domingo, 3 de abril de 2016
Capìtulo 5: "En busca de la Verdad"
Chicas sin mucho que decirles les dejo el nuevo capi de esta adaptación que me encanta , besotes
CAPÍTULO 5
El sonido de un secador de pelo llevó a Pablo al cuarto de baño que había junto al dormitorio de Lali. La puerta estaba abierta. Golpeó dos veces en el marco, pero dejó caer la mano, hechizado al verla envuelta en una toalla, con las piernas desnudas y los pies descalzos. Tenía los esbeltos brazos alzados, mientras se pasaba una púa de dientes largos por el pelo con una mano y sujetaba el secador con la otra. Su piel reluciente y su gráciles movimientos lo obligaron a tragar saliva.
Debería irse, en vez de quedarse mirando, pero sentía curiosidad. El tiempo pasado con el niño había hecho que deseara acercarse más a Lali. Quería saber quién era en realidad. No detalles superficiales como dónde vivía y cómo se ganaba la vida, sino quién era por dentro. Qué amaba y qué odiaba, qué le hacía reír y llorar, qué sabores hacían que cerrara los ojos con placer. Quería conseguir que reaccionara así con él.
Interrumpió el hilo de sus pensamientos; estar con un bebé lo estaba ablandando. Su vida ya era lo suficientemente complicada como para incluir a Lali y a Ian en el mismo paquete. Además, tenía la sensación de que si lo hacía, no se quedaría en una mera aventura a corto plazo. Ella no parecía ese tipo de mujer. Era una locura, y tenía que irse de allí mientras aún estuviera a tiempo.
Pero se quedó donde estaba. Olfateó el aire y percibió el aroma a gel, y vio restos de espuma en el borde de la bañera. Esbozó una sonrisa. Eso había hecho en su tiempo libre. Era una pena que él hubiera estado ocupado con otra cosa, la bañera era suficientemente grande para dos. Frunció el ceño ante el rumbo de sus pensamientos.
Ella alzó la cabeza. A Pablo le encantó ver que el rubor encendía sus mejillas, pero siguió una mirada furiosa, mientras ella apagaba el secador. En el súbito silencio, su respiración sonó agitada.
-¿No sabes que es de buena educación llamar a la puerta?
-Lo hice, dos veces. No me oíste por el ruido.
-¿Quieres algo? -Lali dirigió el secador hacia él, como si fuera una pistola.
-No es la mejor pregunta que puedes hacerle a un hombre cuando solo llevas puesta una toalla.
Eso la afectó, sus bellos rasgos se tiñeron como un incendio. Pablo vio que dudaba entre tomarse sus palabras como un cumplido u ofenderse por ellas. Por desgracia, decidió ofenderse.
-Un caballero no entraría en el cuarto de baño de una señora. Si tuviera que hacerlo, miraría hacia otro lado -espetó ella.
-Nunca dije que fuera un caballero -repuso él con calma. Era obvio que ella no captaba el desperdicio que sería no mirar-. En cualquier caso, esa toalla tapa mucho más que un bañador. Solo quería decirte que Ian se ha dormido, así que puedes tomarte el tiempo que quieras.
-¿Lo has dejado solo?
Su tono airado lo enfadó a él. Aunque no pudiera tener hijos, sí tenía sentido común.
-Relájate, ¿quieres? He enchufado un monitor de escucha junto al cochecito. Mi hermana lo utiliza cuando viene con los niños. He puesto el receptor en tu dormitorio, y puedes llevarlo a donde quieras. Oirás a Ian en el momento en que se despierte.
Lali, dándose cuenta de que lo apuntaba con el secador como si fuera un arma, dejó caer el brazo, y su enfado se evaporó. Comenzó a sentir un cosquilleo en el cuerpo, que solo podía achacar a la presencia de Pablo. La afectaba tanto que era difícil recordar que su relación debía ser meramente profesional.
-En ese caso, en cuanto me vista podemos empezar a organizar las ilustraciones -dijo con tanta calma como pudo. El asintió, como si le agradara pasar a temas prácticos.
-He llevado los archivos a mi despacho, para que puedas estar cerca de Ian -Pablo se marchó.
Lali se dijo que debía haberse imaginado el fuego que vio en sus ojos. Si lo afectaba verla medio desnuda, lo había disimulado muy bien. Parecía enfadado; probablemente pensaba que se había tomado un descanso demasiado largo.
