martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 70: "Vos necia, Yo mentiroso"


Holaa, epsero que anden muy pero muy bien, besostes

CAPITULO 70:
—Ave María purísima...
—Sin pecado concebida...
—¡Ni te gastes, Lali!... Ya imagino por qué estás aquí.
—Pero esta vez va a ser la última.
—Lo mismo dijiste en la confesión anterior... ¿Qué te crees que es esto? ¿Mato a un tipo, me confieso, y vuelvo a matar a otro, como si tal cosa?
—Yo no maté a nadie.
—Excepto a ti misma... Este ir y venir de la cama de tu jefe está asesinando tu confianza. ¿Hablaste con él de lo que te ocurre?
—No pienso verlo nunca más... Está visto que no puedo decirle que no, así que simplemente voy a evitarlo.
—¡Qué bonito!... También estoy seguro de que si te encierras en una caja de cristal, y duermes todo el día, no vas a volver a pecar nunca más... ¡Pero no se trata de eso! Huir de un problema, no significa resolverlo... Lo que tenes que averiguar es si, atrás de tanta atracción física, no se esconde el simple hecho de que estás...
—Estoy enamorada. De la persona incorrecta. De una de  tantas caras que tiene un mentiroso como él.
—¿El tipo es un mentiroso?
—Incorregible. Mezcla tanto su conveniencia con sus sentimientos, que ya ni él mismo debe estar seguro de la verdad de sus palabras.
—Entonces no escuches sus palabras.
—¡Por eso!... No voy a volver a verlo nunca más.
—No escuches sus palabras, pero observa sus obras. Alguna vez también dudaron de Jesús. Decían que su poder provenía del demonio. Y entonces Él los instó a que analizaran sus actos... Nadie actúa en contra de sus propios intereses, o de los de quien lo ha enviado. Observa hacia adonde están puestos los esfuerzos de tu jefe, y sabrás en donde está su corazón. Esa, querida amiga, es la única defensa que tenes en contra de un mentiroso.
LAli suspiró. Para ella ya era demasiado tarde.
Mas tarde….
—¿Así que te vas? ¡Qué lástima!...
—Este es mi último cheque.
—¡Qué raro!... No está aquí, junto a los demás... ¡Lo debe tener Patricia! Espera que la llame.
Lali se sentía incómoda. Sabía que difícilmente Pablo andaba por allí a esa hora, y que, menos aún, descendía los pisos que lo separaban de la plebe, pero igual no quería arriesgarse.
—¡Lali!
—Patricia... Parece que no está mi cheque.
—Aquí lo tenes...
—¿Está adentro del sobre?
—Sí... Me lo dio Pablo... Por lo que pude mirar al trasluz, me parece que está el cheque y una nota escrita por él.
Lali abrió el sobre. En efecto, además había un papel doblado al medio. La muchacha tomó el cheque, lo guardó en su bolso, sacó luego la esquela, y, sin leerla, la rompió en mil pedazos, sólo para guardar de nuevo los restos.
Luego cerró el sobre, y se lo entregó a la tal Patricia.
—Toma... Dáselo a Martinez, por favor.
—¿Ya tenes otro trabajo?
—No.
—En la revista “Hoy y Mañana” están buscando gente. Conozco al editor, y creo que le encantarías. Si estás interesada, debes presentarte por la tarde, y decir que te envían de “RLP”.
—De parte de Patricia, de RLP. De lo contrario van a pensar que me manda Martinez
—¡No!... No me menciones... El editor no conoce mi nombre. Sólo sabe que trabajo aquí, así que con decir “RLP” las puertas del lugar se te abrirán como por arte demagia.
—Gracias, Patricia... Es un buen consejo... Y espero que resulte, porque si en un mes no consigo nada, me voy a ir a vivir al Paraguay...
—¿Al Paraguay?
—Me dijeron que allí siempre buscan gente, y a mí ya me da lo mismo estar en cualquier parte.
—Ojalá que no tengas que irte.
Ambas mujeres se despidieron con calidez, y Lali se apuró a salir, cuidando de no encontrarse con nadie más. Una vez en la calle, observó el edificio inmenso de la editorial.
Sí... Mendoza era parte de un pasado que tenía que olvidar. Buenos Aires, en cambio, un presente que ya la había olvidado. Era hora entonces de soltarse de ambas ciudades, y comenzar a caminar hacia su propio futuro. Si es que todavía había alguno para ella.
—Claro que nos interesas, Mariana... Nuestra revista, que conserva la misma línea editorial que la “Today and Tomorrow” americana, está ávida de gente como vos, con ganas de cambiar las cosas. Eso sí, si decides unirte a nosotros, es probable que debas viajar con frecuencia.
—Eso sería una ventaja para mí.
—Sos una mujer joven... ¿No hay marido, o novio que...?
—Estoy sola, y pienso permanecer así, al menos por un par de años.
—Yo decía lo mismo, y, ¡mírame!... En menos de seis meses lo conocí, me enamoré, y ya estoy esperando mellizos...
—Te felicito... Pero lo mío nunca es así de fácil...
—Ya mismo te alcanzo el formulario de ingreso. Claro que deberás hacer primero el pre ocupacional, el examen físico, y psicológico... ¿Fumas?
—No.
—Mejor..., por lo del seguro...
La muchacha se puso de pie con dificultad, y recién entonces Lali pudo notar la inmensidad de su abdomen. Y bastó ver aquel monumento a la maternidad, para que de inmediato recordara que todavía tenía algo pendiente...

