domingo, 27 de marzo de 2016
Capìtulo 4: "En busca de la Verdad"
Hola chicas les dejo nuevo cap. que tengan lindas pascuas y buen comienzo de semana :)
CAPÍTULO 4
Ian dio un grito en la otra habitación y Lali apartó la vista del ordenador. Le parecía imposible que se hubiera despertado tan pronto. Solo hacía media hora que lo había acostado en su cochecito en la biblioteca, con la esperanza de trabajar un buen rato antes de que se despertara.
-De poco le sirve a una madre hacer planes -murmuró con resignación, y se puso en pie.
-No es culpa tuya que esté de mal humor -le dijo al lloroso bebé, sintiéndose mejor en cuanto acunó el cálido cuerpo entre sus brazos. Las lágrimas del niño se secaron como por arte de magia-. La culpa es del caos de la habitación de al lado. No entiendo como La Bestia es capaz de hacer algo en ese desastre de despacho. Debería alegrarse de haberse librado de su antiguo asistente, aunque supongo que era el único capaz de aguantar su mal genio.
-Om-om be-be -balbució Ian con el pulgar el la boca y dejó caer la cabeza contra su hombro. Lali suspiró, sabía por experiencia que no había dormido lo suficiente, pero también que era inútil intentar convencerlo. Ambos sufrirían las consecuencias después, cuando estuviera rendido.
-Quieres decir «hombres», ¿no? -preguntó con una sonrisa irónica. Le dio un sonoro beso en la mejilla y él se rió-. No hago más que olvidarme de que tú eres uno. O lo serás cuando crezcas. Si está en mi mano, serás uno de esos maravillosos y sensibles hombres de la nueva era, con los que sueñan las mujeres.
-¿Hablabas de mí?
Ella se atragantó cuando Pablo entró en la habitación, todos sus sentidos se pusieron en alerta roja. Pensó que nadie en su sano juicio lo consideraría sensible o de la nueva era, y mucho menos maravilloso. Con su hermana había sido el colmo de la insensibilidad; a ella la trataba mejor, pero solo porque necesitaba su ayuda.
No había exagerado cuando le dijo que cuando escribía se comportaba como un oso. La mañana anterior había cometido el error de preguntarle algo mientras escribía y su respuesta no fue algo que se atreviera a repetir. Pensó que él se disculparía más tarde, pero seguía esperando.
-Deja que lo adivine; antes eras algo creído, pero ahora eres perfecto -le dijo con dulzura exagerada.
-Por supuesto -asintió él, con una sonrisa calculada para derretirle el corazón.
Ella se resistió, el niño que tenía en brazos le recordó que la sonrisa de Pablo era tan superficial como su imagen de Don Encantador. Los hombres encantadores no rechazaban a su propio hijo, ni robaban las ideas de otros para utilizarlas como si fueran suyas.
Aún así, una oleada de calor recorrió su cuerpo, desde la planta de los pies hasta las orejas. Apretó el rostro contra Ian, para que Pablo no viera el efecto que tenía en ella. Él se acercó a la estantería de libros de referencia, hojeó un volumen, leyó algo, y emitió un murmullo satisfecho.
-Lo que yo creía, pero está bien comprobar que tengo razón -le lanzó una mirada triunfal y añadió-. Como siempre.
Desde que la había instalado en el despacho, Pablo había adoptado la costumbre de escribir en un ordenador portátil, en el estudio. Cuando LAli se había levantado esa mañana él estaba trabajando, y lo hizo durante todo el desayuno. No le importaba ocuparse de sí misma, estaba acostumbrada, pero se sentía muy sola en el enorme comedor, con la única compañía de Ian. Pablo tenía una asistenta que iba a limpiar dos veces por semana, pero le había dicho que solo contrataba a una cocinera cuando tenía visitas, añadiendo que prefería estar solo y que no lo molestaran. Eso hizo que ella se preguntara por qué había insistido tanto en que se quedara allí.
Recordar que era una empleada, no una invitada, no disminuía la irrazonable sensación de que la trataba con negligencia. Le había dicho a IAn que estaban mejor sin Pablo, porque era un antipático que nunca les diría una palabra amable por la mañana, pero eso no hacía que se sintiera mejor. Llevaba tres días viviendo y trabajando bajo su techo y, por desgracia, la encantaba sentir la atmósfera eléctrica que creaba su presencia. Era un conversador brillante, y cambiaba de tema a tema con fascinante facilidad. No había conocido a un hombre más estimulante en su vida, y se esforzaba por recordarse que la electricidad era tan peligrosa como elemental.
