Holaaaaaaaa chicas hoy es el ultimo dia que subo mañana temprano me voy de vaciones pero igual llevo mi compu asi que tranquis, en una semana a mas tardar sigo subiendo nove, tienen tiempo de ponerse al dia jajja, les dejo doble capi para que no me extrañen, besos a todas las quieroo
CAPITULO
24:
En la editorial Perfiles…
—¡Felicitaciones, Victorio! Anoche me bastó ver a tu novia
para entender tu apuro
por casarte.
—Lali no es mi novia –respondió el otro, amargado—.Es
sólo mi amiga.
—¿De quién están hablando? –se entrometió el hombretón
rubicundo que
comandaba sus destinos.
—De la amiga que acompañaba a Vico. La muchacha con el
cabello hasta el cu...,
hasta la cintura.
—¿Es tu novia? –preguntó su jefe, impiadoso.
—No –gruñó Vico.
—Mejor... Martinez ya le echó el ojo. Y, te lo digo por experiencia,
nadie le disputa una mujer a Pablo.
—¡¿De dónde sacó eso?! –se enfureció Vico—.¿Pablo se lo
dijo?
—No exactamente... Pero hizo algún comentario.
—Pues, si se mete con Lali, que ese hijo de puta se cuide
de mí –se envalentonó el
pobre muchacho.
—Ni lo intentes. Primero, porque como vos bien decis,
Pablo es un verdadero hijo de
puta, en toda la extensión del término. Para él todo
vale, y usa su dinero para
comprar poder... Pero aunque de verdad lograras vencerlo,
cosa casi imposible, tu
esfuerzo sería inútil... No sé que les da a las fulanas,
pero son ellas las que lo
persiguen a él. Y dudo que tu amiga sea la excepción.
—¡Lo es! Ella es especial... Y les juro que, si ese tipo
se atraviesa en mi camino, voy
a deshacerme de él, aunque tenga que...
Pero aquel tímido reportero, dispuesto por fin a no detenerse
ante nada, se detuvo, cerrando la boca en medio de la frase, petrificado.
¡¿Qué mierda estaba haciendo allí Candela Vetrano?!
Por otro lado….
—¡Esto es una porquería! ¡Una mierda! ¿Para hacer las
cosas así venis a trabajar?
—Yo..., yo.... –balbuceó la muchacha, antes de romper en
llanto, y correr hacia la cocina.
—¡Eyy! La pobre niña no tiene la culpa de que a ti “te esté
por venir”. ¿Por qué no
paras con la histeria de una buena vez?
Maca Paz le devolvió a su marido una mirada furibunda,
antes de contestar:
—Si te molestaras en hacerme el amor de vez en cuando, “cariño”,
no ignorarías que
mi período fue hace una semana.
—¡Para qué abrí la boca! Ahora me va a tocar a mí.
—Por favor, querido... –le respondió su pareja con ironía—,
no quisiera que por mi
culpa te perdieras el partido de fútbol.
—Haces bien. Es la final Boca- River.
La muchacha clavó en él una mirada capaz de congelar al
sol, y Enrique, en un gesto heroico, procedió a sacarse los auriculares que
llevaba puestos.
—Está bien... Vamos a ver, Maca. ¿Qué te hizo Martinez
esta vez?
—No es él. Es todo... Como está completamente paranoico
por los robos y los
ataques que hemos sufrido últimamente en la oficina y en
la redacción, ahora nos
obliga a reunirnos en su departamento... Y la verdad, no
lo entiendo. Para ser
alguien que se toma tan en serio la seguridad, con
algunas cosas es demasiado
descuidado. Como incorporar a esa muchacha al equipo, por
ejemplo...
—¿Qué muchacha?
—Su empleada.
—¿Pablo los obliga a reunirse con su empleada?
—Bueno..., creo que además tiene un título universitario,
pero...
—¿Pablo tiene una empleada con título? ¡Guau! Eso sí que
se llama tirar el dinero...
—Si Pablo no
estuviera pensando con su bragueta, se daría cuenta que la tal Lali
aceptó ser su empleadita sólo por acercarse a él...