Al salir se dirigió aquel lugar….

domingo, 28 de julio de 2013

Capítulo 69: "Vos necia, Yo mentiroso"



Capítulo 69:
Otra vez Pablo comenzaba a aproximarse, y otra vez aquella horrible locura estallaba entre las piernas de la muchacha.
—Intentó negociar conmigo, por un material que yo tengo... Pero no lo hacía a nombre propio, sino en defensa de un amigo. En realidad, más que negociar, quería averiguar el tipo de información que yo manejaba.
 Ahora estaba tan cerca, que podía sentir su calor y su aliento, sofocándola.
—Muéstreme el video.
—¡¿Cómo?!
—Muéstreme el video que le compró
—Eso es algo secreto, y verlo sólo te pondría en peligro.
Y entonces ella levantó la cabeza, y lo enfrentó con orgullo.
—Estoy dispuesta a asumir el riesgo –le dijo.--No tendría que haberlo hecho.
—Es increíble como te extrañé... –le susurró Pablo al oído.
Y era tan buen mentiroso, que la muchacha se estremeció.
—Mejor me voy... Está visto que usted no va a aclararme nada. Yo exijo pruebas, y...
La joven intentó soltarse, pero él la retuvo con fuerza, atrapándola entre sus brazos.
—¿Estás escapando de mí, Lali? ¿O de vos?
Y entonces comenzó a besarla con pasión, con locura. E, inexplicablemente, y a pesar del esfuerzo sostenido que había hecho por odiarlo, Lali no sólo se dejó besar, sino que participó de aquel frenesí, recorriéndolo, incitándolo... Y por un tiempo infinito sus cuerpos se buscaron con ansias, sintiendo la caricia de la piel del otro, de su calor, de su perfume. Emborrachándose en esa necesidad que los descontrolaba.
Aquel fue un encuentro muy distinto al primero. Mucho más salvaje y desesperado. Como si los dos intentaran desquitarse de esa vida que los alejaba, y de esa pasión irrefrenable que los obligaba a arder juntos, en contra de sus voluntades.
En cuestión de minutos él ya le había arrancado la camisa, y estaba besando sus pezones, sin encontrar el tiempo suficiente para terminar de desvestirla. Ella se apretaba a su virilidad, buscando aquel dominio que sabía que tenía sobre la única parte de él que era capaz de gobernar a su antojo. Y sólo cuando Pablo comenzó a desabrochar su pantalón, Lali tuvo un segundo de cordura.
—No deberíamos usar...
—No, por favor... No me pidas que use un preservativo con vos... No quiero. Con vos  no... Tengo un examen en mi maleta que dice que estoy sano... Y desde aquella vez, no he vuelto a estar con otra...
Y entonces aquel pálido segundo de buen criterio se escurrió en medio de tanto frenesí, y Lali se entregó a él sin ninguna otra condición. Luego de haberla inundado con su hombría, Pablo permaneció sobre ella por un tiempo eterno. Juntos sintieron como su sexo saciado se achicaba, hasta desaparecer de entre sus piernas. Pero era como si ninguno de los dos se resignara.
Todavía estaban en el sillón, él desnudo, ella a medio vestir, tratando de entender y procesar toda aquella locura. Lali  se sentó, mientras él jugueteaba con su cabello. Y entonces Pablo también se incorporó, para susurrarle al oído.
—Te amo, Lali.
Por un segundo eterno se quedaron así, los dos inmóviles, expectantes. Y entonces Pablo pudo sentir como el cuerpo de ella, (ese cuerpo que se había subordinado dócilmente a sus ansias), se tensaba, poniendo entre los dos una distancia infinita.
Lali se puso de pie, y comenzó a vestirse en silencio.
—¿Me escuchaste, Lali?... Te amo...
Ella lo miró sin ocultar su furia.
—Está bien, ya lo escuché.
—¡No!... No lo hiciste... Te dije que...
—¡Está bien, Martínez!... No tiene que tratarme como a sus otras putas... Yo ya sé. Esto ha sido sólo sexo para usted y para mí...
—¿Sólo sexo?
—No busquemos excusas a lo que no lo tiene.
Y diciendo esto, la joven tomó sus cosas, y se dirigió hacia el elevador. Todavía estaba accionando el tablero para tener acceso al recibidor, cuando él la detuvo.
—Lali... Tenemos que hablar...
—¿Qué otra mentira va a inventar, señor?
Y esta vez fue la mirada de ella la que lastimaba. Demasiado.
—¿Qué?... ¿Ahora soy otra vez el “señor Martinez”?... Entras y sales del tuteo, tan fácil como entras y salís de mi cama... Aunque esta vez ni siquiera llegamos a ella –dijo de esa forma despreciable en que sólo un mentiroso como él podía decir las cosas.
La joven no lo escuchó, atenta al elevador que ya estaba llegando.
—Si te vas, Lali, de verdad será la última vez que me haces esto... ¡No pienso ir a buscarte nunca más! ¡Te lo juro!
Llegó el elevador, y las puertas se abrieron frente a ellos, aguardando, como si también estuvieran pendientes de una respuesta. Entonces Lali miró a los ojos a aquel hombre que amaba con locura, y simplemente le dijo:

