sábado, 30 de abril de 2016

Capitulo 7: "En busca de la Verdad"





CAPÍTULO 7

     Mientras lo seguía hacia la casa, Lali se preguntó cómo podía haber sido tan estúpida. Deseaba tan intensamente que le hiciera el amor, que había abandonado su estudiado plan en cuanto lo tuvo entre sus brazos.
     Entendía su reacción al comprender que ella le había mentido, instalándose en su casa con falsas pretensiones. Recordó que le había contado que su madre le mintió sobre la muerte de su padre, y que, desde entonces, odiaba las mentiras. Tenía todo el derecho a odiarla, se dijo con pesar. Pero eso no explicaba su referencia a un milagro. Parecía empeñado en seguir negando que era el padre de Ian. Se preguntó si tendría que recurrir a una demanda judicial y a un análisis de sangre. Esperaba más dignidad de él.

     Pablo iba por delante de ella, con el cochecito de Ian en brazos. El bebé era totalmente inconsciente del drama que se desarrollaba a su alrededor. Cuando Pablo levantó el cochecito, vio la ternura de su expresión, que después se convirtió en ira y... en otra cosa. Parecía un hombre al que se le hubiera denegado un don. Era obvio que quería al niño. Pasaba mucho más tiempo con él que el estrictamente necesario, y lo disfrutaba. Entonces, ¿por qué se negaba a creer que era el padre de Ian?
     No podía ser por falta de dinero o recursos. Sus libros tenían un enorme éxito, y Pablo era generoso. Un día le preguntó por uno de los archivos y él admitió, a desgana, que era un fondo monetario para los estudios de sus sobrinos. Lali había encontrado varios archivos similares, que indicaban que le gustaba compartir su riqueza. Por eso no podía entender su reacción.
     Candela le había preguntado, incrédula, si estaba segura de que Pablo era el padre de Ian. La asaltó la duda, pero la desechó. Daniela nunca le había mentido, y no tenía razón para hacerlo cuando estaba a punto de morir. En cualquier caso, la verdad era aparente. Ian se parecía tanto a Pablo que no podían ser sino padre e hijo. Empezando a enfadarse, LAli aceleró el paso para alcanzar a Pablo y estiró los brazos hacia el cochecito.

     -Yo lo llevaré, dado que tú no quieres saber nada de él.

     -Está perfectamente conmigo -el fiero gruñido de Pablo la sobresaltó.

     -No, no lo está -espetó con furia, pero en voz baja para no despertar al niño-. Su padre acaba de rechazarlo. ¿Cómo puede estar bien con alguien así? -Pablo también la había rechazado a ella, pero se enfrentaría a eso más tarde. En ese momento, su mayor preocupación era Ian

     -Pareces estar muy segura de tu información -dijo él, mirándola con una frialdad que hizo que olvidara que brillaba el sol.

     -Mi hermana no mentiría sobre algo así cuando estaba a punto de morir.

     -Lo siento -dijo él automáticamente-. Es una gran tragedia y entiendo que el dolor te haya desesperado como para querer buscarle un hogar a Ian y seguir con tu propia vida.

     -No estoy desesperada, y nadie me va a quitar a IAn sin lucha -tuvo que apretar las manos para no machacar sus atractivos rasgos de un puñetazo-. Pero se merece conocer a su padre. Ella me dijo que tú lo eras, y la creo.

     -Si tu hermana estaba gravemente enferma, quizá estuviera confusa -dijo él, con ojos turbios.

     -No sobre esto. ¿Niegas que te acostaste con Daniela Portman hace un año y medio?

     -No lo niego, porque es verdad. Llevábamos algún tiempo trabajando juntos. El día que mi divorcio fue definitivo, ella también estaba disgustada por algo. No me dijo por qué, pero acabamos consolándonos mutuamente. Nada más.

     -Es obvio que hubo bastante más -dijo LAli, mirando al niño con el corazón encogido.

     -Es obvio, pero eso no me convierte en el padre de Ian

     -Dani no andaba acostándose por ahí -exclamó ella, defendiendo la memoria de su hermana.

     -No digo que lo hiciera. La Dani que conocí era dulce y amable, más pendiente de lo que me ocurría a mí que de sus propios problemas. Sabía que estaba enferma, pero nunca imaginé que fuera algo terminal.

     -No quería compasión.

     -Y no la compadecí. Era maravillosa y tenía un gran talento -se le cascó la voz, como si el costara acostumbrarse a la revelación de LAli-. Solo sé que me necesitaba tanto como yo a ella. No volvió a repetirse.

     Llegaron a la casa, y Pablo le sostuvo la puerta para que entrara. Lo rozó al pasar, y sintió de nuevo esa corriente eléctrica que le recordó todo lo que podían haber compartido. Apesadumbrada, supo que por mucho que ansiara el calor de su abrazo, difícilmente volvería a sentirlo.
     No le sirvió de nada pensar que era para bien. Su deseo por él era tal, que no sabía cómo podía haberse negado durante tanto tiempo a que un hombre le hiciera el amor.

     Dani se reiría si lo supiera, pensó Lali, imaginándose el «Te lo advertí» de su hermana. Se preguntó por qué tenía que ser Pablo, entre todos los hombres, el que destrozara sus ilusiones. Se sentía como si hubiera vislumbrado el paraíso por una puerta entreabierta y alguien la hubiera cerrado de golpe segundos después.

     -Acostaré a Ian. Estará más cómodo en la cuna -dijo ella, que necesitaba tiempo para recuperar la compostura.

     -Te acompañaré.

     -No hace falta. No pienso irme a ningún sitio de momento -dijo con dureza, preguntándose si pensaba que echaría a correr en cuanto él se diera la vuelta.

     -Antes tenemos unas cuantas cosas que aclarar -asintió él. Ella oyó las palabras que no dijo: «Despues puedes irte donde quieras», y eso la desesperó.

     Las cosas no iban de acuerdo a sus planes. Contaba con que él no reconocería a IAn voluntariamente, y estaba preparada para defender sus argumentos. Pero no había previsto el efecto que Pablo tendría sobre ella; eso lo complicaba todo. «Has tenido advertencias de sobra», se dijo mientras acostaba al bebé, intentando ignorar la presencia de Pablo , que observaba cada uno de sus movimientos. Desde el principio la había atraído, nunca antes había respondido con tanta fuerza a una persona. Si hubiera tenido el más mínimo sentido común, se habría marchado el primer día.
     Sin embargo, se había empeñado en enfrentarse a La Bestia en su guarida. Cualquiera con más experiencia se habría percatado del peligro pero, como Pablo había adivinado, Lali no la tenía. Había jugado con fuego y se había quemado. Decidió aprender de su error. Desde ese momento lo vería como el padre de Ian y nada más.

     -¿Has acabado? -inquirió él cuando tapó al niño con la manta.

     -Me quedaré aquí un rato, por si se despierta.

     -Si lo hace, lo oirás por el monitor -Pablo fue hacia ella y la agarró de la mano-. Tenemos un asunto que resolver.

