domingo, 24 de septiembre de 2017

Capitulo 8,9 y 10 (Final) "En busca de la Verdad"


Holaa chicas he vuelto , espero que como yo, alguna de ustedes entre a leer cada tanto adaptaciones que quedaron inconclusas, les pido perdón por la demora estuve muy atareada estos meses pero acá estoy para seguir con esto que me encanta. Les pido si llegan a pasar me dejen un mail twitter o facebook donde yo pueda avisarles cada vez que suba, y vuelvo aclarar que esta es un especie de adaptación de una nove que me encantó y sin mas les dejo el cap . Besos
Posdata: En el próximo post estaré subiendo el prologo

CAPÍTULO 8

     Como  era de esperar, Cande se entusiasmó con la noticia y comenzó a proponer ideas. -Uno de mis clientes es primo del modisto Aloys Gada. Si él te recomienda, Gada te diseñará un vestido de novia de ensueño -le dijo por teléfono. Lali comenzó a pasear por la habitación, con el auricular inalámbrico en la mano.

     -Queremos una ceremonia tranquila, el agente de Pablo y tú seran los testigos; después habrá una fiesta para familiares y amigos. No necesitaré un traje de novia de diseño -no pudo evitar imaginárselo, pero no cuadraba con su acuerdo, casi profesional, con Pablo 

     -No suena muy romántico -comentó Cande, notando cierta desilusión en el tono de Lali

     -Entre Pablo y yo las cosas son así.

     -Pero tú lo quieres, ¿verdad? -preguntó. El silencio se lo dijo todo-. Oh, Lali, sí que lo quieres. Lo noto en tu respiración agitada.

     -Eso podría ser porque he tropezado con la alfombra -rió Lali, intentando quitarle importancia al tema.

     -Y también porque has perdido la cabeza por Pablo . ¿Siente lo mismo él?

     -Nos casamos porque nos conviene. Será un excelente padre y marido -no quería explicarle las razones de Pablo , pero sí le había dicho que no era el padre biológico de Ian

     -Supongo que sabes lo que es bueno para ti -aceptó Cande-. Me encantará ser uno de tus testigos.

     -Todo irá bien -aseguró Lali, aunque ella misma lo dudaba. No se lo había dicho a Candela, pero desde que accedió a casarse con Pablo, hacía una semana, se había enfrentado a la verdad: quizá Pablo no la amara, pero ella a él sí.

     Siempre creyó que cuando se enamorara sería como un fogonazo, pero con Pablo había sido algo gradual, que aumentaba poco a poco. Él no había intentado volver a hacerle el amor, asegurándole que no le importaba esperar hasta la noche de bodas. Ese detalle la había emocionado, ¿cómo había adivinado lo que ella deseaba?
     De alguna manera, había percibido que el momento en que estuvo a punto de entregársele en el cenador, no concordaba con su carácter. Siempre había querido reservarse para el matrimonio. Lali suponía que le había dejado llegar más lejos que a ningún otro porque sabía que era el hombre de su vida. «Pasión descontrolada» era el término correcto para definir lo sucedido.. Él la había excitado tanto, que todo lo demás dejó de importarle. Sus  besos la llevaban a cimas de placer cuya existencia desconocía. Pablo estaba en una reunión y Lali lo echaba tanto de menos que casi le dolía. Le resultaba difícil creer que hacía menos de un mes que lo conocía. Se sentía como si siempre hubiera formado parte de su vida. Quizás aún no la quería, pero estaba convencida de que lo haría con el tiempo.

     «¿Qué había ocurrido con La Bestia?», se preguntó. El mote que le había puesto Dani era totalmente inadecuado. Al saber que no era el padre de Ian, LAli decidió descartar sus dudas, aunque siempre sentiría curiosidad por la identidad del desconocido amante de su hermana. Pablo sería el padre que necesitaba el niño. Y el marido que ella deseaba.
     Ahora que lo conocía mejor, le parecía ridícula la sospecha de que Pablo hubiera robado la idea de su hermana. Había dejado de investigar, y Dani habría aprobado su decisión. Su hermana había odiado todo tipo de sospechas e intrigas, y hubiera preferido ayudar a Lali a planear su boda a buscar pruebas contra Pablo . Lali parpadeó, en esos momentos echaba mucho de menos a Dani. Pero se recordó que el espíritu de su hermana vivía en Ian. Tomó  en brazos al precioso bebé.

     -Tienes los enormes ojos de tu madre, ¿lo sabías? -él los abrió de par en par y Lali se perdió en su mirada, sabia e inocente a un tiempo.

     -Pa, pa, ba, ba -parloteó.

     -Pa, pa, ba, ba, a ti también -le dijo, haciéndole cosquillas. Él se rió, dejando ver un bultito blanco en la rosada encía.

     -Tu primer diente casi está fuera. Eres un niño muy listo -el tono cariñoso de su voz hizo que Ian bailoteara entre sus brazos-. Ya verás cuando se lo enseñemos a tu nuevo papi -Lali sintió una inmensa felicidad. En el futuro, siempre tendría alguien con quien compartir los incidentes de la vida de Ian, y de la suya-. No puedes esperar, ni yo tampoco -le aseguró-. Pero es hora de que te acueste. Necesitas todas tus fuerzas para que te salgan más dientecitos.

     Ian bostezó y ella se echó a reír mientras lo llevaba a su habitación, con Dougal pisándole los talones. Cuando llegaron, Dougal se tumbó en el umbral, se había adjudicado el papel de guardián del niño. Si Ian se movía, el perro iba a buscar a Lali. Solo dejaba al bebé cuando Pablo estaba en casa; y Lali percibía la frustración del perro, que intentaba repartir su lealtad entre los dos.
     El niño no se quejó cuando lo acostó, estaba cansado. Lali pensó en echarse la siesta también, pero sabía que no se dormiría hasta que Pablo llegara a casa. Decidió trabajar un rato.
     Antes de salir, encendió el monitor para oír a Ian desde el despacho. Después recordó que Pablo había conectado el altavoz en su estudio, mientras ella aprovechaba para lavarse el pelo. Se preguntó si ir a por él o confiar en Dougal.

     -No es que no me fíe de ti, pero iré a por el altavoz -dijo, acariciándole las orejas-. Si alguna vez tienes perritos, lo entenderás.

     Desde que Pablo le propuso matrimonio no había vuelto a entrar en el estudio. Rememoró la escena; parecía increíble que solo hubiera transcurrido una semana. Acarició el cuero verde de la silla. Era antigua, y parecía haber pertenecido a varias generaciones de Wintons. Esa idea le provocó una agradable sensación de continuidad.
     El altavoz estaba en el escritorio, casi enterrado bajo los papeles de Pablo . Soltó un suspiro. En cuanto ella ordenaba algo, él organizaba un nuevo caos. Todavía no tenía suficiente confianza para ordenar su santuario sin que la invitara a hacerlo, así que intentó ignorar el desastre. El cable del altavoz estaba enredado. Se puso de rodillas para sacarlo de debajo de un montón de carpetas. Se volcaron cuando las tocó y reconoció la caligrafía de una de ella. Era de Dani
     Extendió una mano temblorosa. Debía contener las ilustraciones que Dani y Pablo hicieron juntos. Tenía que verlas, para sentirse cerca de su hermana por un momento. Se sentó en el suelo, apoyó la espalda en el escritorio y abrió la carpeta. El estilo de Daniela siempre había sido inconfundible. Con unas pocas líneas, era capaz de instilar vida en un animal o una criatura mágica. Los bocetos eran de animales autóctonos de Australia, pero con un aspecto tan humano que Lali sonrió. ¿Quién podría resistirse a un canguro cuya bolsa era un bolsillo de parche, o a una pareja de adorables uálabis gemelos? Sobre los bocetos decía Panda Cósmico y los galagos.

