Hola chicas perdon mil perdon por la demora ayer no pude subir realmente no pude mañana supongo q subo a la noche, gracias por sus comentarios,espero q les guste ,me encanta que amen a Cande es una genia, besos
Posdata : percha espero q subas el gran cap. te estoy vigilando aunque no pueda entrar demasiado hee jajaj te aviso cuando me conecto te visoo
CARO
Capítulo Anterior:
- ¿Cómo podes hablarme de ese modo? – Lali se estremeció ante sus palabras.
- ¡Podes ser una perra en mi cama, y no me importa nada cómo sos en la cocina o en el salón! – dijo con énfasis a la vez que la miraba profundamente -. Pero quítale de encima esas fantasías adolescentes de amor verdadero con Lanzani. No ocurrirá jamás mientras yo esté vivo. Sos mi mujer. ¡Hazte a la idea antes de que pierda la paciencia!
Pablo dio un portazo. Ella entonces respiró......
CAPITULO 22:
Lali pensó entonces que tal vez sería mejor decirle la verdad a Pablo acerca de Peter. Pero la idea, después de las duras palabras de Pablo, no la convencía.
“Caliente como el fuego”, “abandonada, una perra...” Tenía razón. Se había rebajado a un nivel absolutamente primitivo, se había dejado quitar sus principios, su decencia, su inhibición. Y entre esos principios figuraba el principal: para ella no podía haber sexo sin amor.
Bueno, Pablo podía volver a sus chicas . A ella le daba igual. ¡No era cierto! La idea de Pablo con otra mujer le resultaba intolerable.
Con un sollozo ahogado, Lali abandonó la habitación.
- ¿Está trabajando Pablo? – preguntó Cande.
- Probablemente – contestó Lali.
Lali acababa de darse cuenta de la ausencia de Pablo. Cinco años de soledad seguramente la habrían acostumbrado a no echarlo de menos. Pero la relación entre ellos había cambiado tan súbitamente que Lali hubiera deseado volver a los viejos tiempos en que se sentía separada de él.
- Esta tarde estuvo en la taberna. Lo comentó uno de los pescadores. ¿Está enfadado por algo, no? – Cande preguntó con un gesto de disgusto.
- Sí, hemos tenido una discusión.
- Aunque tiene un carácter muy fuerte, rara vez pierde el control. Pero da lo mismo, ya que mi familia no sabe muy bien cómo manejar sus cambios de humor. Mi abuela jamás alza la voz. Ninguno de ellos la levanta. No saben qué hacer cuando Pablo se pone así. La única vez que lo vi, me resultó fascinante.
Cande miraba atentamente a Lali, para ver su expresión y esperar su respuesta. Pero Lali permaneció en silencio, aunque con el ceño fruncido.
- Yo debía tener unos once años cuando oí hablar a mis dos tías sobre Pablo. Se preguntaban entonces quiénes eran sus padres naturales. Yo ni siquiera sabía lo que quería decir eso.
Lali se quedó pasmada.
- ¿Sus padres naturales...?
La cara de Cande se puso seria.
- Por supuesto yo fui lo suficientemente estúpida como para ir a preguntarle a mi madre y ella se puso furiosa. Pasaron años hasta que pude comprender que en mi familia la adopción era un tema tabú.
- Sí – reconoció Lali, simulando saber de qué se trataba. Pero internamente no salía de su asombro.
- Nadie habla de ello nunca. Todos los de fuera piensan que PAblo es hijo de mi abuela. ¡Si mi abuela tenía entonces cuarenta y ocho años!
Lali se estaba sintiendo incómoda ante la conversación. Era evidente que la curiosidad de Cande no había sido satisfecha en su momento, sino todo lo contrario.
- El que fuese un secreto seguramente lo hizo más difícil para Pablo.
- El tema de la adopción es mejor aceptado ahora que hace veintinueve años – dijo Lali respirando hondo -. Pero es un tema muy delicado, no debiéramos hablar de ello, Cande. Y, por otra parte, yo no sé nada más que vos.