-¿Sobre que tenías razón esta vez? -inquirió, incapaz, a pesar suyo, de contener la curiosidad.
-Los hábitos migratorios de las ballenas -apuntó algunos datos en un trozo de papel y se lo guardó en el bolsillo de la camisa.
-Ayer era el hielo seco -comentó ella-. ¿Dónde va Panda Cósmico esta vez? ¿A la Antártida?
-Está en un planeta helado que tiene mucho en común con la Antártida -confirmó él, dejando el libro en la estantería. Se agarró las manos por detrás del cuello y se estiró-. Ahora mismo no va a ningún sitio, ya he escrito suficiente por hoy. Y mi agente está dándome la lata con lo del Archivo de Literatura Infantil. Prometí prestarles las ilustraciones originales del primer libro para una exposición, lo he ido dejando y ahora es urgente. Esperaba que pudieras aplicar tu eficaz mente a esa tarea.
Esa era la oportunidad que ella esperaba. Probablemente, parte del trabajo de su hermanastra estaría con esas ilustraciones. Podría ser la evidencia que necesitaba para demostrar que Dani había inventado el personaje de Panda Cósmico. Le remordía la conciencia actuar así, pero necesitaba la prueba para bien de Ian
-Me encantaría hacerlo.
-¿No te será difícil trabajar con un brazo ocupado? -preguntó él, señalando al bebé.
-Intenté que se durmiera, pero IAn tiene otras ideas -explicó ella. Como si la entendiera, el niño dio un gran bostezo y se frotó los ojos.
-¿Servirá de algo que le cuente un cuento?
Aunque sabía que Pablo solo se ofrecía para que pudiera preparar las ilustraciones de la exposición, se alegró. No sabía cómo conseguir que Pablo pasara más tiempo con su hijo. Aunque no reconociera su paternidad, estaba empeñada en que Ian conociera a su padre mejor de lo que ella conoció al suyo.
-Es buena idea -exclamó efusivamente.
-Tendrás que ocuparte sola de las ilustraciones, mientras yo consigo que Ian se duerma.
-No me importa. Para eso estoy aquí -al menos, eso creía Pablo, pensó para sí.
-Podría acostumbrarme a tu ayuda.
-No es buena idea -ella negó con la cabeza. Al menos, para su propia paz mental, no lo era.
-¿No te gusta el trabajo?
-Me encanta, pero tu despacho no siempre será un caos. ¿Qué haría después?
-Trabajar para mí en otros proyectos. Está bastante claro que necesito ayuda permanente.
-No lo niego, pero la respuesta sigue siendo un no -incluso si no se hubiera sentido tan atraída por Pablo, el niño que tenía en brazos obviaba cualquier posibilidad de que ellos trabajaran juntos a largo plazo.
-Sé que a veces es difícil aguantarme -dijo él.
-Eso es quedarse muy corto -con una mueca de dolor, desenredó los dedos de Ian de su cabello-. Cuando me gritaste ayer, aprendí un montón de vocabulario que no había oído nunca.
-Ya te advertí cómo soy cuando estoy trabajando -Pablo se frotó la barbilla con una mano.
-Es cierto, lo hiciste -admitió ella, pensando que era una pena que nadie la hubiera advertido del efecto que él tendría sobre ella.
Ian le dio unos golpes en la cara para atraer su atención y ella le besó los deditos uno a uno. El niño rió encantado, e intentó agarrarle la mano. Lali se dijo que había trabajado para suficientes jefes difíciles como para no ser capaz de aguantar a un escritor gruñón. Era cuestión de trabajar lo mejor posible, hasta que él comprendiera que no podía tratarla como a un mueble.
Mucho más difícil era superar el efecto que Pablo tenía en ella como mujer. Por más que se decía que era La Bestia, se le aceleraba el corazón en cuanto aparecía.
-No me interesa un trabajo de jornada completa -dijo, odiando el temblor que oyó en su voz. Pablo no pareció notarlo.
-¿No sería mejor criar a un niño con un sueldo fijo, en vez de con facturas aquí y allá, como debes hacer ahora?
-Gracias por tu voto de confianza en mis capacidades -espetó ella, airada.
-No quería sugerir nada por el estilo -protestó él con cara de asombro.
-Solo sugieres que no soy capaz de ocuparme de mí misma y de mi hijo.
