viernes, 28 de febrero de 2014

Capítulo 19 y 20: "En el lugar equivocado"



Holiii les traigo la segunda parte del rock , besos espero que les guste , besos
CARO

PD: no se olviden de leer en mi otro blog el nuevo capi de la nove de epoca

CAPITULO 19:

-Respondes como si te murieras por mí -dijo él con orgullosa satisfacción.

Lali lo observó bajarse la cremallera del pantalón. Sus ojos se abrieron inmensamente, sintiéndose de pronto cohibida. Segundos más tarde unos calzoncillos negros se deslizaron por las estrechas
caderas, y Lali vio por primera vez un sexo masculino excitado y completamente erecto. Y aunque Pablo  era aún más bello de lo que jamás hubiera imaginado también le resultó amenazador. Tardíamente consciente de su propia desnudez, Lali se sentó y tiró de la sábana para ocultarse bajo ella. Su corazón latía acelerado.
Saber que no era sino una inexperta le producía pánico. Pablo  volvió a la cama con movimientos naturales, sin ninguna inhibición. En realidad Lali dudó de que él, en alguna ocasión, hubiera necesitado de un dormitorio en el que esconderse.

-Sos tímida -murmuró Pablo  casi con ternura, quitándole la sábana para unirse a ella, concediéndole poca importancia a ese sentimiento.

-Sí... Pablo ...

-Quiero verte -confesó él estrechándola contra su cuerpo duro, poderoso y abrasivo, con un brazo posesivo-. Estás temblando...

-Me pones nerviosa.

Pablo  enredó los dedos en el espeso cabello de Lali y atrajo su boca hacia sí saboreándola en profundidad hasta que la cabeza de ella se inclinó llena de pasión y todos sus nervios desaparecieron. Y entonces él elevó la mirada y sus ojos quedaron prendados en los de ella.

-Esto no es simplemente una noche de locura, es algo excepcional, algo especial. Yo no tengo por costumbre acostarme con las mujeres así -aseguró él con ronca sinceridad.

Lali levantó una mano temblorosa y le apartó el cabello de la sien. Tenía el corazón en un puño. No podía creer que él pudiera tener tanto poder sobre ella, que al fin un hombre la tuviera pendiente de
cada una de sus palabras, esperando y rezando para que fuera digno de su confianza. Saberlo resultaba aterrador, pero cuando él sostenía su mirada o la acariciaba ni una sola fibra de su cuerpo podía resistírsele.

Pablo  recorrió con una mano todo su cuerpo tembloroso. Ella se estremeció y jadeó. Su cuerpo estaba tan completamente preparado que una sola caricia bastaba para despertarlo. Cuando él jugueteó con el triángulo de plata que formaban sus piernas ella gimió y dejó que su rostro se hundiera sobre el hombro de él. Pablo  siguió el rastro hasta el mismo centro de su ser, cálido e hinchado, con devastadora experiencia, llegando al punto más sensible. Y en ese momento Lali se vio perdida sin remedio, atormentada por un
cúmulo interminable de sensaciones que pronto se  convirtieron en una tortura sin fin.

-Estás tan cerrada - musitó Pablo  con un gemido sensual y gozoso.

La urgencia de aquel deseo resultaba insoportable. Lali estaba completamente fuera de sí, con la respiración entrecortada, sujetándose a cualquier parte de él que lograba agarrar.

-Pablo , por favor... -gimió desesperada. Pablo  se deslizó sobre ella colocándola sobre la cama. 

Lali se debatió con ojos brillantes, exultante de feminidad, sintiendo el férreo control de Pablo  y su rendición. Un hambre fiera la abrumaba en ese instante sin vergüenza. Y entonces él la penetró y el punzante y apasionado dolor de aquella invasión la hizo llorar de sorpresa. Pablo  se quedó muy quieto. Unos ojos  atónitos la miraron de lleno.

-¡Cristos... es imposible que seas...!

-Ya no...

-Te gusta sorprenderme, ¿verdad? -preguntó él con una llama de fuego primitivo en la intensa mirada.

Lali estaba ruborizada al máximo, era completamente consciente de cada uno de los pequeños movimientos que él hacía abriéndose
paso hambriento por su interior.

-Ahora no puedo hablar -musitó atenta por completo a cada uno de los detalles de aquella nueva experiencia fascinante.

Pablo  rió a carcajadas. La besó en lo alto de la cabeza y comenzó a demostrarle cuán excitante podía ser aquello. Una necesidad cruda, fuera de control, iba poseyendo a Lali cada vez con más fuerza. Apenas podía respirar. El mundo hubiera podido tocar a su fin y nada hubiera importado excepto aquella vibrante experiencia. La intensidad del placer la volvió loca hasta que, finalmente, llegó al borde de la excitación y una ola de paroxismo la liberó.

-Deberías de haberme dicho que era la primera vez, pethi mou -pronunció Pablo  apenas sin aliento.

-No me pareció importante -musitó Lali evasiva, disfrutando del modo en que él la abrazaba contra su cuerpo ardiente, cálido y húmedo, llorando contenta de que él no pudiera verlo.

¿Acaso era posible enamorarse en el plazo de  veinticuatro horas?, se preguntó LAli ensoñadora, luchando por reconocer a la nueva persona que sentía nacer en su interior, pero demasiado contenta y satisfecha como para sentir como una amenaza aquel cambio.
¿Algo especial? ¿Pero cómo de especial? Lali sabía perfectamente cuánto de especial era Pablo  para ella. Hubiera deseado poder envolverlo en una sábana de amor y abrazarlo hasta la muerte, nunca había sentido nada igual.


CAPITULO 20:

-Para mí sí lo era -le confió Pablo  en voz baja-. ¿Tenes hambre?

-No, en realidad no.

-Pues yo no recuerdo cuándo comí por última vez - musitó él reflexivo.

-¡Qué sensible!

Pablo  la soltó y rodó por la cama hasta alcanzar un teléfono interno por el que ordenó que les llevaran comida. Luego, tomando su mano, la arrastró fuera de la cama junto a él. Con los brazos envueltos sobre sí misma, como si tuviera frío, Lali caminó hasta el baño y lo observó abrir el grifo de la ducha. De pronto se sintió
tremendamente tímida. Se veía arrastrada hacia la más profunda intimidad sexual. Pablo  la metió en la ducha con él ignorando su vergüenza deliberadamente, o quizá sin darse cuenta.

-Sos muy chiquita de verdad -suspiró.

-Mido uno cincuenta y uno -musitó Lali añadiendo un centímetro más, sintiendo que Pablo la contemplaba de arriba abajo.

-Estabas tan graciosa en el aeropuerto con aquel abrigo tan largo... eras como una niña pequeña toda vestidita - Lali no supo qué responder-. ¿Por qué te has quedado tan callada?

-No llevo nada de ropa, y no tengo por costumbre mantener conversaciones en la ducha.

Pablo  rió. Luego la abrazó y la levantó como si fuera una muñeca, enlazándole los brazos a su cuello. La sujetó a su altura y la miró a los ojos, intensamente.

-¿Estás tomando la píldora anticonceptiva?

Lali frunció el ceño y se ruborizó. No entendía por qué le hacía semejante pregunta cuando era él quien había tomado precauciones en aquella ocasión.

-No.

-Eso pensé. El preservativo se ha roto -la informó Pablo sin parpadear, escueto.

-¡No...! -exclamó Lali perdiendo el color al comprender las consecuencias que ello le podría acarrear.

-Si ocurre algo... lo cual, creo, es poco probable lo solucionaremos entre los dos, juntos -añadió Pablo  admirando sus labios abiertos y besándola lenta, dulcemente y con boca experta.

Asustada por un instante ante la pesimista imagen de una vida arruinada por un embarazo no deseado Lali trató de pensar en algo más alegre. Llevaba veinticuatro horas viviendo fuera de la realidad, y no tenía ninguna prisa por volver a ella.

-Tengo planes para ¡¡vos -admitió Pablo  entre beso y beso, mientras ella temblaba -. Vas a disfrutar de estar conmigo.

Juntos hicieron un pícnic sobre la cama. Comieron langosta y ensalada griega. Lali no había probado nunca la langosta, y estuvo a punto de desmayarse cuando la vio sobre el plato. No dejó de dar
pequeños sorbos de vino hasta que Pablo  tomó su vaso, y entonces ella lo imitó. Su ignorancia la hacía sentirse violenta y le recordaba lo diferentes que eran los mundos de ambos.

-Gracias por lo que me dijiste antes en la playa -murmuró Pablo -. Me ha ayudado a ver las cosas con más perspectiva. Si mi padre o yo hubiéramos sospechado en algún momento el poco tiempo que
nos quedaba habríamos corrido a reconciliamos. La gran ironía de la vida es que en realidad yo ya estaba trabajando en esa dirección.