     Lali hojeó las ilustraciones hasta que encontró una hoja suelta, manchada de café. Cuando le dio la vuelta se quedó sin aliento. En la parte posterior del menú de una cena celebrada tres años antes, descubrió bocetos que incorporaban los rasgos que caracterizaban al famoso Panda Cósmico. Lali comprendió que debía estar contemplando el nacimiento del famoso personaje, creado por la inconfundible mano de su hermana, la primera noche en que Pablo y ella se conocieron. Había apuntes de Dani encima de los dibujos. Una idea para una expresión, para un objeto, incluso un argumento, debidamente ilustrados, todo lo que Pablo necesitaba para escribir la historia y reclamar el crédito para sí. Era cierto.

     La atenazó el horror. Desde que Pablo le había propuesto matrimonio, había decidido que Daniela bromeaba al decir que debería compartir los derechos de autor de sus libros. Si era su creadora, se merecía mucho más. Su hijo se merecía más.
     Al pensar en Ian, le dio un vuelco el corazón. Si Pablo le había ocultado eso, ¿le habría dicho la verdad sobre no poder tener hijos? Aunque había visto el informe médico, cualquiera podía haberlo creado en un ordenador. Entonces recordó la tristeza de sus ojos; nadie podía simular tanta emoción. Pero aunque hubiera dicho la verdad sobre Ian, había mentido sobre la creación del personaje del panda. Lali tenía la prueba de ello en sus manos. Deseó con toda el alma no tenerla.
     No quería aceptar que el hombre que amaba hubiera permitido a su hermana sufrir mientras el se hacía rico con sus ideas. Lali sintió la tentación de volver a poner la carpeta en su sitio y olvidar que la había visto. Pero siempre sería una bomba a punto de estallar en cuanto su matrimonio pasara por un mal momento.

     -¿Qué haces?

     Alzó la cabeza, sorprendiéndose al ver a Pablo mirándola con rostro sombrío. Dougal estaba a su lado, moviendo el rabo con fuerza.

     -No te he oído entrar.

     -Eso es obvio. Fui a ver a Ian, sigue dormido.

     Lali no iba permitir que la tratara como parte culpable. Era él quien le debía una explicación.

     -Lo sé. Lo escuchaba por el monitor -dijo, poniéndose en pie con la carpeta en la mano.

     -Mientras hacías, ¿qué? ¿Espiar en mi estudio? -su tono cortante hizo que ella diera un respingo.

     -No estaba espiando. Dejaste el altavoz aquí, y vine a por él.

     -Estaba encima del escritorio, no debajo.

     -El cable estaba enredado -parecía una excusa patética, aunque fuera la verdad. Lali se irguió-. Encontré esto -dijo mostrándole la carpeta, pero él ni siquiera la miró.

     -Ya sé lo que es -dijo él.

     -Entonces, si lo sabes...

     -Lo importante es si lo sabes tú -dijo él, ceñudo.

     -Son los diseños originales de mi hermana para el personaje que tú dices haber creado.

     La expresión de Pablo se oscureció aún más, y Lali percibió otra cosa, quizá decepción. No entendía cómo podía estar decepcionado con ella, cuando era él quien la había engañado.

     -Entiendo que crees que no es mi creación -declaró él con voz pesada.

     -¿Qué otra cosa puedo creer? -preguntó ella, deseando no tener que decirlo. Él se dio la vuelta, rígido.

     -Nada que cambie la opinión que tienes de mi. Supongo que ya estarás contenta, ¿no?

     Era una palabra extraña, cuando se sentía tan atormentada que tenía ganas de gritar. Anhelaba apretarse contra su pecho pero, en cambio, alzó la barbilla.

     -¿Por qué iba a estar contenta?

     -Porque al fin has encontrado algo de lo que acusarme. No pudo ser la paternidad de Ian, y has seguido buscando hasta encontrar otra cosa.

     -Lo dices como si solo deseara vengarme -dijo ella mirando ciegamente un cuadro.

     -¿Y no es así? -le puso las manos sobre los hombres y la giró, para que no pudiera evitar mirarlo. Sus ojos la acusaron-. No niego que hiciera daño a tu hermana, pero fue porque creí que quería manipularme para que me hiciera cargo de un hijo que no podía ser mío.

     -Eso no explica estos dibujos -insistió LAli, aunque sentía compasión por él.

     -¿En serio piensas que soy capaz de robarle sus ideas? -preguntó él con frustración.

     -Ya no sé qué pensar -ni de eso, ni de sus sentimientos, ni de mil otras cosas. Él la confundía, la excitaba y hacía que se le acelerara el corazón. Podía besarla hasta hacerla perder el sentido, hacer que lo deseara como nunca había deseado a un hombre y hundirla en la miseria, en cuestión de minutos-. Si pudieras explicar...

     -Explicar, ¿qué? ¿Por qué me he hecho rico con las ideas de otros? ¿0 por qué reclamé todo el crédito? Eso es lo que estás diciendo, ¿no?

     «No quiero que sea verdad», pensó ella, comprendiendo que no iba a explicarse. Anhelaba que restaurara su confianza en él, para poder seguir amándolo sin reservas. Hiciera lo que hiciera él, no podía dejar de quererlo. Era tan importante para ella como respirar. Saber que a él no le ocurría lo mismo, solo lo hacía más difícil.

     -Desearía no haber visto esto nunca -dijo con amargura.

     -Pues ya somos dos -aseveró él con dureza.

     -¿Eso es todo lo que piensas decir? -inquirió Lali con decepción. Su mirada de desdén hizo que se estremeciera.

     -Hay otra cosa. Pensé en lo que dijiste de que mi ex cuñado podría haber falseado el informe médico. Al día siguiente, consulté a otro doctor y me hicieron la prueba de nuevo.

     -¿Qué te dijo? -preguntó ella, olvidando todo lo demás.

     -Vengo de su consulta con los resultados. Tenías razón.

     -Entonces puedes... no eres... -balbució ella, alegrándose intensamente por él.

     -No soy estéril y puedo tener hijos. Siempre pude. Llamé a mi ex cuñado para exigirle una explicación y me dijo que los resultados de las pruebas pueden fallar por muchos motivos. Le pregunté si mi ex mujer no había querido estropear su figura de modelo teniendo niños, y su silencio respondió a mi pregunta. Ella sabía que yo quería tener niños, pero en vez de ser sincera, pidió a su hermano que me culpara a mí. Era más fácil que admitir que no quería tener hijos.

     -¿Cómo pudo hacer algo así?

     -Parece que hacer sufrir es un arte femenino.

     Lali sintió un escalofrío al oír la frialdad de su voz, sabiendo que no se refería solo a su ex mujer y a su hermano. Imaginó la alegría de   Pablo apresurándose para llegar a casa y compartir la noticia con ella, y no encontrar más que acusaciones a su llegada. Pablo podía tener hijos. Se preguntó si su ex mujer tenía idea de la crueldad de su acción. De todas las excusas que podría haber empleado para proteger su figura, convencerlo de que era estéril era la más imperdonable. LAli se alegró de que por fin hubiera descubierto la verdad.
     Además de verlo con Ian, lo había visto en la prensa y en la televisión con sus jóvenes admiradores. Recordó una escena en la que apartaba a un montón de padres para acuclillarse junto a un niño de nueve años que quería enseñarle a Pablo un cuento que había escrito. Aunque fuera un trabajo de principiante, Pablo lo trató como si fuera un tesoro; alabó y animó al niño hasta que lo hizo resplandecer de alegría.

     -Pienses lo que pienses, me alegro por ti -dijo ella.

     -Tienes una forma muy extraña de demostrarlo -criticó él, con ojos chispeantes de ira.

     Lali deseó que dijera algo, que le ofreciera alguna explicación de los dibujos, en vez de permitir que creyera lo peor. Pero descubrió que lo peor aún estaba por llegar.

     -Hay muchas posibilidades de que Ian sea hijo mío. Tuvieron que retirar una partida defectuosa de la marca de preservativos que usé ese día. No me preocupó mientras creí que era estéril, pero tiene que ser la razón de la concepción de Ian. En cuanto nuestra relación quede establecida más allá de toda duda, pediré su custodia.

     -No puedes quitármelo -ella empalideció.

     -Es mi hijo -replicó él como si ya estuviera confirmado-. Acabas de demostrar cuánto puedo fiarme de ti. Ian estará mejor con alguien que no se deje llevar por planes ocultos.