     Ella deseó insistir en quedarse con IAn, quería sentirse segura. No tenía miedo físico de Pablo , pero el caos que podía provocar en sus sentimientos le daba pánico.
     Pablo tiró de ella y la sacó de la habitación. Cerró la puerta con cuidado y la guió por el pasillo. Lali esperaba que la condujera al despacho pero, en cambio, la llevó a su estudio. Era una estancia perfecta para pensar. La maravillosa vista del lago la convertía en el lugar ideal para meditar. Pero no era tiempo de meditación. Él le indicó que se sentara en un sillón que había junto al escritorio. Lali se sintió como una colegiala en el despacho del director, esperando una regañina. Excepto que Pablo no parecía en absoluto un director de colegio;; si la tomara entre sus brazos, se rendiría sin condiciones.
     Se recordó que debía pensar en él únicamente como padre de lan. Mientras Pablo no reconociera a su hijo, no podía haber nada entre ellos.

     -Si crees que me voy a quedar aquí sentada mientras me das un charla, estás muy equivocado. Debería haberte dicho quién era, y te pido disculpas por eso. Pero no por haber traído a Ian, tiene derecho a conocer a su padre.

     Pablo se inclinó hacia ella y apoyó una mano en cada brazo del sillón, aprisionándola. Su rostro amenazaba tormenta.

     -Tienes suerte de que nunca haya golpeado a una mujer en mi vida. Porque, ahora mismo, la idea me tienta muchísimo.

     -Solo un cobarde se refugia en amenazas de violencia -espetó ella, alzando la barbilla; no pensaba dejar que la asustara.

     -Yo no hago amenazas.

     Lali sabía que debía callarse, antes de llevarlo al límite de su aguante. No temía que la pegara, pero estaba claro que quería hacerle algo; su corazón se agitó al comprender qué era ese algo.

     -¿Cómo te enfrentas a la provocación, Pablo ? -susurró, incapaz de callarse las palabras.

     -En general, me rindo ante ella, -replicó él y, como ella deseaba, inclinó la cabeza y la besó.

     Atrapada en el sillón, tuvo que aceptar su boca. El impacto fue demoledor, le pareció que la habitación daba vueltas.
     «Es el padre de Ian, nada más», se dijo con desesperación, pero el pensamiento quedó sumergido en un mar de sensaciones. Se olvidó de la razón y la cordura. Se hubiera conformado con que la besara eternamente. «Mentirosa», se dijo, «Deseas mucho más que un beso».
     Cuando Pablo se apartó, sus ojos destellaban de pasión, que pronto pasó a ser ira. Lali decidió que estaba tan enfadado con ella como consigo mismo. La alegró no ser la única que permitía que la tentación ganara al sentido común.

     -¿Por qué has hecho eso? -preguntó cuando la habitación dejó de dar vueltas.

     -Era la opción más segura -sin más explicación, Pablo se sentó tras el escritorio y respiró profundamente. No había pretendido besar a Lali de nuevo, pero no pudo evitarlo. Se estaba convirtiendo en una mala costumbre.

     Recordó lo ocurrido en el cenador, cuando ella había aceptado sus caricias deseosa. Había visto miedo en sus ojos, y también confianza plena. Eso lo había confundido hasta que comprendió el motivo. Su cuerpo volvió a clamar de deseo insatisfecho, a clamar por ella. Estaba seguro de que no le había mentido cuando dijo que lo deseaba, pero había mentido en todo lo demás. La ira apagó su deseo, no toleraba las mentiras.

     -¿Quién eres? Esta vez quiero la verdad -intentó concentrar toda su atención en la respuesta, aunque era difícil viendo esos labios aún enrojecidos por el beso. Ella lo miró retadora.

     -Como te he dicho, me llamo MAriana Glen y trabajo como asesora informática autónoma.

     -No trabajas para la agencia de Candela

     -Candela  no quería que aceptara este trabajo -movió la cabeza de lado a lado-. Intenté convencerte de que contrataras a otra persona, ¿recuerdas?

     -No intentes echarme a mí la culpa -gruñó él-. Llegaste aquí con mentiras para poder embrollarme con el cuento de que soy el padre del hijo de tu hermana.

     -No es un cuento, es la verdad -las manos de Lali temblaban y las dejó caer en su regazo.

     -De eso nada. Es físicamente imposible -rebuscó en el escritorio hasta que encontró un sobre con la dirección del consultorio médico de su ex cuñado, y se lo tiró a LAli-. Lee eso.

     -Yo no...

     -Léelo -ordenó él. Su voz sonó como un pistoletazo y Lali dio un respingo. Abrió el sobre y sacó el informe que contenía.

     Hacía meses que Pablo no lo miraba, pero se lo sabía de memoria. Había estado a punto de quemarlo varias veces, pero se lo había quedado como recordatorio para evitar comprometerse seriamente con nadie.

     -¿Dice o no dice ahí que mi recuento de esperma es tan bajo que la posibilidad de que sea el padre de Ian está completamente descartada?

     -No puedo entenderlo -LAli alzó el rostro, el desconcierto nublaba sus ojos. Él se negó a dejarse impresionar por su trágica expresión.

     -¿Qué no puedes entender? Soy incapaz de darle un hijo a una mujer, ni a mi ex esposa, ni, menos aún, a tu hermana.

     -Pero Dani estaba segura.

     -Dijiste que estaba enferma -a pesar de su determinación por evitarlo, ella lo estaba ablandando-. ¿Qué ocurrió?

     -Le diagnosticaron el tumor poco después de que se conocierain en aquella cena de negocios. Estuvo demasiado enferma para trabajar en el primer libro de Panda, pero el tumor remitió y pudo ilustrar el segundo. Debido al tratamiento médico que tomaba, no creía poder quedarse embarazada. Quería al niño más que a su propia vida, y al final, eso fue lo que le costó tenerlo.

     Pablo sentía la tristeza de Lali como un puñal en el corazón, pero luchó contra el impulso de abrazarla. Su hermana y ella habían intentado engañarlo. Debería echarla a la calle, no desear consolarla; le dolían los brazos por el esfuerzo de no abrazarla.

     -Al final, es posible que tu hermana se convenciera de que decía la verdad -dijo, incapaz de soportar la visión de su dolor un segundo más-. No sé por qué me eligió a mí, pero se equivocó.

     Lali dejó caer el informe sobre el escritorio. Sentía frío y tenía el cuerpo insensible. La idea de que Ian nunca conocería a su padre era como una losa en su corazón. Ya era malo que ella hubiera estado siempre alejada del suyo, pero al menos había hablado con él, lo había visitado. Ian ni siquiera tendría eso.

     -¿Es posible que haya algún error? -preguntó, intentando controlar el temblor de su voz. Él negó con la cabeza.

     -El médico que me hizo la prueba es el hermano de mi ex mujer. Aunque nos odiábamos, es uno de los mejores en su especialidad.

     Para Lali , la verdad no tenía sentido. Su hermana no había tenido relaciones con ningún hombre durante dos años; estaba demasiado enferma. Cuando entró en remisión, no sentía suficiente confianza en su futuro como para involucrarse con nadie. Dani, cuando ya estaba embarazada y vivía con ella, le dijo que solo había dormido con Pablo aquella vez. No podía haber tenido otra relación sin que ella se enterara.

     -Si no se llevaban bien, ¿es posible que cambiara los resultados de la prueba? -preguntó titubeando.

     -Es médico. Hacen un juramento -Pablo devolvió el informe al sobre-. Esto no nos lleva a ninguna parte. Me gustaría ayudar, pero...

     Lali comprendió que no pensaba hacerlo. No lo culpaba. No era responsable del hijo de otro hombre, ni de lo que Lali sentía por él.

     -Lo comprendo. Me iré mañana temprano.