—No se preocupe. Tampoco yo pienso volver nunca más.

viernes, 26 de julio de 2013

Capítulo 68: "Vos necia, Yo mentiroso"


Holaaa djo el nuevo capi , se viene otro rock me parece jajaj, besotes

Capìtulo 68:
—Que usted patea para el otro lado... ¡Pero fue un chiste solamente!
No... Por lo visto, ahora que Gas ya no estaba, no valía la pena volver a patear hacia ningún sitio. Para cuando comenzaron a salir los pasajeros del vuelo de American Airlines procedente de Washington, el cabello de Lali estaba suelto otra vez. Y como su corazón, totalmente descontrolado.
—¡Allí está! –gritó el chofer a su espalda.
Y Lali giró la cabeza en el momento justo como para chocarse con aquella mirada capaz de hacerla temblar. Toda la noche la había pasado en vela, obligándose a odiarlo. Prometiendo a su espíritu que iba a acallar aquel cuerpo que hacía reclamar a su sexo, con sólo pensar en él.
Pablo vino directamente a su encuentro. Y entonces, para sorpresa de la muchacha, intentó besarla en la boca. Y a pesar de sentirse rodeada por aquella hombría que había logrado hacerla estremecerse a su antojo, Lali fue capaz de esquivar el beso, para transformarlo en un saludo inocente.
Pablo se quedó confundido, pero ella, en cambio, lo enfrentó. Y por un instante se miraron en silencio.
—¿Tuvo buen viaje, señor? –preguntó el chofer solícito, mientras se hacía cargo de las maletas.
—Horrible. Más de quince horas de infierno.
Comenzaron a caminar hacia el auto. A los pocos pasos Pablo intentó asir a la muchacha por la cintura, pero una vez más ella se alejó.
El viaje hasta el departamento de la Avenida del Libertador, que duró casi tres horas debido a una manifestación que cortaba el camino y a una marcha que impedía el paso, fue largo e incómodo. Durante todo el trayecto Pablo, sentado atrás junto a Lali, no había dejado de observarla ni un momento, mientras que ella perdía su mirada en el paisaje huidizo que se veía por la ventanilla. Cuando llegaron al edificio, Lali se resistió a entrar.
—Me quedo aquí... Lo espero en el bar de la esquina para arreglar lo que falta.
—Subí, Lali –le ordenó él, en cambio.
Pero no lo hizo como solía, con ese tono terminante y antipático. Por el contrario, fue casi una súplica amarga.
—No voy a hacerlo...
—Hay cosas que vos queres saber, y que no puedo decir donde otros escuchan.
De mala gana, la joven compartió el elevador y su destino con aquellos dos hombres.
—¿Le dejo las maletas en el dormitorio? –preguntó el chofer, maravillado por aquel suntuoso departamento, cuyo interior veía por primera vez.
—Déjalas allí, y apúrate a salir antes de que vuelva a cerrarse el elevador –le ordenó Pablo, sin dejar de mirar a Lali— Gracias por todo, y nos vemos mañana.
El hombre se retiró, no sin antes dar una última mirada curiosa al lugar. Y entonces, luego de tanto tiempo, Lali y Pablo volvieron a quedarse solos.
Lali permanecía parada en medio de la sala. Por un tiempo infinito Pablo se dedicó a girar alrededor de ella, mientras se quitaba la chaqueta, el sweater, la camisa, los zapatos, y los arrojaba con furia hacia algún sitio. Y en todo aquel recorrido la observaba con deseo, fijo aquel destello verde en sus curvas, en la suavidad de su rostro, en su cabello.
Lali, aprisionada otra vez por aquella presencia que la ponía a temblar, subyugada por esa fuerza viril que sólo le recordaba su propia debilidad, intentaba por todos los resistir, manteniéndose allí, altiva y orgullosa, sin mirar hacia ninguna parte.
 “Di algo horrible, Martínez”, suplicaba en su interior. “Muéstrame ese veinte por ciento nefasto que tenes”. Y aquel galán no se hizo esperar.
—¿Por qué mejor no te sentas? –le sugirió en uno de sus tantos giros—. Tal parece que esto va a ser como la última vez que estuvimos juntos: lento, y no demasiado placentero.
La joven lo observó con desprecio, pero permaneció callada y firme. Finalmente él se detuvo, y la enfrentó, mientras la cubría con su sombra.
—Supe que estuviste averiguando por Alejo  en la vigilancia del edificio...
Lástima que te tomaras tanto trabajo. Hubiera bastado con preguntarme.
—Entonces le pregunto.
—Alejo me vendió un video.
Lali levantó su cabeza, para mirarlo directamente a los ojos. Fue un error. Volvió a clavar la vista en el suelo, y habló.
—Un video de Nicolas Vasquez, me supongo.
—Por supuesto...
De nuevo sus miradas coincidieron, y esta vez aquel contacto pareció lastimarlos a ambos, así que Pablo tomó distancia, echándose en el sillón, casi acostándose, sin dejar de observarla con descaro en ningún momento.