¡Estoy segura de que esa
esconde algo!
—Yo, en cambio, estoy seguro de que ocupa ese lugar por
lo que muestra, y no por
lo que esconde... ¿Es linda?
—No. Común y corriente.
—No te creo nada, Maca. Algo debe tener para que tu jefe
esté así con ella.
—¡Y si sólo fuera él! Créeme, estar allí con Pablo,
Benja y Agus es como presenciar
un concurso de idiotas. Basta que ella mueva un dedo,
para que los tres suspiren
embobados.
—Es lo que yo digo. La muchacha debe ser mucho más que
una chica común y corriente.
—Es linda, no te lo niego. Pero está lleno de mujeres
lindas. Hasta nuestra
empleada lo es...
—Ya lo creo... –respondió su marido, en un exceso de sinceridad
del que, de
inmediato, se arrepintió.
—Hay mujeres lindas, y hay mujeres espectaculares. Esta
es menuda, y tiene
rasgos armoniosos. Nada más. Lo suficiente como para ser
una de las “populares”
en el colegio, pero no como para salir en la televisión...
¡De verdad, no sé que le ven!
Y la culpa la tiene Pablo, por traerla.
—Ahí tenes tu respuesta.
—¿Qué queres decir?
—La mujer del poderoso siempre tiene un atractivo especial
para los otros.
Conquistarla es como robarle su dinero.
—¿Crees que es por eso?
—Fue lo primero que me atrajo de vos. Tu relación con
Pablo... Es como desear lo
prohibido.
—¿Crees qué...? –comenzó a preguntar Maca, fascinada.
Pero un destello inusual en la oreja izquierda de Enrique
la detuvo.
—¡¿Acaso todavía estás escuchando el maldito partido?! –gritó,
enfurecida.
¡Hombres!
En la editorial Perfiles..
—D´Alessandro
Vico levantó la cabeza, y se detuvo para esperar a la
vieja editora que llegaba a su encuentro.
—¡Cariño! ¡Qué cara traes! –comentó al verlo.
—No ando bien últimamente.
—¿Es por tu amiga? ¿La amante de Martinez?
—¡No es su amante! Es..., es... ¡Olvídalo!
—Y entonces, si no es por ella...
—Tengo un problema horrible.
—¿Pablo Martinez?
—Ojalá fuera él.
—No sabes lo que dices.
—Esto es mucho peor.
—No hay nada peor que ese tipo.
—Pues, de verdad, esto es peor... Una muchacha con la que
salí un tiempo en
Mendoza, se ha presentado y...
Vico no pudo continuar.
—No te preocupes, cariño. Siempre puedes contar con la
vieja Julia. Tengo una solución para todo.
—No para esto.
Pero la dama, sin escucharlo, abrió la gruesa agenda que cargaba,
y anotó un número, en un papel que luego le alargó.
—¿Qué es esto? –preguntó el muchacho, confundido.
—La solución a tu problema. El lugar es muy recomendable,
aunque un poco caro...
Y la que lo hace es médica, si te preocupa la salud de tu
amiga.
—¿Un aborto? –susurró Vico, parpadeando incrédulo—. Eso
es ilegal.
—Ilegal no quiere decir imposible, cariño.
—Pero..., pero..., yo soy católico, y...
—Todos lo somos, belleza. Yo soy muy devota de la Virgencita
que desata los
nudos, y del Gauchito Gil.
—¡Ese ni siquiera es un santo!
—Y san Jorge mató un dragón. Escucha, cariño, podemos
discutir años enteros
sobre ética, pero para entonces tu “problema” ya va a ir
al kinder. Vico se espantó.
Una y mil veces se había imaginado a si mismo con un
hijo. ¡Pero uno de Lali! Candela, en cambio, era casi una desconocida para él.
—No... Decididamente sería incapaz de pedirle que se realice
un aborto –concluyó al
fin, severo, mientras guardaba aquel maldito papel en su
bolsillo.