-¿En qué sentido?

-Esa conversación que oíste -le recordó Pablo -. La empresa que había planeado comprar perteneció a mi padre, él la había perdido hacía tiempo. Pensaba ofrecérsela como una rama de olivo.

-¡Oh, PAblo! -suspiró Lali enternecida-. Por eso era tan importante que te acompañara.

-Pero aún tengo mis recuerdos. Mi padre era una persona fuerte, vital. Vivía la vida plenamente. Y no hubiera querido que lo recordara con tristeza.

-Explícame la importancia de esa conversación que escuché -lo invitó Lali tratando de evitar la tristeza y la oscura vulnerabilidad de sus ojos y de distraerlo.

-Digamos que tenemos dos empresas, A y B - comenzó a explicar Pablo -. Primero compras el stock de la empresa A, y después dejas correr el rumor de que estás interesado en adquirirla. Los precios de ese stock suben. Entonces vendes el stock a un
precio más alto. Y luego, sin previo aviso, te lanzas sobre la empresa B, en la que los valores del stock no se han incrementado, y te sitúas como propietario de una empresa a un buen precio.

-Es enrevesado.

-Sí, así es como me consideran en los negocios - confirmó Pablo  sin ofenderse lo más mínimo -. Pero si mis verdaderas intenciones salieran a la luz el precio del stock de la compañía B se dispararía y
no compraría.

Lali apartó los platos de la cama. Cuando volvió al dormitorio Pablo estaba dormido. Su corazón, que se había derretido como el caramelo, volvió a agarrotarse al verlo. Parecía exhausto, pero
mucho más en paz de lo que lo había estado a lo largo de todo aquel día. Por una vez en su vida Lali se iba a dejar llevar. Por norma era muy precavida, prefería verlo todo en nítidos tonos blancos y negros antes de arriesgarse. Pero en esa ocasión era demasiado tarde...

jueves, 27 de febrero de 2014

Capítulo 17 y 18: "En el lugar equivocado"


Holaa chicas les traigo nuevos capis, se vino el rock nomas , besos chicas las quiero

CAPITULO 17:

Y, para ser sinceros, Lali sabía que no podía confiar en sí misma estando junto a él. Deseaba a Pablo, lo deseaba como jamás había
deseado a ningún hombre, y sólo darse cuenta de ello resultaba aterrador. Pero mucho más peligroso era aún pensar que se moría de ganas de hablar con él, de escucharlo, de estar con él...
Todo en su interior la advertía del peligro. Pablo era incapaz de enfrentarse a sus propios sentimientos en aquel momento, y por eso centraba su atención sobre ella. Ésa era la cruda realidad, la verdad sobre su supuesto deseo hacia ella. Era la técnica masculina habitual para evitar la verdad. Pablo hubiera bailado sobre cristales antes de admitir que deseaba hablar sobre las relaciones que había mantenido con su padre.

Lali volvió de pronto sobre sus pasos tomando  una decisión. PAblo estaba mirando al mar con las manos en los bolsillos del pantalón.

-Apuesto a que nunca te ha ocurrido realmente nada malo -respiró Lali.

-¿De qué diablos estás hablando? -preguntó PAblo volviéndose.

-¿Tuviste una infancia feliz?

-Sí.

-¿Y tuviste una relación íntima con tu padre antes de alejaros el uno del otro?

-Por supuesto -confirmó Pablo desalentándola que preguntara más.

-Entonces, ¿por qué no puedes concentrarte en los buenos momentos que pasaste con él?

-¿Qué sabes vos de cómo me siento? -preguntó él agresivo.

-Sé cómo te sentis, pero sencillamente no comprendo cómo no aprecias más la suerte que tuviste al disfrutar de todos aquellos años de felicidad con tu padre -Pablo se volvió, incapaz de pronunciar palabra,con expresión de ira-. Yo... tuve un padre que ni siquiera le dejó a mi madre inscribirme en el registro con su apellido, un padre con el que me crucé en una ocasión por la calle y que fingió no conocerme -confesó Lali-. Y sin embargo mi madre nunca dejó de venerar la tierra que él pisaba -Pablo la miró frunciendo el
ceño, lleno de incredulidad-. Tuve una pelea muy fuerte con mi madre el día antes de morir - continuó Lali estremeciéndose por las lágrimas-. Yo tenía dieciséis años, y la quería tanto que me moría de preocupación por ella. Pretendía sacarla de su estado de depresión, persuadirla de que valia la pena vivir aunque fuera sin mi padre...

Pablo se había acercado sin que LAli lo advirtiera. Cerró los brazos en torno a ella y la estrechó con fuerza. Lali pensó fugazmente en que nada estaba ocurriendo como había imaginado. La cálida e
íntima fragancia de él inundaba sus sentidos al respirar. La tranquilidad, el apoyo que significaba su poderoso cuerpo resultaba embriagador.
Era Pablo quien hacía de pronto las preguntas, y sin vacilar. Y Lali se lo contó todo. Su madre, Gimena, era la hija única de un próspero viudo, y nunca había tenido que enfrentarse a la realidad. Vivía idolatrada por su padre. A los veintiún años se enamoró y se comprometió con el padre de Lali, Salvador. Pero poco después su padre sufrió una bancarrota y todo se vino abajo.

-Salva no quería a mi madre sin su dinero - continuó Lali-. Rompió el compromiso y poco después se casó con la hija rica de un industrial.

-¿Así que dejó a tu madre cuando estaba embarazada?

-No, no fue tan sencillo. Unas semanas después de casarse mi padre fue a ver a mi madre y le dijo que había cometido un tremendo error, que aún la amaba. Y ese mismo día me concibieron a mí. Mi madre creyó que él abandonaría a su mujer.

-Ah... -murmuró Pablo-, pero no era ésa su intención,¿no?

-Mi madre apenas tenía experiencia, y seguía loca por él -admitió Lali suspirando-. No quiero seguir hablando de ellos.

-Tranquila -dijo Pablo con voz ronca, dejando que sus manos se deslizaran por la espalda de ella hasta las curvas de sus caderas, apretándola contra su cuerpo tenso.

-Ahora te toca a vos - musitó Lali con naturalidad, temblando y pensando en apartarse de él, decidiendo hacerlo y descubriendo que era incapaz.

-¿Que me toca a mí? -repitió él con voz espesa.

-Sí, es tu turno -insistió ella.

-Mi padre me dijo que ya era hora de que me casara. Yo le dije que no, que aún no estaba preparado... y él me dijo: «pues no quiero volver a verte ni hablar con vos hasta el día en que lo estés»-recitó Pablo de memoria, con énfasis.

Lali levantó la cabeza para mirarlo con el ceño fruncido.

-Ésa es tu forma de decirme que me ocupe de mis propios asuntos, ¿no?

-No.

-¿Quieres decir que tu padre esperaba de verdad que te casaras cuando él quería? -repitió sin ocultar su asombro.

-Mis padres tampoco se conocieron ni se casaron así, sin más,Lali. Se conocían desde la infancia, crecieron sabiendo lo que se esperaba de ellos y luego, cuando llegó el momento... sus padres se reunieron y fijaron la fecha -terminó Pablo en un tono de voz tenso.

-¡Por el amor de Dios, eso es de la Edad Media!

-Para vos quizá, pero mis padres fueron felices - continuó Pablo apartándole el pelo de la frente con dedos tiernos, haciéndola temblar y obligándola a estrecharse contra él-. En Grecia el matrimonio sigue siendo un asunto familiar.

-No quiero criticar a tu padre pero... -comenzó a decir Lali vacilando, volviendo el rostro de modo que rozara la palma de la mano de él y
comenzando a respirar entrecortadamente-, creo que debería de haberse dado cuenta de que los tiempos han cambiado. Vos sos un hombre hecho y derecho, y él te trató como si fueras...

-Él sabía qué era lo mejor para mí -la interrumpió Pablo con voz de seda-. Puede que yo haya sido educado en un colegio inglés, pero soy griego, Lali. El matrimonio es un paso decisivo en la vida. Los ingleses confían en el amor y tienen una tasa de divorcios muy alta...

-Sí, pero...

-En esta vida es más importante escoger a una compañera con inteligencia -afirmó Pablo levantándola en brazos y posando su sensual boca sobre la de ella con hambre, como si estuviera
cansado de hablar sobre ese asunto.