Se puso unos pantalones azul marino de pierna ancha, una ajustada camiseta blanca con dibujos de rayos rojos, y se recogió el pelo en una cola de caballo. En el proceso, su mal humor alcanzó el nivel del de Pablo. Había sido él quien insistió en que se tomara un respiro, y si le hacía la más mínima crítica, no se callaría.
Él pareció percibir su ira cuando llegó al despacho. Estaba ordenando un montón de ilustraciones originales. A Lali le dio un vuelco el corazón, pero ninguno de los dibujos tenía el inimitable estilo de su hermanastra. Los bocetos eran del primer libro, y a ella le interesaban los relativos a la creación del Panda Cósmico.
-Ahí explican lo que necesitan -Pablo señaló un papel con el membrete del Archivo de Literatura Infantil. No quieren solo arte final, sino también bocetos de cómo se creó el personaje.
-Todo esto es arte final -apuntó ella, que también quería ver los bocetos.
-Me parece mejor empezar por aquí, y luego buscar los otros archivos -explicó él-. Desde que mi asistente se fue, no sé dónde está nada.
-Eso está claro por el estado de tu despacho.
-¿Qué bicho te ha picado? -exigió él-. Se supone que un baño caliente relaja, no deberías actuar como si salieras de un avispero.
Lali reconoció para sí que estaba decepcionada. No solo porque Pablo hubiera actuado con indiferencia al verla en el cuarto de baño, sino también porque no parecía haber disfrutado del tiempo pasado con Ian. Tampoco podía esperarse otra cosa. No había recibido al niño con los brazos abiertos cuando Daniela le dijo que estaba embarazada. ¿Por qué la sorprendía que no se derritiera con IAn?
-¿Qué te ha parecido hacer de niñero? -le preguntó. Notó que él se ponía tenso.
-No es la primera vez -replicó él.
-¿Quéé edad tienen los hijos de tu hermana?
-Amado tiene siete meses y Melody dos años -dijo él tras pensar un momento.
-¿Y su padre?
-Es un poco despistado, pero adora a los niños y a mi hermana.
-¿Tuviste una buena relación con tu padre? -preguntó Lali, notando cierta añoranza en el tono de Pablo
-Mientras duró.
-¿Los abandonó? -alzó las cejas, preguntándose si había encontrado una pista de por qué Pablo había rechazado a IAn
-Murió cuando yo tenía nueve años.
LAli no supo qué decir; estiró la mano hacia las ilustraciones. Rozó el brazo de Pablo, y ese mínimo contacto prendió chispas en su interior, como si hubiera tocado un cable eléctrico; retiró el brazo de golpe. Él frunció el ceño al notar el movimiento, sin ser consciente del motivo.
-No es contagioso. Tenía cáncer.
Ella no quería explicar que Pablo, en sí mismo, había provocado su reacción, y apretó los labios.
-No tienes que hablar de eso, si prefieres no hacerlo.
-No hay nada de que hablar -dijo él con indiferencia, pero ella percibió que intentaba ocultar algo.. Se preguntó si sería resentimiento, algo que ella conocía a la perfección. Cuando era niña, desperdició mucho tiempo odiando a su padre, por haberla abandonado. Al menos tenía la esperanza de que quizá volviera algún día, pero en el caso de Pablo, la muerte acabó con esa esperanza.
-Yo crecí sin mi padre -comentó ella, sin saber por qué deseaba compartir esa información-. Pero fue él quien decidió dejarme.
-Eso es duro.
-Más duro es lo tuyo.
Las manos de Pablo se detuvieron en una ilustración a todo color, el boceto de una portada.
-Conseguí superarlo -dijo con un tono frío como el hielo-. Lo que no pude superar fue que mi madre me mintiera. En vez de decirme que estaba agotado y necesitaba descansar, debería haberme dicho que se estaba muriendo.
-Seguramente quería protegerte -como madre, IAn entendía ese deseo.
-No lo dudo, pero me negó la oportunidad de contarle muchas cosas, y de acumular recuerdos para cuando él no estuviera. La verdad es difícil de aceptar, pero las mentiras lo empeoran todo.