Julia notó su gesto, y sonrió.
—Sí, cariño... De seguro serías incapaz de algo semejante...
CAPITULO
25:
Lali volvió a chequear su pequeño teléfono. Tenía miedo
que, de alguna manera, los circuitos cerrados de su jefe estuvieran
interfiriendo con la recepción de su anticuado celular. De no ser así, ¿por qué
Vico no había vuelto a llamarla? Estaba tan preocupada, que hasta había soñado
con él. Claro que en su sueño su personalidad, al revés de lo que ocurría en la
vida real, era tan decidida, que hasta el verde de sus ojos parecía más
fulgurante.
La muchacha se inquietó brevemente, mientras comenzaba a
batir. No... Vico no tenía los ojos verdes. Pablo los tenía verdes... Y no
había acabado de pensarlo, cuando una extraña corriente de aire recorrió su
espalda. Se dio vuelta con rapidez, pero sólo para quedar atrapada entre los
brazos de su jefe que, con el torso desnudo y descalzo, como solía andar por la
casa, estaba ahora parado tras ella.
Lali se apuró a tomar distancia. ¡Odiaba cuando Pablo
hacía eso! Él lo sabía, y por eso se aprovechaba de su incomodidad para ponerla
en desventaja. Pero esta vez no era como las otras. No tenía esa expresión
ganadora que la sacaba de quicio, sino que parecía muy enojado, y se notaba en
todo su cuerpo una auténtica crispación, que de inmediato puso a temblar a la muchacha.
—Te he tolerado demasiadas cosas, Berta –le reprochó,
embravecido—. Pero
alguna vez tenes que aprender la diferencia entre la vida
real y el juego.
—No sé a que se refiere.
Otra vez su jefe comenzó a acercarse, obligándola a retroceder.
Por un instante, incluso llegó a pensar que iba a pegarle, por lo enojado que
estaba. Pero no. Se limitó a encerrarla contra la pared, mientras escupía su
furia.
—Me refiero a que he confiado en vos más que en ninguna otra
persona, y no
soporto que me defrauden. Y menos aún tolero la necedad
de la gente... Sobre todo
si es a mí a quien pone en peligro.
—¿Qué he hecho?
La muchacha pudo leer un odio profundo en aquella mirada
que la hacía temblar, (¿o era decepción?)
—Vos sabes perfectamente lo que me has hecho –le respondió.
Y diciendo esto, Pablo se dio media vuelta, y se retiró
hacia la sala.
Lali estaba confundida. Trataba de descubrir en su memoria
alguna tontería que pudiera haber cometido en un apuro. ¡Pero Pablo estaba
demasiado enojado como para que fuera un simple error! En general se cuidaba mucho
de seguir las instrucciones de su jefe al pie de la letra, y se desvivía por no
defraudarlo. Un poco porque no quería perder aquel trabajo soñado, pero
sobretodo porque no soportaba la idea de fallar delante de él. Era demasiado orgullosa
como para hacerlo. Pero, ¿a qué podía estar refiriéndose Pablo? Y entonces lo
supo.
Sin esperar más, Lali se dirigió directamente a la sala.
—La razón por la que me tomé esa libertad... –comenzó a
disculparse.
Pero él la interrumpió de inmediato.
—No necesito que me aclares el motivo. Lo sé a la perfección,
y lo padezco todos
los días, desde que llegaste a esta casa: lo has hecho
porque sos una mujer necia.
Pero cuando te confié la clave de acceso a mis archivos
más privados, una clave por
la que cientos de argentinos matarían, nunca creí que
ibas a terminar usándola para
cuestiones personales...
—Usted no entiende...
—¿Crees que soy estúpido? Sé perfectamente quien es
Nicolas Vasquez , y sé que
no debes meterte con él, a menos que quieras acabar como
tu marido.
Lali lo miró sorprendida. Jamás había hablado de Gas
delante de Pablo.
—¿Creías que iba a contratarte sin haber investigado antes?
