella habría saltado de felicidad.

      - No te lo estoy pidiendo. Te lo estoy diciendo. Vas a ser mi esposa.

      - Pablo - dijo Lali-. Ya sé que en algunos lugares es costumbre que un hombre se case con la viuda de su hermano para cuidarla, pero...

      - Al diablo con las viejas costumbres. Desde luego que no siento ninguna obligación hacia ti. Mi responsabilidad es hacia Vico. Tú no eres apta para criar a su hijo sola.

      - No apta para criar..., ¿Qué eres tú, un comité de moralidad? No quisiste saber nada de tu hermano. No finjas ahora que eres un hombre ejemplar.

      - Tú fuiste el motivo de que me alejara de Vico. Tú y tu determinación de atrapar a un Cameron fuera como fuera.

      - ¿Y qué mujer no iba a desear ese premio? - le preguntó sarcástica.

      - Vico nos ha dejado. Todo lo que queda de él es su hijo. Y para Peter, todo lo que queda de su padre soy yo.

      - La sangre tira mucho ¿verdad? - Lali se cruzó de brazos -. Si así es, ¿por qué no hablaste con Vico durante años?

      - Me equivoqué. Lo admito. Cometí un error y no voy a cometer otro. Voy a asegurarme que el niño se críe como Vico lo hubiera querido.

      - ¡Vete al infierno! Antes me casaría con el diablo que contigo - ella tenía ganas de darle un puñetazo.
 ¿Cómo podía decirle eso? Ni que fuera un rey. Pero su corazón se había estremecido como si el tiempo hubiera dado marcha atrás y el hombre al que había amado tanto le hubiera pedido casarse con él.

     Pablo la agarró por el hombro.

      - Lali, lo estás poniendo muy difícil.

      - ¿Sí? - se le cerraba la garganta -. Ya veo. Tú creías que, después de oír tu discurso, te haría una reverencia. Como soy tan romántica...

      - Nunca pensé que fueras una mujer estúpida,Lali, pero ahora estás actuando como si lo fueras.

      - Así es la vida. Consuélate pensando que algún día puede que me arrepienta de haber rechazado tu magnífica oferta.

      - Deja que te lo diga más claro. Estás sin blanca. Tu futuro depende de que me engatuses y deje que te quedes en esta casa o me convenzas de que te dé dinero para que empieces de nuevo. ¿Cuáles son tus planes? ¿Una mísera habitación amueblada en Atlanta? ¿Un trabajo haciendo hamburguesas? Vaya vida estupenda que propones para Peter..

     Era una descripción perfecta de lo que los esperaba, pero no pensaba admitirlo.

      - Has estado viendo demasiadas películas antiguas.

      - Piensa en Peter. Dices que lo quieres...

      - Tú... tú... ¡hijo de perra! No te atrevas ni a sugerir que no quiero a mi hijo. Él lo es todo para mí.
   
      -Si eso es cierto, entonces deja que lo críe como si fuera mi hijo.

     Esas palabras, pronunciadas sin saber la verdad, le desgarraron el corazón. La mentira que había sostenido durante tantos años se desmoronaba bajo sus pies.

      - No.

     La expresión de Pablo cambió. Ella no sabía por qué. Pero la asustaba.

      - Puedo obligarte a que te cases conmigo - le dijo con voz suave -. ¿Es eso lo que quieres?

      - ¿Cómo vas a hacerlo? ¿Vas a darme un golpe en la cabeza? ¿Vas a arrastrarme hasta el juez de paz?

      - Muy imaginativa... y tentadora, tu sugerencia. Pero no será necesario.

      - ¿De veras?

      - De veras. Puedo quitarte a Peter - las palabras cayeron como piedras. Lali palideció -. ¿Me has oído? He dicho...

      - Te he oído. Pero estás equivocado. Es mi hijo.

      - Querrás decir que es el hijo de mi hermano.

      - ¡Es mío!. Y ya estoy harta de oírte decir tonterías. ¡Al diablo contigo, Pablo Cameron! Vuelves a mi vida después de tanto tiempo y pretendes decirme lo que está bien y lo que está mal.

      - ¿Cómo fue que mi hermano se lió contigo?

      - ¡Eso a ti no te importa!

      - Sí. Sí me importa, porque estoy seguro de cómo sucedió - Pablo la agarró y la empujó contra la pared -. ¿Fue a buscarte? ¿Llamó a tu puerta un día y te dijo: Hola Lali, soy el hermano de Pablo , y si alguna vez necesitas algo, dímelo? - ella lo miraba atónita. Pablo hacía que sonara muy mal, pero era más o menos como había sucedido -. Puedo verlo en tus ojos. Eso es exactamente lo que ocurrió. Vico apareció. El bueno e inocente Samaritano y tú soltaste alguna lágrima o suspiraste y dijiste que te sentías muy sola... Qué fácil debió de ser. Seguro que mi hermano no sabía que existían mujeres como tú. Era un tontarrón, igual que yo lo fui, a pesar de que mi padre me previno sobre qué era lo que buscabas.

      - ¿Tu padre te previno contra mí?

      - Así es - le brillaron los ojos de crueldad -. Y yo le dije que no se preocupara, que conseguiría lo que quería sin complicaciones.

     Sus palabras dolían. Ella ya lo había adivinado hacía tiempo, pero oírlo lo hacía mucho más real.

      - Bueno - ella tragó saliva - Veo que nos merecíamos el uno al otro. Tú querías lo que conseguiste de mí. Y yo... Fue todo una pantomima. Nunca te amé,Pablo . ¡Nunca!

      - Eres sincera. Por fin.

      - ¿Por qué no iba a serlo? Ya no hay nada entre nosotros.

      - Te equivocas. Está Peter. Él es la razón por la que vas a ser mi esposa.

      - ¿Volvemos a las mismas?

      - Nunca dejamos el tema.

      - Deja que me entere bien. ¿Estás dispuesto a contraer un matrimonio ficticio solo porque sientes una obligación moral hacia tu hermano?

      - Es una propuesta práctica. Un arreglo que resuelve todo tipo de problemas. Tú necesitas dinero y un techo sobre tu cabeza. Y Peter necesita un padre.

      - ¿Estás seguro de que no es una venganza? Después de todo, yo escogí a Vico en lugar de al gran Pablo Cameron.

     La mirada de Pablo se oscureció.

      - Lo escogiste como la araña escoge a la mosca. Yo tuve suerte y pude escapar.

      - Así que nos casamos y todos contentos.

      - Peter estará feliz. Eso es lo que importa. Yo lo querré como si fuera mi propio hijo.

      - No - contestó ella con el corazón en la garganta.

      - Me parece que crees que puedes elegir - endureció la voz -. No puedes.

      - Ya estamos... - dijo Lali con superficialidad forzada -. Ya volvemos otra vez al tema de la novia inconsciente.

      - Si me obligas, te quitaré al niño. Iré a los tribunales y pleitearé para conseguir la custodia.

      - No te creo - repuso con voz temblorosa -. ¿Sabes el daño que le harías?

      - No soy idiota, ¡maldita sea! - Pablo se mesó el cabello -. No quiero quitártelo a menos que no haya otra solución. Puedo ver que te quiere. Y que tú lo quieres.

      - ¿Tengo que agradecértelo? - preguntó con una risa amarga -. ¿Que veas que mi hijo y yo nos queremos?

      - No estoy diciendo que vaya a ser fácil.

      - Me maravilla oírte.

      - Mucha gente se casa por razones peores que el bienestar de un niño.

      - ¿Y no se te ha ocurrido que muchos niños no tienen padre?

      - Muchos niños que no se llaman Cameron. Y es porque no tienen alguien a su lado dispuesto a tomar la responsabilidad de educarlos.

      - ¡Cielos, qué noble eres! - exclamó Lali riendo. - El chico no es feliz. Tú misma lo dijiste. Los otros chicos lo evitan.

      - Es por eso por lo que quiero mudarme. Si pudiera empezar de nuevo...

      - La basura de un remolque es basura la pongas donde la pongas.

      - Me estás insultando.

      - Estoy siendo sincero. Si no antepones las necesidades de Peter, piensa en las tuyas. Conseguirás una recompensa mucho mejor que la que tendrías si Vico no se hubiera arruinado - las aletas de la nariz le temblaban de odio -. Pero que lo sepas,Lali, no permitiré que me apartes de tu cama.

     Ella lo miró perpleja. Él tenía la boca tensa y la mirada de hielo. Decía en serio cada una de sus palabras. A Lali le temblaban las rodillas, pero se controló para que él no se enterara. Si sospechaba la menor debilidad, se lanzaría contra ella.

      - Ya no tengo diecisiete años,Pablo . No soy una chica tonta de la zona equivocada de la ciudad a quien puedes asustar con amenazas vacías.

      - Tienes que entender algo sobre mí, nena. Yo nunca amenazo, yo prometo.

      - No hay un solo juez en este país capaz de quitarle un hijo a una madre y dárselo a un extraño.

      - Soy el tío del niño - resopló -. Solo por un capricho del destino no he sido su padre - ella se quedó sin respiración. Oía sus palabras, pero el suelo le daba vueltas. Estiró las manos para recobrar el equilibrio y Pablo la sujetó -. ¿Lali? - ella quería decirle que la dejara, pero no podía hablar. La sala daba vueltas y el mundo se oscurecía. Sintió que Pablo la alzaba en sus brazos -. ¡Maldita sea! No te me desmayes - y ella no pudo hacer otra cosa que echarle los brazos al cuello y apoyar la cabeza en su hombro -. ¿Lali?

      - Es... estoy bien - dijo en un susurro.

     Pero no era cierto. Él podía ver lo pálida que estaba. Podía sentir que temblaba entre sus brazos. Igual que en un tiempo lejano, cuando tembló de pasión y no de miedo. Solo que todo había sido mentira.

     La dejó en el suelo despacio, sin querer pensar en la suavidad de su cuerpo.

      - Siéntate. Te traeré un vaso de agua.

      - No quiero agua y no quiero sentarme - tomó aliento, irguió la cabeza y lo miró directamente a los ojos -.Pablo - su voz era ronca por la emoción -.Pablo , te lo imploro. No me hagas esto.

      - Ah - él la soltó y sonrió -. Me había olvidado de lo buena que eres fingiendo desmayos.

     ¿Qué sentido tenía que ella le dijera que no estaba fingiendo? Lo único importante era hacerlo ver que lo que proponía era una locura.

      - Pablo , por favor..

      - No pierdas tu tiempo. Puedes elegir. Casarte conmigo y seguir formando parte de la vida de Peter, o decir que no, y enfrentarte a mí en los tribunales. Tú decides.

      - ¿Cómo puedes hacerme esto? - susurró Lali

      - ¿Hacerte qué? - arqueó las cejas -. Te estoy ofreciendo que seas la señora de Pablo Cameron. Puedo nombrar a más de media docena de mujeres que pensarían que es una oferta muy generosa.

      - No soy una de ellas.

      - Sí lo eras cuando tenías diecisiete años.

     Se estaba burlando de ella. No creía que se habría casado con él cuando era un don nadie y no tenía dinero... cuando todo lo que quería de él era su amor.

      - Tienes razón. Me habría vuelto loca de la emoción - le lanzó una sonrisa cautivadora y de aparente indiferencia -. Pero no tenía nada que ver con lo que sentía por ti,Pablo . ¿No me lo acabas de decir? Lo que yo quería era el nombre, no el hombre.

     Él dio un paso adelante, y al ver el brillo de sus ojos, ella se amedrentó.

      - Ten cuidado - le dijo con suavidad.

      - ¿Por qué? ¿Qué más puedes hacerme? Ya me has amenazado con robarme a mi hijo - su voz era trémula. Se obligó a sostener la insolente mirada, de esos ojos verdes sin pestañear -. ¿Sabes qué,Pablo ? Ya he tenido bastante. ¡Lárgate!

      - ¿Por qué siempre intentas deshacerte de mí? - la miró de arriba abajo como si la desnudara, pero no por deseo, sino para humillarla -. Aún puedo acordarme de cuando me rogabas que no te dejara.

      - Otra parte de la comedia - le contestó con frialdad. Los ojos de él se volvieron turbios.

      - No cometas el error de subestimarme, querida - dio otro paso adelante -. Yo nunca pierdo en una pelea.

      - ¡Eso es porque juegas sucio!

      - Peleo para ganar. Será mejor que reflexiones sobre lo que eso quiere decir.

      - Ya sé lo que quiere decir - la voz de ella temblaba -. Hay organizaciones que me apoyarán.

      - Seguro. Convertirán a Peter en una noticia sensacionalista. Esa no es una forma muy buena de mostrar lo mucho que lo quieres.

      - Yo sí lo quiero. Y él me quiere. ¿Has pensado en eso? ¿En cómo te odiaría si intentaras separarlo de mí? ¿En lo desgraciado que se sentiría?

      - Los niños se adaptan. Y si se sintiera desgraciado sería culpa tuya por no haber elegido la opción mejor para él.

      - ¡Lo que hay que oír! Has tomado tu propuesta enfermiza y le has dado la vuelta. Yo no soy la mala. El malo eres tú.

      - No creo que Pete lo vea así después de que le explique que lo único que yo quería era que fuéramos una familia feliz.

      - Peter... - pronunció abatida por el dolor, odiándolo con cada fibra de su corazón -. El nombre de mi niño es Peter - sus miradas se encontraron -. Y tú, tú eres despreciable. Ojalá nunca hubieras vuelto. Ojalá...

      - No te importará ser mi esposa - dijo con aspereza, acercándose a ella -. Mantendrás el nombre de los Cameron. Tendrás dinero. La única diferencia es que esta vez querrás estar en la cama de tu marido.

     A Lali las lágrimas le nublaron la vista. «No llores», se dijo, «hagas lo que hagas no le des la satisfacción de verte llorar».

      - Antes me iría a un convento.

     Algo brilló en los ojos de Pablo

      - ¿Es eso lo que le dijiste a mí hermano?

      - Nunca le habría dicho eso. ¡Yo amaba a tu hermano! - eso era cierto. Vico había sido su amigo, la única persona que le había mostrado cariño.