     -No quiero que te vayas -dijo él, sabiendo que debería dejarla marchar.

     -Pero... después de esto -LAli lo miró con asombro.

     -No puedo culparte por hacer lo que consideras correcto -concedió él-. Reaccioné tan mal porque odio que me mientan.

     -Comprendo que no soportes que te engañen -comentó ella, deseando con todo el corazón haber actuado de otra manera. También entendía por qué se puso tann furioso cuando Dani le dijo lo del niño. Sabiendo que no podía ser padre, había asumido que le mentía. Soltó un suspiro-. No pretendía reavivar viejas heridas.

     -No podías saberlo.

     Incluso si no era el padre de Ian, quedaba pendiente saber si le había robado o no a Daniela la idea del personaje que le había hecho famoso. Sería más fácil descubrirlo en su casa. Y también podría pasar más tiempo entre sus brazos.

     -Me quedaré -le dijo, perfectamente consciente de cuál de las dos razones tenía más peso.

     -Bien, porque tengo otra propuesta para ti.

     -¿Cuál es?

     -Quiero que te cases conmigo.

     Lali se quedó boquiabierta. Se preguntó cómo sería estar casada con Pablo, compartir su cama y su vida. Aunque no fuera el padre biológico de Ian, había visto lo suficiente para saber que sería un padre maravilloso. Tampoco dudaba que sería un amante excepcional. Apartó esas seductoras ideas de su mente, aunque sintió una intensa respuesta física.

     -¿Casarme contigo? ¿Estás loco? -exclamó. Ella sí estaba loca, pues se lo estaba planteando como una posibilidad real.

     -Es una sugerencia lógica -aclaró él, como si expusiera un argumento, en vez de proponerle matrimonio-. Como no puedo tener hijos, decidí no volver a casarme. Pero tú ya tienes un niño que consideras tuyo, así que no estaré privándote de nada. Ni tampoco a mí mismo -su tono se suavizó-. Sé perfectamente lo que sientes por Ian y yo empiezo a sentir lo mismo. Será el hijo que soñé. Y tú contarás con alguien que lo acepta. Sé que has tenido que esforzarte mucho desde que está contigo.

     LAli pensó, furiosa, que Pablo debía haberle preguntado a Candela por ella. Aunque había hablado con su amiga varias veces desde que trabajaba con Pablo , había evitado cuidadosamente mencionar su relación. Cande debía haber llegado a sus propias conclusiones. Además, como Lali sabía, no era nada reacia a hacer de casamentera.

     -Me las arreglo -dijo secamente. No estaba dispuesta a que la considerara un caso de caridad.

     -Lo sé, y lo haces muy bien. Pero, ¿no sería mejor no tener que esforzarte tanto? Al menos por Ian, si no por ti misma.

     Había dicho lo único que la obligaba a considerar su propuesta. Quería para su bebé mucho más de lo que ella podía ofrecerle. No solo cosas materiales, sino también una vida familiar. Pablo podía proporcionarles las dos cosas.
     Al pensarlo, comprendió hasta qué punto lo deseaba, también, para sí misma. Con un padre distante, y una madre y un padrastro de buenas intenciones, pero más inmaduros que ella, nunca había conocido el amor, la calidez y la seguridad que otras familias daban por hecho.
     Su familia se había apoyado en ella, en vez de al revés. Durante la enfermedad de Dani, y después, casi toda la carga recayó en Lali. A su madre y a su padrastro no se les había ocurrido que podían echar una mano para criar a su nieto. Le dejaron la responsabilidad a ella.
     Aunque quería demasiado a Ian para que le importara, sería agradable tener alguien en quien apoyarse. Había llegado a considerarlo un sueño imposible. Tras su experiencia con Benjamin Cross, pensó que nunca llegaría a casarse. Al contrario que Benja, Pablo nunca hacía que se sintiera como si el niño fuera un estorbo.
     La oferta era tan tentadora que tuvo el sí en los labios. Pensó en lo que no le ofrecía: amor. Si se casaba con él, sería un amante apasionado, la experiencia de esa tarde lo demostraba. Pero hacerle el amor no era lo mismo que amarla. Se preguntó si podía llevar una vida basada meramente en la atracción física. Antes de que pudiera contestar, los berridos de Ian resonaron en el monitor.

     -Ve con él -urgió Pablo-. Primero ocúpate del niño, después piénsalo y dame tu respuesta.

     Eso fue lo que la decidió.

     -Ya lo he pensado, y me casaré contigo, Pablo, en cuanto tú quieras.
     




sábado, 9 de abril de 2016

Capitulo 6: "En busca de la Verdad"




Chicas les cuento que estoy a full con la facu y arranque ingles , pero no voy a dejar de subir las adaptaciones, les vuelvo a pedir que me deje un mail o twitter o algo para avisarles cada vez que suba capi, besos




CAPÍTULO 6

     Un par de días después, Pablo apareció ante la puerta del despacho y la observó un momento.

     -Sal fuera. Hace demasiado buen día para trabajar. A Ian y a ti les sentará bien el aire fresco.

     Ella mantuvo la vista fija en la pantalla de ordenador, para no delatar lo tentada que estaba de aceptar. Desde que él, La Bestia, la acusó de mantener a Ian alejado de su padre por motivos egoístas, había procurado mantener su promesa de que su relación fuera puramente profesional.

     El no se lo ponía nada fácil. Además de turnarse con ella para cocinar, tenía el hábito de llevarle café y galletas a la mesa, y se ofrecía a jugar con Ian mientras trabajaba. Cada vez era más difícil reconciliar ese comportamiento con el del hombre que traicionó a Dani.

     Para haberse negado a aceptar a su hijo, le prestaba mucha atención a Ian. Lali se preguntó si Pablo percibía el vínculo de sangre que los unía, a pesar de negar su paternidad.
     El día anterior, cuando bañaba a Ian, Pablo se había apoyado en la pared para mirarlos. Lo sorprendió con una sonrisa embobada en el rostro y sugirió que la ayudara. Él sujetó al niño como un experto, haciendo ruidos infantiles, mientras ella preparaba la toalla. No se quejó cuando Ian le salpicó la camisa con agua jabonosa. De hecho, le había dado la impresión de que disfrutaba.
     A Lali se le aceleró el pulso al recordar cómo la camisa mojada definía su perfecta musculatura. Cuando le devolvió al niño, Pablo le acarició el brazo, provocándole un escalofrío. No quería nada de eso. Una cosa era desearlo, un impulso biológico que no podía controlar; su forma de actuar si podía controlarla. Negó con la cabeza.

     -Tengo que acabar esto.

     -Has hecho más en una semana de lo que esperaba que hicieras en un mes. Mira a tu alrededor -insistió él, poniendo una mano en su hombro..

     No le hizo falta, era muy consciente del cambio. Los montones de materiales de referencia estaban ordenados, y los recortes de prensa que podían serle útiles archivados. Cuando acabara, él podría localizar cualquier cosa en un momento.
     Por desgracia, el trabajo le había impedido revisar los archivos de bocetos antiguos, que podrían haber probado que Panda Cósmico era creación de Dani. Para su frustración, Pablo decidió organizar él mismo el material de la exposición, creyendo que le hacía un favor. No pudo poner objeciones, o hubiera descubierto sus planes.
     Solo quedaba pendiente el ordenador de Pablo; estaba organizando su contenido en archivos y carpetas que reemplazaran el caos existente. Había pasado gran parte del día anterior haciendo copias de seguridad del trabajo que tenía entre manos. Hizo una mueca, pensando en su relajada actitud con respecto a la seguridad. Algún día perdería algo insustituible. Cuando se lo comentó, él se limitó a encogerse de hombros.