CAPITULO 18: 

Lali sintió que la cabeza le daba vueltas, que el corazón le latía con violencia. Él necesitaba hablar. Aquello no era lo que había planeado. Y desde luego no era lo que se suponía que debía ocurrir
entre los dos. En cuestión de segundos se apartaría de él, pararía aquello antes de que fuera irremediable. Sin embargo sus brazos habían rodeado a Pablo por el cuello y sus dedos se enredaban en el sedoso cabello. Una nube de debilidad la envolvió de tal modo que cuando pasaron los treinta segundos que se había prometido 
de plazo apenas recordaba por qué se lo había impuesto.

-Esto era inevitable -jadeó Pablo levantándola en brazos para llevarla dentro justo cuando ella comenzaba a tambalearse y sus piernas
comenzaban a flojear.

Lali tenía la mente en blanco, los ojos cautivos en las pupilas de él. Su corazón zozobraba, tenía el pulso acelerado. El mareo y la euforia se apoderaron de ella. Levantó una mano insegura y la posó sobre la mejilla de Pablo con un vergonzoso sentido de la posesión por completo nuevo para ella. Sus dedos extendidos celebraron la dura tersura de su piel, sus pupilas dilatadas buscaron cada uno de los detalles de él que podían apreciarse a aquella distancia.

Las largas y negras pestañas, la expresión dramática de sus cejas, oscuras y bien definidas, la belleza masculina de su cráneo y de su estructura ósea, la perfección, recta y arrogante, de su nariz. Lali acarició el mentón agresivo con una ternura  asombrosa, absorbida por entero en la tarea. Nunca nada le había parecido tan natural.

-Sos realmente hermoso -dijo sin poder evitarlo. Pablo la puso encima de algo firme y deliciosamente confortable y luego se tumbó sobre ella. Se quedó contemplando su mirada perdida con ojos
ardientes y, gimiendo, dijo:

-Cuando te quité ese pañuelo de la cabeza pensé que eras la cosa más perfecta que jamás hubiera visto en mi vida. Tu pelo, tu piel, tus ojos. Me dejaste completamente fascinado...

-Pues supongo que vos me estás dejando fascinada a mí ahora- tartamudeó Lali comprendiendo de pronto que estaba sobre una cama en una habitación en penumbras y sintiendo un desmayo.

-Bajo esa superficie dura sos muy dulce... - continuó Pablo inclinando la cabeza orgullosa.

Lali hubiera podido perderse en aquellos ojos, hubiera podido sentir la debilidad que la clavaba a una hipnótica quietud. Pablo tomó de
nuevo sus labios abriéndoselos con la punta de la lengua. El corazón de Lali retumbó y toda ella tembló, incapaz de respirar. Su sumisión fue absoluta, instintiva. No hubiera podido resistirse a
la tentación de aquel beso ni aunque su vida hubiera dependido de ello. Era como volver a nacer, y cada nueva sensación le resultaba tan fresca e intensa que se sentía atada sin remedio, esperando deseosa la siguiente.

-Tan dulce -jadeó él en voz baja mientras Lali gemía y respiraba sofocadamente bajo su experta boca, con respuestas temblorosas.

Pablo se quitó la camisa y elevó a Lali hacia él, haciéndola sentarse. Lali se puso tensa. Todo su campo de visión estaba lleno con aquel pecho ancho y bronceado y aquel espeso y oscuro vello rizado que marcaba cada músculo antes de serpentear para convertirse en una fina línea sedosa sobre el estómago plano. Pablo levantó sus manos y las puso sobre su pecho como si el hecho de que ella lo tocara fuera lo más natural del mundo.

-Pablo... -dijo ella temblorosa mientras asombrosas olas de excitación la recorrían al conocer su calor con los dedos.

Había tanto por conocer, pensó Lali sintiendo de pronto que todo aquello se le escapaba, que él la alentaba y esperaba a una amante experta.

-Tócame -la invitó él. Lali se examinó las manos como si esperara que ellas solas, sin ninguna orden consciente, se apartaran de él. Pero Pablo era tan fascinante, la hacía sentirse tan bien que fue
incapaz.

-Vas... vas demasiado rápido para mí -musitó seria, sin comprender cómo podía ser que estuvieran casi desnudos en la cama.

-Si queres que me vaya me iré -dijo él poniendo una mano sobre las de ella.

Un miedo helado agarrotó a Lali, que levantó la cabeza para encontrarse con aquellos ojos verdes y aquel rostro firme y anhelante. Apartarse o quedarse. No había término medio. Y si él se
marchaba quizá nunca volviera a pedirle nada.
Quizá pensara incluso que ella lo había provocado en vano. Por fin Lali pensó que si Pablo no veía razón alguna para no disfrutar el uno del otro era porque no la había.

-Pero es que yo... -comenzó ella a decir sin saber muy bien cómo terminar, atemorizada pensando en que iba a parecer una virgen puritana y lo iba a echar todo a perder.

-Decídite -insistió Pablo con urgencia, lleno de necesidad-. No soy de piedra, y ahora mismo me muero por vos...

Las manos de Lali temblaron bajo las de él. No podía apartar los ojos de Pablo. La intensidad de su mirada la derretía en su interior.

-Yo también te deseo... tanto.

Pablo la posó con cuidado de nuevo sobre la cama.

-No te haré nada que vos no quieras que te haga, pethi mou.

-Por supuesto, pero...

-Abre tu boca para mí -la urgió él con voz rota.

Y Lali lo hizo, captando de inmediato su fuego ardiente. No notó, en cambio, cuando él le deslizó los tirantes del camisón por los brazos. De pronto Pablo se apartó para seguir bajando la prenda por sus caderas, y Lali vio con asombro sus pechos desnudos y llenos, sus pezones rosas tensos.

-Sos exquisita -jadeó él.Pablo volvió a ella y dejó que su dedo pulgar acariciara el hinchado pecho, que la palma de su mano lo abrazara con firmeza por debajo y, por fin, que su boca se cerrara sobre él. Y le causó tal cúmulo de sensaciones que Lali gritó. Su cabeza cayó sobre la almohada, todo pensamiento se suspendió. Las manos de Lali agarraron a Pablo  de los hombros mientras él acariciaba su sensible carne con la lengua, los dientes y los labios. De pronto era ella la que se moría por él, la que ardía como una loca por cada caricia certera, llevada por la más urgente necesidad, dejándose consumir por el fuego.

Pablo  rodó por la cama sin previo aviso y deslizó las sábanas hasta abajo, con los ojos fijos en la pálida y rosada piel del cuerpo de Lali. Era como ser consumida visualmente. Lali estaba excitada, apenas podía respirar, y sentía tal necesidad como nunca en la vida la hubiera podido imaginar. Los ojos de Lali observaron a Pablo,
siguieron cada uno de sus movimientos. No podía soportar que se alejara de ella.

-¿Pablo ...? -musitó insegura.

martes, 25 de febrero de 2014

Capítulo 15 y 16: "En el lugar equivocado"



Hola les dejo doble capis son cortitos pero bueeno jaja sepan esperar lo mejor esta por venir, no se olviden de pasar por el otro blog el de adaptacionespablali.blogspot.com que  actualize tambien , besos

CAPITULO 15:

-¿Será que se ha convertido en una mala costumbre eso de vigilarme para que no llame por teléfono? -preguntó Lali.

En ese instante Eugenia se acercó a ellos a paso lento. Lali se ruborizó bajo su atenta mirada, inquisitiva y fría. Se sentía incómoda en presencia de aquella mujer, aunque no sabía por qué.

-La señorita Rinaldi parece exhausta, Pablo. Estoy segura de que apreciaría mucho si pudiera retirarse a descansar.

-Sí, sí... me gustaría -intervino Lali. La bella rubia sonrió y miró a Lali con aprobación. Pablo llamó a una criada con un imperioso gesto de los dedos.

-Te veré más tarde -dijo Pablo volviendo a entrar en el salón.

¿Por qué sentía como si lo estuviera abandonando?, se preguntó Lali inquieta y molesta mientras seguía a la sirvienta. Apenas lo
conocía, ¿qué estaba pasando? La sirvienta la llevó hasta un ascensor que había en el vestíbulo. Bajaron en él y luego atravesaron un corredor que las llevó directas al jardín. Intrigada, Lali siguió a la chica por un sendero en pendiente hasta un pequeño edificio justo a la derecha de una franja de arena dorada. Era un
lugar de ensueño. El interior estaba maravillosamente fresco. Era
una especie de casa de invitados, pensó Lali admirando el espacioso salón. Con grandes ventanas y contraventanas que la protegían del sol, cómodos sofás y suelo de mármol. No había cocina, sólo un frigorífico escondido y bien surtido. Y dos dormitorios con baño tipo suite. Sus paquetes estaban de hecho ya en uno de ellos.
Lali aprovechó la oportunidad para tomar una ducha y tratar de olvidarse de todo. Sin embargo Pablo volvía a su mente una y otra vez. Su imagen se mantenía ahí, negándose a desaparecer. De pronto recordó la forma en que se había acercado a pasos agigantados hasta ella y se echó a temblar negándose a analizar su propia respuesta. «¿Por qué quiero estar con vos ahora?», había
preguntado él incrédulo. ¿Y por qué lo había esperado ella conteniendo el aliento?