     -No me enorgullezco de haberte engañado -Lali cuadró los hombros-. Pero al menos lo hice por Ian, no por mi propio beneficio.

     -¿Y crees que acredité el trabajo de tu hermana como mío por dinero? -Pablo señaló la carpeta que había sobre el escritorio.

     -¿Qué otra explicación puede haber?

     -Ninguna que tú estés dispuesta a escuchar.

     -¿Por qué no me das la oportunidad de que juzgue yo? -sus palabras sonaron como una súplica. Deseaba desesperadamente que él la ayudara a entender, pero su expresión indicaba claramente que no pensaba hacerlo. Estaba sola, podía creerlo o no, ella elegía.

     -Extrañas palabras, considerando que ya me has juzgado y declarado culpable -la boca de Pablo se curvó con una sonrisa sardónica.

     -Lo siento, Pablo -no podía negar que él tenía razón.

     -Yo también lo siento. Más de lo que imaginas.

     -¿Qué vas a hacer? -preguntó ella, destrozada por el tono terminante de él.

     -Comprendo que desees seguir siendo parte de la vida de Ian -dijo él apretando la mandíbula-. Eres la única madre que ha conocido y te quiere -continuó, sin suavizar el tono ni un ápice.

     La alegró que, al menos, entendiera eso. Pero, a pesar de todo, Lali también amaba a Pablo, y la atormentaba su oposición. Él amenazaba con quitarle lo que más amaba en el mundo y seguía queriéndolo, era una locura.

     -Sabes que lucharé contra ti. No permitiré que Ian vaya de tu casa a la mía como un paquete.

     -No será necesario. Mi propuesta sigue en pie. Casados, podemos criar a Ian juntos, independientemente de lo que sintamos el uno por el otro.

     «No ha cambiado nada», pensó ella. Sabía que Pablo no la quería cuando le propuso matrimonio. Había aceptado con la esperanza de que, gradualmente, compartiría sus sentimientos, pero eso ya no ocurriría. Dudó. ¿Podía casarse con él sin ninguna esperanza de que llegara a amarla? Si no lo hacía, perdería a Ian. Se enfrentaría a Pablo ante un tribunal, pero sus recursos económicos eran mínimos. En una guerra así, Pablo ganaría.

     -No me das mucha opción -dijo ella, sabiendo que su rostro denotaba su derrota.

     -Bastante más de la que tú me das a mí -espetó él, con una mueca de desagrado.

     -Si te sirve de algo, no creo que robaras la idea de Panda Cósmico -miró la carpeta-. No sé lo que significan estos dibujos, pero debe haber una explicación.

     -Muy generoso de tu parte -masculló él.

     -Pablo , no, ¿por favor?

     -No, ¿qué? -enarcó una ceja-. ¿Qué no me defienda? ¿0 que acepte que me concedes el beneficio de la duda? Sobreviviré sin tu buena opinión de mí, pero no permitiré que envenenes la mente de mi hijo con tus horribles sospechas.

     -Nunca haría eso -negó ella, jugueteando con un lápiz. Él la miró largo rato.

     -No, creo que no lo harías. Eres un misterio para mí, Lali¿Cómo puede alguien tan encantador tener tantos planes ocultos?

     -Solo tengo uno. Proteger a mi bebé -todo lo había hecho por su hijo. Excepto, quizás, aceptar la propuesta de Pablo; eso tenía más que ver con sus propias necesidades que con las de Ian

     -Entonces, al menos en eso estamos de acuerdo. Cuando salí de la consulta me sentía como si flotara en el aire.. No me pareció apropiado traer champán, así que te compré esto -dijo él, con un tono que sugería que se arrepentía de su impulso.

     Sacó del bolsillo una pequeña caja cuadrada. La abrió y ella soltó una exclamación. Dentro estaba el anillo de compromiso más exquisito que había visto en su vida. Con los ojos nublados, miró el magnífico diamante, montado sobre dos hilos trenzados de oro y platino. Brillaba con la luz de mil soles. A Lali se le hizo un nudo en la garganta, pero eso no fue nada comparado con lo que sintió cuando Pablo tomó su mano izquierda y le puso el anillo.
     Deseó que él lo hubiera elegido como un símbolo de su amor, no para sellar un mero acuerdo, casi de negocios.

     -Parece de verdad -susurró.

     -Puedo enseñarte el certificado de tasación, si quieres -su frialdad fue como una bofetada. Lali calló; era mejor que pensara que se refería al valor de la piedra en vez de al valor del momento.

     -No hace falta. Es precioso. ¿Cómo has sabido qué tamaño comprar?

     -Enrollé un mechón de tu pelo en el dedo, y me hice una idea.

     Lali pensó que solo podía haberlo hecho en un momento: cuando estuvo a punto de hacerle el amor junto al lago. Eso hizo que se estremeciera. Debía haber estado muy cerca de quererla, hasta que la encontró, supuestamente, espiando en su estudio.
     Pero él había evitado explicar lo de la carpeta. Si había una explicación lógica, ¿por qué no la compartía con ella? No lo creía capaz de robar el trabajo de otra persona, pero hasta que le contara lo que había ocurrido realmente, la sospecha seguiría presente.
     «Me pide que confíe en él, pero no está dispuesto a confiar en mí», pensó con furia. No había más que hablar. Recogió el altavoz del monitor del niño.

     -Será mejor que vuelva al trabajo.

     -Ya has hecho suficiente -dijo él, poniendo una mano en su brazo y deteniéndola.

     -¿Me estás despidiendo? -preguntó ella, sintiendo la mano como un rayo que recorría su cuerpo. Él negó con la cabeza.

     -Ahora que estamos comprometidos oficialmente, tendrás que considerar esta casa tu hogar, no tu lugar de trabajo. Puedes empezar ya.

     -Pero el trabajo aún no está terminado.

     -Para ti sí. A partir de ahora, tu trabajo es ser mi esposa y la madre de mi hijo -por primera vez desde su llegada, su expresión se suavizó. Ella dudó que fuera por su causa y él confirmó sus sospechas-. Es muy extraño decir eso. Mi hijo. Tengo un hijo.

     -Todavía no está confirmado -le recordó ella con gentileza.

     -No hace falta. Sentí el vínculo desde el momento en que me lo presentaste. Siempre me han gustado los niños, pero Ian es distinto. Es como si fuera... parte de mí. Ahora entiendo por qué.

     -Parece que él también te reconoce -dijo ella.

     -Sí, ¿verdad? -dijo Pablo con cierto orgullo. De repente, su expresión cambió-. Dios mío, y pensar que estuve a punto de negarme esa relación por la vanidad de una mujer.

     -¿Vas a hacer algo al respecto? -inquirió Lali, sintiendo poca simpatía por su ex mujer.

     -¿Te refieres a demandarla a ella y a su hermano? No merece la pena desperdiciar mi energía en eso. ¿Crees en ese dicho popular «Quien siembra, recoge»?

     -En mi experiencia, ha sido así -asintió ella.

     -Entonces, recibirán su merecido de una manera u otra. Si hay justicia, un día su reloj biológico se volverá loco, y será demasiado tarde. En realidad me da igual. Ahora tengo a mi hijo, y sé que soy perfectamente normal.

     Ella pensó que también había recuperado su orgullo masculino, y se imaginó a Pablo iniciando a su hijo en los misterios del mundo varonil. Lo haría muy bien; Ian tenía suerte de tener un padre así.
     Sin embargo, un ataque posesivos celos le oprimió el pecho. Al acceder a casarse con Pablo, había aceptado compartir a Ian, sin pensar en las consecuencias. En cuanto Pablo tuviera pruebas médicas de su paternidad, Lali quedaría relegada a la condición de pariente, una relación sin vínculo de sangre. Lo habría soportado mejor si Pablo le dijera que la quería. Saber que no era así, convertía la idea en algo intolerable.

     -Sé que te estoy pidiendo que renuncies a mucho -comentó él, como si le leyera la mente-. Te garantizó que no te arrepentirás. Candela me contó cuánto has trabajado para sacar adelante a Ian. No tendrás que volver a luchar así.