      - ¿Ah, sí? - la voz de Pablo se hizo más ronca -. Dime si lloraste en sus brazos como lloraste en los míos.

      - Eso fue hace un siglo. Y no era amor. Era... era sexo.

     Él la atrajo con fuerza hacia sus brazos. Ella intentó apartar la cara, pero él enredó los dedos entre sus cabellos y la obligó a mirarlo.

      - Tienes razón. Y lo peor de todo es que nunca he olvidado lo bueno que era. ¡Contéstame! ¿Era igual con él?

     Ella lo miró. Miró a ese hombre que antes había amado y se preguntó qué pasaría si le dijera la verdad. Nunca la creería. El pasado encerraba demasiadas mentiras. Tenía que decir una última mentira para estar a salvo.

      - No - dijo -. No era lo mismo con Vico. ¿Cómo podría haberlo sido? A ti no te amaba.

     Gritó cuando él  odio y la rabia ardían en los ojos de él.

     - Amar - le respondió riendo -. Tú no sabes el significado de esa palabra. Somos iguale. No dejamos que los sentimientos interfieran en lo que queremos.

      - ¿Y tú crees que mi hijo estará mejor contigo, un hombre que no tiene corazón?

      - El amor hacia un niño es distinto. El otro amor es mentira. El que hace que un hombre prefiera una mujer por encima de las otras y lo vuelve débil e indefenso.

      - No... - dijo ella, pero él ya la había estrechado contra sí para que pudiera sentir el ardor y la dureza de su carne encendida.

      - Eso es - dijo con dulzura, viendo como ella se sonrojaba -. Lo que los hombres y las mujeres sienten no tiene nada que ver con el amor. Cuando éramos más jóvenes, no lo entendía. Te deseaba tanto que creía que era algo especial - inclinó su cabeza sobre la de ella hasta que ella pudo sentir su aliento en la piel -. Me enseñaste la verdad,Lali. El amor solo es una palabra. Se trata solo de deseo... y, maldita seas, todavía te deseo.

     Entonces, la besó, bebiendo en su boca con ansia, con un beso brutal. Luego sus labios se suavizaron y la besaron con dulzura y no con exigencia. De repente, ella revivió aquel verano en que los besos de Pablo lo eran todo para ella y ella lo amaba. Se le partía el corazón al recordarlo. Y hacía que lo deseara con tal desesperación que no podía pensar en otra cosa. Suspiró y le rodeó el cuello con los brazos.

      - Pablo ... - gimió, murmurando su nombre como solía hacerlo, como si fuera el único nombre que necesitaba saber y le susurró:

      - Lali, ábrete a mí - y ella lo hizo, separó los labios, aceptó su lengua con deleite y saboreó su boca. Él deslizó su mano bajo los vaqueros, posando sus dedos ardorosos sobre la piel de ella y buscando el calor y la humedad que sabía que lo esperaban. Ella gimió y se movió al sentirlo.

      - Sí - dijo -, sí...

      - ¿Mami? - la palabra retumbó en la sala. Se separaron. Lali se volvió y vio a su hijo en pijama, de pie en el corredor agarrando de la mano a su osito de peluche -. ¿Mami? - repitió - ¿Qué estás haciendo?

     
Capítulo 8
   
     Pablo fue quien por fin respondió.

      - Tu madre tenía... tenía algo en un ojo - era una contestación estúpida, pero no se le ocurrió otra cosa. Sin embargo, dio resultado. Peter miró hacia él como si no lo hubiera visto antes.

      - Hey - exclamó contento. ¡Volviste!

      - Sí, campeón. Te dije que volvería, ¿no?

      - ¿Has tenido una pesadilla, cariño? - Lali le tendió los brazos, pensando en lo que habría pasado si Peter no hubiera bajado -. ¿Te despertaste por eso?

      - Ajá - asintió Peter, sonriendo -. Me pareció oír voces. Y era verdad - se lanzó hacia Pablo , que lo agarró y le dio una vuelta en el aire.

      - ¿Qué tal, Pete? ¿Estás bien?

      - Sí, estoy muy bien. Dijiste que verías la película conmigo.

      - Lo sé - Pablo lo dejó en el suelo -. Lo siento. Tenía que haber llamado para decirte que no podía venir pronto.

     Peter le sonrió.

      - No importa. No pudiste evitarlo, ¿verdad?

      - Verdad.

     «Mentira», quería decir Lali. «No confíes en ese hombre, Peter». Sin embargo solo sonrió y le tendió la mano.

      - Ven, cariño. Te acompañaré a la cama.

      - ¿Quieres galletas? - preguntó Peter sin hacer caso a su madre -. Mami siempre me deja que coma alguna cuando no puedo dormir.

      - Me parece una gran idea.

      - Peter - Lali se aclaró la garganta -, cariño, ya es muy tarde y el señor Cameron ya se marchaba.

      - Me dijo que lo llamara «Pablo », y ya lo he invitado a tomar leche y galletas.

      - Solo está siendo cortés, Peter. En realidad él no quiere...

      - Sí que quiero - Pablo le alborotó el pelo a Peter -. Me encantan las galletas, en especial las... por casualidad no tendras de chocolate, ¿verdad?

     Peter sonrió y le agarró la mano.

      - De las dobles...

     Lali los miró mientras se dirigían a la cocina. Peter sacó la leche, dos vasos y las galletas. Pablo lo subió a un taburete junto al mostrador y se sentó a su lado. «Como si yo no estuviera aquí», pensó Lali, mientras miraba a su hijo embobado con las mentiras del hombre que ella odiaba.

      - Siento mucho no haber vuelto a tiempo para ver el vídeo, Pete. Me liaron unos asuntos de trabajo, pero te prometo que no volverá a pasar.

     Peter sonrió y dijo que lo entendía. «Pero no lo entiende», pensó Lali. ¿Cómo iba a entender un niño de ocho años que Pablo mentiría siempre que le conviniera? Adoraba a ese extraño. Solo que, en realidad, no era un extraño. Era su padre.

      - ¡Peter! - le habló con más dureza de la que quería. Ambos la miraron y ella supo que debía tener cuidado. Andaba sobre una cuerda floja y podía echarlo todo a perder -.Peter, cariño, quiero que ahora vuelvas a la cama.

      - Ay, mami...

      - Será mejor - Pablo le puso el dedo índice sobre la nariz -. Además, de ahora en adelante vamos a vernos mucho.

      - No - intervino Lali

      - Sí - Pablo no se molestó en mirarla - ¿Qué te parece? - alzó a Peter en brazos -. ¿Te gustaría que pasáramos más tiempo juntos?

      - ¿Mañana?

      - Lo siento, Pete. Estaré ocupado. Pero a tu mamá sí la veré mañana por la noche. Voy a llevarla a cenar.

      - No - dijo Lali de nuevo, pero ni el hombre ni el niño la miraron.

      - ¿Tú y ella solos? - preguntó Peter.

      - Sí, los dos solos. Cosas de mayores, campeón. A ti no te gustaría, pero te prometo que tú y yo...

      - No hagas eso - interrumpió Lali -. No le sigas la corriente cuando sabes que nada de esto es... - tomó aliento y se calmó un poco, sonrió y habló con dulzura -. Peter, cariño, vete arriba. Enseguida iré a taparte.

      - Pero quiero quedarme aquí con Pablo

      - Oye, campeón. Haz lo que dice tu mamá. ¿De acuerdo?

      - No necesito que intercedas a mi favor - dijo Lali muy digna.

      - Anda, vete - dijo Pablo como si ella no hubiera hablado -. Es tarde.

      - Bueno... - dijo Peter, resignado.

      - Buenas noches, Petey - dijo Pablo , sacándolo en volandas del taburete.

      - ¿Pablo ? - Peter sonrió con timidez -. Si quieres puedes darme un abrazo.

      - Peter - dijo Lali, pero ya era tarde. Pablo se agachó y estrechó al niño en sus brazos. Mirando a Lalia los ojos, le susurró:

      - No querrás quedarte fuera de esto, ¿verdad?

      - ¿Fuera de qué, mami?

      - Calla - la voz le temblaba, pero no podía evitarlo. Alcanzó a Peter cuando pasaba y lo abrazó muy fuerte. Quizás demasiado. El niño la miró inquisitivo y ella le sonrió -. ¡Venga... ! ¡A la cama! - el pequeño subió las escaleras y ella esperó hasta oír que cerraba la puerta de la habitación. Entonces, miró a Pablo , sabiendo que no debía implorar, pero que no le quedaba otro remedio -. Por favor - le dijo -. No hagas esto. No puedes hacer esto.

      - Claro que puedo - él fue despacio hacia ella, y le alzó la barbilla con un dedo -. Puedo hacer lo que quiera. Será mejor que lo aceptes - inclinó la cabeza y le rozó la boca con los labios -. Te veré mañana por la noche. A las ocho, en el hotel que hay junto al lago.

      - Si crees que voy a ir allí mañana... o cualquier otro día...

      - Lo que tú elijas. Si prefieres hablar sobre nuestra boda aquí, a mí no me importa.

     Lali cerró los puños de rabia.

      - Te odio. Solo deseo que te...

     Pablo la besó otra vez. Cuando levantó la cabeza, le brillaban los ojos.

      - A las ocho, en el lago. Te acuerdas del lago, ¿verdad Lali?

     Antes de que ella pudiera contestar, él ya se había ido.

     Al día siguiente, diez minutos antes del mediodía, Lali estacionó el coche cerca de una avenida de Atlanta. Se miró en el retrovisor. No tenía buen aspecto, pero, ¿qué importaba? Lo que importaba era lo que iba a decir.

     Tenía cita con uno de los abogados de familia más conocidos de Atlanta. Su cometido era convencer a Elmore Bookman para que la representara. Era un experto y no iba a dejarse intimidar por los abogados de Pablo . Si alguien podía conseguir que no perdiera a Peter, era él. Lali respiró hondo delante de la puerta del bufete, abrió y entró.

      - Soy la señora Cameron. Tengo cita con el señor Bookman - dijo cuando la recepcionista le preguntó.

      - Sí, claro, señora Cameron. Siéntese, por favor. El señor Bookman estará con usted enseguida. ¿Quiere tomar algo mientras espera?

      - No, muchas gracias - contestó -. Estoy bien.

     Pero no lo estaba y, cuando la puerta volvió a abrirse, el estómago le daba tumbos. ¿Y si Bookman se reía de ella o le decía que estaba haciéndole perder el tiempo?

     El abogado era un hombre agradable y distinguido que tomó notas mientras Lali le contó su problema. Cuando acabó, Bookman arqueó las cejas y le preguntó:

      - ¿Por qué quiere quitarle a su hijo?

      - Porque piensa que yo... que yo soy inadecuada para educar a mi hijo.

      - ¿Y lo es, señora Cameron?

      - Claro que no - contestó Lali sonrojándose.

      - Ya veo. En otras palabras, ¿el caballero quiere quitarle el hijo sin que usted sepa las razones que tiene para ello?

     Ella titubeó.

      - Sé las razones que tiene, pero, no son ciertas.

      - ¿Y cuáles son esas razones?

     Él cree que no le voy a dar buen ejemplo.

      - ¿Por qué?

      - Porque... es muy complicado.

      - Pues simplifíquelo, señora Cameron - le dijo con amabilidad.

     Lali se humedeció los labios.

      - Todo se remonta a hace muchos años. Los problemas entre... Por lo pronto, él cree que yo coaccioné a su hermano.

      - ¿A su difunto esposo?

      - Sí. Él cree que yo lo coaccioné para casarse conmigo.

      - ¿Y usted lo coaccionó?

      - No. No lo hice.

      - ¿Y es esa la razón que esgrime su cuñado para pensar que usted es inadecuada para educar a su sobrino? - «su sobrino, su sobrino ... », retumbó en los oídos de Lali -. ¿Señora Cameron? ¿Es esa la razón por la que piensa que usted no es una madre adecuada?

     Lalise puso en pie. Era difícil hablar de esas cosas ante la mirada penetrante de un extraño. Fue hacia la ventana.

      - Hay más cosas, señor Bookman, como le dije...

      - Es complicado. Pero si quiere que yo la ayude, tendrá que contarme más cosas. Hasta ahora no puedo imaginarme por qué ese hombre cree que puede conseguir la custodia - el abogado escribió algo -. ¿Podría él traer testigos de que usted es una madre inadecuada?

     Lali pensó en su asistenta. En la gente de Liberty. Los rumores, los cotilleos. Se aclaró la garganta.

      - Supongo que podría conseguir que alguna gente dijera cosas... ¡Pero no serían ciertas!

      - Y usted, ¿tendría testigos para rechazar esos testimonios?

      - No.

      - Ya veo.

      - No - repitió y miró al abogado -, usted no lo ve, Él se equivoca sobre mí. La gente de la ciudad se equivoca. Mire. Ya sé que suena raro, pero por eso he venido a verlo, señor Bookman. Necesito un abogado que se encargue de un caso difícil y que lo gane.

     Bookman apartó su bloc y cerró su bolígrafo.

      - Señora Cameron, por lo que puedo ver no hay caso. Su cuñado la ha amenazado con pleitear por la custodia de su sobrino. Tendré mucho gusto en enviarle una carta explicándole que sus posibilidades de ganar son prácticamente nulas - sonrió -. Eso es si usted puede asegurarme que su cuñado no puede demostrar que usted abusa de los niños o es una asesina en serie.

     Lali trató de sonreír.
      - Le prometo que no lo soy, pero no lo entiende, seguirá luchando, le diga lo que le diga. Haría cualquier cosa para herirme.

      - ¿Por qué?

      - Porque él cree que yo rechacé a mi marido - se sonrojó -. Que me negué a tener contacto íntimo. Y..

      - ¿Y? - apremió Bookman.

      - Fuimos... amantes, hace años.

      - ¿Usted y su cuñado?

      - Pablo y yo. Sí. Pero éramos muy jóvenes y...

      - ¿Pablo ? - Bookman se irguió en la silla -. ¿No querrá decir Pablo Cameron, verdad? ¿El Pablo Cameron de Petróleos Cameron? - Lali asintió. El abogado había pasado de ser educado a estar sorprendido. Eso no podía ser una buena señal -. ¡Vaya! Eso cambia las cosas.