Aquélla no era la forma en que tenía por costumbre comportarse con el sexo opuesto. De hecho Pablo debería de haberse hundido como una piedra bajo el peso de sus prejuicios. Lali siempre desconfiaba de los hombres atractivos, y era muy consciente de que los hombres ricos veían a las mujeres como trofeos. Su propio padre había sido uno de ellos. Sin embargo de pronto se veía forzada a admitir que ni siquiera sus más fuertes convicciones
tenían porqué influir sobre su comportamiento.

Pablo irradiaba magnetismo, aunque eso no excusara el hecho de que se hubiera comportado como una colegiala. En la vida real Cenicienta hubiera contemplado a su príncipe de lejos, fuera de su alcance, bailando con una princesa. No, Pablo no era un ser superior para ella, pero era una persona tan fría, despiadada, dura y con tan alto estatus que resultaba completamente fuera de su alcance. Se sentía atraída hacia él, eso era todo.

Lali se puso el camisón de tirantes y salió fuera. La sirvienta volvió a aparecer con una bandeja. Lali comió con apetito y luego se acurrucó en el sofá para caer dormida. La llegada de otra bandeja de comida fue lo que la despertó. No tenía hambre. El sol comenzaba a ponerse, no podía creer que hubiera estado durmiendo toda la tarde. No iba a poder dormir durante la noche, y era una lástima no haber aprovechado para salir a pasear y ver la playa.

Lali rebuscó por entre los CDs almacenados junto al equipo de música. Sonrió para sí misma y puso uno de flamenco recordando las interminables clases que su madre le había obligado a tomar.
Bailar era el mejor modo de exteriorizar las emociones. Dejó que el ritmo invadiera su cuerpo y fluyera por él creando una serie de movimientos experimentales y después relajó los músculos.
Entonces, justo con el ritmo más rápido, se dejó llevar por la pasión de la música. Su respiración era entrecortada y rápida, tenía los
músculos tensos y la piel sudorosa. De pronto, al terminar la música, Lali se detuvo. Dejó que su cabeza cayera y arqueó la espalda en una curva perfecta.

-Eso ha sido increíble... -comentó PAblo en un murmullo lleno de énfasis, con voz ronca. Lali giró sobre sus talones mientras su mirada ausente desaparecía para adquirir una expresión de desconcierto. Pablo estaba de pie, entre sombras, cerca de la puerta. Se había quitado el saco y la corbata, pero aún parecía una estatua de bronce-. Ha sido extraordinario, con tanta pasión
en cada movimiento... cada gesto cuenta una historia.

Un ligero rubor subió a las mejillas de Lali, que se enfadó.



CAPITULO 16:

-Deberías de haberme dicho que estabas aquí... ¡no tenías derecho a observarme en silencio!

-No quería interrumpirte... -contestó Pablo con un brillo en la mirada, que quedó fija sobre los labios rosas de ella.

Lali abrió la boca. Una tensión comenzaba a apoderarse de su cuerpo y del aire.

-Ésa no es excusa... -protestó ella.

-Cristo, ¿hay algún hombre que te haya interrumpido y siga vivo? -preguntó Pablo echando atrás la cabeza sin dejar de contemplarla.

Lali estaba tan tensa y tan quieta que podía sentir cada uno de los latidos de su corazón. Su mirada colisionó con la de él y sintió que la intoxicaba. Mareada y desorientada, fue incapaz de pronunciar ninguna frase con sentido como respuesta. De hecho le resultaba tan difícil seguir pensando que sencillamente se quedó mirándolo.
Pero su cuerpo sí que respondía. Sus pulmones respiraron hondo arriba y abajo, y sus pezones se tensaron prominentes.

Pablo dejó que sus ojos vagaran hambrientos por aquel bello rostro y después, a paso lento, por la esbelta figura. La tela del camisón colgaba de los tirantes como una segunda piel, trasparentando la
lujuriosa figura, moldeando sus pechos y pezones, ajustando las caderas y la línea de sus muslos. La sexualidad de aquella mirada fija cautivó a Lali que, llena de excitación, se sintió incapaz de
resistir.

-Verte bailar ha sido la experiencia más erótica que jamás haya vivido fuera de una cama - confesó Pablo-. Nunca he sentido una necesidad como ésta de poseer a ninguna mujer. En este
preciso instante estoy disfrutando como un loco adolescente ante la maravilla de sentir algo tan intenso.

Lali se echó a temblar, atónita ante lo directo de aquella declaración, incapaz de pensar. ¿Adolescente? ¿Pablo Martinez un adolescente? ¿Qué clase de acercamiento era ése? Lali miró
involuntariamente para abajo y se quedó helada. Apenas llevaba nada, y sin embargo no había sentido ninguna necesidad de taparse nada más verlo.
De pronto, precipitadamente y con el rostro todo colorado, Lali tomó lo primero que encontró en el sofá y se envolvió como si fuera una sábana. No era de extrañar que Pablo se acercara a ella a pasos
agigantados. Los hombres apenas distinguían o pensaban nada cuando una mujer se vestía para provocar. De hecho Lali estaba convencida de que la mayor parte de los hombres vivían constantemente al borde de la tentación.

Pablo dejó escapar una risa suave, irónica. Sus fuertes rasgos ya no mostraban tensión alguna. Observaba a Lali, de pie con aquellos ojos oscuros y el rostro ruborizado.

-Medio niña, medio mujer. ¡Qué combinación más confusa!

-Deja de hablar así -lo urgió Lali evitando su mirada-. No sabes lo que dices. Fingiré que no te he oído, sé que no podes evitar ser como sos, así que no voy a ofenderme...

-Quizá no sea éste el momento más apropiado para decirte que  vos sos la única luz que ha brillado para mí en un día oscuro como éste - respiró Pablo mientras se alejaba de ella.

-Eso es porque soy una extraña para vos... ¿es que no te das cuenta? -continuó Lali con voz temblorosa, emocionada a su pesar por la sinceridad del comentario-. No tengo ninguna expectativa sobre vos, no conozco tu vida. No te pido nada, ni hago juicios.

-Al contrario, no dejas de hacer juicios arbitrarios sobre mí -la contradijo Pablo
.
-Me voy a dar un paseo por la playa -declaró Lali sintiéndose embargada por la tormenta emocional que comenzaba a desarrollarse en su interior.

Lali abrió la puerta y salió. La luz de la luna se reflejaba en la superficie del agua susurrante de la playa. Era una noche clara, cálida y sin brisa. Caminó descalza por la arena y trató de luchar
contra el tumulto interior que él había desatado. Era plenamente consciente de lo que él sentía y por lo que estaba pasando.
La forma en que Pablo la miraba era como para quedarse helada, como para asustarse. Pero era también como para quedarse electrificada. La hacía sentirse como borracha incluso cuando no
estaba presente. Era como si un loco y fatuo pensamiento se hubiera apoderado de ella hasta robarle el sentido común. En el plazo de veinticuatro horas Pablo había vuelto todo su mundo
del revés, había derribado todas sus defensas, había sacado de ella todo un mundo de vulnerable emociones que por lo general guardaba bajo llave en su interior.

domingo, 23 de febrero de 2014

Capítulo 13 y 14: "En el lugar equivocado"



Holaaa esto se pone interesante ya veran esta por pasar lo mas importante bueno mas bien lo que desencadenara la mejor parte, besos

CAPITULO 13:

-No necesitaría usar la fuerza contigo, LAli. Vendrías a la cueva familiar como un corderito - comentó contento, con voz espesa.

Mientras las brumas de la intoxicación se despejaban Lali miró aquellos bellos  rasgos. Pablo se puso tenso, entrecerró los ojos y
trató de apartarla de sí. Una ola de rubor invadía a Lali, que jamás se había sentido más violenta. No podía creer que hubiera sucedido lo que había sucedido. No podía creer que él la hubiera hecho sentirse así. El silencio reinaba tenso, espeso, como una trampa en la que ninguno de los dos quisiera arriesgarse a caer.

-Yo... yo -comenzó a decir Lali, tratando de buscar una excusa que pudiera justificarlos a los dos- ... no debería de haberte dado una cachetada, te has puesto furioso y...

-A los hombres griegos no les gusta que se ponga en entredicho su masculinidad -dijo Pablo dejando que una risa irónica escapara de sus labios -.Pero la verdad es que te he besado porque he querido.
Tal y como vos acabas de decir, hay que llamar a las cosas por su nombre.

