sábado, 5 de enero de 2013

Capìtulo 13: "Vos necia, Yo mentiroso"


Holaa paso rapidisimo a dejar el proximo capi, gracias Dayo por leer siempre, besotes

PD: percha apareceeee!!!  :( te extrañamos

CAPÍTULO 13:
¡Benjamin Amadeo!
¿Qué hacía Benjamin en casa de Pablo, a una hora en la cual su jefe nunca solía estar? ¿Qué cosa se le habría perdido a semejante galán por allí?
Desde el gimnasio, Lali tardó cinco segundos en activar el portero eléctrico que le permitía comunicarse cara a cara con su visita, (a pesar de estar separados por muchos pisos de distancia) Pero le bastaron apenas tres, para efectuar todo tipo de conjeturas respecto a la inesperada presencia del bello conductor televisivo en la casa.
Imposible que Benja ignorara la ausencia de Pablo, ya que era obligación de la vigilancia informárselo. Y si lo que traía era un paquete, por más confidencial que fuera, por cuestiones de seguridad interna del edificio necesariamente lo retenían en la portería. ¿Para qué subir entonces? A menos que...
¡No! Era una locura. Era imposible que un tipo como Benja Amadeo se interesara en ella. Esas cosas no ocurrían en la vida real, (y mucho menos en la suya, que más se asimilaba a una tragedia, que a una novela romántica)
—Buenos días, señor Amadeo –recitó la muchacha ante la cámara, con la mejor de sus sonrisas—. El señor MArtinez no está.
—Llegué hasta acá sin darme cuenta que era tan tarde, y cuando miré el reloj, ya
había tocado el timbre –se excusó él.
Mentira uno. Eso era imposible.
—¿Quiere que llame al señor a su celular, para avisarle que usted está aquí? –se
ofreció la muchacha con fingida inocencia.
—¡No! –se espantó aquel galán que ahora parecía un tanto confundido—. A él no le
gusta que lo molesten por tonterías.
Mentira dos. A Pablo le encantaba tener el control de todo. Incluso de las tonterías. Por un segundo Lali y su visita se miraron en silencio a través del monitor.
—¿Puedo ayudarlo de alguna forma?
—Bueno... –comenzó a decir aquel galán, con una de esas sonrisas encantadoras
que usaba en la tele—, ya que estoy aquí, y para que el viaje no sea tan inútil,
podrías invitarme con uno de esos deliciosos cafés que vos preparas. Todavía no
desayuné.
Lali le devolvió una sonrisa tan falsa como la de la locutora del noticiero de la madrugada. La pobre muchacha tenía un problema cuando se trataba de hombres: solía pensar mucho más rápido que la mayoría de ellos. Así que, en el rato que le llevaba al galán de turno elaborar su táctica de conquista, ella, tan veloz como desconfiada, ya había confeccionado un sinnúmero de teorías acerca de las verdaderas intenciones del tipo que tenía enfrente. Y Benja, a pesar de ser mucho más buen mozo que los demás, no era una excepción en cuanto a su torpeza.
—Con todo gusto le serviré su café, señor Amadeo. Pero deberá tomarlo solo,
porque yo estoy preparando un informe para el señor Martinez, y quedé que iba a
enviárselo en veinte minutos.
Mentira uno.
—¿Un informe? ¿Le haces informes?
—Es su nueva forma de mantenerme ocupada.
Pero Benja no iba a rendirse tan fácil.
—Puedo ayudarte, si queres. Así terminaríamos rápido, y nos sobraría tiempo para
charlar.
“¡Claro! ¡Charlar!”, pensó Lali. Como si un fulano como aquel, que cobraba por hablar, estuviera dispuesto a hacerlo gratis con alguien como ella. ¡Mentira tres!
—¡Me encantaría! De hecho, podríamos reunirnos cualquier tarde de estas para conversar. (Mentira dos) Pero ahora las cámaras están encendidas, y...
—Podríamos apagarlas...
—Jamás apago las cámaras (Mentira tres. ¡Empate!). Le agradezco su ofrecimiento, pero, como ve, no puedo aceptarlo. Aunque, si todavía no desayunó, en el cafecito que está a su izquierda sirven muy bien.
 Lo previsto. Ante su negativa, aquel galán profesional se deshizo frente a sus ojos, como cualquier otro macho en celo, común y corriente. ¡Hombres!