     -Hago copias de los manuscritos. El resto no son más que ideas, y la mayoría no llegan a ninguna parte.

     Ella le previno de que algún día lo harían. Organizó las copias en disquetes de colores: rojo para los manuscritos, azul para las ideas, amarillo para las copias de seguridad. Estaban ordenados en una estantería sobre el escritorio. No contaba con que los mantuviera así mucho tiempo, pero como no estaría allí para verlo, le daba igual. Se le encogió el estómago al pensar en eso, pero lo achacó a que tenía hambre.

     -¿Sabes algo nuevo sobre la gira? -preguntó por encima del hombro, sin dejar de teclear.

     -Quizá al final no la hagamos. Puedo hacer entrevistas para la radio y la televisión aquí, y el publicista está organizando una serie de sesiones de charla en Internet, para que los niños puedan comunicarse conmigo por ordenador. Así la gira llegará a todo el mundo. Un nuevo enfoque para un nuevo siglo. Puede que la huelga nos haya venido bien.

     Pero ya no la necesitaría para cuidar de la casa. Lali se esforzó para que la decepción no tiñera su voz al hablar.

     -No puedes firmar libros por ordenador.

     -He firmado miles de copias en el almacén, así podrán distribuirlos en cuanto acabe la huelga -dijo él, flexionando la mano.

     Eso explicaba dónde había ido el día anterior. Le había dicho a Lali que estaba con su publicista, Macarena Drake, y ella se preguntó si tenían una relación más allá de lo profesional. La molestó que esa posibilidad la inquietara.

     -Parece que has pensado en todo -dijo tono seco. El arqueó una ceja.

     -Dedicándote a los ordenadores, creí que el concepto de una gira por Internet te parecería interesante.

     -Me lo parece, claro que sí -lo malo era que ya no la necesitaría en su casa.

     -¿Pero? -inquirió él, cruzándose de brazos.

     -Sin peros -forzó una sonrisa-. Es una idea brillante -«Como casi todas las tuyas», pensó. Había visto suficientes cosas como para que la impresionara su dedicación. No dejaba en sus manuscritos una sola palabra que pudiera cambiar por otra mejor. Investigaba meticulosamente todos sus datos y luego los expresaba en palabras que sus lectores pudieran entender, forzando su capacidad lo suficiente para que los libros les resultaran interesantes y supusieran un reto.

     Tenía que recordarse a todas horas que su misión era demostrar que había robado la idea de su hermana, aunque aún no tenía ninguna evidencia.

     -¿Qué te parecería un picnic junto al lago? -sugirió él. Ella sintió pánico, no solo porque se le agotaba el tiempo, sino porque no quería disfrutar demasiado de su compañía.

     -Ya te he dicho que no puedo -un demonio interior hizo que añadiera-. Seguro que a Maca no le importaría ir de picnic contigo.

     Él apartó sus manos del teclado y sujetándolas, la obligó a ponerse en pie. Lali se apartó como si la hubiera quemado.

     -No se lo estoy pidiendo a Maca, te lo pido a ti. Además, Ian necesita salir, está muy inquieto.

     -Le está saliendo el primer diente -dijo ella, con un pinchazo de remordimiento por trabajar mientras el bebé sufría.

     -Eso explica por qué se lleva a la boca todo lo que pilla.

     -Le he dado un poco de medicina calmante esta mañana, y parecía mejor.

     -Está bien, solo un poco nervioso, así que no pongas esa cara de pena, ¿de acuerdo? La he visto en mi hermana miles de veces y, como ella, eres una madre fantástica y no tienes por qué sentirte culpable. Anda, míralo.

     Ella echó un vistazo por la puerta y vio al niño jugando con un anillo de llaves de plástico sobre una manta, en el suelo. Después de acabar su sesión de escritura y pasar un rato en el gimnasio, Pablo había vuelto a ofrecerse a cuidar del niño mientras ella trabajaba. Se había resistido al principio, creyendo que lo hacía por educación. Verlos juntos hizo que cambiara de opinión. Se le daban muy bien los niños.
     Era comprensible, por su profesión, pero tenía un don natural. Parecía saber instintivamente cómo relacionarse con el bebé, y disfrutaba con los parloteos de lan. Lali no podía dejar de comparar la relación de Pablo con el niño con la de su padre con ella. Por una parte sentía celos, pero también estaba intrigada.

     A Pablo le gustaban los niños y se llevaba bien con ellos; no entendía por qué se había enfadado tanto cuando Dani le dijo que era el padre de su hijo. No podía preguntárselo directamente, pero anhelaba hacerlo.
     Se mordió el labio. Era un día precioso y el aire fresco le sentaría bien a Ian. Y también a ella. Pasaba demasiado tiempo dentro de casa. Arqueó la espalda y movió la cabeza de lado a lado, para relajar la tensión de sus hombros.

     -De acuerdo entonces, pero solo un rato.

     -Mientras preparas a IAn, buscaré algo de comida -dijo él con una sonrisa satisfecha.

     Tras pasar una hora relajándose a la sombra de un cenador pintado de blanco, comiendo pollo asado con los dedos y viendo a los patos en el lago, se alegró de haberse dejado convencer.
     Ian disfrutaba pataleando al aire, aunque el diente seguía molestándolo. Cuando se durmió, Lali lo puso en el cochecito y lo tapó. Agarrando la manta con dos diminutos puños, parecía un angelito.

     -¿Por qué no te, echas una siesta tú también? -sugirió Pablo, mirándola-. No puedes seguir así, sin descansar.

     -De momento, no tengo otra opción -replicó ella, encogiéndose de hombros.

     -Siempre hay otra opción.

     Lali recordó que él había optado por rechazar a su hermana y al niño, y el corazón se le encogió como un puño.

     -¿Insinúas que no debería ocuparme de Ian yo sola? -dijo. Nunca se había planteado la posibilidad de que lo cuidara otra persona.

     -No insinúo nada del estilo. Pero no tienes por qué hacerlo tú sola. Sé que te lo he preguntado antes pero,, ¿y el padre de IAn?

     -El no quiere saber nada -dijo ella con amargura.

     -Existen leyes para obligarlo a asumir su responsabilidad.

     -La leyes no sirven de nada si el hombre niega que el niño sea suyo.

     Las facciones de Pablo se oscurecieron. Lali tuvo la impresión de que estaba indignado y no entendió su reacción. ¿Acaso aplicaba unas normas para sí mismo y unas distintas para el resto de los hombres?

     -No deberías rendirte tan fácilmente -aconsejó él. LAli escrutó su rostro, pero parecía totalmente sincero.

     -No me he rendido -le aseguró con tono irritado-. Tengo mi propio plan para ocuparme del padre de Ian

     -Me alegra oírlo.

     -¿Por qué te importa tanto? -Lali pensó que no se alegraría tanto si conociera el plan.

     -¿Hace falta preguntarlo? -Pablo se puso de costado y se apoyó en el codo, su rostro estaba a centímetros del de ella. Lali sintió su aliento como una caricia, y estuvo a punto de ahogarse en la calidez de su mirada.

     -Solo hace dos  semanas que me conoces.