      - ¿Quiere decir que no va a representarme?

     Elmore Bookman se rió entre dientes.

      - Estaré encantado de representarla, querida. No hay nada que me guste más que entablar batallas legales con los mejores tiradores - su sonrisa se transformó en mueca -. Pero me siento obligado a señalarle algunas cosas.

      - ¿Como cuáles?

      - Para empezar, el coste. Si el señor Cameron tiene intención de luchar hasta el final, los costes serán muy altos.

      - ¿Cómo de altos?

     Bookman se encogió de hombros.

      - De seis cifras.

      - ¿Seis? ¿Lo dice en serio?

      - Me temo que sí.

      - ¿No trabaja nunca por amor a la justicia? Usted mismo dijo que le encantaría entablar batallas...

      - Nuestra firma pone las prioridades - habló con amabilidad, pero con firmeza -. Me temo que mis socios ya han acordado cuáles van a ser los casos que llevaremos gratis durante varios meses.

      - Entonces le pagaré. No todo de golpe, pero por mensualidades.

      - Señora Cameron, hay otro factor a tener en cuenta - se humedeció los labios -. Me da la impresión de que hay cosas que no me ha dicho. No, no me diga nada más. Aunque cualquier cosa que me diga estará protegida por el secreto profesional. Si no va a seguir adelante…

      - Yo no he dicho eso.

      - Usted se sintió incómoda cuando me habló de su relación anterior con el señor Cameron, y sobre sus acusaciones sobre las relaciones íntimas entre usted y su esposo.

     Lali se volvió a sonrojar.

      - Sí, pero supongo que puede entenderlo...

      - Claro que sí, pero debo advertirle que ese tipo de cosas serían examinadas con mucha profundidad. Los abogados del señor Cameron indagarán todo lo posible acerca de su vida. Así es como se llevan este tipo de casos. La otra parte averigua todos sus secretos - la voz de Bookman - se hizo más afable -. Todos, mi querida señora. De eso puede estar segura. Y un hombre como Pablo Cameron tiene todos los recursos para hacerlo.

     Todos sus secretos. Lali comenzó a temblar. La verdad sobre Vico , que ella había jurado que nunca revelaría. La verdad sobre Peter, que no se atrevía a revelar porque entonces sí que perdería a su hijo...
     Se levantó y le tendió la mano. Muchas gracias, señor Bookman. Siento mucho haberle hecho perder el tiempo.

      - Entonces, ¿no va a seguir adelante?

      - No puedo.

      - Si usted quiere, tendré mucho gusto en escribir la carta, sin coste alguno, aunque dudo mucho que haga cambiar de idea al señor Cameron.

      - No. No lo hará cambiar. Por otra parte, tengo otra opción.

      - ¿Cuál?

     Ella titubeó, sabiendo como sonaría.

      - El señor Cameron me ha... pedido que me case con él.

     Elmore Bookman se quedó anonadado y luego se echó a reír.

      - Bueno, bueno... Ese es el quid pro quo más extraño que haya oído jamás. Las palabras latinas quieren decir más o menos, eso por lo otro, señora Cameron. Un intercambio. Si usted se casa con el caballero, él no pleiteará la custodia.

      - Exacto.

      - En ese caso, lo que usted necesita es un acuerdo prematrimonial. Ya sabe, un documento que le garantice algunas cosas si el matrimonio fallara - «si fallara ... », pensó Lali. Estaba condenado a fallar, pero tampoco sería un matrimonio -. Sospecho que el señor Cameron también querrá que usted firme uno. Los hombres de dinero casi siempre lo hacen, y en un caso como, este... - las palabras de Bookman se perdieron, pero Lalisabía lo que quería decir. Pablo no la amaba, no confiaba en ella -. De todos modos, usted tiene derecho a protegerse.

      - ¿Pedir dinero, quiere decir? No quiero nada de Pablo . Ni un centavo.

      - Entonces, considere el asunto al revés. ¿Hay algo suyo que quiera salvaguardar del señor Cameron? Podríamos redactar un contrato prematrimonial que la protegiera.

      - Lo único mío que él pueda querer es mi hijo - le tendió la mano -. De todos modos, muchas gracias.
     Bookman se puso en pie y le estrechó la mano. - Adiós, señora Cameron. Si cambia de idea sobre el contrato prematrimonial...

      - Lo llamaré. Gracias de nuevo. Adiós.

     El ascensor estaba allí. Lali entró y apretó el botón.

     Pablo había ganado, pero ella no quería admitirlo. Se estremeció pensando en la noche que la aguardaba. «¿Y ahora, qué?», pensó.

     Pablo había obtenido lo que quería. A su hijo, que ya la había relegado a un segundo plano en sus afectos. Y a ella. No porque la quisiera como un hombre que desea a su esposa. Ya había dejado claro que la quería para otras cosas.

     Al margen de lo que pensara de ella, la quería en su cama. Lo había dicho y se notaba en la forma en que la tocaba y la besaba. Pablo la deseaba sexualmente. No para hacerle el amor, sino para humillarla, para someterla, para usarla.

     «¿Hay algo suyo que quiera salvaguardar del señor Cameron?», recordó que le había preguntado el abogado. Regresó al bufete de Bookman. Al verla, la recepcionista le sonrió.

      - ¿Se le ha olvidado algo, señora Cameron?

      - No. Solo quería ver al señor Bookman otra vez.

      - No sé... Llamaré a su secretaria.

      - Él me dijo que llamara si quería reconsiderar una sugerencia que me hizo. Si pudiera verlo un par de minutos...

     Poco después, estaba en el despacho del abogado -. Lo he reconsiderado - le dijo. Quisiera que me redactara un acuerdo prematrimonial.

      - Me parece una decisión estupenda, querida. Si me da el nombre y la dirección de los abogados del señor Cameron para concertar una reunión con ellos. Necesitamos tener una idea de su fortu... - ella negaba con la cabeza -. ¿Por qué no, señora Cameron?

      - No quiero ese tipo de acuerdo, sino el otro que usted mencionó. El que tiene por objeto protegerme de que el señor Cameron tenga acceso a mi... propiedad privada.

      - Ya entiendo.

     Lali se daba cuenta de que no entendía nada. Parecía confundido. Era lógico. Ella le había dejado claro que no tenía nada que proteger. Ni dinero, ni propiedades.

      - Tengo algo que el señor Cameron quiere.

      - En ese caso, deje que llame a mi secretaria. Ella puede concertar una cita para que usted y yo podamos hablar..

      - Tenía la esperanza de que pudiera redactar el documento ahora, señor Bookman. Solo tendrá una cláusula.

      - ¿Solo una?

      - Así es - a Lali le faltaba el aire y tomó aliento un par de veces -. Quiero que deje bien claro que, en caso de que el señor Cameron disuelva el matrimonio por el motivo que sea, seré yo quién tenga en exclusiva la custodia de mi hijo. A cambio de eso, yo acepto actuar como esposa suya en todos los aspectos excepto... excepto...

      - ¿Sí?

      - En todos los aspectos excepto que no tendré contacto íntimo con él - el abogado se quedó de piedra, mientras las mejillas de Lali se ruborizaban -. Quiero que quede bien claro en el acuerdo prematrimonial, señor Bookman. Yo nunca, en toda mi vida, aceptaré a Pablo Cameron en mi cama.


     
Capítulo 9
   
     AL atardecer vestaba en el balcón de su suite en Liberty Inn y contemplaba la vista del lago rodeado de pinos.

     Conocía la orilla y todas las calas que se escondían tras los pinos. Solía ir con Vico. Bebían cerveza y mantenían conversaciones profundas sobre el futuro. Cuando compró la Harley, comenzó a ir al lago con más frecuencia. Casi siempre con alguna chica. Pero después de llevar a Lali, nunca fue con nadie más. Aquellas noches tranquilas, con Lali sin aliento, emocionada y nerviosa. Y él, deseándola tanto que le dolía. Luego, sobre una manta, se tendía con ella entre los brazos y la besaba. La acariciaba. Recorría cada centímetro de su cuerpo, enardecido por los suspiros que soltaba, por su inocencia, por cómo ponía su mano sobre la de él para detener la exploración de sus secretos, y luego, lo soltaba y le dejaba acariciarla hasta que los dos temblaban al borde del deleite.

      - Diablos - dijo Pablo , y se volvió de espaldas al lago.

     Magnífico. Lali estaba a punto de llegar y él se estaba poniendo nervioso como un muchacho, en lugar de actuar como un hombre que entendía que algunas mujeres harían cualquier cosa para salirse con la suya.

     La ciudad había cambiado mucho en esos nueve años pero la gente no había cambiado y seguía siendo tan chismosa como antes.

     Lo había recordado en cuanto se había registrado en el hotel. Un chico agarró su maleta y lo acompañó a su cuarto. Dejó que el chico le abriera la puerta y las ventanas, pero cuando comenzó a explicarle el sistema telefónico, lo interrumpió:

      - Ya está bien - le dijo - Yo he trabajado aquí.

      - ¿Sí?

      - Sí - le contestó sonriendo, y le dio un billete de mucho más de un dólar.

     Había sido un error.

      - ¡Vaya! - exclamó el chico.

     En Nueva York o en Londres, un botones habría aceptado la propina sin pestañear, pero en Liberty, seguro que el chico se lo habría contado a una docena de personas. Al final del día no había nadie en toda Liberty que no supiera que Pablo había regresado, y con dinero...

      - No nos dijo que usted era el Pablo Cameron de aquí - le dijo el empleado.

      - Sí - contestó Pablo con una sonrisa -. Eso es porque siempre he sido el Pablo Cameron de aquí.

      - Claro, señor. Y estamos orgullosos de que se hospede en nuestro hotel.

     Tenía gracia la cosa. A los dieciocho años, había sido el paria de la ciudad, y en ese momento, nueve años después, era una celebridad. Lástima que su padre no estuviera allí para verlo. 0 el sheriff. Le habría gustado restregarles su éxito por las narices.

     Y cuánto le habría gustado compartir ese éxito con Su hermano siempre había confiado en él. Había sido la única influencia positiva de su vida. Se querían, se apoyaban... hasta que ambos habían caído bajo los hechizos de una bruja.

     Lali podía haber sido una bruja por la forma en que cegaba a los hombres con su linda cara y su cuerpo exuberante. La mezcla de inocencia y sensualidad siempre había logrado excitarle.

     Era muy buena en lo que hacía. Y él también. La especialidad de ella eran los hombres, y la de él, el riesgo. Y lo que pensaba hacer lo demostraba. Sería parte de la vida de Peter, a quien ya quería. Le daría lo que necesitara, el amor y el ejemplo de un buen padre. Lali sería una buena madre. Tenía que admitirlo. Y con un hombre que pagara las facturas y la mantuviera a raya, educaría bien a Peter.

     Entró de nuevo en la sala y agarró un documento de la mesa del café. La noche anterior había hablado con su abogado para que le redactara un acuerdo prematrimonial. Ray Foss se había quedado perplejo.

      - ¿Estás seguro? - le había preguntado. Pablo le había asegurado que sí. Las condiciones eran muy duras y Pablo lo sabía. El documento detallaba las ventajas, muy generosas, que Lali tendría siendo una esposa fiel y consciente de sus deberes. Pero también dejaba claro que lo perdería todo, incluso cualquier dinero o propiedad que recibiera durante el matrimonio si no cumplía al pie de la letra con los términos del acuerdo -. ¿No hay suma de indemnización?

      - No - respondió Pablo

      - No creo que puedas hacer eso, Pablo Ningún tribunal lo aceptaría...

      - Yo puedo hacer lo que quiera - contestó Pablo cortante -. Si un tribunal apoya o no mi derecho a hacerlo es otra cosa. Lo que quiero es que mi dulce esposa entienda que el chorro se cortará si decide romper este matrimonio. Y que espero que no dé ningún motivo de sospecha mientras me pertenezca.

      - ¿Te pertenezca? - había repetido su abogado.

     No era lo que Pablo quería decir. No quería que Lali le perteneciera, aunque sí cuando estuvieran solos en el dormitorio.

      - Elegí mal las palabras. Quiero asegurarme que cumple lo acordado. ¿Lo entiendes, Ray? ¿Podrás redactarlo deprisa y enviármelo por la mañana?

     Claro que Ray podía. Y lo hizo. El documento era una lista draconiana en la que ella podría ver que le estaba entregando su vida a él. Estaba seguro de que Lali se quedaría lívida cuando lo viera, pero que no tendría más remedio que firmarlo.

     También estaba seguro de que las noches serían como un incendio cada vez que él la tomara en sus brazos.
     Solo de pensarlo el cuerpo se le revolucionaba. Respiró hondo y esperó la hora de la verdad.

     El recepcionista apenas la miró cuando llegó ante el mostrador.

      - ¿Cuál es la habitación del señor Pablo Cameron, por favor?

      - El señor Cameron está en la Suite del Lago. ¿A quién debo anunciar? - levantó la vista y abrió los ojos -. Oh, señora Cameron. Encantado de verla.

      - Gracias. ¿En qué piso está la suite?

      - En el cuarto piso. El señor Cameron la está esperando.

     El recepcionista tomó el teléfono para avisar a Pablo de que ella estaba en camino. «En camino hacia el altar del sacrificio», pensó ella.

     Como el ascensor era muy lento tuvo tiempo de recapacitar. Recordaba lo que Bookman le había confirmado, que Pablo no podía quitarle a Peter. En realidad, dudaba que él quisiera cumplir sus amenazas.

     Ningún hombre se casaría con una mujer a la que despreciaba. Pero si él insistía, su seguro estaba en el documento que llevaba en el bolso.

     Tras recorrer un pasillo lleno de espejos, encontró una placa con el nombre de la suite. Se abrió la puerta y apareció Pablo . Lali sintió que le daba un vuelco el corazón porque Pablo estaba magnífico.

     No iba trajeado. Llevaba unos pantalones de sport y un polo con las mangas arremangadas. Se veía peligrosamente atractivo y masculino, y en ese instante Lali supo que nunca había dejado de desearlo, y que aunque no pudiera comprender el porqué, una mujer podía desear a un hombre y despreciarlo al mismo tiempo.