Pablo se mesó el cabello, dejando surcos que Lali, a su pesar, deseó poder alisar.
-Solo quería decir que un trabajo fijo haría tu vida más fácil. No puedes negarlo. Y tú me acusas a mí de tener mal carácter.
-No quería saltar así -se disculpó ella, consciente de que él tenía razón en lo del trabajo. Pero no iba a cambiar de opinión, la mera presencia de Pablo , la excitaba tanto que se sentía como un cañón a punto de explotar-. Supongo que estoy algo cansada.
-¿Es porque Ian te tuvo en vela la mitad de la noche? -inquirió Pablo
-Espero que no te molestáramos -dijo ella, tan contrita como realmente se sentía.
-No me preocupo por mí. Sé, por los hijos de mi hermana, que no puedes encender y apagar a un bebé como si fuera una máquina.
-A veces, es una lástima no poder hacerlo -dijo ella sonriendo con cariño a Ian-. Otras madres me dicen que pronto dejará de despertarse a todas horas. Y también que empezará a gatear a toda velocidad, que me aterrorizará que intente subir las escaleras en cuanto empiece a andar, y que tendrá berrinches que despertarán a todo el vecindario.
-¿Se supone que eso hace que te sientas mejor? -Pablo hizo una mueca de horror.
-Por curioso que parezca, sí. Hace que ser padre sea un perpetuo viaje hacia lo desconocido, como descubrirás cuando lo pruebes tú mismo.
-Es bastante improbable que lo haga.
Ella había hablado sin pensar, olvidando por completo que era el padre del niño que tenía en brazos, y que le había negado un lugar en su vida.
-Esta conversación debe estarte aburriendo -dijo con voz seca, y se dio la vuelta para colocar a Ian en el cochecito. Inmediatamente, el niño empezó a berrear a pleno pulmón.
-Déjame -Pablo se inclinó y levantó de nuevo al niño. La novedad de estar en unos brazos masculinos fue suficiente para silenciar los gritos del bebé, que tocó la boca de Pablo y, considerando que la textura era intrigante, siguió explorando el rostro, hipando mientras sus lágrimas se secaban.
-No hace falta que lo tengas en brazos si prefieres no hacerlo -dijo ella tras esperar, inútilmente, que Pablo se quejara-. A veces llora cuando lo acuesto, pero suele callarse enseguida.
-Y, entretanto, lo pasa fatal. No podemos permitir eso, ¿verdad, Ian? ¿Qué te parece si te cuento un cuento, mientras tu madre se toma un descanso?
Aunque se dijo que quería que Ian pasara tiempo con su padre, Lali no pudo evitar una punzada de celos. Tuvo que controlarse para no quitarle al niño de un tirón.
-Querrás decir mientras organizo las ilustraciones para la exposición, ¿no?
-Quiero decir un descanso -Pablo la miró a los ojos-. Tómate algo de tiempo libre. Yo me ocuparé de IAn mientras dedicas una hora a ti misma. No has descansado desde que llegaste.
-¿Y la exposición?
-Han esperado hasta ahora. Un día o dos más no tienen importancia.
-Pero no te gustan los niños -soltó ella sin poder evitarlo.
-¿De dónde has sacado esa idea tan tonta? -Pablo le lanzó una mirada afilada como un cuchillo. Lali no podía admitir que la había sacado del modo en que trató a su hermana cuando se enteró de que estaba embarazada de él.
-Siempre que menciono que algún día tendrás un hijo, te vuelves frío y distante. Creí que...
-Pues creíste mal -refutó él con tono helado-. Es obvio que no me dedicaría a este trabajo si no me gustaran los niños.
«Siempre ,y cuando no cambien tu estilo de vida», pensó Lali . Tenía amigos que admitían que les gustaba cuidar a Ian, siempre y cuando se lo llevara al acabar la visita. Y Pablo no había reaccionado a la idea de la paternidad con ninguna alegría. El modo en que había reaccionado, era como para helarle los huesos a cualquiera.
-Gracias por ofrecerte a cuidar de Ian, pero es mejor que lo cuide yo -se acercó para quitarle al niño-. El jefe no debe hacer de niñera.
-Entonces, admites que soy tu jefe -aseveró él, sin soltar a Ian.
-De momento -dijo ella mirando a uno y a otro, incómoda al ver cuánto se parecían.
-Entonces, como jefe tuyo, te ordeno que descanses. Los dos te lo ordenamos, ¿verdad Ian? -Pablo levantó un pisapapeles de cristal con forma de gato y lo alzó contra la luz.