—Siempre supiste que lo estaba investigando, Lali. Incluso antes de que vos
llegaras a mi casa... No sé qué es lo que te extraña...
La muchacha perdió la paciencia, y de nuevo intentó mirarlo al comenzar a hablar. Pero otra vez tuvo que bajar la vista. Demasiados recuerdos, demasiados sentimientos... Y ese perfume que ya la estaba haciendo enloquecer.
—¡Usted sabía que yo estaba buscando cualquier material que sirviera para
incriminarlo, y así hacer justicia a mi marido!
—También sé que sos una mujer necia, que no sabe medir la fuerza de su oponente. Y que si no se cuida, no va a tardar mucho en ocupar la tumba contigua a la de ese esposo que tanto idolatra.
Y aquellas palabras la hirieron de muerte.
—¿Me está amenazando?...
Y como si aquel gesto de auténtico dolor en el bello rostro de la muchacha pudiera lastimarlo también a él, Pablo se puso de pie de un salto, para acercarse a ella. Para intentar consolarla, tomándola entre sus brazos.
—¿Cómo crees que podría amenazarte, si lo único que quiero es...? –comenzó a decirle, conmovido.
Pero al chocar con aquella inocente mirada castaña, se detuvo. Y por un instante volvieron a encontrarse así, de esa forma que subyugaba a Lali. Que la hacía sentir adentro de él...
Pero..., ¡¿quién podía saber si no se trataba sólo de un espejismo?!... Aquel hombre era un mentiroso. Vivía de crear apariencias... ¿Dónde estaba parada Lali en ese momento? ¿En medio de su alma? ¿O en un simple recibidor a prueba de todo, que dejaba ver el panorama, pero que no permitía el verdadero acceso?
—¿Por qué viajó a Estados Unidos?
Pablo le dio la espalda.
—Motivos personales...
—¿O fueron negocios?
Y aquel hombre inmenso volvió a girar, para observarla con suspicacia.
—¿De qué estás hablando?...
—¿Quizás lo acompañó algún socio?
—¡Qué necia sos, Lali! –le dijo casi al oído.
Pero más que un insulto, parecía una queja dolorosa. La joven lo enfrentó, y de nuevo él tomó distancia, alejándose hacia el bar, mientras comenzaba a dar explicaciones.
—La presencia de Vasquez en ese avión es mi mejor prueba de inocencia... Mal que le pese a muchos, soy un hombre famoso. Mi rostro es conocido por todos los argentinos, y por muchos norteamericanos. Durante dos años fui corresponsal en Washington, y además, para mi desgracia, cubrí una guerra... ¿Sabes?, es un asunto curioso ese de la guerra. Uno va allí emocionado, creyendo que está en la parte más alta de la escala humana, defendiendo derechos y virtudes... Y cuando llegas al lugar te das cuenta que todo es una mierda, y que por lo único que se lucha es por la vida... Y también te das cuenta que los humanos no tenemos escala. Somos todos iguales, y nuestra dignidad sólo depende de la cama en la que nos hayamos levantado ese día... Cuando uno va a una guerra se conoce a si mismo... Como si estuvieras escalando el Aconcagua, las mentiras de la vida quedan muy lejos. Y sólo tenes a Dios para maldecir, y a tu pobre humanidad para defender...Desde aquella guerra que aprendí a vivir la vida de una forma menos poética, y más existencial... Y al participar de una cacería, ya no me dejo embaucar por aquella sensación embriagante de enfrentar el peligro, y dominar a un digno oponente. ¡No!... No hay nada digno en destruir a un ser  vivo. Y mucho menos aún, en dejarte asesinar... Te lo dije una vez, y te lo repito: le tengo miedo a Vasquez... Pero eso no quiere decir que no intente liberarme de él, y del miedo que me provoca... El viaje a Estados Unidos... Cada vez que subo a un avión de línea, en promedio, al menos cuatro personas me reconocen. Los flashes, las fotos, las sonrisas forzadas son comunes, tanto en Buenos Aires, como en Miami, o en Wahington... Si yo quisiera tener negocios con un mafioso, jamás viajaría a su lado en un avión de línea. Eso podría incriminarme en un futuro cercano. Siempre existiría la posibilidad de que alguien tuviera aquel retrato comprometedor...
—¿Y entonces qué fue? ¿Casualidad?... ¿Tan poca gente viaja en primera clase?
—No... Por supuesto que no fue casualidad... Yo compré mi ticket, el último en un avión repleto, y Vasquez  no figuraba entre el pasaje. Conseguir ese asiento debe haberle costado una fortuna...
—¿Y para qué querría Vasquez sentarse junto a usted?
—A mi no me conviene su cercanía. A él, en cambio...  Su presencia en ese avión, a mi lado, me quita credibilidad, y eso, sin duda alguna, le fascina. Pero no fue por esa razón que compró el viaje.