Lo dijo con tanta vehemencia que Lali, se retorció internamente, preguntándose cómo reaccionaría si supiera que ella también le había mentido. Igual que su madre, tenía buenas razones para hacerlo, pero él no tenía por qué aceptarlas. Aunque era La Bestia y había tratado abominablemente a su hijo y a su hermana, acababa de demostrar que incluso las bestias tenían sentimientos y Lali se sorprendió compadeciéndolo. Por mucho que justificara las causas de su engaño, tenía remordimientos; lo que acababa de contarle hizo que se sintiera peor.
Se oyó un quejido por el altavoz del monitor y comenzó a levantarse, pero Pablo la detuvo.
-Iré yo -dijo.
-Yo iré también. Necesita que lo cambie.
-¿Y crees que no soy capaz de hacerlo? -preguntó él con tono cortante.
-Como tú quieras -aceptó ella, comprendiendo que el momento de las confesiones había llegado a su fin. Cuando llegó a la puerta, Pablo la agarró del brazo y la volvió hacia él.
-Cualesquiera que sean los problemas que tengas con el padre de Ian, te aconsejo que intentes superarlos.
-¿Qué? -ella se refugió en el enfado, porque volvía a sentir la electricidad de su cercanía.
-Aunque no quieras verlo ni en pintura, tiene derecho a conocer a su hijo, por el bien de Ian
-Eso no es problema tuyo -protestó ella furiosa. La ironía de la situación le provocó un escalofrío; Pablo no sabía lo que estaba diciendo.
-Ambos perdimos a nuestros padres por diferentes razones, y sabemos el vacío que eso provoca -Pablo no la soltó, y sus ojos llamearon-. No le hagas pasar por el mismo infierno.
-Cuando estés dispuesto a aceptar la responsabilidad de un hijo, tendrás derecho a decirme cómo tratarlo, no antes -dijo ella, irguiéndose.
-¿Qué diablos quiere decir eso? -inquirió él, atrayéndola hacia sí.
-Tómalo como quieras -replicó ella, sabiendo que había dicho demasiado. Él tenía aspecto de querer romper algo, posiblemente a ella. En cambio, su boca descendió sobre la suya, con un beso que fue como una riada, haciendo que se olvidara de todo. Su mente se dispersó por completo.
Había prometido no volver a besarla hasta que no se lo pidiera, y nada en la conversación podía haberle hecho pensar que lo invitaba a hacerlo. Eso enfureció a Lali , pero lo hizo aún más responder al beso cuando sabía que debía darle un empujón. La habitación empezó a girar a su alrededor y se abrazó a él.
En ese momento el lloriqueo de IAn subió de nivel. Pablo la dejó ir, pero parecía tan anonadado como ella misma. Lali fue a la biblioteca; el niño estaba empapado. Lo llevó al dormitorio y, con manos temblorosas, lo cambió de pañales.
Pablo los siguió y observó el proceso con expresión huraña. Cuando acabó, le quitó a Ian de los brazos y su rostro cambió por completo.
-¿Estás mejor ahora? -le preguntó al bebé.
La respuesta de Ian fue un parloteo que hizo que ella arrugara la frente. Seguía enfadada porque Pablo supusiera que, egoístamente, impedía el contacto del niño con su padre, cuando nada estaba más lejos de la verdad.
-¿Cómo es que tú te aprovechas de lo bueno y a mí me toca limpiarlo? -demandó.
-No puedes decir que no me ofreciera -Pablo levantó al bebé muy alto, consiguiendo un gritito de alegría-. Pero, para demostrar que era sincero, ¿qué te parece si saco a Ian a tomar un poco el aire mientras tú te ocupas de las ilustraciones?
-Eres todo corazón.
-Dije en serio lo de que Ian conozca a su padre -se sentó en una silla con Ian sobre las rodillas-. No importa lo que haya pasado entre ustedes, es lo correcto. Pero sé que no debí decirlo de esa manera.
-Disculpa aceptada -dijo ella, aunque sus palabras no llegaban a la categoría de disculpa.
-Me alegro de haberlo aclarado.
Si Pablo esperaba que ella admitiera que también se había pasado, tenía para rato. Era obvio que disfrutaba con la compañía del niño, pero en cuanto a aceptar su responsabilidad por Ian, a Pablo le quedaba mucho camino que recorrer.
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Maaaaaaas xfa
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