Perpleja ante aquella admisión, Lali se quedó mirándolo para volverse luego hacia la ventana. PAblo confesaba sentir la misma atracción que la estaba volviendo loca a ella.

-Naturalmente no repetiremos la experiencia - Pablo con sencillez, poniendo punto final a la conversación.

Lali, de perfil, se puso tensa. Pablo sólo había afirmado algo evidente, algo que ella misma hubiera podido decir, pero a pesar de todo se sintió mortificada. Aquello era una advertencia, y se sentía humillada. Al fin y al cabo era él quien la había besado, y sin embargo se sentía en la obligación de reprimir cualquier idea estúpida que ella pudiera concebir. ¿Quién diablos se había creído que era? ¿EI hombre más irresistible del mundo? Sí, pensó. Y toda aquella seguridad en sí mismo no era vanidad. Pablo lo tenía todo. Era atractivo, tenía dinero, poder. ¿Cuántas veces lo había rechazado una mujer? ¿Y cuántas alentado? A pesar de todo
tenía que defenderse.

-He dejado que me besaras porque te has mostrado terriblemente...

-No quiero seguir discutiendo sobre esto -la interrumpió Pablo-. Hoy no estoy muy centrado, me enfado enseguida.

Sin embargo Pablo había cambiado las ideas de Lali acerca de su propia sexualidad. En un santiamén. Ante el deseo de volver a estrecharlo entre sus brazos lo único que podía hacer era resistir. Nunca hubiera soñado que ningún hombre la excitara tanto, la dejara tan hambrienta. Y el hecho de que Pablo  tuviera ese poder sobre ella la tenía perpleja.
La limusina subió por una calle empinada. Sobre un acantilado de altura espectacular surgió un enorme tejado. La casa parecía más grande cuanto más se acercaban. No era un villa, era todo un
palacio.

-¿Es ésta tu casa? -preguntó Lali. Pablo asintió mientras la limusina paraba delante de la gigantesca edificación -. Si vas a estar con tus amigos y tu familia será mejor que busques una habitación donde encerrarme, no quiero inmiscuirme en tus...

-Vos te quedas conmigo -la intemImpió él tranquilo.

-¿Y qué se supone que debo decir cuando la gente me pregunte? ¡Ni siquiera sé cómo se llamaba tu padre! -respondió LAli sin disimular su incomodidad.

-Se llamaba Nicolas tenía setenta y un años y yo era su único hijo -informó Pablo con voz espesa-Era una de esas buenas personas que tú has mencionado antes, y su muerte ha sido repentina e inesperada.

-No tuviste la oportunidad de decirle adiós. Eso es, difícil de asimilar -comentó Lali recordando sus propias penas.

Pablo la miró de reojo, con desdén.

-Ahórrate los tópicos, mi padre y yo llevábamos tiempo separados.

-No era un tópico. ¿De quién era la culpa de que estuvieran... separados? -se atrevió Lali a preguntar.

-Mía...

-Pero  no podías saber que...

-¡Eso no es asunto tuyo! -gritó Pablo.

Ambos salieron del coche. Lali miró de reojo a Pablo que, tenso, reprimió un suspiro. Estaba decidido a contener sus emociones tal y como, supuestamente, todo hombre debía hacer. Hubiera sido mucho más fácil para una mujer. En aquel momento Pablo era como un volcán, luchando por tragar toda la lava emergente, a punto de estallar.


CAPITULO 14:

Lali dejó que la adelantara. Un montón de sirvientes se alineaban esperándolos en el opulento vestíbulo. Pablo dijo unas palabras. Lali vaciló y miró a su alrededor. De pronto una chica apareció inesperadamente en el dintel de una puerta. Pablo, que no la había visto, miró para atrás con gesto imperioso.

-¡Lali! -la llamó impaciente. Ruborizada ante las miradas curiosas, Lali aceleró el paso. Justo cuando Pablo alargó una mano para tomar prisionera la de ella, la chica se acercó caminando. No debía de tener ni treinta años. Tenía el pelo largo y rubio, y los ojos claros y exóticos. Y llevaba una ropa y unas joyas impresionantes.

-Eugenia... -la llamó Pablo apretándole la mano a Lali.

Eugenia plantó un frío beso sobre la mejilla de Pablo y ambos comenzaron a hablar en griego. La rubia ignoró a Lali que, lejos de molestarse, estaba irritada con Pablo al mantenerla a su lado. Él continuó hablando con la griega, que Lali supuso sería una pariente cercana, mientras las guiaba a ambas hacia un salón.

Entonces comenzó a llegar más gente y Eugenia asumió el papel de anfitriona. Pablo había soltado ligeramente la mano de Lali, que trataba de escabullirse hacia un rincón. Pero Pablo no solo la retenía, sino que de pronto la hizo adelantarse y comenzó a presentarle a gente. No obstante Lali no pudo mantener ninguna conversación con nadie. Muchas miradas recaían sobre ella, pero
Pablo no dejaba de llevarla de un lado a otro. Intercambiaba unas palabras aquí, una frase allá... estaba tan tenso que era incapaz de dialogar con nadie.

-¡Cristos, odio esto! -murmuró Pablo entre dientes, de pronto.

Unos minutos más tarde un hombre mayor lo abrazó forzándolo a soltar a Lali. Ella dio un paso atrás y después comenzó a caminar hacia el balcón, que parecía recorrer toda la fachada de la casa. Salió y respiró hondo aquel aire cálido. Las vistas sobre el valle eran increíbles. Un interminable cielo azul abovedado cubría las crestas de los pinos sobre los que había flores que salpicaban color. Al fondo, mucho más abajo, majestuosas formaciones rocosas se internaban en el brillante azul turquesa del mar. Era tan hermoso que casi producía dolor.

Lali estuvo admirando las vistas durante un rato. Después, consciente de su cansancio, se dio la vuelta y vio a Pablo. Era tan alto que era imposible no verlo. Tenía el ceño fruncido y miraba a su alrededor sin descanso, prestando escasa atención a lo que le decían. De pronto su mirada se posó sobre Lali, iluminándose como una estrella, y su rostro se relajó.
LAli colisionó contra aquellos ojos  brillantes. Su corazón comenzó a latir y se le secó la boca. Observó a Pablo caminar a grandes pasos hacia ella. Tenía centrada en él toda su atención, y era tan incapaz como él de apartar la mirada. Ambos parecían ciegos a los murmullos y a la especulación que aquella escena estaba suscitando.

-¿Dónde diablos te habías metido? -preguntó él con la respiración entrecortada, fuera de tono, a dos pasos de ella. Emanaba de él tensión a manos llenas. Escrutó el rostro de Lali   y preguntó-: ¿Pero por qué quiero estar con vos justo ahora?

sábado, 22 de febrero de 2014

Capítulo 11 y 12: "En e lugar equivocado"



Holaa chicas volvii :D espero que todas esten bien y con ganas de leer jaja nuevamente voy a subir lo mas seguido que pueda asique conforme lean avisenme asi subo mas, besos genias las quiero

CAPITULO 11:

-¿Es que no lees los diarios? -preguntó él dándose la vuelta con el ceño fruncido.

-No, no tengo tiempo
.
-Es el funeral de mi padre.

Lali respiró hondo, pero eso no la hizo sentirse mejor. La circunstancia no podía ser peor. Era natural que hubiera deseado estar solo, pero entonces, ¿por qué había insistido en que loacompañara? Hubiera deseado comprender por qué aquella información que había oído era tan importante. Pablo había estado trabajando hasta la noche antes del funeral de su padre. ¿Acaso su
muerte había sido repentina? ¿No hubiera debido de estar antes con él?

Eran más de las siete de la mañana cuando Pablo y Lali aterrizaron en el aeropuerto de Atenas. El sol lucía brillante. Los guardias los saludaron con gesto grave al pasar la aduana, y pronto una ola de periodistas con cámaras, gritando, se acercó a  ellos. Sólo unos cuantos guardias los contenían. Lali se quedó helada al sentir los flashes de las cámaras. Pablo puso un brazo alrededor de sus
hombros y la guió por el aeropuerto imperturbable, sin contestar a una sola de las preguntas que le dirigían en todos los idiomas.

-¿Quién es la mujer que lo acompaña? -oyó Lali que preguntaba un hombre en inglés.

Lali estaba escandalizada ante el comportamiento de los paparazzi. ¿Qué había sido de la intimidad? Pablo se dirigía al funeral de su padre, ¿acaso lo seguían fuera a donde fuera? Con frecuencia en el trabajo, durante los descansos, Lali había oído hablar a sus compañeras sobre la vida privada de Pablo. Era la comidilla interminable de los titulares y de la prensa amarilla. Había tenido aventuras con las mujeres más atractivas, y se le consideraba todo un dios del sexo. Pero Lali siempre se había considerado por encima de todo eso. No le inspiraba el menor interés un hombre al que ni conocía ni podía conocer, así que no había prestado atención. Pablo y Lali cambiaron de terminal y entraron en una pequeña sala de espera.