—¿Y entonces?

jueves, 25 de julio de 2013

Capítulo 67: "Vos necia, Yo mentiroso"


Holiii traigo nuevo capiiii, besos
CARO

CAPITULO 67:
Para cuando Lali quiso acordarse, ya era de noche cerrada. ¿Cuánto tiempo había caminado?... No llevaba la cuenta. Sólo aquel cansancio, que la atenazaba. Y recién en la Avenida del Libertador, percibió que todavía arrastraba la bolsa de la librería. Sin pensar, la arrojó en un cesto, y con ella, aquel futuro perfecto e inalcanzable que había planeado tan cuidadosamente.
No. Gas estaba muerto, y ningún otro hombre la iba a acercar ni un centímetro a la vida que habían soñado juntos. Y bastó pensar aquello para que, como si tuviera una conexión con su corazón, su celular comenzara a vibrar con frenesí. Era Pablo. Lo sabía. No tenía que mirar el visor para tener la certeza. Era él...
Otro mentiroso.
Tomó el celular y, sin dudar, lo arrojó al cesto, junto con la bolsa. Con satisfacción se agachó para verlo retorcerse entre la basura. Sí... quizás aquella había sido su única decisión sensata en meses. No quería acabar llorando por el resto de su vida como Candela. No quería creer en lo que quería creer, sino en la verdad. No quería dejarse engañar por...
—¿Lali?
La muchacha se estremeció.
Era él. Y su presencia allí sólo podía significar una cosa.
¡Estaba perdida!
—Siempre lo supiste... Conoces a la perfección mis sentimientos hacia vos... Y creo, con sinceridad, que más allá de mis fallas, (¿qué hombre no las tiene?), he demostrado que era capaz de cuidarte y amarte... ¿O acaso no intenté defenderte en aquel galpón? ¿No arriesgué mi vida por vos?... ¿Por qué otra cosa crees que me pegaron aquel tiro? Me dirigía a arrebatarle el arma a aquel imbécil, porque yo soy capaz de cualquier cosa por vos...
La muchacha observó a aquel espantajo con disgusto. Alejado de la pequeña fortuna que ganaba en “RLP”, Peter no era ahora más que como el común de los hombres que podían verse en el colectivo, o caminando por la calle. Poco quedaba de su prestancia o su encanto adquirido a fuerza del despilfarro.
—Claro que harías cualquier cosa por mí... Ya me he dado cuenta: engañarme, violarme... ¡Cualquier cosa!
—No seas injusta... Estaba desesperado... Otro hombre hubiera reaccionado igual que yo. A menos que, como Pablo, sólo hubiera estado allí para llevar adelante una sucia representación.
—Me prometiste pruebas, Peter, y no las veo.
Aquel tipejo sonrió.
—¿Te dice algo el nombre “Alejo Ramos”?
—No.
—Alejo es uno de los esbirros menores de Vasquez. Un hombre que, un par de años atrás, estuvo junto a él en la provincia de Mendoza, para llevar a cabo sus trabajos sucios.
—¿Crees que fue él quien asesinó a Gas?
—¡No!... Tenes que entender que, no importa quien apretara el gatillo, el único que masacró a tu esposo fue Nicolas Vasquez. Eso ya es sabido... Alejo, en cambio, le vendió a tu Pablo la copia del video que todos buscan.
—¿Tenes pruebas?
—El diecinueve de marzo Alejo estuvo de visita en casa del jefe. ¿Qué fue a hacer?
—Es tu palabra contra la de...
—Busca en los videos de seguridad de esa fecha. Pregunta al personal de vigilancia...
—Quizás lo citó allí para entrevistarlo... Quizás lo único que quería era...
—¿Qué?... ¿Mandarle a decir algo a Vasquez?... No sé para que tomarse la molestia, cuando él tiene todo el tiempo del mundo para charlar con su socio. Como ahora, por ejemplo.
—¿A qué te referís?
—Esta es la lista de pasajes vendidos para el vuelo a Washington, en primera clase, en el que viajó Pablo... No mucha gente puede darse el lujo de comprar boletos en primera. Sólo nuestro jefe, y...
Lali le arrebató el papel que estaba agitando. Sí... Aquel listado parecía real. Y su autenticidad era algo muy fácil de corroborar. Y allí, escrito en letra de molde, junto al nombre de aquel hombre que amaba, estaba la prueba de su más oscura traición:
Vuelo 846 de United Airlines, con destino a Washington.
Asiento número 4 A, Pablo Martinez;
Asiento número 4 B...Nicolas Vasquez
Al otro dia….
Ni bien puso un pie en la redacción, Benja Amadeo salió de inmediato a su encuentro.
—¡Lali!... ¡¿Dónde estabas?!
—Por allí.
No pudo decir más. Aquel galán ya la estaba arrastrando hacia la sala de reuniones.
—Pablo está como loco... Desde el sábado que te está buscando...
—Ah.
—¡Y tu novio!... Creo que incluso llamó a la morgue judicial...
—¿Sí?... Quién te dice, y por ahí me encontraba.
Benja  la observó sin entender.