      - Lali - la saludó con voz grave y ronca. El brillo de sus ojos era amenazador. Lali no podía permitirse mostrar debilidad. Bastante tenía con haberse derretido con sus besos la noche anterior. Años atrás, su cuerpo la había traicionado con ese hombre y eso le había cambiado la vida para siempre.

      - Pablo - le contestó, con tono calmado. Él la hizo pasar y cerró la puerta. Hizo un gesto para que se sentara, y él se quedó de pie cerca de ella.

      - ¿Cómo está Peter?

      - Está muy bien.

      - No le habrás dicho nada sobre nuestros planes, ¿verdad?

     Eso sonaba bien. Quizás todo no era más que un farol.

      - No. No le he dicho nada.

      - Mejor. Preferiría darle la noticia yo mismo.

      - Entonces... ¿de verdad vas a ... ?

      - ¿Obligarte a este matrimonio? - sonrió -. Así es como tú lo ves, ¿verdad, Lali?

      - Me diste un ultimátum. Me dijiste lo que harías si yo no consentía... ¿Cómo lo interpretarías tú?

     Pablo se sentó, tomó unos papeles de la mesa y se los tendió.

      - Yo lo llamaría una oportunidad - dijo -. Quizás estés de acuerdo conmigo cuando leas esto. «¡Ya basta!», pensó furiosa. Podía sentir los ojos de Pablo clavados en ella mientras intentaba leer y no conseguía ver nada más que un borrón -. Es un acuerdo prematrimonial - pronunció Pablo

     Ella lo miró y vio que sonreía.

      - Claro - replicó como si todos los días recibiera documentos así. Siguió leyendo.

     Pablo había pensado en todo. Había planeado su vida con todo detalle, párrafo tras párrafo. Ella esperaba un acuerdo que especificara las cosas a las que no tenía derecho, pero ese comenzaba por las que le concedía.
     Ropa. Joyas. Cargar todo lo que ella necesitara a sus distintas cuentas. Una asignación mensual en una cuenta corriente que revisarían sus contables cada tres meses. Al ver que ella hacía una pausa en la lectura. Le aclaró:

      - Lo comprenderás... No voy a permitir que ahorres y te hagas tu propio nido. Supongo que ves que es necesario que quede claro.

     Ella se puso rabiosa. La trataba como a una concubina bien pagada en quien no confiaba.

      - Sí claro, lo entiendo - repuso y siguió leyendo. En la tercera página detallaba lo que esperaba de ella. Viajaría con él, haría de anfitriona, organizaría a los sirvientes... Lali alzó la vista -. Te has olvidado de los detalles de cómo quieres que eduque a mi hijo - dijo con extremada cortesía - Ya sabes... supervisar sus baños, la hora de dormir, comprobar sus tareas escolares... ¿O es que confías en mi criterio?

     Pablo sonrió.

      - Estoy dispuesto a concederte tu instinto maternal.

      - Gracias - dijo y siguió leyendo. En la cuarta página descubrió lo que obtendría si ponía fin al matrimonio o si tenía una aventura extra conyugal: nada. Y que Pablo haría que la declararan no apta para cuidar de Peter en cualquiera de los dos casos -. ¿Y qué pasa si eres tú quien decide divorciarse?

      - No lo haré.

      - ¿O si tienes una aventura?

      - Tampoco la tendré.

      - Ya entiendo. ¿Y tengo que fiarme?

      - Sí - dijo sin titubear -. Tal vez se te ha olvidado la razón para nuestro matrimonio, Lali. Quiero proporcionarle a Peter un hogar moral y estable. Y si me divorciara o si me acostara con otras, no lo sería, ¿no crees?

      - No. No, claro. Lo siento. Supongo que olvidé lo gran moralista que eres, Pablo . Qué tonta soy - Pablo estaba tenso y la observaba. Cuando ella terminó de leer, puso los papeles sobre la mesa -. Muy bien.

     Él trató de que no se notara su sorpresa.

      - ¿No quieres que comentemos lo que has leído?

      - No.

      - ¿Lo entendiste todo?

      - Oh, creo que sí. Has dejado bien claro que vas a comprar mi fidelidad, que no me respetas nada, y que piensas que no soy capaz de comportarme con honradez. ¿Te parece que lo resumo bien?

     Sonreía, aunque en sus ojos podía verse un destello de dolor. Por un instante, él sintió el corazón en un puño, pero recordó las mentiras de ella, y cómo los había utilizado a Vico y a él.

      - Sí - dijo con frialdad -. Has hecho un buen resumen. ¿Entonces, firmarás?

      - Sí.

      - Muy bien - estiró la mano hacia el teléfono -. He contactado con un notario y dos testigos.

      - Espera... - Pablo se recostó sobre el respaldo. Pensó que llegaba el momento. ¿Qué iba a ser? ¿Lágrimas delicadas? ¿Llanto incontrolado? ¿O iba a ser más directa y lo miraría prometiéndoselo todo a cambio de que fuera un poco más generoso? Sintió que el cuerpo reaccionaba. Pensó que tal vez podía serlo si ella hacía bien su papel. Si se sentara junto a él en el sofá y le rodeara el cuello con los brazos -. ¿Pablo ?

     Él parpadeó. Lali había sacado un documento de su bolso. Un documento legal, a juzgar por las dimensiones de la hoja.

      - ¿Qué es eso? - preguntó.

     Ella sonrió, pero le temblaba la mano mientras le tendía el papel.

      - Es mi acuerdo prematrimonial - contestó con voz suave.

     Claro. Tenía que habérselo imaginado. Ella no solo tenía un cuerpo sexy, sino también una buena cabeza. Siempre había admirado su inteligencia. Tomó el papel. A ver con qué salía.

      - ¿Tú acuerdo prematrimonial? ¿Fuiste a ver a Jergen?

      - No. ¿Para qué? Seguro que lo tienes comprado.

     Ella se puso en pie y metió las manos en los bolsillos. La tela de algodón quedó tirante en la zona del pecho y se le notaban los pezones. Era como un mensaje a su virilidad. Bajó los ojos, pero se encontró con unas piernas  bronceadas y unos tobillos muy finos.

     Pablo podía sentir la electricidad en su sangre. Se puso de pie, irritado.

      - ¿Lo escribiste tú misma?

      - Fui a Atlanta - dijo con calma - y consulté a un abogado que lleva asuntos como éste.

      - Ah - él se había olvidado de lo lista que era. Sonrió con sarcasmo -. Deja que adivine. Le dijiste quién soy...

      - Claro.

      - Y él te dijo: Mi querida señora Cameron, ha tropezado con una mina de oro.

     Lali lo miró indiferente.

      - Lo que él dijo no importa. Solo tienes que ocuparte de lo que yo le dije.

      - Me lo imagino.

      - Lo dudo. Léelo.

     Pablo comenzó a leer. ¿Cuánto le pedía?¿Cien mil? ¿Quinientos mil? Barajó la idea de darle el dinero. Así él podría añadir condiciones. Tanto si calentaba su cama por cinco años, tanto más, por diez... Por fin llegó al único párrafo importante. Nada de términos legales, solo palabras corrientes y muy claras. Pablo Davenport Cameron acordaba realizar todas las funciones de esposa, excepto una. No mantendría relaciones sexuales con su marido. Pablo soltó una carcajada y miró a Lali. Ella estaba lívida, y sus ojos parecían lagos . Pablo comenzó a hablar entre risas.

      - Espero que no te gastaras mucho dinero por los servicios de este abogado. ¿Dónde lo encontraste? ¿En una esquina?

      - Me alegro de que te parezca tan divertido - contestó Lali con un tono gélido -. Es un documento legítimo. De un bufete legal respetable.

      - Y esto, ¿es una broma? - preguntó él, riendo.

      - Es mi concepto de la respetabilidad. Ya sé que tú te crees en posesión de la moral, pero incluso una mujer como yo, que según tú, no tiene sentido de la ética, no se rebaja tanto.

     Las palabras de Lali borraron la sonrisa de Pablo . Su sarcasmo lo había tocado. Pero estaba haciendo lo que debía. Lo sabía.

      - Esto no vale ni el precio del papel - exclamó, lanzando el documento sobre la mesa.

      - Si quieres decir que un tribunal no puede hacerlo valer, probablemente tengas razón.

      - No hay «probablemente» que valga - se abalanzó hacia ella y la agarró por las muñecas. Ella trató de apartarse, pero él no la dejó -. El matrimonio implica sexo, Lali. No puedes esperar que firme un documento que lo niega - soltó una de sus manos y le pasó la suya despacio por la espalda -. El sexo forma parte del matrimonio.

      - No en el nuestro.

      - ¿De verdad esperas que acepte eso?

      - Ella ya no sabía lo que esperaba, no mientras sentía la mano de él recorriendo su espalda y su cuerpo duro y caliente pegado al de ella.

      - Sí - dijo con voz temblorosa -. Lo espero. El nuestro no es más que un matrimonio de conveniencia.
   
   Pablo inclinó la cabeza y aspiró el aroma del cabello de Lali

      - No. No hagas eso - se quejó ella.

      - No estoy haciendo nada - solo tenía la cabeza hundida entre sus cabellos y le rozaba la piel con los labios -. Nada que se pueda llamar sexo.

     ¿No? Si eso no era sexo, era muy parecido. Lali sentía que el corazón le iba a explotar.

      - Lo digo en serio, Pablo . No voy a tener sexo contigo - tenía las mejillas sonrosadas, y los labios entreabiertos. Los ojos le brillaban y temblaba entre sus brazos -. Si insistes en este matrimonio - continuó -será sin intimidad.

     Sin intimidad. Qué frase tan anticuada. Lo extraño era que, en su boca, sonaba bien. Si no supiera lo intrigante que era, la habría creído. Pero su cuerpo, su voz, y hasta la forma de mirarlo, la delataban. Podía decir que no iba a tener sexo con él, pero era sexo lo que deseaba. Lo que necesitaba. Era lo que siempre habían deseado y necesitado el uno del otro.

     Pablo se excitó solo de pensarlo. Y ella respondió. Se le aceleró la respiración, la piel le comenzó a arden. Si él decidía tomarla en esos momentos, ella aceptaría, dijera lo que dijera. Pero no lo haría. Quería tiempo para seducirla despacio, de modo que, por fin, la despojara del poder que ejercía sobre él. Pablo la soltó.

      - Lo firmaré - dijo tranquilo y agarró el documento.

     Al poco rato, habiendo firmado ante testigos ambos acuerdos, se encontraban en un avión privado rumbo a las Vegas. Pablo lo había arreglado todo, incluso el que Alice se quedara a dormir en la casa para cuidar a Peter.

     Horas después estaban ante un altar adornado con flores artificiales mientras un extraño pronunciaba las palabras que la convertirían en esposa de Pablo

viernes, 22 de diciembre de 2017

Capitulo 4, 5 y 6: "Venganza"



Capítulo 4
   
     IR a la casa no entraba en los planes de Pablo

     Había visto a Lali marcharse del bufete del abogado. Iba con la cabeza erguida y caminaba airosa, aunque su rostro estaba gris.

      - Es una situación muy dura - dijo Jergen tras unos instantes.

      - Sí - dijo Pablo con media sonrisa -. Así es la vida.

      - No siento lástima por esa mujer, me entiende, pero quizás debería darle un poco más de tiempo para dejar Cameron House.

     Pablo lo miró como si estuviera loco.

      - ¿Por qué?

      - Pues porque es un preaviso muy corto. Si fuera ante un juez, seguro que le daría treinta días, o tal vez más.

      - Yo no soy juez. Y si ella tiene la mitad de inteligencia que creo, no gastará el poco dinero que le queda en honorarios legales.

      - Estoy de acuerdo, señor, lo que quiero decir es que si se tiene en cuenta...

      - ¿Si se tiene en cuenta qué? - Pablo miró al abogado, que de repente sudaba -. Habla claro, Jergen. No estoy de humor para adivinanzas.

      - Quizás debería haberlo mencionado antes. Tengo obligación de mantener cierta discreción en lo que respecta a la vida privada de mis clientes, pero...

      - ¿Pero qué?

      - Que la señora Cameron no está sola en la casa.

     Se hizo un gran silencio en la sala de reuniones.

      - ¿No lo está? - preguntó Pablo por fin en voz muy queda.

      - No - el abogado buscaba las palabras exactas -. Quiero decir que si estuviera sola, tal vez...

      - Acaba de una vez. ¿Quién vive en esa casa con mi cuñada?

     Jergen respiró hondo y por fin lo soltó:

      - Peter. Y por supuesto, no tendrá dinero para mantenerlo.

     A Pablo le hervía la sangre, y no oyó el resto de lo que el abogado decía. Salió de la sala y bajó las escaleras corriendo, pero cuando llegó abajo, Lali ya se había ido. Tiró la chaqueta dentro del Jaguar y arrancó.

     Su hermano no se había enfriado aún en la tumba y Lali ya se había buscado un amante, lo había instalado en la casa familiar de los Cameron y lo mantenía con dinero de los Cameron.

     Pisó el acelerador, y tocando el claxon se abrió camino entre el tráfico, buscando los atajos por los que antes circulaba en la moto.

     Sentía una rabia cada vez mayor. Ya había visto lo que quería ver: la cara de Lali al enterarse de que sus planes se iban abajo. Pero no le parecía suficiente. No después de lo que Jergen le había cho.

     Su dulce cuñada tenía un hombre. Un amante que vivía en esa maldita casa, dormía en su cama, besándola y acariciando ese cuerpo que tiempo atrás le había ofrecido a él.

      - Diablos - exclamó Pablo -. Tengo que verlo.

     Veinte minutos después, ya veía Cameron House, tan grande y tan fea como él la recordaba. Seguro que Laliya estaría en brazos de su amante, diciéndole que no había herencia. Solo una viuda rica podía permitirse tener un amante y pagar por sus servicios.

     Subió las escaleras del porche de dos en dos y llamó con todas sus fuerzas. Luego dio puñetazos en la puerta gritando:

      - ¡Lali! ¡Lali! - gritó. La puerta seguía cerrada y la casa en silencio. A Pablo , le rechinaban los dientes. No iba a quedarse allí fuera mientras su cuñadita buscaba consuelo en brazos de su amante. Ya iba a abrir la puerta a empujones cuando se acordó de la llave que tiempo atrás solía estar bajo la alfombrilla. La buscó y allí estaba. Abrió la puerta y entró.