     -Lo hice de corazón -aseguró ella, odiando la idea de que pensara que no había sido así.

     -También lo sé y, como padre suyo, te lo agradezco más de lo que puedo expresar con palabras. Si puedo pagártelo de alguna manera, lo haré.

     «Quiéreme», pensó ella, consciente de que eso era lo único que no haría.

     -No necesito pago -dijo tensamente-. Lo único que quiero es tener la oportunidad de estar con mi hijo y verlo crecer.

     -En eso, al menos, estamos completamente de acuerdo -replicó él con los ojos húmedos.

CAPÍTULO 9
     CÓMO me he metido en esto?» se preguntó Pablo mientras observaba los preparativos para la entrevista televisada que iban a hacerle en casa de su hermana. Como era habitual, había sido demasiado blando para su propio bien. La reportera, Tanya Bolton, había sido compañera de colegio de Mery, y se lo pidió como un favor. Ninguna otra cosa le hubiera convencido para dedicar un sábado a esa ingrata tarea.
     Mery no le había contado a Tanya lo de su compromiso. La noticia había salido de la joyería en la que compró el anillo, el dependiente lo había reconocido. Pablo, contento por los resultados de la prueba médica, olvidó su discreción habitual, y cuando le preguntó el nombre de su prometida, se lo dijo. El dependiente había llamado a la cadena local de televisión; Tanya investigó la historia y después le insistió a Mery para que le pidiera una exclusiva. No pensaba explicarle a Tanya la verdadera razón del compromiso. Igual que Mery, la reportera creía que estaban enamorados y, por el bien de lan, no pensaba desilusionarlas.

     Cuando le había explicado a su hermana los antecedentes de Ian, ella había acogido al niño con todo su corazón. Ian era algo más pequeño que, Amado, el menor de Mery, y los bebés estaban fascinados el uno con el otro. En ese momento, gorjeaban y charlaban a su manera en un parque infantil, a la sombra de un roble. El marido de Mery había llevado a Melody, de dos años, a ver una exposición de mariposas. Algo se removió en su interior al imaginarse tener una hija tan linda como Mel. 0 como Lali
     Lali estaba ante las cámaras, la reportera había decidido hacerles entrevistas independientes. A Pablo no le había gustado nada la idea. Desde que la amenazó con pedir la custodia de su hijo, Lali había estado fría y retraída con él. Que le pusieran un micrófono delante y le pidieran que hablara sobre Pablo era como entregarle un rifle cargado. Se preguntó si aprovecharía la oportunidad para vengarse de él. Si lo hacía, los titulares de los periódicos serían espectaculares.

     Pero lo más probable era que callara para proteger al bebé, aunque él hubiera preferido que lo hiciera por consideración a él, porque lo quería. Le sorprendía cuánto había echado de menos su contacto. Ella accedió a casarse con él, aceptando que no pudiera darle hijos; había respondido con tanta pasión, que solo pensarlo le aceleraba el pulso. Pero cuando la encontró espiándolo, dispuesta a pensar lo peor, su fe en ella se había tambaleado.  No sabía por qué no le había explicado lo de los dibujos. Eran de su hermana, así que LAli tenía derecho a saber la verdad. Pero Pablo deseaba que creyera en él sin tener que explicarse; que no lo hiciera lo enfureció.
     Se dijo que no le importaba lo que pensara de él. No era más que un medio para lograr un fin: la custodia de su hijo. Ya había puesto el asunto en marcha; no se lo había dicho a Lali para que no creyera que intentaba quitarle al niño. Quería establecer sus derechos legales sobre IAn lo antes posible. Eso no cambiaría la relación de LAli con el niño, pero Pablo necesitaba hacerlo.
     La semana anterior, las pruebas habían atestiguado que Ian era hijo suyo. No sabía si llegaría a acostumbrarse a la idea. Tras creer durante más de un año que no podía tener hijos, se enfrentaba a la realidad de una vida que había ayudado a crear. Una responsabilidad que no pensaba tomarse a la ligera. Su padre había sido la persona más importante para él, y quería que Ian pensara lo mismo de su padre en el futuro.
     No quería apartar a LAli de la vida de IAn. Había sacrificado demasiado, trabajado demasiado y quería demasiado al niño para que Pablo se interpusiera entre ellos. Pero tenía que reconocer que quería más. Quería que ella lo amara.
     Quería que lo mirara con el mismo amor con que miraba a Ian. Con el niño era pasión maternal, con Pablo sería una pasión adulta, que él sabría satisfacer más allá de cualquiera de sus sueños. Cuando imaginó el momento en el que por fin se hicieran el amor, su frente se perló de sudor. MEry se acercó con un vaso de agua helada.

     -Tienes aspecto de necesitar esto -le dijo. Él aceptó el vaso con una sonrisa, contento de que no pudiera leerle el pensamiento.

     -Gracias. Se podrían freír huevos bajo esos focos.

     -Nunca he entendido por qué necesitan luces en el exterior. Pero supongo que Tanya sabe lo que hace. Siento haberte metido en esto, pero fue muy persuasiva.

     -Prefiero darle una exclusiva a tu amiga que enfrentarme a un montón de periodistas.

     -¿Sabe LAli en lo que se está metiendo? -preguntó su hermana, mirando a Lali, que esperaba pacientemente sentada bajo los focos

     -Lo sabe -mejor de lo que Mery sospechaba-. Puede soportarlo, es dura.

     -No tan dura como crees -su hermana arrugó la frente-. La oí llorar quedamente mientras cambiaba a Ian . ¿Se han peleado?

     -Quizás estaba nerviosa por la entrevista -replicó Pablo . La idea de que LAli hubiera estado llorando le causó desazón.

     -Y quizás esté preocupada por ustedes dos. Trátala con cariño, hermano. Se lo merece.

     Mery fue a ocuparse de los bebés, dejando a Pablo sumido en un mar de dudas. Lali lloraba en privado. Quiso creer que era por IAn, pero ella sabía que él nunca se interpondría entre ellos, así que debía ser por otra razón. Se preguntó si sería por él; eso significaría que le importaba. Su actitud y su falta de confianza indicaban lo contrario, pero también había creído que no podía ser padre y se había equivocado. ¿Estaría equivocándose con respecto a ella?
     No estaba prestando mucha atención a la entrevista, pero eso cambió cuando oyó la pregunta de Tanya.

     -¿Qué fue lo que los unió a Pablo y a ti?

     Él se puso tenso. No se avergonzaba de cómo había sido concebido Ian, ni de su comportamiento posterior; había creído que hacía lo correcto. Pero dependiendo de cómo lo explicara Lali, podría hacer que pareciera el mayor canalla del mundo.
     Objetivamente, no podría culparla si lo hacía; era su única arma para vencerlo en una lucha por la custodia. Pero deseó que no lo hiciera. No solo por bien de Ian, sino porque lo destrozaría oír a Lali criticarlo públicamente.
     «¿Desde cuándo es tan importante lo que ella piense de mí», se preguntó. Debió ocurrir al mismo tiempo que comenzó a obsesionarse con su olor a gardenias, y con cómo sus labios se rendían ante su boca.
     No se cansaba de ella. Se había prometido no volver a enamorarse para que ninguna otra mujer lo utilizara y manipulara. Lali había intentado ambas cosas. Se había introducido bajo su techo y en su vida, y lo creía capaz de robar las ideas de otras personas.
     Reconoció para sí que no era totalmente cierto. El era quien se había empeñado en que siguiera en su casa. Hubiera preferido que fuera en su cama, pero había que empezar por algún sitio. Y había visto la desesperada súplica de sus ojos cuando le preguntó por las ilustraciones. Si él no se hubiera negado en rotundo a explicarlas, no habría un muro entre ellos. Dejó de pensar en eso al oír la respuesta de LAli 

     -Me sentí atraída por Pablo en cuanto lo conocí. En ese momento pensé que era un hombre al que podría amar.

     -Y el tiempo, ¿te ha dado la razón?