—¡Yo que creía que eras lesbiana, y después resultó que tenías novio! –comentó por decir algo.
—¿Lesbiana? ¿Quién te dijo eso?
—Maca.
—Ah...
—Ya llegamos... Pasa, por favor.
Como si fuera la novia en una boda, todos los presentes se pusieron de pie para seguir su entrada lenta y solemne. Al final del camino estaba la inmensa pantalla de cristal líquido, con la imagen de Pablo aguardándola.
—¿Te robaron el celular, Lali? –preguntó a modo de saludo
—No.
—Apareció en un basurero.
—Yo lo tiré... Me molestaban todo el tiempo con llamados inoportunos, y ni siquiera me dejaban dormir – acusó, mirando hacia el monitor.
—¿Dónde pasaste la noche? –preguntó Maca—. Tu compañera pensaba que...
—A mi compañera la vi el domingo...
—¡¿La viste?! ¡Que raro!... No contó nada... Y eso que ese pobre muchacho..., tu novio, estaba desesperado –acotó Agustin
—¡Lo tenías bien guardadito a tu novio! –le reprochó Maca—. ¡Lindo chico!
—Lo uso como pantalla, porque en realidad soy lesbiana –le replicó Lali.
Cruzaron miradas de odio, de esa forma cruel en que sólo dos mujeres podían hacerlo.
—Ya que Lali está sana y salva, y no parece muy dispuesta a hablar acerca de su aventura, ¿qué tal si olvidamos todo el asunto, y volvemos al trabajo? –propuso Agus, tratando de distender los ánimos.
Pero la voz de la muchacha lo convenció de que no iba a ser nada fácil lograrlo.
—Sólo vine para decirles que me voy. Mi tarea ya está cumplida... Claro que van a tener que resignarse a volver a trabajar, ahora que no pueden tirarme todo a mí, pero... Creo que van a poder sobrevivir, como hacían antes de que yo llegara.
Y entonces fue Pablo el que los sorprendió.
—Justamente de eso quería hablar con vos, Lali... Pienso regresar. De hecho, en media hora parto hacia el aeropuerto.
La muchacha entrecerró sus ojos, pero no le respondió. Para los otros, en cambio, aquella noticia causó una verdadera conmoción. Por un segundo, y gracias a los avances de la tecnología,
Lali y Pablo coincidieron en una mirada intensa, a pesar de hallarse a miles de kilómetros de distancia. Y no se trataba sólo de aquellos que separaban Washington de Buenos Aires.
—Tendrás que ir a buscarme al aeropuerto de Ezeiza a las siete en punto de la mañana, Lali.
—¡¿Yo?! Lo lamento... De acuerdo a lo pactado, no tengo por qué volver a verlo nunca más.
—No te preocupes, Pablo. Voy yo –se ofreció la otra dama del grupo, en el preciso momento en que Benja se excusaba.
—Yo a esa hora necesito dormir.
Agus, en cambio, tampoco dudó.
—Y yo voy a acompañarte, Maca.
Pero la dama saltó de inmediato al escucharlo, como si sus palabras la hirieran.
—¡Ni en tus sueños, Sierra!... No necesito de nadie más, cuando se trata de Pablo.
El joven editor no se molestó en ocultar su enojo, pero calló. Pablo, en cambio, no lo hizo.
—Irá Lali –ordenó con determinación. Y mirando a la muchacha, agregó— Justamente porque a mi regreso no volveremos a vernos, es que quiero liquidar mis asuntos con vos, cuanto antes. Lleva mis llaves, y todo lo mío que aún tengas en tu poder. Luego me acompañarás a mi departamento, y allí tendrás tiempo suficiente como para preguntarme todas esas cosas que, estoy seguro, te mueres por saber... No quiero que entre nosotros existan cuentas pendientes.
La joven lo enfrentó sin hablar. Y los demás contemplaron azorados esa forma extraña en que aquellos dos habían aprendido a compartir el silencio.
Más tarde en el aeropuerto…
Por tercera vez Lali se soltó el cabello, dejando que sus cabellos recorrieran en libertad toda la longitud de su espalda.
A su lado , el chofer de la editorial, la miraba subyugado. Y bastó encontrarse con aquel deseo, para que la muchacha lo atara otra vez, entrelazándolo malamente en una especie de rodete.
—¿A qué hora se suponía que tenía que venir? – preguntó su acompañante.
—A las siete... Pero hay huelga por..., bueno, por uno de los tantos motivos que encuentran todos los días para hacer huelga. Piensan que el avión estará aterrizando recién a las ocho.
—¿Quiere ir a tomar un cafecito? Hace frío aquí.
—No, gracias,... Si tomara algo, terminaría vomitando... No me siento nada bien.
—¿Estará embarazada, señorita? –replicó aquel hombre moreno con malicia.
Pero la cara de Lali lo hizo desistir de su broma. Y debió haber sido en verdad una cara terrible, porque el pobre se disculpó de inmediato.
—No quise ofenderla... En la redacción todos sabemos que usted...