     -Cuando alguien te atrae, solo hace falta una hora, a veces segundos, para sentir ese vínculo. No puedes pretender que tú no lo sientes.

     No podía hacerlo porque era verdad, y comprendió que Pablo lo leía en su expresión. No pudo evitar que el corazón le diera un vuelco, ni que sus mejillas se sonrojaran.

     -Incluso si lo hubiera sentido, tengo que pensar en Ian

     -Cualquier hombre que te quiera, también querrá a Ian, ¿no crees?

     -No es tan simple -murmuró ella, pensando, agitada, que no podía referirse a él mismo.

     -Te demostraré lo simple que es -se acercó a ella y la atrajo hacia sí.

     Cuando acarició su mandíbula con un dedo, ella sintió que ardía en su interior. Él tenía razón. Lo había deseado desde el primer momento en que lo vio, pero luchó por evitarlo, sabiendo la clase de hombre que era. En sus brazos, estaba a punto de perder la batalla.

     -No puedo -protestó, volviendo la cara, aunque todo su ser deseaba sentir esa boca en la suya.

     -¿Por qué no? -la mirada de Pablo se posó en Ian y luego en ella-. Tampoco es como si fuera la primera vez.

     -Más de lo que tú crees.

     Los ojos de Pablo reflejaron asombro, y después ira, mientras llegaba a sus propias conclusiones.

     -¿Quieres decir que el padre Ian te forzó? Eso explicaría tú reacción hacia mí, tan tímida aunque hayas tenido un hijo.

     -No fue así -se le llenaron los ojos de lágrimas y parpadeó con fuerza. El puso la mano en su mejilla con tanta suavidad que tuvo que contener el deseo de apoyarse en ella.

     -No hace falta que me lo cuentes hasta que estés preparada. Solo quiero que sepas que puede ser muy distinto. Cuando dos personas sienten lo mismo el uno por el otro, es algo maravilloso y especial.

     Ella ya se sentía maravillada con cómo un mero roce de sus dedos conseguía que ardiera por dentro. Nadie había provocado ese efecto antes. Se sentía ligera como el aire, capaz de volar con él hasta donde quisiera llevarla.
     No protestó cuando el desabrochó su blusa de algodón y deslizó la mano dentro. A Pablo se le oscurecieron los ojos cuando le acarició el pecho. Le quitó la blusa y agachó la cabeza para besárselos. Ella se estremeció de deseo y miró a su alrededor consternada.

     -No podemos, aquí no.
     -De acuerdo -aceptó él, percibiendo que su preocupación no se debía solo a que pudieran verlos-, los arbustos nos ocultan pero, si lo prefieres, podemos volver a casa.

     Ella echó la cabeza hacia atrás. Jadeó levemente mientras él trazaba un camino de besos desde su pecho hasta el cuello, reclamando su boca como un premio cuando la alcanzó.

     -Por otro lado, quizá sea mejor no volver -dijo él cuando dejó de besarla.

     -Esto es precioso -dijo ella; no hubiera podido moverse ni para salvar la vida.

     -Precioso -la miró con ojos ardientes-. Sabes que te deseo, Lali

     -Sí.

     -Necesito oírte decir que tú a mí también.

     Lali comprendió que quería asegurarse de que no se repitiera lo que suponía había ocurrido con el padre de lan. Pensó que podría decirle la verdad y acabar de una vez por todas, pero hubiera sido tan difícil como dejar de respirar.
     Sus caricias hacían que se sintiera más bella y deseada que nunca. Desde que se hizo cargo de IAn, el único hombre al que había permitido entrar en su vida la había tratado como si ya no fuera una mujer; especialmente cuando se negó a permitir que le hiciera el amor.
     Pablo hacía que se sintiera mujer de cuerpo entero, todo deseo, y no quería eso, al menos de él. Pero no pudo evitar un gemido de placer. Le ardía la piel y al mismo tiempo sentía escalofríos. Deseó que IAn llorara, reclamando su atención, pero el bebé dormía plácidamente.
     En realidad no tenía por qué resistirse. Había ido allí para vengarse. La venganza más dulce sería aceptar lo que Pablo le ofrecía, disfrutar del placer que anhelaba y luego abandonarlo, igual que él había hecho con su hermana. Sin embargo, sabía que esa no era la razón real.

     -Yo también te deseo -acertó a decir, con la garganta seca por el deseo.

     Pablo estaba seguro de la respuesta, pero no de si ella sería capaz de admitirlo. Sus palabras lo enervaron de excitación. Nunca había deseado a tanto a una mujer. Su mezcla de inocencia y belleza maternal lo había hechizado desde su primer encuentro.
     Que el padre de Ian la hubiera forzado aclaraba muchas cosas. Pablo sintió mucha furia al pensar que le habían hecho daño. Tanto su padre como su padrastro le habían inculcado lo importante que era respetar a una mujer. Ni siquiera el matrimonio daba derecho a un hombre a imponerse.
     En ese momento, un instinto primitivo le apremiaba a hacerlo pero, sin el permiso de Lali, ese instinto tenía tantas posibilidades de triunfar como él de alzar el vuelo. En su código ético, no, significaba no. Que Lali le diera vía libre tan pronto era un regalo inesperado, un anhelo, un sueño cumplido. Se preguntó si ella sospechaba que pasarse todo el día firmando libros en un almacén, para él era equivalente a darse una ducha de agua fría.
     Recordó que debía ir despacio. La habían herido, y quería demostrarle lo distinto que podía ser todo con el hombre adecuado.
     Tenía la piel como el satén y su cabello le pareció una cascada de seda cuando soltó las horquillas que lo apartaban de su rostro. Lo fascinó cómo los rayos de sol se reflejaban en él, dándole un tono cobrizo dorado. Le acarició la cabeza, ella se estremeció de placer y cerró los ojos. Recostada en su brazo era ligera como una pluma. Decidió que tenía que llevarle galletas al despacho con más frecuencia. Sabía que no le daba el pecho a Ian, pero le hubiera encantado verla hacerlo.
     Esa imagen hizo que se le cerrara la garganta. Incapaz de resistirse, agachó la cabeza y tomó uno de los rosados pezones en su boca; ella suspiró y rodeó su cabeza con la manos, acercándolo más. Sabía a sol y olía a gardenias, y Pablo no supo como iba a poder hacer honor a su voto de no apresurarse.
     Ella enredó los dedos en su pelo mientras él cambiaba de lado y dibujaba espirales con la lengua en el otro pecho. Lali gimió profundamente y le clavó los dedos en el cuero cabelludo; él sintió que una oleada de excitación lo recorría de pies a cabeza. Se recordó que debía ir despacio, y alzó el rostro para no perder la batalla.

     -¿Qué haces? -preguntó ella mirándolo con los ojos entrecerrados.

     -Probar lo mismo que probó Ian-dijo él.

     -¿Qué? -lo miró con asombro y sus mejillas se arrebolaron cuando comprendió sus palabras- Oh, pero yo no... quiero decir que no...
     -Lo sé -silenció sus labios con un dedo-. Solo sentía curiosidad. Tienes derecho a tomar tus propias decisiones -dijo él, rechazando una leve decepción. Que hubiera criado a Ian con biberón no la hacía menos mujer. Esa era una fantasía masculina que no tenía por qué imponerle.

     Pero notó que su comentario la había afectado y su mirada se teñía de miedo. Se odió por haberlo provocado. Apenas se conocían, y ya la deseaba tanto que no pensaba a derechas. Se puso tensa y él supo que el momento de ir más allá había pasado. No intentó detenerla cuando se apartó y comenzó a abrocharse la blusa con dedos temblorosos.