Por otro lado Victorio….
¡Un hombre!
¡Mierda! ¡Más que mierda! ¡Era la última vez que iba a hacer una nota sin corroborar primero la identidad del entrevistado! Desde que trabajaba para la maldita editorial Perfiles, Victorio se había tenido que resignar a que siempre le tocaran las notas que se usaban para promocionar a estrellitas tan ignotas como ascendentes, y que se cobraban a precio de oro. Hacer un artículo interesante sobre señoritas cuyos mayores logros merecían la clasificación de “triple equis”, era un verdadero reto para él. Entonces recurría a algún recuerdo de la infancia de la figurita en cuestión, o a una opinión desenfadada de la niña acerca de una colega. Cualquier cosa que lo ayudara a hacer de la nota algo distinto. Algunas veces salía bien, (como la bailarina exótica que había proclamado que era virgen, creando un verdadero revuelo a su alrededor. Una mentira que había servido para alimentar a otros periodistas durante semanas), pero otras tantas salía mal, (como la que había acusado al cómico de tocarla durante la función, poniendo sobre aviso a los demás, acerca de su personalidad poco tolerante. Luego de tanta sinceridad, la pobre no había vuelto a conseguir un trabajo)
Victorio pidió otro café. Ya era el tercero, y eso que apenas eran las siete y treinta y cinco de la tarde. ¡Claro que se consideraba a si mismo buen mozo! No como para que las mujeres se dieran vuelta a su paso, pero tampoco como para tener que penar por una compañera.
Excepto Lali, todas lo encontraban atractivo. Por eso no era raro que alguna de aquellas desenfadadas artistas porteñas lo atacara sin disimulo al terminar la nota. De no haber sido por lo que sentía por su antigua vecina, su vida en Buenos Aires hubiera podido ser excitante, incluso a pesar de aquella horrible timidez con el sexo opuesto que todavía arrastraba desde su infancia.
Llegó el café, y se lo bebió de un sorbo. ¡Un hombre! ¡Con esos pechos, y ese culo! ¿Cómo hubiera podido imaginarlo? ¡Qué asco! ¡Se le había insinuado un hombre!... Y él, sonriéndole como un estúpido. ¡Qué asco!
Durante un rato largo observó la gente elegante que transitaba por las veredas amplias. ¿Cerraría aquel bar? Porque estaba dispuesto a pasar la noche entera allí, si era necesario. Sí, iba a permanecer frente a aquel edificio imponente hasta que Lali volviera a salir. Necesitaba saber cuanto antes qué hacía en aquella casa, con aquel fulano nefasto. Necesitaba...
No pudo acabar. Vestida como para una fiesta, Mariana, su Lali, salía de la casa por la puerta principal. Torpemente Victorio se puso de pie, llevándose consigo parte de la mesa en su apuro.
La camarera, que hasta allí había hecho lo imposible por ignorarlo, ante su intento de huida precipitada, cobró rápido interés en él. Y es que, justamente, todavía no le había cobrado.
—Son veinticuatro pesos, señor.
—¡¿Veinticuatro?! –se escandalizó Victorio.
No tenía tiempo para regatear. Tiró tres billetes de diez sobre la mesa caída, y corrió hacia la calle. Pero al llegar a ella se espantó. ¡Nadie! Vacía... O llena de gente extraña…¡¿Dónde estaba Lali?!


1 comentario:

  1. Hola holaaaa!!!!! Este Benjamin esta tratando de conquistar a Lali a toda costa... son unos mentirosos los dos.. jajajaja!!!! y hay q ver como lo tomara Pablo cuando se entere q Benjamin intenta conquistar a Lali y cuando vea a Vico...
    Y pobre Vico debe ser Horrible adaptarse y mas si las cosas no van como el lo habia planeado....
    Espero q subas pronto!!!!
    Besos q estes bien!!!!

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