—¿Que yo, qué?

martes, 23 de julio de 2013

Capítulo 66: "Vos necia, Yo mentiroso"



CAPITULO 66:
Aquel sábado de primavera no había resultado demasiado clemente para los ya maltratados porteños. A un frío inusual para la estación, había seguido una llovizna persistente.
Ahora las finas gotas caían sobre el cuerpo de Lali, empapándola. Todavía llevaba la camiseta liviana con la que solía salir a correr, y estaba comenzando a tener frío.
Sin embargo, se podía decir que se sentía feliz. O aliviada, que parecía ser una forma distinta de lo mismo. Sí..., por fin se había decidido. Aquel iba a ser el principio de una vida largamente soñada junto a Gas, pero que ahora iba a tener como contrapartida a Vico. Ella podía hacerlo. Era muy capaz de ser feliz a su lado. Todo era cuestión de buena voluntad. Y como cuando estaba en la facultad, una vez ya decidida la fecha del examen, lo único que faltaba era tirar para adelante.
Sí... No quería que aquel fuera un día más... Necesitaba algo para recordar junto a sus nietos, cuando fueran viejos. Por eso iba a colarse al departamento de su futuro esposo, aprovechando que él estaba en una nota, (¿tenía la llave, no?), para colgar una inmensa pancarta. Un cartelón que simplemente dijera “¿Te queres casar conmigo?”...
¿Cuánto faltaba para que volviera Pablo?... Él había dicho que regresaría hasta pasadas las elecciones, y eso era recién en diciembre, unos pocos días después del último programa del año de “RLP”. Hasta allí iba a cumplir con aquel estúpido preaviso, y luego... Luego podrían volver a Mendoza, y retomar la vida allí adonde se había interrumpido... Iba a tener ese hijo. Iba a cerrar los ojos, y a cumplir aquella promesa. E iba a ser feliz, aunque tuviera que morir en el intento.
—Disculpe, señor... ¿Sabe de alguna librería por aquí?
—¿Qué venda libros?
—No... Lápices, y esas cosas...
—Está la de los mendocinos, aquí nomás... ¿Conoce la calle Arce?
—No...
—Sigue derecho por esta, y está justo allí.
—Gracias.
“Los mendocinos”... Buena señal.
—Buenas tardes... Necesitaba un papel especial... Como para hacer un cartel, y...
—¿Marianita?... ¿Sos vos ?
La joven miró a la mujer entrada en carnes y en años que la saludaba.
—¿Doña Carla?
—¡La misma!... ¡Muchacha, qué crecida estás! Si no hubiera sido por ese pelo
hermoso que tenes...
—Creo que la última vez que usted estuvo en casa, yo debía tener... diez años, más no menos igual no crecí demasiado
—¡Imagínate!... ¡Hace más de quince que tengo la librería!... Sé que tu madre murió, porque me lo contó mi sobrina, que ahora está viviendo con nosotros... ¿Teacordás de mi sobrina?...
Y sin esperar respuesta, la dama se asomó por una puerta, y comenzó a llamar.
—¡Candela!... ¡Cande!... Vení a ver quién está aquí... –y luego, dirigiéndose de nuevo a Lali, agregó— ¡Es cosa de Dios!... Nunca abro los sábados, pero hoy, como tenía que hacer el escaparate...
Por la puerta asomó la figura imponente de una mujer a punto de parir.
—¿Cande?... ¡Candela Vetrano! –se alegró Lali al verla.
Y corrió de inmediato a su encuentro, para abrazarla. La muchacha, en cambio, parecía estar en presencia de un fantasma.
—Lali... –apenas llegó a musitar.
—¡Qué maravilla!... Debe faltarte poco, ¿no?
—Es en estos días –se apuró a intervenir la tía— Va a quedarse en Buenos Aires para criar al niño, porque el padre... Bueno, has visto como son los hombres.
Cande estaba ahora tan pálida, que Lali se asustó.
—¿Te sentís bien?
—Sí... Muy bien... ¿Y vos?
—Yo estoy hecha un desastre, porque vengo de correr... No suelo andar por este barrio, pero..., como tu tía dice, parece cosa de Dios.
—Sí..., de Dios –repitió la muchacha— ¿Estás viviendo aquí, Lali?
—Sí... Desde hace unos meses. Por ahora trabajo en “RLP”, pero pronto...