     -Lo siento, Pablo -dijo ella, ronca. Él negó con la cabeza y se obligó a dar un tono razonable a su voz.

     -No hay nada que sentir. Siempre habrá una próxima vez.

     -No habrá una próxima vez -dijo ella con fiereza-. Porque no estaré aquí.

     Él sintió una punzada de dolor en las entrañas. Se irguió, sin saber qué había dicho o hecho para causarle tal pánico.

     -No puedes irte. Esto es solo el principio.

     -Solo trabajo para ti -movió la cabeza de lado a lado, agitando el glorioso cabello-. En un par de días habré terminado.

     -Lo que hay entre nosotros es una realidad -protestó él, tragando saliva al recordar su sabor y la textura de su piel-. No puedes hacer que desaparezca simplemente negándolo.

     Se mordió la lengua para no decir más. La deseaba, ansiaba el placer que podían darse el uno al otro. Pero había aprendido lo suficiente tras su breve matrimonio para no arriesgarse a más.
     Lali también había sufrido, era lógico que tampoco quisiera comprometerse. Desde su punto de vista, eso hacía que fueran ideales el uno para el otro, pero ella no parecía creer lo mismo.

     -Se suponía que esto no debía ocurrir -afirmó ella, mirándolo como si hubiera oído las palabras que no había dicho.

     -Suceden muchas cosas que no estaban planeadas -replicó él comenzando a recoger los restos del picnic para evitar sus ojos. Si la miraba tendría que volver a besarla, y no sabía si podría detenerse despues.

     «Como tener un niño», pensó Lali. Miró el cochecito en el que dormía Ian, con el pulgar en la boca y sintió dolor de corazón.. No entendía que la atrajera tanto el hombre que había rechazado a su bebé. Pero Pablo tenía razón, no desaparecía simplemente por negarlo. Se le humedecieron las mejillas y parpadeó. Pablo se volvió y la vio. Con un gruñido, tiró la manta y la tomó entre sus brazos.

     -¿Lágrimas, Lali? ¿He hecho algo malo?

     -No has hecho nada. Es solo culpa mía -murmuró ella. A pesar de todo, se sentía tan bien junto a él que sus lágrimas se evaporaron.

     -Déjame que te demuestre lo equivocada que estás -sonrió y la alzó en brazos, forzándola a agarrarse a su cuello para mantener el equilibrio. Ella quiso protestar, pero fue incapaz de hacerlo. Era maravilloso que la sujetara con tanta fuerza, sentirse tan bella y deseada mientras él depositaba innumerables besos en su rostro.

     La dejó sobre un banco, bajo el cenador, y fue a por el cochecito. Ian no se movió. Pablo puso un cojín bajo la cabeza de Lali y comenzó a besarla profundamente. Aunque sabía que bastaría una palabra suya para detenerlo, no podía hablar, por mucho que quisiera. Se rindió a la evidencia: estaba enamorada. Pablo era el último hombre al que debería amar, pero lo amaba.
     Él comenzó a desvestirla. Una oleada de deseo, dulce y cálido hizo que se arqueara hacia él y le rodeara el cuello con los brazos, atrayéndolo. Pablo despegó la boca de sus labios y la miró con ojos llameantes.

     -¿Qué era eso de que ibas a marcharte?

     -No me iré -dijo ella, sin ningún control de sus sentidos. Lo honesto hubiera sido decirle «No puedo irme».

     -¿Me deseas? -preguntó él con un brillo triunfal en los ojos.

     -Sí -no había otra respuesta posible. Pablo emitió un sonido a medio camino entre gemido y gruñido mientras le desabrochaba los vaqueros para acariciarla. Con un suspiro de impaciencia, ella se los quitó de un tirón, hechizada por esos ojos que no dejaban de mirarla.

     Deseando tocarlo, le quitó la camisa y la maravilló ver su magnífico cuerpo. Deslizó los dedos por su torso, y la dureza de los músculos que había bajo la piel hizo que la asombrara aún más su gentileza con ella. Comprendió que le costaba un gran esfuerzo controlarse cuando sintió los latidos de su corazón bajo la palma de la mano. La única vez que había sentido tanta fuerza contenida fue cuando acarició a un pura sangre justo antes de una carrera. Se le desbocó el corazón al pensar a dónde podía conducirlos esa fuerza.
     Él se irguió lo suficiente para quitarse los vaqueros y luego la abrazó. A Lali le dio un vuelco el corazón, pero se resistió a su conciencia; estaba comportándose de forma tan imprudente como Pablo con su hermana, pero no quería pensarlo. No tenía por qué rechazar lo que él le ofrecía y ella anhelaba recibir. No habría consecuencias; aunque no había tenido necesidad hasta ese momento, Lali tomaba precauciones anticonceptivas. Era muy organizada.

     Aunque no en ese momento. Deseos, necesidades y sensaciones inundaban su cuerpo y su mente, sumiéndola en el caos. Él la besó y sintió fuerza, peligro y suavidad invadiendo su boca. Se dejó llevar por su deseo de acariciarlo. Tenía la piel ardiendo pero suave como cristal, y los ángulos y planos de su cuerpo contrastaban con sus propias formas redondeadas. Apenas podía creer lo bien que encajaban juntos, pero deseaba más. Tenía que .formar parte de él o se moriría de ansiedad.
     La voz interna que susurraba que no debía hacerlo no tenía ninguna oportunidad, era débil como una gota de agua en el fragor de una tormenta. Buscaba vengarse, y si conseguía que Pablo la quisiera y luego lo hería, como él hizo con su hermana la venganza sería muy dulce. Pero, al mismo tiempo, sabía que en realidad anhelaba el amor de Pablo en sí mismo, puro y simple. Llevaba mucho tiempo ignorando sus necesidades para ocuparse de otras personas. Se había dicho que no le importaba esperar a ese hombre especial, al que reconocería en cuanto lo viera. Se preguntó si estaba ante él. Ian dormía pacíficamente a un metro de distancia; por una vez, iba a satisfacer sus propios deseos.

     -¿Estás segura de esto? -preguntó él.

     -Sí. Oh, sí -LAli apenas se oyó, en sus oídos solo percibía el golpeteo de sus latidos. Lo deseaba con desesperación, pero no pudo evitar que su rostro reflejara el miedo al dolor que anticipaba. Se dijo que pasaría pronto, y después sería maravilloso.

     El metió la mano en un bolsillo del pantalón que había en el suelo y sacó algo. Al ver lo que era, Lali se dio cuenta del enorme paso que iba a dar y luchó por calmarse. Todo iría bien; amaba a Pablo. Pero cuando se colocó sobre ella, contuvo el aliento, intentando relajarse sin conseguirlo.
     De repente, la ardiente mirada de Pablo se heló; acababa de entender el por qué del rostro tenso y de la rigidez del cuerpo de Lali

     -Para ti es la primera vez, ¿no?

     -Sí, pero no importa, de verdad -nunca había estado tan segura de algo.

     -Verdad es una palabra extraña, considerando que has sido de todo menos honesta conmigo.

