sábado, 30 de marzo de 2013

Capítulo 36: "Vos necia, Yo mentiroso"




CAPITULO 36:
El beso la sorprendió. Fue largo, húmedo y lujurioso. No lo respondió, pero tampoco puso distancia.
—¿Qué fue eso, Vico? –preguntó Lali, ni bien su amigo se alejó.
—Nada demasiado bueno, si tenes que preguntar.
—No sé a que vino.
—¡Disculpa!... Fue la emoción. ¡Es que esperé tanto por esta noticia!
—¿Qué te pone tan contento? ¿Qué esté desempleada?
—Que no vuelvas a ver a Pablo nunca más.
La muchacha sintió otra vez aquella angustia que había apretado su garganta durante toda la noche.
—No te confundas, Vico. Eso no me acerca ni un paso a vos Por el contrario, me aleja...
—No entiendo...
—Lamentablemente, tendré que olvidarme de estudiar diplomacia. Encontrar otro
trabajo no va a ser nada fácil, y, además, no tengo dinero como para pagar un curso
de portugués. En realidad, no tengo dinero para nada.
—¿Y tus ahorros?
—¿Cuáles?... Traje algo de Mendoza, pero se me fue en los primeros meses.
Sobrevivir aquí es caro, ¿o por qué te crees que acepté trabajar como asistente
domiciliaria en primer término?
—Ni me lo recuerdes... Pero de seguro aún tenes la renta que cobras por la
propiedad de tu madre... Deben pagarte una fortuna por semejante casona.
—Sí. Pero, para mi desgracia, con eso apenas amortizo el crédito que tuve que
sacar para hacer frente a su última operación. Todavía me faltan diez cuotas.
—¿Y lo que Gas había heredado de su tía?
—Se lo entregué a Cielo cuando él murió.
—¡¿Por qué hiciste eso?!
—Sabes que quiero mucho a mi suegra... Ella también estaba muy deprimida, y no
tenía adonde vivir.
—No me digas que además le envías dinero...
—No tengo que rendirte cuentas.
—Nunca me gustó esa mujer.
—Sí... Ahora entiendo que a vos no te gustaban demasiadas cosas de mi vida...
—Escucha, Lali. Me parece bien. Podemos olvidarnos de la diplomacia si quieres.
—¿Podemos?... ¿Por qué lo harías vos?
Vico agachó la cabeza, avergonzado, y su amiga se enfureció.
—Entonces Pablo tenía razón... Lo propusiste sólo  por alejarme de su lado...
—¡¿Eso te dijo?!
—Y por lo visto no se equivocó... Al parecer, sabe juzgar mejor que yo a la gente...
¡Ay, Vico! ¿Qué voy a hacer con vos? ¿Acaso no me prometiste seguir adelante
con tu vida?
—Sólo quería ayudar...
—¡No! Querías alejarme de Pablo.
—¡Te estabas enamorando de ese tipo!
—Yo no... –empezó a decir, convencida. Pero se detuvo.
—Escuchame , Lali...
—Escucha vos, Victorio: estás perdiendo tu tiempo conmigo... Pablo nunca fue el
problema entre nosotros dos. De hecho, mañana voy a ir a comer con otro.
—¿Otro hombre?
—Un abogado de “RLP”...
“ ¡Otro más!”, pensó ,Vico, lastimado.
—Sí... Parece buena gente, y me ofreció su ayuda.
—¡Para eso estoy yo!
—¡No quiero tu dinero!
—Sé que no lo aceptarías... Pero si te mudaras aquí, ahorrarías lo de la renta y la
comida.
—¡¿Mudarme aquí?! ¡¿Con vos?!
—Yo viví casi cuatro meses en tu casa, cuando me peleé con mis padres.
—Pero eso era muy distinto.
—¿Por qué?
—Porque estaba Gas... Porque por aquel entonces nunca hubiera imaginado que
querías darme un beso como el de hace un rato... Porque éramos sólo amigos.
—Yo nunca fui solamente tu amigo.
—Mira, Vic... Te agradezco tu ofrecimiento. Pero es imposible que dos adultos
jóvenes y saludables, de distinto sexo, compartan tanto tiempo juntos, sin que
vuelen la imaginación y las manos.
—¿Eso fue lo que te ocurrió con Pablo?
Lali lo miró adolorida…..Sí... Seguramente había sido sólo eso.

Al dia siguiente…
El doctor Peter Lanzani observó a su próxima víctima con el mismo detenimiento que solía usar con los imputados en el Tribunal. Se podía saber mucho de una persona sólo con mirarla. Por ejemplo, era obvio que Lali se había “producido” para bastante más que una simple cena “de amigos”. En efecto, ahora llevaba abierta la camisa de forma invitante; sus pechos parecían más juntos, por lo que, de seguro, se había tomado el trabajo de elegir un buen push- up; y, como si todo eso fuera poco, se había maquillado. Claro que como era invierno Peter no podía darse cuenta si la muchacha tenía depiladas las piernas, (¡lástima! porque ese era, a no dudarlo, el indicio más concluyente de que una mujer buscaba sexo), pero sí, en cambio, podía jurar que su pollera era mucho más corta que la primera vez, (¡buena señal!)