—¿El programa de televisión con ese muchacho tan lindo? –se entusiasmo doña Carla.
—Sí... Pero pronto... Pienso casarme, y volver a Mendoza.
—¿Vas a casarte con Victorio? –preguntó la muchacha, que debía sentirse muy mal, porque Lali pudo percibir en ella una gran angustia mientras hablaba.
—Sí... Él todavía no lo sabe, porque pensaba aceptar su propuesta esta noche... ¿De verdad estás bien?... ¿Por qué mejor no te sentas?... Mira que no sé asistir un parto.
—No temas... Estoy bien. Pero sí, prefiero sentarme.
—¿Victorio D´Alessandro? –se interesó la tía— ¿El hijo de Leda?... ¿El dueño del diario?
—Bueno, el diario ahora es de los tíos... La familia de él se quedó con la bodega.
—¡Que suerte tenes, muchacha!... Es un hombre muy rico. No vas a tener necesidad de salir a trabajar... No como mi pobre Cande. Decile que mi marido y yo... ¡Mándale saludos a tu novio!
—¡No! –se espantó Cande—. Por favor, no le digas nada... Te suplico que no le digas que me has visto, y mucho menos que estoy embarazada... ¡Te lo ruego!
—Se hará como vos decís–la conformó su tía. Y llevándose a Lali a un rincón, agregó— La pobrecita está muy avergonzada. ¡Fíjate en la situación en que está! Y como Victorio ha sido su jefe en el diario...
—Quédate tranquila, Cande... No le diré a nadie de este encuentro. Ni siquiera a él.
—¿Este es el papel que querías, Lali?
—Sí... Pero el azul, por favor... No, mejor el celeste... Y un marcador de fibra plata... ¿Cuánto le debo?
—¿Cómo quieres que te cobre, con todo lo que la buena de tu madre hizo por nosotros cuando nos perseguían?... Nada, hija... Vete en paz.
—Bueno... Muchas gracias... Y espero que todo sea para bien, y que tu bebé, sea el más hermoso del mundo Cande.
—Lo será, hija... ¡Lo será! –respondió la tía, mientras la futura madre observaba al vacío.
Lali tomó las cosas, y echó de nuevo a correr. Necesitaba llegar a casa de Vico antes que él regresara de la revista. Podía preparar un bife de lomo al champignon, y... No... Esa era la comida favorita de Gas. A Vico no le gustaba la carne. Él prefería...
Y entonces se detuvo abruptamente. La última vez que había visto a Cande... Febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre... ¡Octubre!
Dio media vuelta, enfurecida, sólo para correr de nuevo hasta el negocio, y arrastrar aquel vientre inmenso hasta la calle.
—¿Él lo sabe? –le preguntó, una vez afuera, cuidando de no ser escuchada por la tía, a pesar de los esfuerzos de la buena mujer por lo contrario.
—Piensa que lo aborté.
—¡Eso es una crueldad!... Tenes que decírselo... Vico tiene derecho a saber que va a ser padre. Y estoy segura que...
—Él me exigió que lo abortara.
Y aquellas breves palabras, apenas susurradas a su oído, hicieron colapsar lo poco estable que todavía había en el mundo de Lali.
—¡Eso es una infamia, Cande!... Conozco a Vico desde que...
—¿Conoces su letra?... Tengo la dirección que él me escribió, junto con los dólares que puso en un sobre, y que nunca toqué... Me dijo que no iba a arriesgarte por un hijo que no quería y que no estaba preparado para tener.
Lali sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—No puede ser... ¡Lo conozco!... Él sería incapaz de... Hay límites...
—Yo también creía conocerlo... Y me entregué a él porque lo amaba... Pero no era más que un estafador... Un mentiroso que me mostraba un amor que sólo sentía por  vos... Pero ahora lo odio, y lo desprecio... ¡No se merece a mi hijo, y no se lo voy a dar!
Lali la observó alejarse, en silencio. Ahora también su propio cuerpo tambaleaba. ¿Acaso nunca se terminaba de conocer al otro? “Persona es todo ser incomunicado, e incomunicable” La voz de un viejo profesor de la universidad resonó de nuevo en su memoria. Pero esta vez, además, se le hizo carne