     La casa seguía igual que antes, grande, oscura y con unos muebles agobiantes. Pablo podía sentir la rabia en todos los músculos de su cuerpo. Siguió llamando a Lali. Atravesó deprisa toda la planta baja, seguro de que la mujer que buscaba estaría arriba, seguro de que vería algo que no iba a gustarle. Pero esa era de nuevo su casa y no la de ella, y tenía derecho a echar a quien estuviera viviendo con ella. Ella le debía un respeto a la memoria de su hermano y esa era la razón de la furia que corría por sus venas.

     Volvió a llamarla y comenzó a subir las escaleras.

     Entonces, oyó ruido de agua. Alguien estaba bañándose. Abrió de golpe el dormitorio principal, y luego el de Vico, que estaban vacíos. Se dio cuenta de que el ruido provenía de su antiguo dormitorio, y entró. La alcoba estaba casi igual que cuando él la dejó. Los mismos muebles, las mismas cortinas... Solo el olor era distinto. Era el aroma de Lali. Justo en ese momento se abrió la puerta del baño y apareció ella con una bata de algodón ligero que resaltaba la línea de sus senos.Lali, con el pelo húmedo cayéndole por la espalda, Lali con sus piernas elegantes y desnudas, igual que aquella noche en que lo apretaron por la cintura.

      - ¡Lali! - exclamó y, al oírlo, ella se volvió y gritó. El grito y el terror reflejado en su linda cara aumentaron la rabia de Pablo -. ¿Dónde está él? - ella se puso aún más pálida, retrocedió tambaleándose hacia la pared y él cerró la puerta de una patada -. Te he hecho una pregunta. ¿Dónde está él?

      - ¿Quién?

      - Sabes muy bien quién - la empujó a un lado y miró en el cuarto de baño -. Me refiero a Peter - miró dentro del armario. Lo movía el instinto. Furioso, se volvió y la miró echando chispas por los ojos -. Dime dónde está - él sabía que Peter existía. ¡Lo sabía! Era inevitable que lo supiera, pero ella nunca pensó que se pondría tan furioso -. Contéstame, maldita sea. ¿Dónde está?

      - ¿Cómo lo has ... ? - le temblaba la voz -. No lo sé.

     Pablo la recorrió con la mirada y ella se sonrojó. Quería taparse con la toalla, pero no podía permitir que él supiera lo vulnerable que era. «Alice, dondequiera que estés, no vengas aún», pensó.

      - Venga. Puedes hacerlo mejor. Él está aquí. ¿Qué hombre en su sano juicio no estaría esperando verte salir de la ducha?

      - Te digo que no... - Lali tomó aliento. «¿Hombre?», pensó.

      - No me digas que ya se ha ido - Pablo hizo una mueca -. ¿Le dijiste lo del dinero? ¿Sabe que no podrás mantenerte con lo poco que queda y mucho menos mantener a un amante? - ella se dio cuenta de que Pablo no sabía que ella tenía un hijo. Creía que tenía un amante. ¡Un amante! La idea era tan ridícula, que no pudo evitar reírse, histérica, a carcajadas. La cara de Pablo estaba roja de ira. Agarró a Lali por los hombros -. ¿De quién te ríes, de mi hermano o de mí?

      - No me río - balbuceó. Estaba riendo y sollozando a la vez.

      - Maldita seas - rezongó Pablo , la agarró entre sus brazos y la besó.

     Todo había ocurrido tan rápidamente que no había pensado lo que hacía. ¿Por qué la había besado? Ella tenía todo lo que más despreciaba en una mujer. Era una embustera intrigante con la habilidad de conseguir que los hombres hicieran lo que nunca habían pensado hacer.

     Sentía tal rabia y tal furia contra ella que no le importó que ella luchara por zafarse de su abrazo y que apartara la cara para que no la besara. Ella se lo debía por todos los años que la había odiado y la había deseado.

      - Para - le imploró Lali, y él se rió,  y la besó una y otra vez, su boca, dura, sus manos rudas. Entonces, Lali soltó una queja de miedo y desesperación que penetró en el poco corazón que a él le quedaba.

      - Lali- susurró, y el beso se hizo más suave. La boca de Pablo recorrió la de ella con dulzura mientras pronunciaba su nombre una y otra vez, y ella suspiró y le brindó su boca.

     Mil recuerdos lo invadieron. La tibia y sedosa suavidad de su piel. El dulce sabor a miel de su boca, el aroma de su pelo. La sensación de su cuerpo cálido junto al suyo, de sus senos apretados contra su pecho, de las caderas levantadas para que él pudiera penetrarla.

     Ella era la única mujer que él no había olvidado, una mezcla vertiginosa de sensualidad e inocencia. Tenerla de nuevo entre sus brazos, sentir su entrega... hizo que la sangre se le agolpara en lo más íntimo.
     Gimió y hundió la cara en el hombro de ella, junto al cuello. Siempre le había gustado el olor y el sabor de ese lugar. Con solo besarla allí y mordisquearla, ella gemía y suspiraba su nombre.

     Las manos de ella se deslizaron bajo su camisa. Pablo se dio cuenta de que ella temblaba e intentaba negar lo que sentía, pero era demasiado tarde. Él deslizó las manos bajo la bata y le acarició los senos. Qué placer, qué ardor. Le acarició los pezones con los pulgares y ella pronunció su nombre.

      -Pablo .Pablo , por favor …

     Igual que en el pasado... esas palabras lo enardecieron, pero también le recordaron lo intrigante que era ella.

     La soltó de golpe. Lali se tambaleó, abrió los ojos y se quedó mirándolo horrorizada.

      - ¡Cielos! - exclamó Pablo . Se apartó y tomó varias bocanadas de aire. Se le hizo un nudo en el estómago, disgustado de pensar que aún podía causarle tanto efecto.

      - ¡Malnacido! - el puñetazo en la espalda lo pilló por sorpresa. Lali volvió a pegarle y él se dio la vuelta y la agarró por las muñecas, pero antes ella le había arañado un labio. Tenía los ojos llenos de lágrimas y le temblaba la boca. Trató de zafarse y levantar la rodilla, pero él la empujó y cayó sobre la cama -. ¡Sal de mi casa! ¿Estás sordo? ¡Vete!

      - Te estás repitiendo - dijo Pablo con frialdad mientras se limpiaba la sangre del labio.

      - ¡Y tú aún estás aquí!

      - Lali, quizás no entendiste lo que Sam Jergen dijo. Esta casa es mía. Piénsalo. No puedes echar a un hombre de su propiedad.

      - La casa es mía - ella lo miró a los ojos -. Yo vivo aquí. He vivido aquí desde hace nueve años.

      - ¿Y? ¿Crees que eso te da algún derecho? - Pablo se cruzó de brazos -. Mi hermano hizo testamento. Me dejó la casa a mí. Final de la historia.

      - Tu hermano era mi marido. Dijo que me dejaría dinero, pero no quedó nada. Vivo aquí y tú no. La tenencia es lo que cuenta. ¡Ese es el final de la historia!

      - ¿Es eso lo que tu amante te ha dicho?

     Se puso pálida.

      - No necesito a nadie para distinguir el bien del mal.

      - El miércoles - puntualizó Pablo -, o estás fuera de aquí a las nueve de la mañana, o...

      - ¿O qué? ¿Vas a pedirle al sheriff que me desaloje? - esbozó una sonrisa de hielo y agarró el teléfono -. ¿Qué te parece si le pido que te eche a ti?

      - Nadie puede echarme. Ya te lo he dicho. Esta casa es...

      - Tuya. Y tal vez lo sea cuando yo esté dispuesta a irme. Hasta entonces, yo soy quien vive aquí. Y eso te convierte en un intruso. Te doy la última oportunidad,Pablo . O te vas por propia iniciativa, o esperas a que venga el sheriff. Estoy segura de que estará encantado de cumplir con su deber cívico y arrestarte por allanamiento, o por forzar la puerta y entrar, o como se diga.

      - Adelante... - Pablo , hablaba con exagerada cortesía -. Llama al sheriff. Estoy seguro de que te ayudará encantado.

     Pablo sabía que no iba a hacerlo. Y Lali también. El sheriff no tenía mejor opinión de ella que el resto de la gente de la ciudad. Pero los hechos eran los hechos, que Pablo había forzado la puerta y había entrado y que parecía tan peligroso e impresentable como cuando se fue de Liberty.

     «Peligroso, sí, pero no impresentable», pensó Lali. La verdad era que estaba guapísimo y excitante, la fantasía de cualquier mujer hecha realidad. Incluso la de ella
.
     Y lo peor era que la había tomado en sus brazos, como en todos esos sueños que todavía tenía. A veces, se despertaba con el cuerpo ansioso por sentir sus manos sobre la piel. Soñaba con sus dedos ásperos acariciándola los senos y los muslos. El recuerdo de aquella noche que hicieron el amor formaba parte de ella. La dureza del cuerpo de CPablo . El calor de sus ojos y la emoción de saber que ella era la causa.

     Llai se volvió de espaldas y manoseó el teléfono. Estaba nerviosa y no podía acordarse del número del sheriff. Todo porque él la había asustado, la había puesto furiosa y le había hecho recordar cosas que durante años había intentado olvidar.

     ¿Cómo? ¿Cómo había conseguido que ella quisiera derretirse junto a él y dejarse hacer lo mismo que aquella maravillosa noche junto al lago?

      - ¿Qué pasa, Lali? - ella alzó la cara. El la miraba con una intensidad que la hacía estremecer, como si supiera lo que ella estaba pensando. Cuelga el teléfono - su voz era suave, casi un ronroneo. Lali le volvió la espalda. No quería sentir su mirada -. Te he dicho que cuelgues - la agarró por la cintura. Ella resopló y se lanzó contra él.

      - ¡No te atrevas a tocarme!

      - ¿Por qué no? - sonrió -. ¿Sabes? Creía que hace un rato estabas actuando. Tal vez me equivoqué. Tal vez el problema sea algo más complicado.

      - El problema será complicado para ti en cuanto llame al sheriff.

      - El problema es que tal vez yo te atraigo demasiado.

     Ella parpadeó. Su tono era tan seguro, que Lali quiso reírse, pero no lo hizo por si volvía a besarla. Le sonrió.

      - Me sorprende que quepamos en la habitación, tú, yo y toda tu vanidad.

      - Tengo razón, ¿verdad? - se le acercó. Ella intentó apartarse, pero la mesilla se lo impidió -. Te gusta el sexo. Siempre te gustó.

      - Voy a llamar al sheriff.

      - Hazlo. Pero tal vez debas pensar lo que vas a decirle.

      - Le diré la verdad. Que forzaste la entrada a mi casa.

      - Departamento del sheriff - contestó una voz
.
      - ¿De veras? - Pablo sonrió con ironía, mientras sacaba del bolsillo una llave y se la mostraba. Era igual a la suya -. Me parece difícil acusar a un hombre de forzar la puerta cuando la ha abierto con una llave.

      - Departamento del sheriff - repitió la voz -. Señorita, ¿necesita ayuda?

      - No - dijo -. Lo siento, me he equivocado al marcar - dejó el teléfono en su sitio -. De acuerdo. Me has convencido. Ésta es tu casa y yo no debería estar aquí.

      - Claro que no. Nunca debiste, y desde luego, no deberías estar aquí con tu último...

     La puerta se abrió y ambos se sobresaltaron. Lali sintió que se le doblaban las rodillas. «No, por favor, no», pensó.

      - ¿Mami? - Peter entró en la alcoba -. Mira lo que Alice me ha comprado... Oh. ¿Quién es ese?- preguntó.
     Lali se forzó a sonreír.

      - Peter, cariño. Ven y saluda a... tu tío.

   
Capítulo 5
   
     Lali había temido ese momento durante meses después del nacimiento de su bebé. Pero con el tiempo había conseguido estar tranquila. Hasta que entró en el despacho de Sam Jergen y entonces le entró pavor.

     Sabía que iba a ser difícil esconderle a Pablo la existencia de Peter. Tarde o temprano, alguien diría algo que lo haría sospechar. Y alguien lo hizo. Posiblemente, Jergen. Y Pablo había creído que era su amante.

     Pablo y su hijo se miraban sorprendidos. Sus expresiones eran idénticas. Dos pares de ojos verdes y grandes. Dos barbillas con hoyuelo. Dos bocas carnosas. Peter una miniatura de Pablo , de su padre.

     No. No debía pensar así. Vico era el padre de Peter. Pablo pertenecía al pasado.

     Peter fue el primero en reaccionar.

      - Mami, ¿de verdad que es mi tío?

      - Sí, cariño - dijo con fingida alegría -.  Es tu tío
.
     Peter no sabía qué pensar. Pablo tampoco, y no le quitaba los ojos de encima.

     ¿Qué estaba pensando? ¿Qué veía?

     «Que no vea la verdad. Por favor, la verdad, no», pensó Lali

      - Es igualito a Pablo - había dicho Vico en el primer cumpleaños.

      - ¿Por qué nunca me dijiste que tenía un tío?

     Lali carraspeó.

      - No sé... no se me ocurrió.

      - No - la voz de Pablo era como el hielo -. Supongo que nunca se te ocurrió - Pablo fue hacia la puerta y por un momento Lali pensó que iba a marcharse sin hacer caso del niño, pero no hubo suerte. Se detuvo ante él -. Hola.

      - Hola - contestó Peter con timidez. Pablo se agachó y le tendió la mano. - Me llamo Pablo -Peter dudó, y luego le dio la suya. - ¿Qué edad tienes, Pete?

      - Es Peter - dijo Lali -. Su nombre es...

      - Es Peter, pero algunos niños me llaman Pete.

     La mentirijilla casi le rompe el corazón a Lali. No había otros niños.

      - Entonces, Pete. ¿Cuántos años tienes?

     Lali quería agarrar a su hijo y salir corriendo.

      - Seis.