–le aclaró él, al notar
su gesto—. Como sea, en este país nadie aprecia a los
héroes. Tu marido lo supo
demasiado tarde, pero vos estás todavía a tiempo para no cometer
el mismo error.
—Usted no entiende...
—¿Qué? ¿Tu repentina vocación por el periodismo?... Créeme,
hay historias que es
más sabio no contar.
—¿Más sabio, o más cobarde?
—Lo mismo da. Si investigas hasta las últimas consecuencias,
en los Estados
Unidos te premian por tu valor con un Pulitzer. Aquí, en
cambio, te pegan un tiro. No
vale la pena. En la Argentina estamos condenados a recolectar
historias de un país
sin memoria. Luchamos contra la indiferencia y el olvido.
No te aferres a la verdad,
si quieres seguir viviendo. Todavía hay mucho para
contar, y no se puede hacerlo
desde una tumba.
—¿Qué sentido tiene vivir, cuando se calla por miedo?
Pablo se acercó hasta ella, encerrándola de nuevo contra
la pared. Desnudándola con aquella mirada penetrante.
—No digas tonterías... Sos una periodista excelente, y sé
por experiencia
propia que es imposible
hacerte callar. Pero con Vasquez no se juega. Ni siquiera
yo, y mucho menos vos. La dignidad de tu marido no se pierde
por veintisiete tiros, ni
se recupera con unas cuantas líneas escritas en un
periódico,
—Usted no entiende –repitió ella, a punto de romper en llanto.
Y por un segundo, por un brevísimo segundo, Lali tuvo la
sensación de que un destello de piedad iluminaba la mirada de él. Pero de
inmediato la soltó, apurándose a darle la espalda. Y todavía estaba así, muy
cerca de ella, pero sin mirarla, cuando en voz baja, agregó:
—Tenes razón, Berta. No te entiendo... Pero no vuelvas a
traicionarme nunca más.
Más tarde en el departamento de Lali. …
Lali abrió la puerta del cuarto de baño, sólo para toparse
de lleno con aquel semental desnudo.
—¿Qué haces aquí, Riera? ¿Rochi y vos no habían roto definitivamente?
—Volvimos.
—Pues te advierto que el poco dinero que tengo en mi cuarto
está bien contado. Si
me llega a faltar un solo peso, vendo tu campera.
—¡Yo no robo! Rochi trae aquí a cualquier atorrante, y
luego ella y vos me echan la culpa a mí.
—Quisiera creerte, Nico, pero no imagino a un tipo guardando
mi cadena en tu bolsillo.
—La tomé por error.
—¿Seguis apostando?
—¡No soy un apostador! A veces me tiro alguna, pero...
—¡Lali!
La muchacha observó a su amiga, que acababa de entrar, también
desnuda, al
pequeñísimo cuarto de baño.
—¿Qué haces así, Rochi? ¿Ahora trasladaron sus orgías aquí?
Sabes cual es la
política en esta casa.
—Sí, ya sé. Reservar el quilombo a mi cuarto. Pero como
últimamente estás
llegando tan tarde...
—Estoy trabajando.
—¿Hasta las tres de la mañana? Yo no te juzgo, Lali. Y menos
después de haber
conocido al bombón de tu jefe. ¡Yo también haría horas
extras para él!
—No lo digas como si estuviera haciendo algo sucio. Por
el contrario...
Lali desvió su mirada por un segundo, y se espantó:
—¡Por Dios, Nico! ¡Ponete un bóxer antes de sentarte allí!
—Querida –se burló él—, no sé que te asusta Algunos pagan
fortunas por esto –
confesó señalando su sexo, confirmando de esa forma los
peores temores de la
muchacha.
—Olvídate de él, Lali. ¡Vamos! Cuéntame que has estado
haciendo en ese trabajo
excitante que tienes.
—Reportes, investigaciones, redacción de notas... Cosas aburridas.
—¡No mientas, amiga! Nadie se queda hasta la madrugada
para hacer eso.
—¡Deciselo a Pablo!
—¿Y Benja Amadeo?
—¡No sé que le ocurre! Ni bien nos quedamos solos, me pregunta
por mi ciclo menstrual.