—Hola...
Peter se apuró a ponerse de pie, para ayudar a Lali a sentarse.
—¿Hace mucho que aguardas?
—Soy yo el que se adelantó –se excusó aquel bello abogado, mientras en su interior
maldecía a Roberto, que lo había liquidado en sólo tres sets—. Me gusta llegar
temprano, porque no soporto la idea de hacer esperar a una dama –mintió con
descaro, tratando así de obtener algún provecho de último momento a sus pobres
habilidades tenísticas.
Lanzani acercó la silla de Lali con deferencia, y, por supuesto, aprovechó tanta gentileza para lograr un primer contacto.
—Me encanta tu perfume –comentó mientras simulaba oler su cuello.
Lali suspiró. Aquel era el derrotero típico de una primera cita. ¡Qué poca imaginación! Tanto almíbar como aperitivo comenzaba a asquearla.
—Es jabón barato –se apuró a responder.
—Pues en vos huele como el mejor.
¡Puaj! De tanto dulce ya se estaba empalagando...  ¿Acaso aquella iba a ser otra de esas cenas aburridas?
—Jamás pensé que me invitarías a un lugar tan elegante. No creo estar vestida para
la ocasión.
—¡Por favor! Estás encantadora... Y tu traje es... clásico.
—¿Te gusta mi traje?
—¡Por supuesto! Te queda pintado.
—¡Que suerte!...Porque de todos este es el único que me dieron
—No entiendo...
—Vengo de trabajar... Hasta que aparezca algo mejor, he aceptado hacer de
recepcionista en una exposición, aquí en la otra calle, en el museo.
—Entonces el traje no es tuyo.
—¡Ni muerta lo hubiera elegido! La pollera es muy corta, y la camisa me aprieta.
—¡Qué alivio! Porque, sinceramente, me parece horrible...
—Entonces esto “sí” es una cita.
—¿Cómo?
—Mentiste con lo del traje, mentiste con lo de la cita.
Peter sonrió con el mismo descaro con que solía hacerlo en el juzgado, cuando sabía que, a pesar de todo, llevaba las de ganar.
—Todos los hombres mentimos un poco a la hora de conquistar a una bella mujer.
Lali lo observó con detenimiento, al punto que el otro se incomodó.
—Si lo rechacé a Pablo, ¿por qué pensas que te aceptaría a vos?
—Puede ser que exagere un poco cuando quiero halagar a una mujer, pero, a
diferencia de Pablo, yo soy fundamentalmente un buen tipo. Es evidente que vos
sabes apreciar la honestidad y la transparencia en un hombre. Y por desgracia esas
son palabras que no figuran en el diccionario de nuestro jefe... ¿Sabes?, hace ya
cuatro años que trabajo con él, y en todo ese tiempo, jamás vi a una chica que lo
rechazara como lo hiciste vos... Sólo eso bastó para que me conquistaras.
—Pues no vas a ganarme mintiendo. Para eso está Pablo.
Peter sonrió.
—Me gustas mucho, Lali.
El camarero se acercó con la carta de vinos. El doctor Lanzani contempló la lista, y eligió sin dudar el más caro.
—Demasiado tanino –murmuró su invitada.
—¿Cómo?
La joven se dirigió directamente a él.
—Te sugiero que pidas este malbec. No te vas a arrepentir.
—Se hará como dice la dama, entonces –ordenó Peter de inmediato.
—Se nota que la señorita sabe de vinos –comentó el “somellier”, encantado— En
efecto, el otro tiene demasiado tanino, y el sabor queda un tanto opacado. Lali
esperó a que el camarero se retirara, para hablar.
—Disculpa... No he querido pasar sobre vos, pero soy mendocina, y me crié entre
bodegas...
—¡No te preocupes! –respondió Peter de inmediato, mientras aprovechaba para
tomarle la mano— No soy del tipo de hombre que se siente amenazado por una
mujer inteligente.
El joven abogado volvió a mirarla. ¡Raro! Esa Lali comenzaba a gustarle de verdad.
—Entonces..., ¿te parece bien el lugar?
—Me intimida un poco.
—De seguro Pablo te llevaba a sitios mejores...
—¡Pablo no me llevaba a ninguna parte! –estalló su acompañante.
—¿Cómo?... ¿Entonces entre ustedes nunca hubo una relación?
—¡Por supuesto que no!... Desconozco el motivo por el cual mi jefe hizo lo que hizo,
y, francamente, esperaba que esta noche vos me dieras una pista para poder
entenderlo.
—Pablo es un hombre muy reservado...
El “somellier” se aproximó con el vino que, en verdad, era excelente. Luego llegó el camarero con el menú. Lali tomó la carta, y si bien no permitió que nada en su gesto lo delatara, se espantó por los precios de los platillos. Esperó a que estuvieran solos, y se sinceró
—Disculpa..., eh... ¡¿podrías creer que no recuerdo tu nombre de pila?!