-¿Es siempre así con los periodistas? -preguntó ella.

-Sí, bueno, me temo que hoy tu presencia ha causado más excitación de lo habitual -contestó Pablo encogiéndose de hombros.

-Pues espero que nadie me reconozca. ¿Qué estamos esperando?

-A un avión que nos llevará a la isla en la que se celebra el funeral.

Otro vuelo, pensó Lali reprimiendo un suspiro. El viaje parecía interminable
.
-¿Otra isla?

-Chindos. ¿Pero será posible que no sepas nada de mí? ¡Es que no sabes nada! -comentó Pablo sorprendido-. No estoy acostumbrado.

-Pero apuesto a que es bueno para vos... es la prueba de que no sos el centro del universo - musitó Lali haciendo una mueca-. Lo siento, lo siento, sólo estaba pensando en voz alta.

-Tenes una desastrosa falta de tacto que debe de causarte graves problemas -comentó Pablo escrutándola con una sonrisa.

-La gente ya me conoce -contestó Lali tragando, agradecida de que él no hubiera explotado.

-¿Y por qué siempre buscas pelea? Pareces tan delicada y femenina... -continuó Pablo sin dejar de observarIa.

-¡No, por favor, delicada no...!

-¿Bonita?

-¡Eso es peor! -lo censuró ella-. Los hombres se niegan a tomarme en serio, es el problema de ser de pelo marron y bajita...

-Pero si vos no tenes pelo oscuro , tenes un pelo muy llamativo -comentó Pablo con desdén-. Si de verdad no queres provocar esa actitud en los hombres no te tiñas de ese color.

-Es mi pelo, es natural. lo herede de mi abuela -explicó LAli acostumbrada a las sospechas, ya que su pelo era oscuro pero no era un marron comun, tampoco llegaba a ser castaño.

-¿Natural? No te creo. Quítate el sombrero.

Tras unos segundos de vacilación Lali lo hizo. El color de su pelo brillaba contrastando con el negro del abrigo.

-¿Lo ves? Es natural.

PAblo miró fijamente aquel cabello. El silencio era tan espeso que podía cortarse. Lali lo observó con los ojos entrecerrados. Pablo era alto y reservado. Y el elegante traje le sentaba de un modo impresionante. Pero no podía seguir así.

Lali se echó a temblar, se daba cuenta de que era incapaz de mantener el control. Cada vez que miraba Pablo sentía una desesperada e inmensa excitación sexual. No podía soportar que
le ocurriera eso con ningún hombre. Era una debilidad, algo irracional, humillante...

-¿Cómo es ser una mujer de la limpieza? -preguntó Pablo de pronto, medio tartamudeando.

-Escuchame, no hace falta que me des conversación.

-Ha sido una pregunta sincera.

-Bueno, bien, pues es... aburrido, repetitivo y además está mal pagado -explicó LAlli con insolencia-. Así que si esperabas otra cosa siento decepcionarte.

-Y entonces, ¿por qué lo haces?

-Tengo un buen horario, y además no tengo a ningún jefe malhumorado detrás. No me gusta que me controlen.

-Ya me he dado cuenta. Deberías de solucionar ese problema y tratar de buscar un empleo mejor. Aunque quizá no tengas ninguna preparación ni experiencia en ninguna otra cosa.

-Ya tengo planes, gracias. Soy una mujer ambiciosa, dentro de lo que cabe. No estaré abrillantando suelos mucho tiempo -explicó Lali
burlona.

-No es muy buena idea contarme eso precisamente a mí -comentó Pablo escrutándola con duros ojos -. Yo nunca bromeo con los negocios, Lali.

-Ni yo. Los negocios son lo primero en mi vida. Y lo último. Lo son todo.

-¿En serio?

-Sí, y te advierto que ya me debes bastante dinero - informó Lali amable-. ¿Te has dado cuenta de que espero que me pagues por cada una de las horas que he perdido?

-Naturalmente.

-Con horas extra incluidas -especificó Lali dispuesta a luchar-. Me tomo muy en serio eso de que me hagan pasar hambre, no me den tiempo para descansar y me tengan despierta hasta las tres de la mañana.

-Sos tu peor enemigo, Lali -murmuró PAblo con ojos sonrientes-. Te hubiera pagado mil veces más si te hubieras quedado calladita.

-Bueno, no soy una avara. Y a propósito, cuando dije que no iba a seguir abrillantando suelos durante mucho tiempo no estaba pensando en lo que oí, eso ya lo he olvidado.

-¿Y cómo has podido olvidarlo? -preguntó él incrédulo.

-Aunque hubiera comprendido la importancia de ese comentario, cosa que no es así, soy una persona honesta. Nunca hubiera tratado de aprovecharme de esa información.

-Los peores son los que se pasan la vida diciéndote lo honestos que son.

-¡Es evidente que creerás lo que se te antoje, así que adelante! -exclamó Lali ofendida.

-No podes culparme por tomar precauciones. Aquella confiada afirmación llenó a Lali de resentimiento. ¿A quién se creía que estaba engañando? Él no había vacilado en utilizar su poder como arma, y el hecho de que ella hubiera tratado de ver el lado positivo de la situación no lo alteraba en nada.

-No te atrevas a justificarte, llama a las cosas por su nombre -advirtió Lali-. Si vos y yo no fuéramos quienes somos yo no estaría aquí. Y si Cande y yo no necesitáramos nuestros empleos te habría mandado a donde te mereces.

-Me lo imagino -soltó él con voz de seda.

-Y sabes muy bien que arrastrarme de este modo... bueno, no es precisamente un trato de ensueño, ¿no crees? No quisiera ser irrespetuosa, pero no me gustan los funerales.

-¡Pues a mi padre le hubieras encantado! -exclamó Pablo con un brillo en los ojos.



CAPITULO 12:

-¿Es que él era de los buenos?

Pablo volvió a ponerse tenso. Toda la expresión divertida de su rostro desapareció. En silencio, asintió con gesto duro. Luego le dio la espalda a Lali, que hubiera deseado mantener la boca cerrada. Entonces alguien llamó a la puerta. Era hora de marcharse. Ambos salieron al creciente calor del sol y caminaron hasta embarcar en un
pequeño avión. ¿Cómo había podido tener tan poco tacto?

El avión sobrevoló las aguas del Adriático. Sólo el ruido del motor llenaba el silencio. Lali sintió que los párpados le pesaban. Se hundió en el asiento y se durmió. Le costó despertar y tardó en comprender dónde estaba. Abrió los ojos confusa. Estaba tumbada en el enorme asiento trasero de una limusina de lunas tintadas. De pronto, con un ruido metálico y caro, la puerta se abrió. Un joven rubio se quedó mirándola.

-Así que vos sos la última conquista de Pablo... Tengo que decírselo a mi primo, tiene buen gusto. No es de extrañar que no hayas querido entrar en la iglesia, algunos de los parientes de su madre son de estrechas miras. Me llamo Benjamin .

Lali se incorporó, tensa ante la mirada de aquel joven, fija en sus piernas. Tiró de la pollera y contestó:

-¡No soy la última conquista de Pablo!

-Bien, ésa es una buena noticia -sonrió Benja deslizándose por el asiento y cerrando la puerta-. Entonces, si no sos de Pablo, ¿qué estás haciendo aquí, esperándolo a las puertas del cementerio?

-Trabajo para él, ¿de acuerdo?

-Por mí de acuerdo... -contestó el joven imperturbable ante la helada mirada de ella, alargando un brazo confiado hasta su cabello murmurando contra su mejilla ruborizada -: Sos verdaderamente una muñeca...

La puerta del coche volvió a abrirse, pero en esa ocasión era Pablo que, echando un vistazo a la escena, aparentemente íntima, rugió de ira. Alargó un poderoso brazo, agarró al joven del cuello y lo sacó de la limusina para echarle un grito en griego. Lali, atónita e inmóvil, miró a Pablo.

-Ella dijo que no era tu chica... ¿crees que me habría abalanzado sobre ella de no ser así? -gritó Benja mientras se alejaba echando chispas.

Pablo entró en el coche con expresión seria y rasgos endurecidos, como de bronce, sin decir palabra. Sus ojos brillaron de ira al exclamar con desprecio:

-¡No te he traído aquí para que vayas tendiendo trampas a los hombres!

Lali, que tenía temperamento y que de hecho estaba ya alterada, estalló. Reaccionó instintivamente, levantando una mano y
cacheteando el rostro de Pablo con fuerza.