     A Pablo se le encogió el estómago cuando Lali hizo una pausa. Necesitaba saber si lo quería.

     -Sí -musitó ella, con mirada atormentada.

     Algo se rompió en el interior de Pablo. Parecía que le hubieran arrancado la confesión, como si fuera lo último que deseara sentir. Frunció el ceño y se puso en pie de un salto; tenía que aclararlo todo con ella. Pero la entrevistadora se lo impidió.

     -Una entrevista maravillosa, Lali. Te deseo lo mejor para el futuro. Pablo, tendremos que apresurarnos y grabar tu sección, antes de que rompa la tormenta. Tuvo que permitir que lo llevaran hacia los focos mientras Lali se marchaba sin mirar atrás.
     
     
     Lali tomó a Ian en brazos y entró en casa de Mery. Su excusa era que tenía que cambiar al bebé, pero esa no era la razón por la que necesitaba alejarse de Pablo . Su estado de ánimo era tan tumultuoso como la tormenta que amenazaba con romper en cualquier momento. Había olvidado dónde estaba, hasta el punto de confesar ante la cámara que amaba a Pablo . Aunque era consciente de ello, no debería haberlo reconocido ante el mundo.
     Sintió un escalofrío, había visto el rostro de Pablo cuando la oyó y no pareció que le agradara la noticia. Le recordó a la expresión de su padre cuando le había dicho que quería pasar más tiempo con él; fue como si le hubiera impuesto una obligación.
     «¿Qué hay en mí que hace que la gente que quiero me rechace?», se preguntó. Amarla era tan difícil que todos deseaban que saliera de su vida cuanto antes.
     Comprendió que se estaba poniendo melodramática. Pablo sí la quería en su vida, como compañera y madre de su hijo. No tenía la culpa de que ella hubiera complicado las cosas enamorándose de él. Ian se removió y parloteó, como si quisiera recordarle que era la única razón por la que Pablo deseaba casarse con ella.

     -Nada de esto es culpa tuya -le dijo al bebé, haciéndole cosquillas en la tripa. El se rió con aprobación y pataleó-. Sigues siendo el hombre más importante de mi vida -pero ya no estaba tan segura. Quizá un escritor alto y de espaldas anchas había usurpado ese papel. Se le nubló la vista y tuvo que parpadear-. A este paso, empezaré a buscar un final feliz, como los de los cuentos de tu papi -le dijo a Ian-. ¿Dónde está Panda Cósmico cuando más falta hace? -el panda era una ficción, igual que su compromiso con Pablo 

     Desde la noche en que se comprometieron había intentado mantener la distancia, diciéndose que era mejor hacerlo desde el principio. A él no pareció importarle, y siguió con su rutina habitual. Era a Lali a quien se le hacía añicos el corazón cada vez que se cruzaba con él. Dado que vivían en la misma casa, era imposible evitarlo. Lo peor eran las comidas; estaba obligada a charlar como si todo fuera bien cuando estaba destrozada por dentro.
     Siempre que Pablo entraba en un habitación, la invadía una oleada de amor por él que la dejaba anonadada, anhelando que la abrazara y le dijera que él sentía lo mismo. Al recordar como la besaba, se estremecía. Lo deseaba tanto que dolía. Él, en cambio, la saludaba con frialdad y le preguntaba qué tal había pasado el día. A veces hablaba de su trabajo, pero sobre todo charlaban de cosas sin importancia, y ella sentía deseos de gritar de frustración.
     Sin embargo, era maravilloso con Ian. Nunca había visto a un padre más entregado. Incluso las tareas más desagradables le gustaban, quizás porque había creído que nunca podría desempeñarlas. Recordó la felicidad de su expresión la primera vez que consiguió que Ian eructara después de darle de comer. Cualquiera habría pensado que era el primer hombre que ponía el pie en la luna.
     Bañar a Ian le parecía otro milagro. No le importaba calarse hasta los huesos, que sus camisas de diseño se le pegaran a la piel y que se le llenara el pelo de polvos de talco. Al pensar en lo atractivo que estaba cuando bañaba al niño, Lali se puso tensa. Debía evitar esos sentimientos, porque no eran correspondidos, pero no sabía cómo. Levantó al bebé en brazos.

     -Gracias a Dios que te tengo a ti, cielo -lo alzó por los aires y el niño gorjeó encantado-. Ian es un avión. Arriba, arriba, va por el cielo. Nadie sabe dónde aterrizará -era el juego favorito de Ian, mientras lo tuviera a él, no podía quejarse de nada.

     Un discreto golpe en la puerta llamó su atención. Jadeando, se dio la vuelta, con el niño en brazos. En el umbral había un desconocido. Era alto y anguloso, y los pantalones de su traje de ejecutivo le quedaban un poco cortos. Sin saber por qué, Lali decidió que no formaba parte del equipo de televisión.

     -¿Puedo ayudarlo? -inquirió.

     -Busco a Pablo -dijo él-. Su agente me dijo que lo encontraría aquí. Insistió en que era muy urgente que le entregara estos documentos cuanto antes -indicó su maletín con un gesto.

     -Está grabando una entrevista para la televisión. No tardará mucho, si quiere esperar. 0 puedo darle los documentos yo. Soy Lali Glen, su prometida -dijo, aunque a ella misma le sonaba raro. Esa sola palabra le producía placer.

     -Encantado de conocerla -los ojos del hombre brillaron con interés tras las gafas. Dio un paso y acarició la barbilla del bebé-. Este debe ser Ian Winton.

     Lali se puso rígida instintivamente, y tuvo que resistirse al impulso de apartar al niño de su alcance. Era la primera vez que oía el nombre de Ian seguido del apellido de Pablo. Hasta entonces, había utilizado el de Daniela.

     -¿Quién es usted? -exigió secamente. El hombre la miró apabullado.

     -Perdone, debería haberme presentado. Soy Peter McGookin, el abogado de Pablo 

     -¿Hay algún problema? -preguntó ella, oyendo campanas de alarma en sus oídos. Peter abrió sacó unos documentos del maletín.

     -No por lo que respecta al niño. Pablo está muy orgulloso de él. Me pidió que arreglara los documentos de la demanda lo antes posible. Después de lo que le hizo su primera mujer, no es de extrañar que esta vez sea más precavido, ¿no?

     «Demanda». La palabra taladró el cerebro de Lali y tuvo que tomar aliento. «Pablo  no confía en mí», se dijo, asombrada de que esa noción le hiciera tanto daño. ¿Cómo podría convencerle de que no era como su ex esposa? Decidió que no podía; o Pablo confiaba en ella por propia voluntad, o nada los uniría.

     -¿Qué son los documentos?

     -Es una declaración oficial que reconoce su derecho a la custodia de su hijo.

     -«Custodia». Lali se tambaleó y sujetó con más fuerza al bebé. Tenía que mantener la calma.

     -Pablo no me ha comentado nada.

     -Seguramente quería que el documento fuera una sorpresa.

     -Desde luego que lo es. ¿Yo no tengo voz ni voto en esto?

     -Por supuesto que sí -Peter la miró sorprendido-. El testamento de tu hermana te nombra su tutora legal. No hizo falta que Pablo me dijera que no tenía la más mínima oportunidad si te oponías a su plan. Es una suerte que se casén, es mucho mejor para el niño que todo se arregle amigablemente.

     La verdad cayó sobre ella como una losa. Sabía que no la quería, pero que se casara para evitar una batalla legal era demasiado duro. Ella necesitaba confiar en Pablo , y que hubiera hecho eso a escondidas lo convertía en un imposible. Debía haber alguna explicación.
     «¿Igual que para las ilustraciones de mi hermana?» se preguntó Lali. Había deseado con desesperación oír una, pero Pablo no había vuelto a mencionar el tema y ella, cobarde, tampoco. No quería creer que él pudiera hacer algo sí. Pero, además, había consultado al abogado a sus espaldas. ¿De qué más sería capaz?
     Se le heló la sangre en las venas al pensar que quizás iba a utilizar a Ian para que ella mantuviera el silencio sobre las ilustraciones. No podía permitir que Ian creciera en un ambiente como ese. No podía. Igual que no podía resistirse a Pablo si él utilizaba la química sexual que había entre ellos para manipularla. Se había traicionado a sí misma al responder a sus besos, y eso había estado a punto de costarle a Ian.
     Alzó la cabeza. No volvería a ocurrir. Desde ese momento no se rendiría a ningún hombre. A un hombre, rectificó internamente. Solo un hombre tenía el poder de hacer que su mundo se inclinara peligrosamente sobre el eje: Pablo 

     -Entonces, ¿le darás los documentos? -preguntó el abogado con cierta impaciencia. Ella los aceptó, deseando que no notara cómo le temblaba la mano.