- Lo siento, no sé cómo se me ocurrió hablar del tema..
- Porque soy parte de la familia, supongo. Pero creo que Pablo tiene derecho a mantener una cierta confidencialidad acerca de ello. Y puede que me equivoque, pero no creo que le apetezca que le hables del tema.
- No se me ocurriría.
Después de despedirse de Cande, se quedó pensando en lo que había descubierto ese día. Era algo que le inquietaba. No sabía nada acerca de Pablo, y eso le molestaba. En la habitación descubrió un enorme piano, y decidió sentarse en la butaca frente a él.
O sea que Pablo era un Martinez adoptado. Y Lali no debía molestarse por el hecho de que Pablo jamás lo hubiese mencionado. Pablo tenía tres hermanas, pero seguramente sus padres habrían querido tener un varón. Era evidente que la familia lo habría querido ocultar. Era cierto que nadie fuera de la familia lo sabía. Ella misma había leído muchas noticias sobre él en los diarios y en ninguna de ellas se hacía mención a ello.
¿A qué edad se habría enterado Pablo de la verdad? ¿Habrían sido más sinceros con él que con la gente de fuera? En caso de que se lo hubieran ocultado, habría sido un shock seguramente.
Lali interpretaba un concierto de Chopin, que era el tipo de música con la que solía acompañar sus pensamientos más profundos.
Esperaba que Candela fuese discreta. Seguramente Pablo no querría que se enterase más gente, y por eso no se lo había dicho a ella. O tal vez era un tema que no le importaba ya, en su vida de adulto.
Era evidente que él estaba muy unido a su familia. Incluso había sido capaz de casarse con alguien a quien no amaba para protegerlos, dejando sus propios intereses a un lado. Aunque le era difícil apreciar su sacrificio, teniendo en cuenta que a ella también la había sacrificado.
“Dios mío”, pensó. ¿Cómo podía vivir ella en un matrimonio en el que no se compartía nada más que una cama?
Pero era tarde para esas reflexiones. No tenía elección. Si hubiese tenido elección, ¿realmente hubiera tenido fuerzas para dejar a Pablo? ¿Era mejor aceptar estas migajas que quedarse sin pan?
Lali, fuera de sí, levantó las manos del teclado.
- ¡No pares!
Lali se quedó rígida. Lentamente giró la butaca, y se encontró con Pablo en la sombra, al lado de la ventana. Parecía estar tenso. Le brillaban los ojos, llevaba la camisa medio desabrochada y una barba incipiente y oscura.
- Toca para mí – dijo.
Lali volvió al teclado, y tocó nerviosamente, expresando en cada nota discordante un cierto desafío.
De pronto unas manos le apresaron las muñecas. Se hizo el silencio, interrumpido apenas por su respiración entrecortada. Sintió un escalofrío en todo el cuerpo cuando él se inclinó por encima de ella.
- ¿Por qué? – preguntó él, soltándole las muñecas.
- No soy tu esclava – murmuró temblando. Pero no era ese el motivo de su agresividad en el piano. Lali recordaba la primera vez que había tocado para él. La música era para ella una forma muy personal de expresión. Tanto que no la podía compartir con él.
- Toca – dijo él nuevamente.
- No tengo partitura.
- Podes tocar durante horas sin ella – le recordó él.
Lali, intimidada y disgustada por la presencia de Pablo comenzó a tocar con desenfreno, un trozo de aquí, otro de allá. Pero no quería tocar, por lo que cometió varios errores, y finalmente abandonó.
- Sos muy obstinada. Detrás de ese aspecto frágil, se esconde una personalidad fuerte.
Sin embargo, Lali se sentía muy débil en ese momento. Se levantó lentamente, sin mirar alrededor.
- Háblame de él – le dijo Pablo con calma. Pero le había interrumpido el paso, y no la dejaba salir.
- No sé de qué me hablas...
- De tu amante...
- No creo que te interese saber nada de él.
- ¿No? ¿Dónde lo has conocido?...........