      - Seis- Pablo repitió, soltando la mano del niño. Ya todo tenía sentido. No había entendido bien a Sam Jergen. Creía que Lali había fingido estar embarazada, pero en realidad lo estaba. Y Vic no iba a abandonar a su propio hijo. Vico había hecho lo que debía -. Seis- volvió a repetir con voz suave, pero con furia reprimida.

      - Sí. ¿Y tú cuántos tienes? - le preguntó el niño.

     Pablo respiró hondo para reprimirse. Solo la mitad de los genes del niño era Davenport. La otra mitad era Cameron, la sangre de Vico

      - Solo unos pocos más que tú - dijo sonriendo con furia contenida. Mientras él aún estaba ansiando acariciar a Lali, ella ya llevaba el hijo de Vico

      - ¿Y cómo es que no sabía nada de ti? - preguntó Peter.

      - Una buena pregunta, Lali

      - Es bonito tener sorpresas de vez en cuando, ¿No crees, Peter? - dijo Lali

     Pablo se puso de pie y respiró hondo.

      - Mira,Pablo , estoy segura de que tienes... preguntas, pero...

      - ¿Yo? ¿Preguntas? - Pablo hizo una mueca -. Ni una. ¿Por qué iba a tener preguntas si cualquiera con dos dedos de frente puede saber las respuestas - sus ojos la desnudaron -. Le pedí a Vico que cuidara de ti - le dijo -. Tenía que haberle dicho que se cuidara él.

      - ¿Le dijiste que me cuidara? - Lali soltó una carcajada amarga -. Vamos, no hace falta que mintamos después de tantos años. Yo fui en lo último en lo que pensaste, después de aquella noche.

      - ¿Qué noche?

     Lali contuvo la respiración. Peter la estaba mirando. Se agachó y, aunque ya era algo grande, lo alzó para abrazarlo.

      - Eh, ¿sabes qué?

      - Bájame, mami - Peter parecía avergonzado -. Ya no soy un bebé.

      - Enseguida, pero déjame darte un buen abrazo. - dejó al niño en el suelo, le alborotó el pelo, y le sonrió -. Acabo de acordarme de que no te traje la hamburguesa que te prometí. ¿Por qué no vamos a la ciudad y...
      - Quizás debas vestirte primero - dijo Pablo en voz baja.

     Ella lo miró y se controló para no darle el gusto de verla sonrojarse.

      - Me pondré unos vaqueros y una camiseta - la voz dulce para Peter y la mirada de hielo para Pablo -, y nos vamos a la ciudad.

      - Ya me comí una hamburguesa - Alice me la compró.

      - Entonces nos tomaremos un helado.

      - Mami, no puedo tomarme un helado antes de la cena. Tú siempre dices eso.

      - ¿Sí? - Lali miró al reloj. Tenía razón. Bueno... - Pablo no mostraba intención de marcharse -, pues de todos modos podemos ir a la ciudad a comprar pollo frito y alquilar un vídeo. Y podemos cenar mientras lo vemos.

      - Me parece divertido - dijo Peter y le sonrió a Pablo -. ¿Sabes una cosa? Cuando me desperté esta mañana no tenía un tío.

     Pablo sonrió a su hijo.

      - Bueno, yo tampoco tenía un sobrino. Estamos en paz.

      - ¿Eres hermano de mi mamá, o de mi papá? Eso es lo que son los tíos, ¿no?

      - Peter, ¿por qué no te lavas un poco para que podamos ... ?

      - Eso es lo que son, Pete. Soy hermano de tu papá.

      - Ah... - se puso serio -. Mi papá está muerto. ¿Lo sabías?

      - Sí. Sí, lo sabía.

      - ¿Y por eso has venido? ¿Porque mi papá está muerto y ahora vas a cuidamos a mami y a mí?

      - ¡Peter! - Lali se dio cuenta de que su tono era duro. El hombre y el niño la miraron, el hijo, sorprendido, y Pablo con rabia contenida. No podían continuar así -. Peter, ya sabes que no es de buena educación hacer tantas preguntas.

      - Puede que no a un extraño - el tono de Pablo era cortante -, pero yo no lo soy, Lali. Somos de la misma sangre, aunque tal vez hubieras preferido que yo no lo supiera.

      - Por favor - lo miró implorante -, no hablemos de eso ahora.

      - No. No hablemos - se puso tenso -. Pero te prometo que hablaremos de ello.

      - ¿Hablar de qué? - preguntó Peter -. Si tú vas a quedarte aquí y..

      - Peter - dijo Lali con una sonrisa forzada -, ¿no quieres que vayamos a buscar el vídeo?

      - Claro - contestó, mirando a Pablo -. ¿Tengo que llamarte «Pablo », o «tío Pablo »?

      - Llámame Pablo

      - Bueno - dijo Lali-, ¿no es estupendo que sen hayan conocido?.Pablo , no queremos entretenerte más. Sé que estabas a punto de irte cuando...

      - Sí - repuso Pablo muy despacio -. Así es. Por muy extraño que les parezca, iba precisamente a la ciudad a ver si todavía existe la antigua tienda de pollo frito en Main Street. Por los planes que tenian para esta noche, deduzco que sí.

      - Sí. Así es. Pero...

      - ¿No es coincidencia? Había pensado en comprar algo de pollo y traerlo para que cenáramos juntos. ¿Qué te parece la idea, Peter?

      - No - espetó Lali -. Quiero decir, gracias, pero no queremos molestarle.

      - No es molestia - contestó con los ojos fijos en los de ella -. Después de todo,Lali, somos familia.

      - Somos familia, mami.

     Lali quería gritar.

      - Me encantaría decir que sí - mintió -, pero... pero, es demasiado pronto para cenar.

      - Venga, Lali- dijo Pablo con aparente dulzura -. Intenta por una vez relajarte.

     Ella lo miró, sabiendo que la trampa se cerraba alrededor de ella y no podía hacer nada para evitarlo.

      - Solo es... - hizo una pausa - pollo frito y un vídeo infantil. Te... te aburrirás.

     Pablo sonrió y de nuevo la desnudó con los ojos.

      - Nada tuyo podría aburrir a un hombre.

     Lali sintió que se le encendían las mejillas.

      - Bueno - dijo con tono cortante y frío -. Como quieras. Ve a la ciudad, compra pollo y alquila un vídeo. Si insistes en pasar aquí la tarde, yo no puedo detenerte, a menos que ponga el cerrojo - se contuvo y fingió una sonrisa -. Peter y yo te estaremos esperando.

      - Tú estarás esperando -Pablo puso la mano en el hombro del niño -, porque Pete y yo nos vamos a la ciudad.

      - ¡No!

      - Tendrás que enseñarme dónde está la tienda de vídeos - dijo Pablo ignorando a Lali-. Cuando yo vivía aquí, no había ninguna.

      - Está al lado de la tienda de pollo frito - dijo Peter, saltando de la emoción -. Lo que hacemos es pedir el pollo y luego...

      - ¿Están sordos los dos? Dije que no.

     Los dos se volvieron a mirarla. En lugar de sentir pánico, estaba furiosa. ¿Cómo se atrevía Pablo Cameron a irrumpir en su vida y tomar el control? Decidió que no iba a permitirlo y, cuanto antes él lo supiera, mejor.

      - Mi hijo se queda aquí conmigo -Lali dio un paso adelante, puso las manos sobre los hombros de Peter y lo apartó de Pablo -. No pienso dejarlo ir a ninguna parte contigo. ¿Crees que estoy loca? Mi hijo no va... «no va a ser como tú», estuvo a punto de decir, pero se contuvo a tiempo y dijo lo primero que se le pasó por la cabeza -. Mi hijo no va a ir montado en la parte de atrás de una motocicleta.

      - ¡Qué bien! ¡Una motocicleta! - dijo Peter, lleno de admiración -. ¿Tienes una moto? ¿Dónde? No la he visto. Solo vi un coche negro y largo. Uno que tiene un gato pintado.

     Pablo se rió.

      - Eres muy observador, ¿lo sabías? - miró a Lali-. Es un Jaguar, nuevecito, con todos los cinturones de seguridad y alarmas posibles. ¿Decepcionante, verdad?

     «Atrapada otra vez», pensó Lali

      - Mami... ¿Puedo ir con Pablo ? Di que sí, mami, por favor.

     Quería decir que no. Decirle a Pablo que la casa aún le pertenecía y que quería que se marchara de inmediato. Pero él no iba a hacerle caso. Y estaba Peter, con la cara radiante de emoción. Era la primera vez en varias semanas que parecía feliz.

      - Bueno - concedió, aceptando la derrota -. Puedes ir - estiró los brazos para agarrar a su hijo y darle un beso -. Te quiero - le susurró.

      - Yo también - contestó Peter, pero con la impaciencia de un niño que está a punto de emprender una gran aventura. Se zafó de los brazos de Lali y le sonrió a Pablo -. Podemos ir por las cosas y que mami se vista mientras estemos fuera.

     Pablo la miró detenidamente de arriba a abajo y ella se sonrojó.

      - De la boca de los niños... - dijo en tono amable y la miró a los ojos -. ¿Sabes, Lali? Se me acaba de ocurrir. ¿Sospechabas que vendría a visitarte? ¿Te llamó Jergen, y te avisó de que tal vez vendría aquí? - su sonrisa se heló - ¿Y por eso te vestiste así a propósito?

      - ¿Qué quiere decir a propósito? - preguntó Peter - Es algo que dicen los mayores - contestó Pablo  -. Significa que alguien hace algo aposta.

     Pablo sonrió a Lali y luego le dio la mano a Peter.

     Y el niño que ella tanto quería y el hombre al que odiaba se fueron sin más.

     El viaje a la ciudad debía haber durado media hora. Transcurridas dos horas, Lali estaba frenética. ¿Dónde estaba su hijo? ¿Dónde estaba Pablo ? ¿Por qué había dejado que la intimidara? Él era un chico malo, la oveja negra que siempre volvía. Tenía el mismo aspecto peligroso e inestable que cuando tenía dieciocho años.
     Y el Jaguar.. El Jaguar no la impresionaba. Ya no era una adolescente.

     Pablo solo había vuelto para reclamar la herencia de Vico. Había descubierto que tenía un hijo y también lo reclamaba. Y ella, ¿qué había hecho? Dejarlo salirse con la suya, como años atrás.

     Lo que Pablo quería,Pablo lo conseguía. Por lo que fuera, quería impresionar a Peter. Ella había dejado que la manipulara y él se había ganado a su hijo ofreciéndole pollo grasiento, un estúpido vídeo y un paseo en un coche que seguramente habría alquilado. Sonó el teléfono.

      - ¿Dónde diablos están? - exigió.

      - Vaya sentido de la hospitalidad - contestó Pablo riendo.

      - Y vaya sentido de la responsabilidad. ¿Tienes idea del tiempo que lleván fuera?

      - Un poco más de lo que pensábamos, supongo.

      - ¿Supones? - podía oír el tono histérico de su propia voz y tomó aliento -. Te he hecho una pregunta. ¿Dónde están?

      - ¿Dónde estamos, Pete?

     No podía entender lo que Peter decía, pero oía su voz infantil muy excitada. ¿Y todo por qué? Por un poco de atención que le prodigaba el mismo hombre que lo había dejado plantado cuando aún estaba en el vientre materno y nunca había vuelto la vista atrás.

      - Pablo

      - Sí, te he oído. Pete dice...

      - Se llama Peter.

      - Sí, ya me lo dijiste. Estarnos en North Road, tal vez a dos millas de...

      - Ya sé dónde está North Road.

      - Pues yo no lo sabía. Es una calle nueva. Pete me llevó a hacer un tour. La ciudad ha cambiado mucho desde que la vi por última vez.

      - La ciudad no es lo único que ha cambiado. Ya no puedes pisotearme - intentaba mantenerse bajo control -. ¡Trae a mi hijo a casa de inmediato!

     Lali colgó con brusquedad.

     Cuando media hora después, sonó el timbre, estaba preparada. O al menos así lo creía. Pero no lo estaba para ver a su hijito agarrado de la mano de Pablo con cara de felicidad y de adoración. Idéntico a su padre.

      - Peter - dijo Lali-. Ve a tu habitación.

      - Pero el pollo está caliente

      - Ve a tu habitación, Peter.

      - Alquilamos Aladino - respondió - ¿Verdad, Pablo ? Porque Pablo no la había visto.

      - Podras verla más tarde - clavó los ojos en Pablo - Pablo dijo que había leído el libro cuando era un niño como yo. Pablo dijo...

      - Me importa un pimiento... - respiró hondo un par de veces -. Peter, si quieres ver el vídeo, ve a tu habitación ahora. Si no, no te dejaré verlo.

     A Peter se le saltaron las lágrimas. - No es justo. Tú dijiste...

      - Hey - Pablo se agachó, le puso la mano en el hombro y le sonrió -. Tu mamá está disgustada, Petey -
«Petey», pensó Lali. Había pasado de Peter a Pete y a Petey en un abrir y cerrar de ojos -. Tu mamá está disgustada conmigo y no contigo - se puso de pie y la miró con ojos de hielo -. ¿No es verdad,Lali?

      - Sí - contestó Lali, enojada consigo misma -. Sí - repitió con dulzura -. Esto no tiene nada que ver contigo, cariño.

      - Entonces podemos...

      - No - su voz era dura, pero la suavizó con una sonrisa -.Pablo y yo tenemos que hablar. Cosas de mayores, Peter. Y tú te aburrirías. Mira, déjalo todo aquí,Pablo y yo tendremos nuestra charla y, dentro de un ratito, puedes bajar y veremos la película juntos.

      - ¿Los tres?

      - Peter - Lali tomó aire -. Haz lo que te digo.

     El chico miró a Pablo

      - Venga, campeón - le dijo Pablo -. Te veré más tarde.

      - ¿Lo prometes?