     -Se los daré -asintió, pero no dijo cuándo.

     -Gracias. Me quedaría, pero tengo un juicio dentro de veinte minutos. Dile a Pablo que me llame si tiene alguna pregunta.

     Ella asintió con la cabeza, deseando romper los documentos en pedazos. Si Peter no se marchaba pronto, también lo rompería a él. Por suerte, se marchó de inmediato, sin darle tiempo a hacer algo de lo que se arrepentiría después.
     En realidad, era a Pablo a quien deseaba atacar. La indignaba que hubiera dado el paso de reclamar a Ian sin consultarla. ¿Qué ocurriría si decidía no casarse con ella? Quizás el anillo de compromiso no era más que una estratagema para que bajara la guardia mientras él lo arreglaba todo. Cuando estuvieran casados, daría igual que se fuera o se quedara, Ian le pertenecería a él.
     El anillo brilló en su dedo, como si se burlara; se lo quitó, y lo tiró sobre la mesa. Hasta que supiera exactamente qué planeaba Pablo, la farsa había terminado. Sabía que no la amaba, pero lo que había hecho era intolerable. Sintió escalofríos, y lágrimas de ira nublaron sus ojos. Ian se movió, percibiendo su estado de ánimo. Le dio un beso en la sedosa mejilla.

     -No pasa nada, cielo. No permitiré que nadie te separe de mí.

     Lo dijo muy en serio. Pablo era rico e influyente, y era el padre de IAn, pero no descansaría hasta agotar todas las posibilidades de quedarse con el niño. Lo apretó contra su pecho, inhalando el aroma dulce e infantil.

     -Parece que tu papi sí es La Bestia -dijo con voz ronca de emoción-. No para ti, pero sí para mí -no entendía como se había convencido de que Pablo llegaría a amarla. Se le rompió el corazón al pensar que nunca volvería a sentir el calor de su abrazo o la fuerza de sus besos. Pero así tenía que ser. El había hecho su elección. Y había llegado el momento de que lo hiciera ella.
     Recogió las cosas de Ian y telefoneó para pedir un taxi. Pablo no era el único que podía esconderse un as en la manga.
    
    
     CAPÍTULO 10
     L A TORMENTA estalló cuando el taxi paraba ante la casa de Candela

     -Usted y el bebé se van a mojar -dijo el taxista por encima del hombro, mientras Lali le pagaba. No podía acercarse más a casa de Cande porque formaba parte de un grupo emplazado en unos exuberantes jardines. Candela la había elegido por sus espectaculares vistas al lago. En ese momento, la manta de lluvia que caía ocultaba el paisaje. Cada vez que un relámpago iluminaba el cielo, Ian hacía una mueca y arrugaba la cara de terror.

     -Está bien, cariño -lo confortó Ian-. Pronto estaremos seguros con la tita Candela-después de pedir el taxi, había llamado a su amiga, y sabía que estaba en casa-. Echaré una carrera -le dijo al conductor-. Se quitó la chaqueta y envolvió a Ian en ella.

     -Esto te protegerá. Agárrate fuerte -le dijo al niño. Lali llegó al porche tiritando. Cande abrió la puerta y soltó una exclamación.

     -Estás empapada. Entra, deprisa -Lali sacudió la chaqueta y la dejó caer en el porche. '

     -Lo siento por tu alfombra -dijo, goteando sobre el suelo. Candela le quitó a IAn de los brazos y le apartó el pelito mojado de los ojos. Sus aullidos de terror se redujeron a gemidos, ante la novedad de encontrarse en un sitio nuevo.

     -Está muerto de miedo, pobrecito. No te preocupes por la alfombra. Pasa y sécate antes de que pilles una pulmonía.

     Lali la siguió hasta el cuarto de baño, donde Cande le dio un esponjoso albornoz amarillo.

     -Cuando estés seca, ponte esto. Yo me ocuparé de Ian. No estás ni la mitad de mojado que tu mami, ¿verdad, chiquitín?

     -Lo tapé con mi chaqueta -dijo Lali, comenzando a quitarse la ropa empapada.

     -Y te arriesgaste a pillar una pulmonía. Todavía no me has dicho a qué se debe todo esto.

     De forma entrecortada, Lali le explicó los pasos que había dado Pablo para reclamar legalmente a Ian

     -Si no hubiera interceptado los documentos, seguiría sin saber sus planes -concluyó. Candela soltó un silbido.

     -No parece típico de Pablo , pero algunos hombres se vuelven posesivos cuando tienen un hijo.

     -Es mi hijo, no el de Pablo 

     -Te guste o no, es el hijo biológico de Pablo. Eso tiene que tener algún valor en un tribunal.

     Lali se dijo que no estaba llorando. Eran gotas de lluvia que resbalaban de su cabello y se le metían en los ojos.

     -¿Dónde estaba él cuando Dani, embarazada y enferma, solo me tenía a mí? ¿Y cuando Ian llegó a este mundo y se convirtió en el centro del mío?

     -Hay demasiada gente aquí.

     -¿Qué? -preguntó Lali, secándose la cara.

     -Parece que Pablo también está aquí.

     -Estás imaginándote cosas. Lo he dejado atrás para siempre.

     -Entonces, ¿por qué tu rostro se enciende cada vez que mencionas su nombre? -Candela montó a Ian en su rodilla-. Lo conozco hace años, puede ser egocéntrico y cabezota, pero nunca le he visto ser cruel o mentir.

     -Robó las ideas de Dani He visto la prueba -le había confiado su descubrimiento a Cande en una de sus conversaciones telefónicas.

     -La carpeta no prueba nada, excepto que trabajaron juntos.

     -¿De parte de quién estás tú?

     -Estoy de las dos partes, porque los quiero a ambos -Cande, cepillándole el pelo a Ian, sonrió-. Eh, no te comas eso -rescató el cepillo justo antes de que se lo metiera en la boca. Lali sonrió, pero segundos después la sonrisa se borró de su rostro.

     -Hizo que su abogado redactara los documentos sin avisarme. ¿Qué otra cosa puedo pensar?

     -Pensar que te ha pedido en matrimonio para comprar tu silencio, es ir demasiado lejos.

     «Y no es algo que Pablo haría», Lali leyó el pensamiento de Cande. Todo su ser deseaba creerlo, pero había demasiado en juego.

     -Solo sé que tenía que llevarme a Ian. No puedo arriesgarme a perderlo.

     -¿Perder a Ian o a Pablo ? -Cande la miró escrutadora.

     -A Ian, por supuesto. Pablo no significa nada para mí.

     -Lo que tu digas -dijo Cande con escepticismo. Echó una ojeada a su reloj de pulsera. Lali captó el gesto y vio, algo tarde, el elegante vestido de Candela, sus tacones altos, y que había protegido su vestimenta con toallas para no mojarse.

     -¿Estoy interfiriendo con algo... o alguien?

     -Nada importante -replicó su amiga, pero Lali notó que se ruborizaba levemente.

     -Tienes una cita, ¿verdad? Lo siento. No debería haber aparecido así. Me llevaré a Ian a casa en cuanto pare la tormenta.

     -No harás nada de eso. He quedado con mi amigo en un restaurante, y si vamos a algún sitio, será a su casa, no tienes por qué preocuparte.

     -¿Estás segura?

     Cande acabó de secar a Ian , lo envolvió en una toalla y le dio una esponja con forma de tortuga para que jugara con ella.