-¡Ningún hombre habla así de mí! -la mejilla de PAblo quedó marcada. Él la miró atónito. Ella sabía que había ido muy lejos, pero
estaba demasiado enfadada como para reconocerlo-. ¡Y tu vanidoso primo se merece otra! ¿Quién diablos se ha creído que es? ¡Llamarme muñeca y acariciarme el pelo como si yo fuera un juguete! ¿Y cómo te has atrevido a comportarte así, haciéndole creer me rebajaría a ser tu chica?

-¿Rebajarte...? -repitió Pablo nervioso, con ojos brillantes.

-¡Sí, rebajarme! -confirmó Lali temblando-. Las mujeres no somos objetos que los hombres puedan poseer...

-Yo podría persuadirte de que me pertenecieras si quisiera -declaró Pablo medio gritando.

Lali respiró hondo al escuchar aquello. Lo escrutó con ojos irritados y contestó:

-¿Con qué? ¿Con un hacha primitiva? Porque déjame que te diga una cosa: sólo conseguirías que entrara en la cueva familiar noqueándome y arrastrándome de los pelos.

Pablo la atrajo entonces a sus brazos sin previo aviso, sin aceptar un no por respuesta, y apretó sus labios contra los de ella. El shock paralizó a Lali, pero otra sorpresa aún más grande la esperaba. Cuando aquella sensual boca la poseyó hambrienta fue como si el mundo se hubiera detenido y ella estuviera volando por el cielo,
directa hacia el sol. Porque el ardor y el ansia que Pablo hizo surgir en ella hubiera podido hacer arder todo el planeta. La cabeza le daba vueltas, todo razonamiento fue suspendido durante aquel instante de pura sensación. Pablo la estrechó con más fuerza aún, y
Lali sintió que la sangre le hervía por las venas. Pablo se apartó de ella con respiración entrecortada y ojos brillantes, con una sonrisa de satisfacción que fue incapaz de ocultar.

lunes, 17 de febrero de 2014

Capítulo 8, 9 y 10 : "En el lugar equivocado"



Hola se preguntaran porque hoy les dejo 3 caps la respuesta es la siguiente  uno son cortitos(no se porque los separe asi pero si cambio algo tengo que modificar todo jaja) y dos: me voy a la costa vuelvo el sabado y no se si aya voy a poder subir voy a tratar de llevar la compu pero nose si tenga tiempo, pero no se preocupen que a mas tardar el sabado ala tarde- noche les compenso con otros 3 caps, espero que les guste , falta poco para que pase  lo mas importante , besos


CAPITULO 8:

Lali se quedó paralizada ante los ojos  que la miraban fijos como si hubiera cometido un crimen. El rostro de Pablo se fue tensando mientras se acercaba. Y Lali, que sabía muy bien qué se sentía cuando un miembro del sexo opuesto la aburría o molestaba, descubrió lo que se sentía cuando la atemorizaba...

Unos peligrosos ojos escrutaron el pálido rostro de Lali.

-¡Te pierdo de vista un instante y te pones a llamar por teléfono! ¡Estabas filtrando la información! ¡Has traicionado mi confianza! -la condenó Pablo sin disimular su ira.

A pesar de estar temblando y de tener el estómago agarrotado Lali no pudo dejar de sentirse fascinada ante aquel temperamento mediterráneo explosivo, volátil y lleno de dramatismo. Le resultaba completamente extraño.

-Señor Martinez... -comenzó a decir tratando por todos los medios de hacerle comprender que no debía de suponer siempre lo peor.

-Has hecho tu elección, así sea. ¡Voy a destruirte por esto! -añadió Pablo letal.

-Lo has malinterpretado -protestó ella febril-. ¡Sólo he podido llamar a la operadora!

Pablo la miró despreciativo y se alejó a grandes pasos. La ira se expresaba en cada movimiento de su cuerpo.
Por un instante Lali se quedó paralizada, desconcertada. Pablo la había arrastrado hasta el aeropuerto, la había maltratado y de pronto la dejaba ahí, tirada y sin dinero. Sólo el miedo a lo que pudiera sucederle a Cande la hizo correr tras él.

-¡Apártate de mi camino! -gritó él al verla.

-¡No es lo que vos pensas! -explicó Lali acalorada. Pablo continuó andando sin hacerle caso-. ¡Sos un necio! ¡Lo único que estaba haciendo era una llamada a cobro revertido a mi jefe de la librería,
¿vale?

-¿De qué librería estás hablando? -preguntó Pablo de mal humor, volviéndose hacia ella de mala gana.

Lali se quedó mirándolo con el ceño fruncido, notando de repente que faltaba algo.

-¿Qué diablos has hecho con las bolsas? ¡Por el amor de Dios, has salido corriendo y te las has dejado tiradas ahí en medio?

Lali se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos. Vio las bolsas en el suelo y se apresuró a recogerlas para volver junto a él.

-¿Qué librería? -repitió Pablo sin inmutarse al verla llegar cargada.

-Trabajo en una librería durante el día. Y además vivo justo encima... 

- Lali hizo una pausa para recuperar el aliento-. Tengo que hablar con el señor Barry para avisarle de que mañana no iré, si desaparezco de repente llamará a la policía...

-¡Tonterías! Pensará que te has escapado con tu novio. Los empleados de tu edad son de poco fiar - aseguró Pablo sin dejarse impresionar.

Ofendida ante aquella respuesta, Lali respiró hondo y trató de mantener la calma, pero no funcionó.

-¿Sabes? ¡Estoy hasta aca de vos! -exclamó llevándose la mano a lo alto de la cabeza-. Yo no tengo ningún novio, y además soy una empleada de fiar. No me subestimes ni me hables en ese tono, yo nunca falto a mi trabajo. Llevo cinco años en el mismo empleo, y durante los dos últimos se puede decir que casi he llevado sola el negocio...

-¿Y entonces qué estás haciendo limpiando pisos por la noche? -preguntó él incisivo.

-Necesito el dinero ¿Es que es asunto tuyo?

-Tu insolencia me pone de mal humor.

-Vos a mí tampoco me gustas... ¿qué esperabas? No he hecho nada malo, sólo he cometido un error, y me estás tratando como si fuera un criminal. Me haces chantaje para que haga cosas que no quiero y... además... no me gusta esa idea de que como soy pobre no debo de ser muy honesta.

-¿Has terminado ya? -Lali se puso colorada y apretó los labios-. No estoy de humor para soportar estas tonterías, hoy menos que nunca. Vamos, ya hemos perdido suficiente tiempo.

-Entonces... ¿me crees? -preguntó Lali unos segundos más tarde mientras trataba de caminar a su paso.


CAPITULO 9

-Lo único que creo es que te he descubierto antes de  que pudieras desobedecer mi orden de no acercarte a un teléfono -dijo Pablo- Eres pequeña y escurridiza. ¿Por qué no me sorprende?

-¡Yo no soy escurridiza!

-Podías haberme dicho que tenías otro empleo, no soy una persona tan poco razonable -añadió Pablo - .Pero has preferido hacerlo a escondidas.

Si volvía a pronunciar la palabra «escurridiza» lo abofetearía, se dijo Lali con el rostro encendido. Se sentía incapaz de disculparse, pero más aún de pedirle permiso para hacer cualquier cosa. Y aquella llamada era necesaria. Por desgracia iba a tener que contarle al señor Barry una mentirijilla delante de él. Lali no tenía por costumbre mentir. Por el contrario, era incluso demasiado directa y sincera. Conocía bien sus defectos, pero algunos de ellos eran su mejor defensa. Era una persona terriblemente independiente, no le gustaba trabajar en equipo y le encantaba disponer de libertad para decidir por sí misma. Por eso aquellos dos empleos encajaban bien con su personalidad.

Casi una hora más tarde, cuando el tenso silencio de Pablo estaba a punto de acabar con los nervios de Lali, un hombre alto apareció con las llaves de su casa y el pasaporte. Los dos hombres se pusieron a hablar en griego ignorándola por completo.

-Espero que hayas dejado mi casa en orden - recalcó entonces Lali en voz alta-. Y que la hayas dejado bien cerrada -añadió sin poder evitar que un gemido saliera de su boca-. ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo diablos has entrado con la alarma conectada? ¿Has vuelto a conectarla...?

-Mis empleados de seguridad no son estúpidos - alegó Pablo ofendido-. Lo han dejado todo en orden.

-Debe de ser reconfortante saber que cuentas con empleados tan eficientes como ladrones -comentó LAli. Pablo le lanzó una mirada tormentosa-. Es de mala educación ignorar a las personas - añadió
ella dándose la vuelta.