     Ella deseó gritar de frustración. ¿Qué importaba que fuera la primera vez? ¿Acaso no lo había elegido libremente, con todo su corazón? No tenía por qué parar. Todo iría bien si era paciente con su inexperiencia. Abrió los labios para decírselo, pero se quedó muda de repente. El no se quejaba de su virginidad, sino de otra cosa.
     Vio como los ojos de Pablo se oscurecían y llameaban airados. Se irguió ardiendo de pasión insatisfecha, que Pablo ya no apagaría.

     -Déjame que te lo explique.

     -Adelante -animó él con un tono frío como el hielo-. Me encantaría saber como puedes ser virgen y madre de un niño al mismo tiempo.

     Los rescoldos de pasión se apagaron, dejándola vacía. ¿Por qué no lo había detenido antes de que descubriera la verdad? Supo la respuesta con claridad cegadora. No tenía ningún futuro con él hasta que Pablo no supiera toda la verdad. Y deseaba un futuro con él.

     -Ian no es mi hijo -aunque su cuerpo le pedía lo contrario, comenzó a vestirse.

     -Eso es obvio. ¿De quién es? -su tono helado le partió el corazón a Lali. Inspiró profundamente para ahogar la angustia que la consumía.

     -Tuyo -musitó-. Cuando te dije que mi hermana Dani murió, no te lo conté todo. Era la ilustradora Daniela Portman, Ian es su hijo. Lo adopté a su muerte. Eres el padre de Ian, Pablo 

     Se obligó a no apartar los ojos cuando él la miró con odio desgarrador. Su ira no podía ser mayor que la de ella consigo misma, por dejar que el deseo se impusiera a sus obligaciones. No permitiría que la intimidara.

     -Así que soy el padre de Ian, ¿verdad? -dijo él con voz cortante-. Eso sería un milagro.

     -¿Qué quieres decir? -lo miró fijamente.

     Se puso en pie y Lali sintió un nudo en la garganta al ver su magnífico cuerpo. Se quedó paralizada mientras él se vestía con movimientos coléricos. Después, la agarró de la mano y tiró de ella.

     -Ven. Te enseñaré lo que quiero decir.
   

domingo, 3 de abril de 2016

Capìtulo 5: "En busca de la Verdad"



Chicas sin mucho que decirles les dejo el nuevo capi de esta adaptación que me encanta , besotes

CAPÍTULO 5
     El sonido de un secador de pelo llevó a Pablo al cuarto de baño que había junto al dormitorio de Lali. La puerta estaba abierta. Golpeó dos veces en el marco, pero dejó caer la mano, hechizado al verla envuelta en una toalla, con las piernas desnudas y los pies descalzos. Tenía los esbeltos brazos alzados, mientras se pasaba una púa de dientes largos por el pelo con una mano y sujetaba el secador con la otra. Su piel reluciente y su gráciles movimientos lo obligaron a tragar saliva.
     Debería irse, en vez de quedarse mirando, pero sentía curiosidad. El tiempo pasado con el niño había hecho que deseara acercarse más a Lali. Quería saber quién era en realidad. No detalles superficiales como dónde vivía y cómo se ganaba la vida, sino quién era por dentro. Qué amaba y qué odiaba, qué le hacía reír y llorar, qué sabores hacían que cerrara los ojos con placer. Quería conseguir que reaccionara así con él.

     Interrumpió el hilo de sus pensamientos; estar con un bebé lo estaba ablandando. Su vida ya era lo suficientemente complicada como para incluir a Lali y a Ian en el mismo paquete. Además, tenía la sensación de que si lo hacía, no se quedaría en una mera aventura a corto plazo. Ella no parecía ese tipo de mujer. Era una locura, y tenía que irse de allí mientras aún estuviera a tiempo.
     Pero se quedó donde estaba. Olfateó el aire y percibió el aroma a gel, y vio restos de espuma en el borde de la bañera. Esbozó una sonrisa. Eso había hecho en su tiempo libre. Era una pena que él hubiera estado ocupado con otra cosa, la bañera era suficientemente grande para dos. Frunció el ceño ante el rumbo de sus pensamientos.
     Ella alzó la cabeza. A Pablo le encantó ver que el rubor encendía sus mejillas, pero siguió una mirada furiosa, mientras ella apagaba el secador. En el súbito silencio, su respiración sonó agitada.

     -¿No sabes que es de buena educación llamar a la puerta?

     -Lo hice, dos veces. No me oíste por el ruido.

     -¿Quieres algo? -Lali dirigió el secador hacia él, como si fuera una pistola.

     -No es la mejor pregunta que puedes hacerle a un hombre cuando solo llevas puesta una toalla.

     Eso la afectó, sus bellos rasgos se tiñeron como un incendio. Pablo vio que dudaba entre tomarse sus palabras como un cumplido u ofenderse por ellas. Por desgracia, decidió ofenderse.

     -Un caballero no entraría en el cuarto de baño de una señora. Si tuviera que hacerlo, miraría hacia otro lado -espetó ella.

     -Nunca dije que fuera un caballero -repuso él con calma. Era obvio que ella no captaba el desperdicio que sería no mirar-. En cualquier caso, esa toalla tapa mucho más que un bañador. Solo quería decirte que Ian se ha dormido, así que puedes tomarte el tiempo que quieras.

     -¿Lo has dejado solo?

     Su tono airado lo enfadó a él. Aunque no pudiera tener hijos, sí tenía sentido común.

     -Relájate, ¿quieres? He enchufado un monitor de escucha junto al cochecito. Mi hermana lo utiliza cuando viene con los niños. He puesto el receptor en tu dormitorio, y puedes llevarlo a donde quieras. Oirás a Ian en el momento en que se despierte.

     Lali, dándose cuenta de que lo apuntaba con el secador como si fuera un arma, dejó caer el brazo, y su enfado se evaporó. Comenzó a sentir un cosquilleo en el cuerpo, que solo podía achacar a la presencia de Pablo. La afectaba tanto que era difícil recordar que su relación debía ser meramente profesional.

     -En ese caso, en cuanto me vista podemos empezar a organizar las ilustraciones -dijo con tanta calma como pudo. El asintió, como si le agradara pasar a temas prácticos.

     -He llevado los archivos a mi despacho, para que puedas estar cerca de Ian -Pablo se marchó.

     Lali se dijo que debía haberse imaginado el fuego que vio en sus ojos. Si lo afectaba verla medio desnuda, lo había disimulado muy bien. Parecía enfadado; probablemente pensaba que se había tomado un descanso demasiado largo.
     Se puso unos pantalones azul marino de pierna ancha, una ajustada camiseta blanca con dibujos de rayos rojos, y se recogió el pelo en una cola de caballo. En el proceso, su mal humor alcanzó el nivel del de Pablo. Había sido él quien insistió en que se tomara un respiro, y si le hacía la más mínima crítica, no se callaría.

     Él pareció percibir su ira cuando llegó al despacho. Estaba ordenando un montón de ilustraciones originales. A Lali le dio un vuelco el corazón, pero ninguno de los dibujos tenía el inimitable estilo de su hermanastra. Los bocetos eran del primer libro, y a ella le interesaban los relativos a la creación del Panda Cósmico.

     -Ahí explican lo que necesitan -Pablo señaló un papel con el membrete del Archivo de Literatura Infantil. No quieren solo arte final, sino también bocetos de cómo se creó el personaje.

     -Todo esto es arte final -apuntó ella, que también quería ver los bocetos.

     -Me parece mejor empezar por aquí, y luego buscar los otros archivos -explicó él-. Desde que mi asistente se fue, no sé dónde está nada.