     -Estoy segura de muchas cosas. Sí, puedes utilizar mi casa esta noche, no la necesitaré.

     Lali recordó que Candela había admitido que su reloj biológico se había puesto en marcha poco después de que ella empezara a llevar a IAn a la oficina. Estaba claro que había decidido prestarle atención. Se alegró por su amiga.

     -¿Quién es el afortunado?

     -Es el primo de Aloys Gada que te mencioné. El que iba a conseguir que el famoso modisto diseñara su vestido de novia, recordó Lali -Disimulando su desaliento, abrazó a su amiga.

     -Pásalo bien. Muchas gracias por dejar que nos quedemos aquí.

     -Puedo quedarme, si necesitas hablar -ofreció Cande

     Lo haría, aunque era obvio que estaba deseando cumplir con su cita. Lali sintió una punzada de envidia. Pero que las cosas no hubieran funcionado entre Pablo y ella, no era razón para que Cande perdiera su oportunidad de encontrar la felicidad.

     -Vete -insistió-. Haz todo lo que yo no haría.

     -Lo harás, con el tiempo -los ojos de Cande se nublaron.

     -No con Pablo 

     -Pues es una lástima, está claro que estás loca por él. La última vez que hablé con él, me dio la impresión de que siente lo mismo que tú.

     -Eres incorregible -«Y te equivocas». Lali estaba segura. La actitud de Pablo no era la de un hombre enamorado.

     -Supongo que sabes lo que te conviene -dijo Cande tras un momento de silencio-. Hay comida en la nevera. No tengo nada para bebés, pero puedes hacer un puré con la batidora.

     Lali agradeció que su amiga dejara de hablar de Pablo, cuando era obvio que quería defenderlo. Pero, simplemente, estaba demasiado cansada para hablar de eso. Quizás mañana se sentiría más racional. Esa noche, lo único que deseaba era acostar a Ian y derrumbarse sobre la cama.

     -Tengo todo lo necesario en mi bolsa -le aseguró a Cande. Lali no tenía nada para cambiarse, pero el albornoz le serviría hasta que su ropa se secara. Su conciencia no le permitía retener a Candela ni un minuto más. Empujó a su amiga hacia la puerta de la calle.

     -¿Seguro que no quieres que me quede? -Cande se puso una capa con capucha sobre los hombros y recogió su bolso.

     -Ya has hecho suficiente. Estaremos bien -Lali nunca había necesitado más a una amiga, pero se sintió incapaz de arruinarle la noche.

     La puerta se cerró y Lali exhaló con fuerza. Con la urgencia de alejar a Ian de Pablo, no había pensado en el futuro. No podía quedarse allí. Era el primer sitio donde la buscaría si no la encontraba en su apartamento. Instaló a Ian en el sofá, rodeado de cojines. En la cocina, calentó una papilla para el niño y unos huevos revueltos para ella. Puso la comida en una bandeja y volvió al salón.
     Ian se durmió tras unas cucharadas de comida. Estaba agotado tras el drama de la tormenta. Ella también, pero por otros motivos. Esa noche era incapaz de pensar en un plan de acción. De repente, llamaron a la puerta.Si Candela hubiera olvidado algo, utilizaría su llave. Tenía que ser Pablo. Lali se quedó inmóvil, si no hacía ruido quizás creería que no había nadie en casa y se marcharía.
     Pero Ian empezó a llorar. Lo tomó en sus brazos, tranquilizándolo, y volvió a dormirse, pero Pablo debía haberlo oído. Lo acostó, fue hacia la puerta y la abrió de un tirón.
     Pablo estaba allí, sacudiendo el agua de un enorme paraguas negro. Llevaba puesto el jersey de cachemira color marfil y los pantalones negros que había elegido para la entrevista televisiva. Estaba imponente, y a Lali se le cerró la garganta. Era demasiado pronto para verlo, necesitaba erigir barreras para protegerse de él. Optó por refugiarse en la ira.

     -Espero que estés satisfecho. Has despertado al niño.

     -Despertaré a todo el vecindario si no me dejas entrar.

     -Entra, no quiero crearle a Cande problemas con sus vecinos. ¿Cómo nos has encontrado?

     -Cuando descubrí que te habías ido, pulsé el botón de rellamada del teléfono de Cande. El primer número era el de Candela. La llamé y le pregunté si sabía dónde estabas, pero respondió con evasivas y me dijo que iba a salir. Decidí venir a verla. Cuando llegué aquí su coche no estaba, pero las luces seguían encendidas. Oí a Ian llorar y supe que te había encontrado.

     Dejó el paraguas en el porche, entró en la casa y la siguió al salón. Sus ojos se suavizaron un instante, al ver a Ian dormido en el sofá, rodeado de cojines, pero volvieron a endurecerse cuando miró a Lali. Extendió la mano y, abriendo los dedos, le enseño su anillo de compromiso.

     -¿Te importaría explicarme esto?

     Ella fue a por los documentos legales que se había llevado consigo y se los puso en la mano, sobre el anillo.

     -Cuando tú expliques esto. Tu abogado los trajo para que los firmaras. Según él, te dan derecho legal sobre Ian-casi escupió las palabras.

     -¿Y crees que intento quitártelo? -dijo él, sin mirarlos.

     -¿Qué otra cosa puedo creer?

     -Se supone que confías en mí -hizo una mueca-. Al menos esa es la teoría cuando accedes a casarte con alguien.

     -A no ser que sea un truco. ¿Cuál es el trato, Pablo? ¿0 callo sobre quien creó tu personaje más famoso,o me quitas a mi hijo?

     -Con una imaginación como esa, la escritora deberías ser tú, no yo.

     -Puede que sea cosa de familia.

     -Sigues sin entenderlo, ¿verdad? Te pedí que te casaras conmigo porque estoy enamorado de ti, no hay otra razón.

     Demasiado anonadada para responder, comenzó a recoger las cosas de la cena y las puso en la bandeja. ¿Por qué Pablo no le había dicho eso cuando le propuso matrimonio?

     -Ahora ya no cambia nada -musitó con voz apagada.

     -Debería hacerlo. A no ser que te convenga que sigamos en guerra.

     -¿Por qué iba a convenirme?

     -Para quedarte con Ian tú sola.

     -No es un peón en un juego. Es mi bebé.

     -También es mío -masculló él-. Creí que iba a ser nuestro hijo, que crecería con los dos. Pero no pienso permitir que me lo quites, así que más te vale enfrentarte a la realidad. Es una batalla que no puedes ganar.

     -Soy muy consciente de ello -replicó ella con cansancio-. No puedo permitirme un abogado de lujo. Lo único que puedo hacer es demostrar que todo lo que he hecho por Ian ha sido por amor. Debería ser suficiente -se le cascó la voz. Pablo dio un paso hacia ella, pero se detuvo.

     -Necesitarás un argumento mejor si quieres apartar a mi hijo de mí.

     -Prueba con este: primero su padre no quiso hacerse cargo de él, después descubrí pruebas de que su padre es un embustero y un tramposo. No se merece la custodia de una criatura inocente -«Ni tampoco la de mi corazón», pensó para sí, pero decidió dejar ese tema para otro momento. Era demasiado tarde para protegerse ella, pero no para proteger a Ian. Pablo hizo un movimiento brusco, como si le hubiera pegado.

     -Esa prueba que estás tan segura de tener, no son más que unos bocetos preliminares de tu hermana.

     -Es suficiente -se dijo que tenía que serlo, preguntándose por qué a Pablo no parecía preocuparlo su amenaza. Le había dolido su acusación, pero no lo había asustado.

     -No, no lo es -su voz resonó como los truenos del exterior-. Ya es hora de que aclare las cosas. La llevó hacia el sillón, hizo que se sentara y salió de la casa. Lali se planteó cerrar la puerta con cerrojo, pero no dudaba que la echaría abajo. Tenía que pensar en Ian.

     Pablo volvió unos minutos después con un maletín, su cabello y su ropa brillaban con gotas de lluvia. Tenía el rostro serio y ella recordó que no le gustaban las tormentas. Sin embargo, se había aventurado en medio de una para buscarla; bueno, más bien para buscar a Ian.
     Pablo dejó caer una carpeta llena de papeles sobre su regazo. Ella no los miró.