Lo cierto era que no era más que una mujer de la limpieza, se dijo Lali exasperada. El escalafón más bajo de todo el personal. Y estaba tratando con un hombre acostumbrado a ser servido a todas horas. El hecho de que se comportara desde ese momento como si fuera invisible no abrumó a Pablo, que evidentemente esperaba que se mantuviera en un respetuoso silencio y que no hablara a menos que le preguntaran. Sin embargo Lali nunca había sido una persona callada. De pronto sintió frío, así que sacó el abrigo de la bolsa, le quitó la etiqueta y se lo puso. Le llegaba hasta el suelo. Si se subía el cuello parecería un fantasma.

-Toma -dijo Pablo tendiéndole su móvil. Lali parpadeó confusa-. Tu historia encaja. Vico, el que ha ido a tu casa a por el pasaporte, lo confirma. Puedes llamar al propietario de la librería.

Lali marcó el teléfono. En cuanto escuchó la voz del señor Barry le explicó que faltaría al trabajo un par de días y se disculpó por no haber avisado con más tiempo. Puso de excusa la enfermedad de un amigo. Luego colgó el teléfono. Pablo la miró de reojo.

-Sos una buena mentirosa, resultas muy convincente.

Unas cuantas horas más tarde Lali había cambiado de estado de ánimo. Miraba a su alrededor con curiosidad. En el interior del jet los  asientos eran de piel de color crema y la decoración elegante. El espacio destinado a los pasajeros parecía más un salón de lujo que un avión. ¿Acaso Pablo Martinez se daba cuenta de la suerte que tenía? ¡En absoluto! Lali observó a su anfitrión. Habían estado esperando a que el aeropuerto les concediera permiso para despegar, y mientras tanto él había recorrido la habitación de un lado a otro rebosante de frustración e impaciencia. Por fin habían despegado, pero él seguía exactamente igual.

Lali estuvo contemplándolo. Tenía el cabello Castaño oscuro, perfectamente peinado, con un estilo que encajaba con la forma de su cabeza. Los ojos, espectaculares, estaban enmarcados por
largas pestañas. Las pupilas eran del color de la noche, capaces de brillar como las estrellas. Y los fuertes pómulos le añadían carácter. La nariz, arrogante, parecía advertir de ello. ¿Y aquella boca, generosa y perfecta? Inspiraba pasión y sensualidad. Lali no pudo dejar de preguntarse cómo tal conjunto de rasgos podían dar lugar a un rostro tan devastador. Para cuando llegó a ese punto de la reflexión se dio cuenta de que estaba excitada, y tuvo que admitir algo que hubiera estado perfectamente dispuesta a negar. ¿A quién
había querido engañar al decir que Pablo Martinez le producía repulsión? Aquella revelación dejó atónita a Lali, que hacía años que no se sentía atraída por ningún hombre. Pero tenía que tratarse simplemente de unas pocas hormonas que, mediante trampas, pretendían recordarle que podía ser tan estúpida como cualquier otra mujer.

Pablo resultaba increíblemente sexy aún de mal humor, y si era ella quien se había dado cuenta entonces es que era verdaderamente sexy. Poseía esa extraña fluidez en los movimientos que tenían los hombres con perfecta conciencia de su propio cuerpo, se movía como un enorme gato sobre patas almohadilladas. Y su cuerpo era perfecto. Hombros anchos, estómago plano y tenso, caderas estrechas, muslos largos y poderosos... Lali iba tomando buena nota de todos los detalles. Un hombre de ensueño... hasta que abría la boca. O mientras no la dejara cargar con las bolsas o la mirara con aquel infinito desdén sin ocurrírsele preguntar siquiera si tenía hambre o sed. Pablo Martinez no era un hombre de sentimientos. Era duro, egoísta, de mente cuadrada y por completo centrado en sus propios deseos...


CAPITULO 10:

De pronto Pablo la vio mirándolo y frunció el ceño. Lali se encogió asustada sintiendo de pronto que le faltaba el aliento. Sin embargo
aquella era uná sensación nueva para ella, como si estuviera al borde de la más pura excitación, incapaz de apartar los ojos de él. Era una excitación enfebrecida. El corazón le latía acelerado en los oídos mientras la boca se le quedaba de pronto seca. Una llama ardiente se retorció en su interior dándole color a su semblante.

-Son las tres de la madrugada en Grecia, deberías tratar de dormir -murmuró Pablo con voz espesa.

El  sonido de aquella voz profunda y masculina fue como miel para los oídos de ella, la hizo estremecerse. Parpadeó y se puso en pie.

-¿Dormir?

Pablo alargó una mano y pulsó un botón. Sus alucinantes ojos estaban semiocultos por las espesas pestañas. Lali se sintió intensamente violenta. Mientras se ponía en pie, mirando a todas partes menos a él, apareció una azafata que la guió hasta un compartimento con una cama.
Lali se dejó caer al borde de ella, desconcertada ante la poderosa reacción de sus pechos y de sus pezones, completamente tensos. Nunca en la vida la había mirado ningún hombre haciéndola sentir
una excitación y una urgencia tan fuertes y poderosas. Pero Pablo lo había conseguido.

LAli estaba perpleja ante aquel descubrimiento, y tan avergonzada de su reacción física que había sido incapaz de controlarse. ¿Acaso se había dado cuenta él de lo sucedido? Cerró los ojos con fuerza.
Estaba asustada ante la sospecha de que Pablo no sólo lo había notado, sino que además había querido perderla de vista precisamente por eso.
Un par de horas más tarde una voz insistente y suave despertó a Lali de un sueño poco reparador.

-¿Señorita Rinaldi...?

Lali se incorporó y se apoyó lentamente sobre los codos. La azafata asomaba la cabeza por la puerta con expresión insegura y una bandeja en las manos ,Lali se incorporó otro poco más y sonrió
aceptando el ofrecimiento.

-Gracias...¿sí?

-Nosotros... bueno, el personal de vuelo y yo nos preguntábamos si querría usted quizá despertar al señor Martinez -señaló la azafata-. Aterrizaremos dentro de quince minutos, y naturalmente ninguno de nosotros quiere molestarlo...

-¿Molestarlo? -inquirió Lali preguntándose por qué le hacía aquel extraño ruego.

-Alguien tiene que despertar al señor  para que se vista para el funeral.

-¿El funeral? -repitió LAli.

-Me temo que este vuelo va muy retrasado, señorita . Entre el retraso sufrido en Buenos Aires y el de aquí, a la hora de aterrizar, no queda tiempo. El señor Martinez tendrá que asistir al funeral directamente desde el aeropuerto. Espero que no lo considere una intromisión, pero quería decirle que todos nos alegramos mucho de
que el señor MArtinez tenga a alguien en quien apoyarse en estos momentos -añadió volviendo a salir.

Lali se quedó mirando al vacío, completamente despierta. De modo que Pablo viajaba a Grecia para asistir a un funeral. Y ésa era la razón por la que le había comprado tanta ropa negra. El personal de vuelo debía de haber llegado a la conclusión de que ella era una persona importante para Pablo simplemente por el hecho de que lo
acompañaba. Y recordaba haberle oído decir que, precisamente en ese viaje, no deseaba tener compañía. Lali no podía dejar de preguntarse de quién sería el funeral.

Tras dejar la bandeja del desayuno a un lado Lali se levantó y se apresuró a entrar en el baño. Le hubiera encantado tomar una ducha, pero no había tiempo. Sacó el traje negro y se lo
puso. El aspecto que adquirió con él la dejó atónita. La chaqueta se le ajustaba como un guante, marcándole la cintura, destacándole los pechos. Y la estrecha pollera se le pegaba a cada curva. Estaba fantástica. Lali se ruborizó mientras se miraba al espejo. Aquello era vanidad y superficialidad.

Volvió a la zona de pasajeros y vio a Pablo dormido en una posición imposible en el sillón. Apenas cabía con aquellas largas piernas. Su corazón se enterneció. Él se había quitado la corbata y la chaqueta, y llevaba la camisa de seda abierta. El escote  y el mentón, con la sombra de una barba naciente, le hacían parecer más joven, más accesible. Y además parecía exhausto. Le hubiera ido bien la cama de no haber estado ella. LALi se puso tensa. Todo el personal de vuelo temía molestarlo e inmiscuirse en su dolor, y ella no había hecho otra cosa desde el momento de conocerlo. Se sentía culpable. Era natural que no hubiera estado de humor. Puso una mano sobre su hombro y lo sacudió. Sus largas pestañas se
levantaron lentamente. Pablo suspiró y miró el reloj. Se puso en pie y se dirigió al compartimento en el que estaba la cama.

-¿Señor Martinez? -lo llamó Lali. PAblo se quedó quieto, pero no contestó-. No sabía que ibas a un funeral.