     -Eso está claro por el estado de tu despacho.

     -¿Qué bicho te ha picado? -exigió él-. Se supone que un baño caliente relaja, no deberías actuar como si salieras de un avispero.

     Lali reconoció para sí que estaba decepcionada. No solo porque Pablo hubiera actuado con indiferencia al verla en el cuarto de baño, sino también porque no parecía haber disfrutado del tiempo pasado con Ian. Tampoco podía esperarse otra cosa. No había recibido al niño con los brazos abiertos cuando Daniela le dijo que estaba embarazada. ¿Por qué la sorprendía que no se derritiera con IAn?

     -¿Qué te ha parecido hacer de niñero? -le preguntó. Notó que él se ponía tenso.

     -No es la primera vez -replicó él.

     -¿Quéé edad tienen los hijos de tu hermana?

     -Amado tiene siete meses y Melody dos años -dijo él tras pensar un momento.

     -¿Y su padre?

     -Es un poco despistado, pero adora a los niños y a mi hermana.

     -¿Tuviste una buena relación con tu padre? -preguntó Lali, notando cierta añoranza en el tono de Pablo 

     -Mientras duró.

     -¿Los abandonó? -alzó las cejas, preguntándose si había encontrado una pista de por qué Pablo había rechazado a IAn

     -Murió cuando yo tenía nueve años.

     LAli no supo qué decir; estiró la mano hacia las ilustraciones. Rozó el brazo de Pablo, y ese mínimo contacto prendió chispas en su interior, como si hubiera tocado un cable eléctrico; retiró el brazo de golpe. Él frunció el ceño al notar el movimiento, sin ser consciente del motivo.

     -No es contagioso. Tenía cáncer.

     Ella no quería explicar que Pablo, en sí mismo, había provocado su reacción, y apretó los labios.

     -No tienes que hablar de eso, si prefieres no hacerlo.

     -No hay nada de que hablar -dijo él con indiferencia, pero ella percibió que intentaba ocultar algo.. Se preguntó si sería resentimiento, algo que ella conocía a la perfección. Cuando era niña, desperdició mucho tiempo odiando a su padre, por haberla abandonado. Al menos tenía la esperanza de que quizá volviera algún día, pero en el caso de Pablo, la muerte acabó con esa esperanza.

     -Yo crecí sin mi padre -comentó ella, sin saber por qué deseaba compartir esa información-. Pero fue él quien decidió dejarme.

     -Eso es duro.

     -Más duro es lo tuyo.

     Las manos de Pablo  se detuvieron en una ilustración a todo color, el boceto de una portada.

     -Conseguí superarlo -dijo con un tono frío como el hielo-. Lo que no pude superar fue que mi madre me mintiera. En vez de decirme que estaba agotado y necesitaba descansar, debería haberme dicho que se estaba muriendo.

     -Seguramente quería protegerte -como madre, IAn entendía ese deseo.

     -No lo dudo, pero me negó la oportunidad de contarle muchas cosas, y de acumular recuerdos para cuando él no estuviera. La verdad es difícil de aceptar, pero las mentiras lo empeoran todo.

     Lo dijo con tanta vehemencia que Lali, se retorció internamente, preguntándose cómo reaccionaría si supiera que ella también le había mentido. Igual que su madre, tenía buenas razones para hacerlo, pero él no tenía por qué aceptarlas. Aunque era La Bestia y había tratado abominablemente a su hijo y a su hermana, acababa de demostrar que incluso las bestias tenían sentimientos y Lali se sorprendió compadeciéndolo. Por mucho que justificara las causas de su engaño, tenía remordimientos; lo que acababa de contarle hizo que se sintiera peor.

     Se oyó un quejido por el altavoz del monitor y comenzó a levantarse, pero Pablo la detuvo.

     -Iré yo -dijo.

     -Yo iré también. Necesita que lo cambie.

     -¿Y crees que no soy capaz de hacerlo? -preguntó él con tono cortante.

     -Como tú quieras -aceptó ella, comprendiendo que el momento de las confesiones había llegado a su fin. Cuando llegó a la puerta, Pablo la agarró del brazo y la volvió hacia él.

     -Cualesquiera que sean los problemas que tengas con el padre de Ian, te aconsejo que intentes superarlos.

     -¿Qué? -ella se refugió en el enfado, porque volvía a sentir la electricidad de su cercanía.

     -Aunque no quieras verlo ni en pintura, tiene derecho a conocer a su hijo, por el bien de Ian

     -Eso no es problema tuyo -protestó ella furiosa. La ironía de la situación le provocó un escalofrío; Pablo no sabía lo que estaba diciendo.

     -Ambos perdimos a nuestros padres por diferentes razones, y sabemos el vacío que eso provoca -Pablo no la soltó, y sus ojos llamearon-. No le hagas pasar por el mismo infierno.

     -Cuando estés dispuesto a aceptar la responsabilidad de un hijo, tendrás derecho a decirme cómo tratarlo, no antes -dijo ella, irguiéndose.

     -¿Qué diablos quiere decir eso? -inquirió él, atrayéndola hacia sí.

     -Tómalo como quieras -replicó ella, sabiendo que había dicho demasiado. Él tenía aspecto de querer romper algo, posiblemente a ella. En cambio, su boca descendió sobre la suya, con un beso que fue como una riada, haciendo que se olvidara de todo. Su mente se dispersó por completo.

     Había prometido no volver a besarla hasta que no se lo pidiera, y nada en la conversación podía haberle hecho pensar que lo invitaba a hacerlo. Eso enfureció a Lali , pero lo hizo aún más responder al beso cuando sabía que debía darle un empujón. La habitación empezó a girar a su alrededor y se abrazó a él.
     En ese momento el lloriqueo de IAn subió de nivel. Pablo la dejó ir, pero parecía tan anonadado como ella misma. Lali fue a la biblioteca; el niño estaba empapado. Lo llevó al dormitorio y, con manos temblorosas, lo cambió de pañales.
     Pablo los siguió y observó el proceso con expresión huraña. Cuando acabó, le quitó a Ian de los brazos y su rostro cambió por completo.

     -¿Estás mejor ahora? -le preguntó al bebé.

     La respuesta de Ian fue un parloteo que hizo que ella arrugara la frente. Seguía enfadada porque Pablo supusiera que, egoístamente, impedía el contacto del niño con su padre, cuando nada estaba más lejos de la verdad.

     -¿Cómo es que tú te aprovechas de lo bueno y a mí me toca limpiarlo? -demandó.

     -No puedes decir que no me ofreciera -Pablo levantó al bebé muy alto, consiguiendo un gritito de alegría-. Pero, para demostrar que era sincero, ¿qué te parece si saco a Ian a tomar un poco el aire mientras tú te ocupas de las ilustraciones?

     -Eres todo corazón.

     -Dije en serio lo de que Ian conozca a su padre -se sentó en una silla con Ian sobre las rodillas-. No importa lo que haya pasado entre ustedes, es lo correcto. Pero sé que no debí decirlo de esa manera.

     -Disculpa aceptada -dijo ella, aunque sus palabras no llegaban a la categoría de disculpa.

     -Me alegro de haberlo aclarado.

     Si Pablo esperaba que ella admitiera que también se había pasado, tenía para rato. Era obvio que disfrutaba con la compañía del niño, pero en cuanto a aceptar su responsabilidad por Ian, a Pablo le quedaba mucho camino que recorrer.