     -¿Qué es esto?
     -Mira dentro -su tono no permitía discusión alguna, así que ella hojeó los papeles, 'segura de que no cambiarían nada entre ellos. Hasta que comprendió lo que estaba mirando.

     -¿De cuándo son? -preguntó quedamente.

     -De cuando tenía diecinueve años y pensé por primera vez en el personaje del Panda Cósmico. Están firmados y fechados, y superarían cualquier prueba forense, si fuera necesario.

     No era necesario. Las fechas y las firmas estaban realizadas con el mismo bolígrafo que los dibujos. Lo único que su hermana había hecho era desarrollar las ideas originales de Pablo , lo que le habían pagado por hacer. Debió suponer que Lali no se tomaría en serio su comentario de que se merecía parte de los derechos de los libros. Lali había estado tan inmersa en su lucha contra Pablo que no se había parado a considerar si Dani hablaba en serio o no. Se puso pálida.

     -Oh, Pablo , lo siento mucho -él ignoró sus disculpas y comenzó a enumerar con los dedos.

     -He contestado a tu pregunta de por qué rechacé a Daniela cuando me dijo que estaba embarazada. Ahora te he convencido de que no robé sus ideas. ¿Qué más queda?

     -Los documentos legales.

     -Ah, sí. No los has leído, ¿verdad?

     -No he tenido tiempo -protestó ella, ante el tono acusador de su voz.

     -No has querido hacer tiempo. Si lo hubieras hecho, sabrías que en ellos reconozco que soy el padre de Ian y me comprometo a responsabilizarme de sus necesidades futuras. No dicen nada de quitártelo a ti. Quiero que Ian tenga padre y madre, no solo una de las cosas. Tú creciste sin tu padre, no hace falta que te explique por qué me parece tan importante.

     Ella negó con la cabeza. «¿Qué he hecho?», pensó. Había acusado al hombre que amaba de todos los crímenes posibles, incluso de intentar quitarle al niño. Recordó que él le había dicho que quería casarse con ella porque la quería. Se preguntó cómo podía haberse equivocado tanto.

     -Te he tratado de una forma vergonzosa, lo siento, Pablo. No sé que hacer para compensarte.

     -Darme a mi hijo.

     -Cualquier cosa menos eso.

     -Entonces, cásate conmigo como prometiste, intentaremos resolver esto como personas civilizadas.

     Incluso en ese momento, estaba siendo más justo de lo que ella tenía derecho a esperar. Le costó un gran esfuerzo alzar los ojos, rebosantes de lágrimas. Tendría que permitirle que fuera padre de su hijo a tiempo completo; estaba en su derecho, en realidad, tenía más derecho que ella. Nunca podría actuar como una persona civilizada con Pablo. Compartir su vida de forma platónica, sabiendo que había matado su amor por ella, la destrozaría.

     -No lucharé más -agachó la cabeza-. Ian te pertenece. Pero no puedo casarme contigo.
     -¿Tanto me odias?

     -No te odio. Te quiero -el grito le salió de lo más profundo del alma. Él tenía que entender que nunca le bastaría con un matrimonio de conveniencia, y ya no podía esperar otra cosa. Pablo dejó caer los documentos al suelo y se arrodilló junto al sillón.

     -¿Qué has dicho? -Lali pensó que Pablo debía estar encantado de haberla hecho confesar.

     -He dicho que te quiero -repitió. En vez de la mirada triunfal que esperaba, vio que los ojos de Pablo se humedecían.

     -Eso me pareció que le decías a la entrevistadora. Si es verdad, no tienes ni idea de cómo demostrarlo, Lali

     -Es verdad. Tenía miedo, mucho miedo -de que hubiera traicionado a su hermana, de que intentara quitarle a Ian, de que fuera, al fin y al cabo, La Bestia. De que la abandonara como hizo su padre. Demasiados miedos. Él leyó todo eso en su rostro y la tomó entre sus brazos.

     -¿De mí? Me mata oírte decir eso con todo lo que te quiero.

     -¿Aún me quieres? ¿Incluso después de que te acusara de cosas tan horribles?

     -Debería haberte explicado lo de las ilustraciones cuando encontraste la carpeta. Pensaba enmarcarlas para darte una sorpresa. Pero me enfureció que dudaras de mí.

     -Yo creí que te sentías culpable.

     -Solo soy culpable de una cosa: de amarte desde el momento que entraste en mi vida.

     -No volveré a dudar de ti, te lo prometo -dijo ella con una sonrisa apagada.

     -Eso es todo lo que necesito saber -recogió el anillo, que había caído al suelo con la carpeta. Ella tembló de pies a cabeza cuando él se lo puso. Sintió que encajaba como si fuera la última pieza de un rompecabezas.

     -Cuando te pedí que te casaras conmigo ya estaba enamorado de ti, pero no pensé que tú sintieras lo mismo.

     -Lo sentía -admitió ella-. Pero estaba segura de que lo hacías solo por bien del niño.

     -¿Y ahora? -él miró a Ian, que dormía pacíficamente en su nido de cojines. Después volvió los ojos hacia ella, con tanto amor en su mirada que Lali no pudo dudar un momento más.

     -Sé que me quieres por mí misma -susurró roncamente-. Ser padres de Ian será maravilloso pero, primero y por encima de todo, seremos amantes, ahora y para siempre -un escalofrío de excitación recorrió su espalda-. No puedo soportar la idea de vivir sin ti.

     -Pero estabas dispuesta a abandonarme.

     -Solo para pensar las cosas. No tenía ni idea de lo que debía hacer.

     La boca de él recorrió su cuello, besando, cosquilleando, provocando en ella una sensación tan sensual que ella sintió que ardía por dentro.

     -Yo sé exactamente lo que debías hacer -hizo que se sentara en el suelo y la abrazó. El albornoz se abrió, dejando a la vista su cremosa piel, que él besó suavemente. Ella cerró los ojos, sintiendo calor y frío. No quería que parara, no quería que se detuviera nunca.
     Pablo introdujo las manos dentro del albornoz, explorando, acariciando y excitándola. Nadie la afectaba como Pablo , ni física ni emocionalmente. Llegaba a un núcleo de soledad que ella no había sabido estaba en su interior. Lo acariciaba y lo llenaba. Se prometió que haría lo mismo para él.

     -Te quiero tanto -dio un suspiro de felicidad. Era milagroso poder confesarle sus sentimientos, y saber que su amor era correspondido-. Quiero decirlo una y otra vez.

     -No seré yo quien ponga objeciones -murmuró él con ojos brillantes.

     Ella se quedó sin respiración cuando el capturó su boca con un beso interminable. Su corazón palpitó con el miedo de sentir demasiado placer, pero descartó ese sentimiento. El amor era eterno, infinito. Tenían suficiente para Ian y para sus futuros hijos. Y aún les sobraría amor para ellos mismos. Era un pozo inagotable.

     -Estás pensando -dijo Pablo , acariciando su mejilla con el dorso de la mano-. ¿En qué?

     -En nosotros y en el futuro -dio la vuelta a su mano y le besó en la palma. Pablo recorrió su mandíbula con los dedos hasta llegar a su boca. Ella los capturó y los atrajo al interior de su boca. Él gimió como si estuviera llevándolo al límite de su control.

     -Me gusta como suena eso -replicó con voz profunda-. Pero más vale que nuestro futuro empiece pronto, porque no creo que pueda esperar mucho más para hacerte el amor -agarró sus dedos y los mordisqueó suavemente. Ella se inflamó de deseo.

     -Ni yo tampoco -dijo con voz entrecortada. Solo hacía unas horas que las palabras «nosotros» y «futuro» le habían parecido tan lejos de su alcance como las estrellas. Igual que las palabras «Te amo».

     Volvió a repetírselas, por el puro gozo que le provocaban, encantada al saber que seguiría diciéndolas, y escuchándolas, todos los días. Toda la eternidad. No le parecía tiempo suficiente.