      - Sí, lo prometo - el niño dudó, dio un paso adelante y se abrazó a las piernas del hombre que creía era su tío. El gesto del niño sorprendió a Pablo , pero se sorprendió aún más de su propia reacción: se le había hecho un nudo en la garganta. Nunca se había fijado mucho en los niños. Estaban por todas partes, pero no tomaban parte de su mundo. Lo sorprendía que ese niño le hubiera llegado tan rápidamente al corazón. Era sangre de Vico. Era su sobrino. Y si se hubiera quedado en Liberty, si no hubiera tenido que huir para proteger la reputación de Lali, podría haber sido su hijo. Si se hubiera quedado, si le hubiera dicho a Lali que se casara con él, si ella hubiera aceptado… -. No te preocupes. Ahora haz caso. Cuanto antes tu madre y yo tengamos nuestra charla, antes podremos hincarle el diente a ese pollo.

      - ¿De verdad?

      - Dame una oportunidad, campeón. ¿Crees que desperdiciaría la ocasión de pelearme contigo por comerme esas alitas tan crujientes? - Peter se rió, y salió corriendo escaleras arriba. Lali lo miraba y, cuando oyó que cerraba la puerta de su habitación, se volvió hacia Pablo

      - En la biblioteca - dijo con frialdad y se encaminó por el pasillo.

      - Sí, señora - murmuró y la siguió.

     Todo estaba igual en la biblioteca. Las mismas cortinas de damasco, los mismos muebles de cuero. LAli se sentó en una butaca y Pablo en el sofá, estirando la piernas. Llevaba la camisa arremangada y Lali trató de no fijarse en la protuberancia de sus bíceps.

      - No deberías haberlo hecho.

      - ¿Hacer qué? - su tono era de pura inocencia -. Incluso mi padre me dejaba sentar aquí,Lali. ¿O estás intentando decirme que me siente erguido, junte las piernas y ponga las manos sobre el regazo como él lo habría hecho? - sonrió irónico -. Si es eso, vas a llevarte una decepción.

      - Sabes lo que quiero decir. Decirle todas esas mentiras a Peter.

      - No soy un mentiroso.

      - Claro que lo eres. A mí me mentiste hace muchos años, y ahora le mientes a mi hijo.

     -Lo que pasó entre tú y yo no tiene nada que ver con esto. Al chico nunca le mentiría.
     Lali se puso en pie.

      - ¿Y cómo llamarías a las promesas que le hiciste? Que vas a estar aquí cuando vuelva a bajar.. que vas a cenar aquí y que vas a ver una película infantil con él - se sorprendía de su propia ira. Ella sí era tonta. Y por eso estaba mirando al hombre que odiaba y pensaba que era muy atractivo. Y se excitaba solo de mirarlo -. Tienes que irte - susurró -. Tienes que irte antes de que causes un daño mayor,Pablo. Antes de que hagas más promesas que no piensas cumplir.

     Él se puso de pie.

      - Ya te dije que esto no tiene nada que ver con nosotros.

      - Sí que tiene que ver. Todo. Te conozco. Sé cómo eres realmente debajo de ese... encanto - tenía un nudo en la garganta. Tragó saliva y continuó -. Peter es un niño. Está en una edad en que cree todo lo que le dicen. ¿Puedes entenderlo?

      - Tú eres la que no entiendes, Lali- se acercó despacio a ella sin dejar de mirarla -. Yo no le mentí.

      - Le dijiste que te quedarías a cenar.

      - Y me quedaré.

      - Y que verías la película con él.

      - Eso también lo haré.

      - Pablo , sé razonable. Aunque te deje quedarte esta noche...

      - ¿Si me dejas? - su rostro se ofuscó -. Pareces olvidarte, de que esta es mi casa. Si quiero quedarme para la cena, si quiero quedarme hasta el próximo siglo, tengo derecho a hacerlo.

      - No puedes. Ningún juez...

      - Ah... Así que esa es la cuestión. Crees que el compartir el techo conmigo, incluso durante unas horas, puede quitarte la razón legal.

      - No, claro que no. Nunca pensé...

      - Eso es. Nunca lo pensaste. Ni una sola vez - hizo una mueca, sacó las manos de los bolsillos y la agarró por los brazos -. ¿No lo pensaste cuando sedujiste a mi hermano, ni cuando te hacía el amor?

     Lalise zafó de un tirón.

      - Sal de aquí. ¡Sal de mi casa! - su voz temblaba mientras le señalaba la puerta - ¡Vete!

     Los dos se miraron. Solo se oía la respiración de Lali y el tictac del reloj sobre la chimenea.

      - Escúchame - le dijo en voz baja -, y escúchame bien. Esta casa es mía.

      - No lo es. Yo vivo aquí y...

      - Tú vives aquí, pero yo soy el dueño. Quizás, si te concentras, podrás ver la diferencia.

      - Pablo ,Pablo , yo... yo...

      - ¿Tú qué? ¿Vas a buscar un abogado y vas a luchar contra mí? ¿Con qué vas a pagar los honorarios, eh?

      - Esa es... - se estremeció - Esa es la cuestión. No tengo dinero. Y sé bien que eso a ti no te importa...

      - Acertaste. No me importa.

      - Pero está mi hijo...

     Querrás decir, el hijo de Vico

      - Sí, el hijo de Vico- alzó la vista implorando -. Peter es solo un niño. No tiene nada que ver con todo esto.

     Pablo se cruzó de brazos con indiferencia.

      - Sigue...

     Tenía que seguir. No tenía elección. Pablo iba ganando. ¿Qué importaba el orgullo?

      - No es que yo quiera quedarme en esta casa. Él sonrió.

      - Mejor, porque no vas a quedarte.

      - Ya había hecho planes para irme de Liberty. Para empezar de cero en otro lugar donde nadie nos conozca.

      - Muy bien. Otro lugar en donde encuentres un idiota que no sepa que mantuviste a mi hermano fuera de tu cama.

      - Tú no sabes nada de mi relación con Vico

      - ¿Ah, no?

     Se acercó a ella y, al ver su expresión, Lali retrocedió.

      - No. No sabes nada. Yo amaba a Vico

      - Tú no sabes el significado de esa palabra.

      - Lo amaba y los dos queríamos a Peter y...

      - ¡Mantén al niño al margen de esto!

      - No puedo hacerlo. Peter es la razón por la que quiero irme de Liberty. Solo necesito un poco de tiempo para retomar las riendas de mi vida. Buscaré un trabajo en Atlanta.

     Pablo se rió.

      - Las mujeres con tu talento no encuentran trabajos, sino a idiotas que las mantengan.

      - Encontraré un trabajo. Ahorraré un poco de dinero, y me mudaré.

      - Eso ya puedes hacerlo. Mudarte, quiero decir.

      - Acabo de decírtelo. No puedo. Necesito dinero.

     Se quedó perpleja cuando Pablo la agarró y la atrajo junto a él.

      - Lo que necesitas - dijo con brusquedad - es un hombre.

      - No. No...

     Pablo la besó en la boca con furia y pasión reprimida durante mucho tiempo. Lali protestó e intentó zafarse, pero él la aprisionó mientras le introducía la lengua entre los labios probando de nuevo un sabor que nunca había olvidado. Y de repente, el tiempo retrocedió. Volvía a tener dieciocho años y ella era su chica. Y estaba entre sus brazos, devolviéndole el beso y con el cuerpo estirado para acomodarse al de él. Compartiendo suspiros. Ella era suya, y era todo lo que siempre había deseado...

     Pablo la apartó de golpe y se limpió la boca con la mano. Vio que ella abría los ojos confundida, y por un instante pensó que ella estaba tan impresionada como él por el poder de ese beso hambriento.
     Respiró un par de veces y volvió a la realidad.

      - No funcionará - murmuró -. Yo sé lo que eres. Ya no soy un muchacho,Lali, y también sé que no soy como mi hermano.

      - No - la voz de Lali temblaba. Soltó una leve risa y se secó las lágrimas -. No lo eres.

      - Dile al niño que lo siento, pero que he tenido que irme.

      - Claro.

      - Dile que no tenía intención de romper mi promesa.

      - No - el tono de Lali tenía un punto irónico -. Claro que no.

     Pablo fue hacia la puerta, comenzó a abrirla y miró a Lali

      - ¿A qué hora se va a dormir?

      - A las nueve. Pero no veo...

      - Dile que hoy puede quedarse un poco más - miró su reloj -. Si puede aguantar, cenaremos dentro de dos horas y podemos ver la cinta.

      - ¿De qué me estás hablando? Creía que habíamos acordado...

      - ¿No te has enterado aún? Yo soy el que pone las reglas. Tú no tienes ocasión de estar de acuerdo en nada.

     Pablo salió al vestíbulo. Ella corrió tras él, llamándolo y pidiéndole que le aclarara lo que había dicho.
     Pero acabó parada en el porche, mirando el polvo que levantaba el Jaguar al arrancar.


Capítulo 6
   
     Pablo siempre conducía rápido. A veces, demasiado rápido. Cuando era muchacho, en Liberty, su Harley volaba por las carreteras de tierra.

     Ve más despacio o uno de estos días vas a desaparecer - le decía Vico. Y Pablo sonreía diciéndole que no se preocupara, que nunca haría nada de lo que su padre le predijera.

     Las predicciones de su padre no se habían cumplido. Vico tenía que haber sido rico y próspero. Él tenía que verse pobre y hundido. Por el contrario, había conseguido amasar una fortuna y su hermano Vico había muerto sin un centavo, estrellándose en una carretera.

     La ironía era difícil de creer. La vida había llevado a los hermanos Cameron en dos direcciones opuestas y la culpa había sido de una mujer. Si Vico no se hubiera casado con Lali , o si Lali hubiera sido una esposa como es debido, Vico no se habría estrellado en la carretera de Atlanta. Tampoco habría invertido todo su dinero en la Bolsa. Debía resultar caro mantener a una mujer como Lali. Aunque no lo parecía, pues ella no llevaba joyas, excepto la alianza. Pero seguro que había conseguido sacarle mucho más a Vico. La dulce e inocente Lali Davenport había resultado ser una oportunista.

     El nombre, la casa...

     El hijo que su hermano había sembrado en su vientre.

     No quería pensar en eso. En Lali  y Vico haciendo el amor. En cualquier otro hombre acariciándola, saboreando su boca, respirando su fragancia. Los años lo habían hecho mucho más sensato. El amor era solo deseo. Y él todavía la deseaba. Estaba más hermosa que nunca, era más atractiva, y más traicionera.
     ¿Por qué había querido mantener en secreto la existencia de Peter? No tenía sentido. El crío era su carta comodín. Lali sabía que él no dudaría en echarla de la casa, pero que no iba a echar al hijo de su hermano.
     Pablo condujo más deprisa.

     El día antes a esa hora estaba en Nueva York tomando copas con su banquero. Liberty, Georgia y todo lo que había dejado atrás parecían cosas de otro planeta. Y si les dedicó un minuto fue para sentir haber faltado al funeral de Vico y para anticipar el placer de fastidiar a Lali, negándole todo lo que le había costado tanto conseguir.

     Pero el juego había cambiado. Ya no se trataba de lo que había sucedido años atrás, sino del futuro. El futuro de Peter.Vico había dejado a su hijo sin un centavo y el único talento de su viuda era manipular a los hombres en beneficio propio. No hacía falta mucha imaginación para saber lo que le esperaba al niño.
     Pablo detuvo el Jaguar a un lado de la carretera. Estaba anocheciendo y se oía el canto de los pájaros. Las estrellas brillaban como luciérnagas.

     No estaba bien. Un niño no tenía por qué pagar por los errores de sus padres ni por sus debilidades ni por la muerte de uno de ellos. ¿Acaso él no lo sabía mejor que nadie? Peter era inocente. Los niños siempre lo eran y siempre acababan pagando el precio más alto.

     Ya era noche cerrada. Le había dicho a LAli que volvería en un par de horas. Tenía que aclarar sus ideas y hacer planes.

     Después de un buen rato, Pablo arrancó el coche y volvió a la ciudad.Había refrescado mucho.
     LAli estaba sentada sobre un cojín en el suelo delante de la chimenea. Se había cambiado y llevaba vaqueros y un suéter. La sala estaba caldeada, pero ella sentía frío en el alma. Había sido un día largo y horrible.

     Todos sus planes y esperanzas de comenzar una vida nueva para Peter habían fracasado. No podía culpar a Vico. No era su intención dejarlos sin nada. Habían hablado mucho sobre el futuro de Peter. Un colegio privado, una buena universidad...

     A ella le gustaba pensar que la vida de Peter sería diferente a la suya. Que no conocería la pobreza y la incertidumbre.

     No sabía cómo decirle a Peter lo que le esperaba. Que no tenían dinero, ni casa. Él solo era un crío y no entendía el odio que podía consumir a los adultos, ni el daño que eran capaces de hacerse.

     ¿Acaso los habría oído gritarse? Era casi seguro que sí, porque al poco rato de que Pablo se fuera, había bajado.

      - ¿Mami? - dijo -. ¿Dónde está Pablo ?

      - Pablo tuvo que irse, cariño. Se había olvidado de una cita de negocios.

      - ¿Se ha ido? - preguntó Peter.

      - Sí.

      - Oh... - fue todo lo que exclamó, pero le temblaban los labios y a Lali casi se le partió el corazón.

      - Ven aquí. Dame un abrazo.

      - No, gracias.

     Solo quiso comer un sándwich y un vaso de leche y se fue a la cama sin decir nada más.

     Lali se quedó, delante del fuego pensando que Peter lo superaría, porque ella haría todo lo posible. Harían algo especial. Lo llevaría al parque de atracciones aunque fuera caro. Pero luego, ¿cómo iba a arreglárselas sin dinero? Tenía que quedarse en la casa hasta que un juez la obligara a marcharse.
     Lo que necesitaba era un buen abogado para enfrentarse a Sam Jergen y a su cliente, y eso no iba a ser fácil. Había llamado a alguno, pero las habladurías corrían muy rápido por Liberty. Todo el mundo sabía que Pablo había vuelto, que Vico le había dejado la casa, y que a ella la había dejado sin blanca. El primero le dijo que no tenía tiempo libre, el segundo le preguntó sin rodeos que cómo esperaba pagarle. El tercero le dijo:
      - No puede permitirse mis honorarios. Además, aunque pudiera, ¿de qué iba a servir? Litigar contra su cuñado sería una pérdida de tiempo. No puede ganar. No contra él.

      - ¿Por qué? - le preguntó Lali

     Al abogado eso le pareció muy divertido porque soltó una carcajada y le colgó. Pero había otros abogados. Ya encontraría alguno.