-Ba-ba-me -fascinado, Ian vio el juego de los rayos del sol con el objeto y estiró el brazo para agarrarlo.
-¿Lo ves? -Pablo asintió con la cabeza como si entendiera perfectamente al niño-. IAn está de acuerdo conmigo.
-Dos contra uno no es juego justo.
-¿Aceptas que te hemos ganado?
Dado que la única alternativa era montar una escena que podría afectar a Ian, Lali decidió rendirse, de momento.
-Muy bien, lo haré. Pero llámame si necesitas..., si necesita algo.
-Lo prometo -cuando ella llegó a la puerta le preguntó-. ¿Cómo aprovecharás el tiempo libre?
-Seguramente, preocupándome -replicó ella por encima del hombro. Salió de la habitación sabiendo que Ian estaría perfectamente con Pablo. Había visto lo suficiente para saber que podía cuidar de un bebé, estaba claro que su hermana le había enseñado bien. Le daba vergüenza admitir que estaba más preocupada por sí misma. No le gustaba cómo se sentía cuando estaba con Pablo: cada vez era menos La Bestia y más un hombre que podría llegar a amar.
En su dormitorio, se dio cuenta de que no sabía cómo utilizar el tiempo libre. Mucho antes de conocer a Pablo se había acostumbrado a trabajar mientras Ian dormía la siesta y a dedicarle todo su tiempo cuando estaba despierto. Una hora libre era un lujo desacostumbrado. Tuvo una súbita inspiración: se daría un baño. Su dormitorio tenía cuarto de baño, equipado con una bañera de mármol. La había mirado con deseo desde que llegó, sin esperanza de poder disfrutarla.
Pensó, con culpabilidad, en las ilustraciones que esperaban a ser catalogadas para la exposición. Debería dedicarse a eso, no solo porque fuera parte de su trabajo, sino también para aprovechar la oportunidad de encontrar pruebas de que Panda Cósmico era creación de Dani.
-Alégrate, Lali. La vida es corta. ¿Por qué no aprendes a disfrutarla -el eco de la voz de su hermana resonó en su mente. Dani tenía razón, la vida era corta. Nadie lo sabía mejor. Acalló su conciencia y se preparó para darse un baño.
-¿Qué estará haciendo tu mami con su tiempo libre? -preguntó Pablo colocando al bebé en el sofá, entre un montón de cojines-. Seguro que está trabajando. ¿Sabías que tu madre corre el riesgo de convertirse en una adicta al trabajo? .
Ian murmuró como si estuviera de acuerdo y Pablo sintió una opresión en su interior. Quizá lo que hacía no fuera tan buena idea. Su hermana solía pedirle que bañara o leyera cuentos a sus sobrinos, niño y niña, pero casi nunca estaba solo con ellos más de unos minutos. Reconocía que, desde que se enteró de quee nunca podría tener un hijo propio, evitaba estar a solas con los niños de Mery. Aunque los adoraba, le recordaban que nunca sería padre.
Sacó el manuscrito de un libro de un cajón del escritorio. Pablo había contratado a un artista para que dibujara animales de colores para una rima sin sentido, referente a un zoo pintado donde todo era nuevo, las cebras eran de color azul.
-Eres el primero que verá esto -le dijo a IAn-. Me gustaría que hicieras ruiditos de aprobación, o no me atreveré a dárselo a mi agente. Espera otro libro de Panda, y ya sabes cómo son los agentes cuando su escritor se arriesga a hacer algo distinto. No, no lo sabes, ¿verdad? Quizá lo sepas algún día, si sales tan listo como tu mamá. Y tan lindo como ella. De hombre a hombre, ¿no te parece preciosa? -Ian emitió un gemido de impaciencia y golpeó el libro. Pablo sonrió, captando el mensaje-. Ok, empecemos.
Para que el niño se riera, exageró las palabras y alargó los sonidos, mientras leía en voz alta sobre canguros azules y gansos gandules. Parte de su mente volvió a Lali, y deseó que no estuviera trabajando. Sus bellos ojos denotaban la falta de sueño, y no le sería muy útil si se mataba trabajando y preocupándose por lan.