—¿Tu período?
— ¡Sí! Es como una obsesión para él. “Hoy te está por venir,
¿no?”, suele decirme.
Y no hay cosa que más odie en este mundo, que un
hombre me pregunte eso
—Raro... ¿Tendrá alguna perversión?
—O un problema para manejar el rechazo –comentó la muchacha,
mientras
comenzaba a cepillarse los dientes bajo la atenta, (¡y
desnuda!), mirada de Nicolas.
—¿Por qué pensas que tiene que ver con el rechazo?
—Porque me lo preguntó las tres veces que me invitó a salir,
y yo me negué.
—¡¿Te negaste?! –gritaron Rochi y Nico al unísono.
—¡Uno no ese niega a un tipo con semejantes músculos! –se
escandalizó aquel efebo sin ropas.
Y bastó ese extraño comentario para que las dos muchachas
lo observaran con desconfianza.
—No me miren así –se defendió de inmediato—. Que duden de
mi masculinidad
cuando estoy en pelotas, me resulta ofensivo. Soy bien
hombrecito. Pero sé
reconocer una buena competencia.
—Nico tiene razón, Lali. Hasta un obrero de la construcción
se acostaría con Benja...
¿Por qué no vos?
—Conoces mi política.
—Ese es tu problema, amiga. ¡Demasiadas políticas!... Pero
está bien, acepto que
no te vayas a un hotel con él, ¡pero un cafecito no se le
niega a nadie!
—Te confieso que la última vez estuve tentada de decirle
que sí, pero justo llegó Pablo y...
—¿Qué onda con tu jefe?
—Cero... Cero onda. La verdad es que había pensado que
trabajar junto a él iba a
ser complicado, pero... ¡para nada!... Es más, te diría
que cuando no está, lo
extraño.
—¡Vamos por Pablito! –lo vitoreó Rochi.
—No gastes saliva. Como lo prometió, es superformal conmigo,
y ha sabido
mantener las distancias.
—Y ahora la que quiere acortarlas sos vos...
—¡En lo absoluto! Así estoy maravillosamente... Hemos hecho
una tregua, y juntos
trabajamos muy bien.
—Un paraíso... –se burló su amiga.
—Excepto porque todavía insiste en llamarme Berta... Aunque
el otro día, no sé si lo
soñé, o que, me pareció que me dijo Mariana... Como sea,
te diría que con él me
siento tan cómoda como en mi casa –pero, mirando al
compañero de su amiga, se
corrigió—. Pensándolo bien, más cómoda que en mi casa.
Bastó que Lali dijera esto, para que Nico levantara la tapa
del retrete, con obvias intenciones de hacer uso de él.
—¡Sálvese quien pueda! –gritó su novia, mientras empujaba
a su amiga fuera del
área de peligro.
Las dos muchachas salieron del lugar con el tiempo justo para
cerrar la puerta.
—Disculpa –se excusó Rochi—. Todavía no he logrado educarlo.
—¡Va a terminar contagiándonos algo!
—¡No digas eso! Mi Riera es sanito.
—¡Por Dios!, ¿te has enamorado de él?
Su compañera agachó la cabeza y musitó una breve respuesta
a modo de disculpa.
—¡Es tan bueno en la cama!
—¡Ay, Rochi! El sexo no lo es todo.
Lali era sincera. Por maravillosas que fueran las
habilidades de Nico, (y a pesar del gran tamaño de ellas), prefería mil veces aburrirse
con otro cualquiera, antes que tener que tolerar a ese bello patán durante
cinco minutos. Finalmente, la cama sólo representaba un período breve de la
existencia. Muy placentero, pero muy breve. Y a esas alturas, lo que más le
pesaba a Lali era la soledad.
Y bastó que pensara en eso, para que otra vez se adueñara
de su mente aquella extraña inquietud que la había estado perturbando las
últimas semanas. Por décima vez en el día volvió a chequear la recepción de su
teléfono celular. ¿Por qué Vico no había vuelto a llamarla?