Capìtulo 21: "Vos necia, Yo mentiroso"

Holaaa chicas , estoy feliz porque poco a poco estan apareciendo y me encanta que les vaya gustando la trama, un beso enorme a odas les prometo doble o triple capi antes de irme de vacaciones ya que por unos dias no subire (no muchos) hasta que instale interner donde voy a estar, besos

PD: buen viaje Dayo !!!

CAPITULO 21:

Lali no podía dormir. Por supuesto que quería pasar el resto de su vida con Vico, porque siempre había sido así. Desde que tenía memoria, habían estado juntos. Podía imaginarse compartiendo con él todo: la casa, los hijos... ¡Pero el sexo!

Y no porque él no fuera hermoso. Más allá de la reacción desmesurada de Rochi, muchas veces había sido testigo de los suspiros que Vico arrancaba a las damas. Sus rasgos estaban bien definidos, y su cuerpo era musculoso. Y en tantos años de vagar juntos, incluso una vez lo había visto en su versión completa. ¡Qué risa!

Habían salido a una de esas deliciosas excursiones a la alta montaña que solía hacer cuando todavía era soltera. Se suponía que ella y su amiga Paula iban a cocinar, pero, como una travesura, habían decidido a último momento seguir a los dos varones a la distancia, sin imaginar lo que les esperaba al final del camino. Hacía un calor pesado, y Gas y Vico habían aprovechado la frescura del río para bañarse desnudos. Todavía se estremecía al recordar esa imagen. Aquello cuerpos poderosos, jugueteando como dos pequeños leoncitos, mientras el sol y el agua los acariciaba. Su fuerza. Su vitalidad. Pero mientras que contemplando a Gas se había quedado sin aliento, Vico sólo le había causado gracia. Y no porque fuera menos viril o dotado que su futuro esposo, sino porque..., ¡vamos!, era Vico. Su amigo. Su hermano.

No. No podía darse el lujo de perderlo... Y, por cierto, no podía pensar en un compañero más a su medida, pero..., ¿se podía ser feliz en un matrimonio sin sentir esa chispa del sexo? Junto a Gas, no le habían alcanzado las horas del día para amarlo. La pasión solía asaltarlos allí donde estuvieran. Y cada encuentro sólo la hacía desearlo un poco más.

¿Podría volver a sentir algo semejante? Y llegada a aquel punto de su discurso, Lali daba otro giro en la cama, y abría un poco más los ojos, a pesar de la oscuridad. Porque el problema no era sólo lo que no sentía por Vico, sino también esa extraña sensación que había tenido junto a Pablo  aquella noche. Esa palpitación entre las piernas que sólo había servido para inquietar un poco más su alma. Y es que el tipo, obviamente, era un profesional también en eso. Sabía como enloquecer a una mujer, y de seguro era muy capaz de despertar en ella aquel deseo dormido desde la muerte de Gas. Pero, si además del sexo, buscaba algún otro rasgo de humanidad en él...

Y entonces daba otra vuelta en la cama. Ese era su dilema. Por un lado, un hombre perfecto, sincero y leal, aunque algo torpe, le declaraba su amor más desinteresado, y por el otro, un seductor experimentado como Pablo, le proponía un vuelo directo al infierno, pero con una brevísima estadía en aquel paraíso del deseo, que alguna vez había recorrido como propio. Sí, porque Lali no se tragaba todo ese extraño asunto del neumático.

Y mucho menos después de haber visto como su jefe le alargaba en la oscuridad al menos trescientos pesos al encargado del lugar. ¿Quién daba propinas de cien dólares por estacionar? ¡No! Aquel encuentro no había sido en absoluto casual, sino otra muestra de la maldad reconcentrada de aquel hábil mentiroso para el que trabajaba. Pero esta vez, de tan retorcido, Dios lo había forzado a hacer algo correcto. Sí, porque aquel alambicado ardid le había facilitado a ella el tiempo que necesitaba. Un tiempo para dar vueltas en la cama, y así poder decidir.

Hasta el día anterior, imaginar a Vico como su amante le hubiera resultado a Lali tan impensado como impensable. Pablo, en cambio... Su interés hacia ella estaba totalmente dentro de lo previsto. Su jefe era un coleccionista, y las mujeres no significaban para él mucho más que un nuevo cuerpo para avasallar. Y así como almacenaba videos, acumulándolos en el fondo de un armario, aquel frío galán conquistaba amantes para apilarlas en algún lugar recóndito de su memoria. Era, a no dudarlo, un voraz recolector de historias, en las que participaba sólo como espectador. Su corazón, (si es que lo tenía), jamás se involucraba, pendiente como estaba de alguna otra novedad.

Desde el principio había sabido que, tarde o temprano, la figurita faltante iba a terminar siendo ella, sobretodo luego de escuchar el discurso con el que la había recibido, acerca del efecto devastador que causaba en las mujeres. Sí... Tarde o temprano.

Y por las atenciones que había tenido su jefe para con ella durante la noche, aquel momento tan temido, (¿?), había llegado. Y le bastaba pensar así para que Lali diera otra vuelta en la cama.

Durante esos meses en la ciudad, varios hombres habían intentado despertar su deseo. Y, por supuesto, eso no incluía al pobre Vico, el era como su hermano, que nunca se había atrevido a ponerle ni siquiera una mano encima. Algunos se habían acercado a ella con arte, otros con dulzura, e, incluso uno había recurrido a la violencia. Pero ella, como si nada.

Como si su único órgano sexual fuera su voluntad. ¡Si hasta Benja  la había rozado en varias oportunidades, sin lograr ni siquiera inquietarla! ¡No! Obviamente el único talentoso para la conquista era Pablo. De él, un mentiroso profesional, con una inteligencia tan desarrollada como sus músculos, era de quien tenía que cuidarse para no salir lastimada. Claro que aquel trabajo soñado, (una oportunidad que no podía darse el lujo de rechazar), servía para empujarla un poco más hacia sus brazos. Y es que si antes, compartiendo sólo unos pocos ratos del día en aquel departamento desierto, la intimidad entre ellos dos había sido inquietante, ahora, multiplicadas las horas, se iba a terminar volviendo.... una tortura.

De nuevo Lali giraba en la cama, como si lo hiciera en un carrousell. Y entonces volvía a pensar en Vico, y su mirada triste. Y en Gas, en aquel río, con el sol quemando. Y en Pablo... Y en aquel calor que tanto necesitaba, y que cada vez parecía más lejos de poder alcanzar.

Al dia siguiente…..

Como si hubiera sido la protagonista de una novela de suspenso, Lali recorrió el  camino al departamento de Pablo con la respiración anhelante, atenta a cada movimiento a su alrededor, pendiente de toda sombra que la acechara. Y ya casi estaba por alcanzar la entrada del lujoso edificio de la avenida del Libertador, cuando, de la nada, asomó aquella figura que, por conocida, no le resultaba menos extraña.

—¡Lali!... Te estaba esperando.

—Yo también te esperaba, Vico.

—Necesito hablar con vos…..