En realidad, Pablo sabía que le preocupaba ella misma, no el trabajo que pudiera hacer para él. No sabía en qué momento había empezado a importarle tanto. Se había forjado una reputación de jefe esclavista, porque daba buenos resultados y le evitaba tener que involucrarse en la vida privada de sus empleados. Lo que sentía por Lali era algo nuevo. Ella era diferente. No la percibía como una empleada, sino casi como parte de su hogar. Encajaba allí. Ian también encajaba, de un modo que no podía definir. Sintió un vínculo con el niño desde el momento en que Lali lo obligó a reconocer su existencia ante la puerta.
-Eso es porque eres como un bebé de revista -le dijo a Ian pero sabía que era algo más que eso. Su vínculo con el bebé no disminuía ni siquiera cuando Ian berreaba como un poseso para que le cambiaran los pañales.
Lo último que Pablo necesitaba era un bebé bajo su techo. Era como imponerse un castigo, pero Ian era especial. Miró la dorada cabecita inclinada sobre las coloridas páginas del manuscrito.
-Sí, eres bastante especial -admitió con voz ronca. Quizá lo que tenían en común era la ausencia de una figura paterna. Él había crecido sin su padre y a IAn le ocurriría lo mismo. La extraña conexión que sentía podía deberse a eso.
-Pa-pa -Ian agarró una página. Pablo le abrió la mano para que la soltara y sintió una punzada de dolor al ver los deditos entre los suyos.
-Me han llamado de todo en la vida, pero me temo que papá es algo que nunca me llamarán -dijo-. Créeme, sé lo que es crecer sin un padre. El mío murió cuando yo tenía nueve años, pero al menos tuve la oportunidad de conocerlo y lo pasamos bien juntos. Tú ni siquiera tendrás eso -Pablo se puso ronco y tosió para aclararse la voz.
Lo asaltó una oleada de recuerdos de las horas pasadas con su padre. Una vez, cuando era solo unos meses mayor que IAn, montó en un caballito negro, en un tiovivo de Gamberra, mientras su padre lo sujetaba para que se sintiera seguro.
El tiovivo seguía en el mismo sitio y Pablo se preguntó qué sentiría si montara al niño en ese mismo caballito negro. Parpadeó con fuerza, eso no iba a ocurrir. Lali tenía planes propios para su hijo, y había dejado claro que no incluían a un hombre. Además, Pablo no iba a permitir que un bebé y su bella madre rigieran su vida.
-Mira, una foca gris brillante y una anguila verde guisante, bebiendo zumo azul con el ganso gandul -leyó en voz alta, enseñándole los dibujos a IAn y obligándose a no pensar en Lali
Sumergida hasta el cuello en un mar de olorosas burbujas, a Lali le estaba costando mucho relajarse. El agua estaba templada y los chorros de masaje creaban una agradable turbulencia. Tenía la cabeza apoyada en una almohada de baño, y, a través de la ventana, veía el jardín hasta el lago. El cristal de la ventana era ahumado en el exterior y se alegraba de ello; aunque no creía que él tuviera interés en mirar si pasaba por allí, no había porqué jugar con fuego. Al fin y al cabo era un hombre. Todo un hombre.
La expresión «hombre de verdad» le iba a la perfección. Era una pena que sus altos niveles de testosterona llevaran apareados un mal humor infernal. «Es mejor así», pensó Lali. Alguien tan atractivo como él sería casi imposible de resistir si se empeñaba en seducirla.
Pablo solo la interesaba por IAn. Había disfrutado cuando la besó. Pero no volvería ocurrir. Cerró los grifos con fuerza y salió del agua. No podía perder el tiempo pensando en sus besos cuando tenía trabajo que hacer. Se envolvió en una toalla. Pablo le había dado la oportunidad perfecta, nunca tendría mejor ocasión para probar de una vez por todas que Pablo era La Bestia de la vida de su hermana.
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Que lindo es Pablo!! Escribe más a menudo!! Me encanta la nové
ResponderEliminarHolaa perchaa como estas??!!
ResponderEliminarMe encanto Pablo!!! Y pensar que en todas,tus noves lo termino odiando me siento hasta rara que en esta nove es la excepción jajaj
Y como dice lali si se empeña en seducirla caerá, porque aunque se niegue en aceptarlo y ponga pretextos la "bestia" le envanta<3 <3
Me entrega saber mucho mas de la historia!
Ha y no confió en la ingenuidad de su """hermana""" --
Percha espero ansiosa,él próximo capitulo no tardes en subirlo!! 😁
y porfista avisame cuando lo subas, no como la otra vez :(
cof cof jajaja
Nos estamos leyendo pronto!!
Besos Jess!