     Tenía sueño, pero siguió junto al fuego. Estaba tan cansada, que se quedó dormida en el suelo.
     Soñó que alguien sollozaba con desesperación. Se oía una voz de mujer que decía:

      - ¿Por qué me abandonó? Yo lo amaba tanto... Lo amaba de todo corazón.

     Lali se acercaba a la mujer y le preguntaba:

    - ¿Quién eres? ¿Por qué lloras por un hombre que nunca te amó?

      - No lo sé - contestaba ella, y en la distancia comenzó a doblar una campana -. No lo sé - repitió la mujer alzando la cara y Lali vio que era su propia cara, sus ojos, su propia tristeza...

     Asustada, se despertó con el corazón acelerado. El fuego se había apagado y la sala estaba fría y oscura. A lo lejos, se oía sonar el timbre de la puerta.

     Lali se puso en pie de un salto y encendió la lámpara más cercana. Eran las nueve. ¿Quién sería tan tarde? Salió deprisa a abrir para que el ruido no despertara a Peter, pero cuando llegó a la puerta, ésta se abría.
      - Llamé al timbre - dijo Pablo dando un paso al frente.

      - Llamaste al timbre, pero yo no abrí la puerta con suficiente rapidez para tu gusto, por lo que entraste sin más - Lali se había asustado, pero su enfado era por verlo y también por el sueño -. Es la segunda vez que entras sin permiso en esta casa,Pablo . No voy a tolerarlo.

     Él se rió y entró.

      - ¿Qué vas a hacer para evitarlo?

     Con los labios apretados, ella lo vio entrar en la cocina, agarrar un tazón y servirse café. Se puso furiosa.

      - Actúa como si estuvieras en tu casa... - le dijo irónica.

      - Gracias - el tono cortés era tan falso como su sonrisa -. Pienso hacerlo.

      - De acuerdo,Pablo . ¿Qué es lo que quieres? Él dio un sorbo al café.

      - Está bueno - sonrió otra vez. Y ella lo habría abofeteado, pero su instinto le dijo que él no lo toleraría por segunda vez.

      - Contesta, por favor. ¿Qué quieres?

     «A ti», fue lo que él pensó. Por la mañana había visto a Lali elegante, medio desnuda por la tarde, pero, por razones que no podía comprender, la Lali de esos momentos, con vaqueros y suéter, y despeinada, era la que más lo excitaba.

     Había pasado la última hora en un bar oyendo canciones tristes delante de un par de cervezas y tratando de convencerse de que lo que planeaba hacer estaba bien. No tenía elección y no le importaba si a su cuñada le gustaba el plan o no.

     Y ese era el problema. No la consideraba su cuñada. Era su chica que a los diecisiete años iba vestida con ropa muy grande después de que estuvieran nadando en el lago y el traje de baño mojado revelara sus pezones y lo volviera loco de deseo. Él había sacado de la Harley su suéter de rugby y le había dicho:

      - Toma. Ponte esto antes de que me acerque a ti y te quite el traje de baño de un tirón - ella se había sonrojado y susurrado que tal vez eso era lo que ella también quería que hiciera. Y mientras se ponía la prenda, él había deslizado las manos debajo del suéter y le había acariciado los senos.

     Se volvió, maldiciendo la erección que le habían causado los recuerdos, y se sirvió más café.

      - ¿Peter está dormido? - preguntó.

      - Sí.

      - ¿Estaba disgustado?

      - No es más que un niño, Pablo . Es muy pequeño para saber que algunas personas dicen las cosas solo para impresionar.

      - No fue así. Yo... - suspiró -. Siento haberlo decepcionado.

      - No tiene importancia - respondió Lali encogiéndose de hombros.

      - Claro que la tiene. No debe prometerse nada a los niños si no se hace en serio. Y yo le prometí en serio que pasaría la tarde con él.

     Lali se sorprendió, pues parecía que estaba arrepentido de verdad. Quizás Pablo Cameron distinguía entre dejar plantada a una mujer y dejar plantado a un niño. Había pasado mucho tiempo y había madurado. Estaba claro que la vida le había hecho madurar y había pasado de ser un chico atractivo a ser un hombre espléndido y peligroso. «Déjalo ya», pensó y le sonrió con indiferencia.

      - Le diré a Peter que pasaste por aquí antes de irte.

      - ¿Acaso dije que me iba,Lali? Esta es mi casa. ¿Por qué iba a irme?

      - Porque no vives aquí - respiró hondo -. Voy a pleitear contigo por Cameron House.

      - Y perderás. Eso es si encuentras un abogado que quiera representarte.

      - Encontraré alguno.

      - Asegúrate de decirle que no puedes pagar un anticipo. ¿O es que tienes algún dinero escondido?

      - Cuando la casa sea mía, la venderé y tendré suficiente dinero para pagar los honorarios y para que Peter y yo podamos empezar una nueva vida.

      - ¿Así que vas a hacerlo por el niño?

      - Sí, - replicó Lali, herida por el tono desdeñoso de Pablo -. Esa es la razón exacta por lo que pienso hacerlo, aunque eso no es asunto tuyo.

      - ¿Mudarte sin más? Arrancar a Pete...

      - Peter.

      - ¿Arrancar a Pete de su casa, su escuela, sus amigos, después de haber perdido a su padre? Diablos, Lali, ya sé que la idea de irse te atrae, pero también debes tener en cuenta las necesidades del niño.

      - Para tu información, Peter odia vivir en este lugar, y no tiene amigos.

      - ¿Por qué no?

      - Porque... porque esto es Liberty. No sé dónde habrás estado estos últimos años,Pablo , pero la ciudad es igual que siempre. La gente chismorrea y juzga. Cuando Vico vivía, lo respetaban, pero ahora que se ha ido...

     Se quedó callada, pero había dicho lo suficiente y él comprendió. LAli había salido con él. Él se había marchado y ella se había liado con su hermano. Era lo suficiente para un chisme jugoso, pero, por si fuera poco, ella se había quedado embarazada. Y un matrimonio precipitado entre un Cameron y una Davenport era noticia suficiente para chismorrear durante cien años.

      - Un infierno - dijo él con voz suave.

      - Exactamente - asintió ella.

      - Y las cosas han empeorado desde la muerte de Vico,¿verdad?

      - Nadie invita a Peter a jugar en su casa, ni a ninguna fiesta. Él es... una especie de marginado.

      - Lo que quieres decir - dijo cortante - es que el niño está pagando por tus pecados.

      - Bueno quien  eres tú para hablar de pecados - ella lo miró furiosa -. Te marchaste de la ciudad y nunca volviste la vista atrás para ver si... si tu hermano te necesitaba.

      - ¿Por qué iba a necesitarme si te tenía a ti?

      - ¡Maldito seas, Pablo Cameron! No tienes ni idea de cómo fue mi vida después de que te fueras. Si no hubiera sido por Victorio... - se quedó mirándolo fijamente, con los ojos nublados por las lágrimas, y consciente de que había estado a punto de decir cosas que no debía -. Esto no tiene sentido. El pasado ha muerto y lo único que importa es el futuro. El futuro de mi hijo. Y ese futuro no está en esta maldita ciudad.

      - Estoy de acuerdo.

      - ¿Lo dices en serio? - Lali lo miraba incrédula.

      - Completamente - se puso tenso -. Tienes razón. Me había olvidado de cómo puede ser esta ciudad. Dales un cotilleo y le sacarán el jugo igual que un perro a un hueso.

      - Sí. Así es. Por eso tengo que...

      - Tienes que poner a la ciudad de rodillas.

     Lali soltó una carcajada amarga.

      - No puedo hacerlo,Pablo.Vico podía. Bueno, tampoco. Solo conseguía que fingieran que aceptaban a Peter, pero...

      - Yo puedo.

      - ¿Tú? - ella parpadeó sorprendida.

      - Así es - Pablo  se cruzó de brazos en actitud desafiante -. ¿Qué pasa? ¿No crees que yo pueda hacer que todos en esta maldita ciudad deseen no haber oído nunca el nombre de los Cameron?

     Lali titubeó.

      - Mira, todo lo que yo quiero es...

      - ¿Acaso te he preguntado lo que tú quieres?

      - Todo lo que necesito es algo de dinero. Lo justo para poder empezar en otro lugar - respiró hondo -. Te propongo un trato.

      - ¿Tú me propones un trato? - él preguntó con ironía.
   
 - Te quedas con la casa. No pleitearé. Solo deja que Peter y yo vivamos aquí durante un tiempo hasta que encuentre un trabajo. Hasta que me organice...
     
- Tal vez podría dejarte vivir aquí hasta que venda la casa - dijo él en tono amable - y luego darte, digamos, la mitad del precio de venta. ¿Qué te parece?

     Le parecía demasiado bueno para ser verdad. Le estaba tendiendo una trampa y ella lo sabía. Tenía que averiguar cómo evitar caer en ella.

      - Bueno - dijo con cautela -, eso me parece muy... muy generoso. Y..

      - Y me estarías muy agradecida. ¿Verdad, Lali?

      - Sería... claro... Quiero decir..

      - No tienes que explicarme lo que quieres decir - Pablo se movió muy rápido y la abrazó. Aunque ella interpuso los codos, él ya la había agarrado y había posado su boca en la de ella. Su beso era un testimonio salvaje del deseo que sentía. Ella intentó apartarse, pero él no se lo permitió, obligándola a abrir la boca para él. Ella sintió que lo odiaba. Lo odiaba, pero gemía, y dejó que la besara hasta que no hubo otra cosa en el universo que no fuera ese hombre que la tenía cautiva de su pasión. Pablo se apartó un poco y se quedó mirándola con ojos ardientes-. Mi hermano no tuvo ni una oportunidad. El pobre estuvo perdido desde el instante mismo en que fuiste tras él.

      - Sal de mi casa - la voz le temblaba y sentía que los dedos de él se le clavaban en la carne -. ¡Vete de aquí!

      - ¿No te acuerdas de la conversación que tuvimos? - ella trató de zafarse, pero él no la dejó -. Ya te dije que no puedes echarme de mi propia casa.

      - Y yo te dije que estoy dispuesta a pleitear contigo. Parece que todos piensan que los Cameron son invulnerables. Pues ya no. Yo sé cómo funciona el mundo,Pablo . El dinero da poder. Y el dinero de los Cameron es... - se tambaleó cuando Pablo la soltó de pronto. Él sacó la cartera, tomó una tarjeta y la lanzó sobre la mesa. Lali lo miró desconfiada -. ¿Qué es eso?

      - Es la razón por la que no vas a pleitear conmigo. Vamos, mira... - ella tomó la tarjeta como si fuera una bomba que iba a explotar -. Léela en voz alta.

     Ella tomó aliento y leyó:

      - Pablo Cameron. Petrolífera Cameron. Explotaciones Petrolíferas Cameron. Recursos Energéticos Cameron. Compañía de Invers...

      - Inversiones - dijo Pablo con frialdad al ver que la voz de Lali temblaba. Ella alzó la vista y  palideció -. Ese soy yo. Han sido siete años muy interesantes.

      - Ya lo veo... Te has dedicado a los negocios.

      - Digamos - respondió riendo - que no necesito para nada esta casa y los tres cuartos de millón que se le puedan sacar.

      - ¿Entonces, por qué ... ?

      - ¿Por qué no te la dejo? Podría hacerlo. Podría dejarla hecha cenizas y darte un cheque por lo que vale sin pestañear, - le pasó un dedo por la mejilla. Ella lo miró como hipnotizada -. Pero no voy a hacerlo porque sé lo que tú eres.

      - Pablo , el pasado está muerto. Lo que te pido es por el futuro de Peter.

      - Exactamente. El chico es el hijo de mi hermano. Y Vico era sangre de mi sangre. No debía haberlo culpado por lo que tú hiciste. Yo lo quería - la voz se le quebraba y suspiró -. Peter es un Cameron y yo también - hizo una mueca -. Tú eres basura y siempre lo serás.

      - ¡Maldito seas! - Lali lloraba con rabia -. ¿Por qué tuviste que volver? Te odio. ¡Te odio con todo mi corazón!

      - Eso simplifica las cosas. No necesitamos fingir.

      - No sé de qué me estás hablando - retrocedió -. Y tampoco me importa. Podré arreglármelas sin tu ayuda. Peter y yo...

      - Peter ya no es tu problema.

      - ¿Mi problema? - ella se rió -. Es mi hijo y lo quiero. ¿Eso va más allá de tu capacidad de comprensión?

      - Pensé en echarte a la calle - Pablo dijo con calma -. Ahí es donde deberías estar. Pero puedo ver que el niño te quiere y que tú lo quieres a tu manera. Por eso voy a dejar que te quedes,Lali. Puedes seguir siendo su madre.

      - ¡Estás loco! ¡Tú no eres Dios! ¡Tú no puedes dejarme seguir siendo la madre de mi hijo!

      - Haré lo que sea mejor para mi sobrino. No solo tengo dinero, sino que tengo amigos poderosos - la agarró de nuevo -. Todos estarán de acuerdo en que no eres apta para criar a Peter.

      - Estas loco- ella no podía respirar -. Tú no podrías...

      - ¿Crees que no? A ver quién gana. Si yo, o la mujer que se acostó conmigo y luego con mi hermano, consiguió lo que quería, e hizo que mi hermano se fuera a los brazos de otra mujer.

      - No sabes la ridiculez que estás diciendo.

      - Vico se estrelló en la carretera de Atlanta. Toda la ciudad sabe por qué estaba allí,Lali. Porque tú le negaste los placeres de tu cama -Lali soltó una carcajada. Aunque nada tenía gracia, no pudo evitarlo. La mirada de Pablo se volvió de hielo -. Ríe si quieres, pero te prometo que perderás al niño... a menos que cooperes.

      - Ah... - ella se zafó de sus manos -. Ya estamos. El gran soborno. Acuéstate conmigo, Lali, y no te quitaré a tu hijo. ¿Lo he entendido bien?

      - No del todo - clavó sus ojos en los de ella -. No te estoy pidiendo que te acuestes conmigo. Te estoy diciendo que vas a casarte conmigo.