—Decime Peter
—Disculpa, Peter, pero he notado que con lo que va a costar esta cena, bien podría
alimentarse una familia durante un mes. Por supuesto sé apreciar las bondades de
una buena cocina, pero no me gustaría comenzar nuestra relación con un
malentendido.
—No sé a que te referis... Claro que era mejor cuando los precios no figuraban en el
menú, pero ahora hay una ley. Sé que mezclar dinero con comida quita el apetito,
pero... sos mi invitada. En tal caso, ese es mi problema.
—Y también el mío... Por algún motivo que desconozco, los hombres porteños creen
que por el hecho de pagar una cena se hacen merecedores de...
—Yo no soy como los demás... Y, por otra parte, si lo fuera, sería el tipo más idiota
del mundo al invitarte. Es obvio que si has rechazado los quinientos mil dólares de
Pablo...
Lali sonrió. Sí, era cierto... Y eso le sumaba un montón de puntos al tal Peter... Quizás era hora de comenzar a relajarse.
—Tendrás que tenerme paciencia –se disculpó con una bella sonrisa—. Desde que
he llegado a la Capital no he tenido buenas experiencias.
—Sí... No es nada fácil tener principios en esta ciudad. Quizás por eso todavía
continúo soltero...
“Por eso, y porque el estúpido de mi futuro suegro se gastó todo su dinero justo antes de la boda, con una puta”, pensó Peter amargado.
—Sí... Hoy en día nadie entiende el concepto de “castidad”.
Los ojos de Peter se iluminaron.
—¿Sos virgen todavía?
—No, soy viuda... ¡Pero la castidad no es sólo para los vírgenes!
—¿Viuda? ¿Tan joven? ¿Qué edad tenes?
—Veintisiete, pero estuve cinco años casada.
—¡¿Cinco años?!
—Es una historia dolorosa. Mi marido también era periodista. Apenas había
cumplido los veinticinco, cuando un tipo al que estaba investigando por un negocio
sucio, un tal Nicolas Vasquez , lo mandó asesinar.
—¿Nicolas Vasquez?
—¿Lo conoces?
—Cuando comencé a trabajar con Pablo, él lo estaba investigando.
—¿A Vasquez? ¿Estás seguro?... PAblo jamás lo mencionó.
—Ni lo va a hacer. Por aquellos días, recuerdo que me trajo unos contratos que el tal
Vasquez había firmado con el gobierno de turno, y que eran una verdadera
aberración legal. No sólo se le había asignado “a dedo” una valiosa concesión
municipal, sino que también se le garantizaba por ley una ganancia mínima.
¿Entendes? Hiciera lo que hiciera, cualquiera fuera la calidad de su servicio, jamás
iba a perder ni un sólo centavo.
—¡Claro que entiendo!... ¡Era el mismo tipo de contratos que investigaba mi marido!
Peter observó una vez más a la muchacha. Era evidente que el odio y la sed de venganza hacía fluir en ella una descarga de adrenalina imparable. Sus mejillas estaban ahora rojas, su mirada brillaba, y su pecho palpitante parecía querer soltar el botón que lo aprisionaba. Se veía excitada y salvaje, bastante alejada de la muchachita recatada del principio de la conversación. ¡Por allí iba a tener que correrla, si la quería sacar buena!
—Como sea, querida amiga, lo cierto es que cuando Pablo ya tenía al tipo agarrado
por los cojones, con la misma rapidez con la que había empezado, de un día para
el otro olvidó el asunto, y me ordenó mandar todo lo investigado al archivo.
—¿Crees que Pablo tuvo miedo?
—¡¿Martinez?! ¡Por supuesto que no!... El muy desgraciado no le teme a nada.
—¿Entonces?
—Para nuestro querido jefe todo se negocia... Estoy seguro que luego de tanta
investigación, Pablo se debe haber vuelto un poco más rico, y Vasquez  bastante
más pobre.
Lali se quedó pensativa.
—Quizás por eso se enojó tanto... –reflexionó en voz baja, olvidando la presencia de Peter.
—¿Cómo?
—Un día busqué en los archivos de Pablo información sobre Vasquez, sin su
permiso. Por supuesto él se dio cuenta de inmediato, y se puso furioso. Nunca
antes lo había visto así.
—¡¿Conoces la clave de acceso a los archivos secretos de Pablo?!
—Me la dio para que pudiera trabajar.
—¡Dios mío! Nunca antes supe de alguien a quien se la hubiera dado. ¡Esa clave vale fortunas!
Los ojos de Lanzani brillaron de codicia.
—¿Todavía la recuerdas? –preguntó, esforzándose por no parecer obvio
—Puedes imaginarte que si así fuera, no te la daría... Además, de seguro ya la ha
cambiado.
—Pero igual es un dato valiosísimo. Todos seguimos un patrón a la hora de elegir
claves. A veces son fechas, otras, nombre de parientes, o comidas... Si conoces una
clave previa, es más fácil averiguar la actual... —y, tratando de sonar inocente,
agregó—. La verdad, no imagino cuál será el patrón que sigue Pablo...
El doctor Lanzani miró a su invitada, buscando una respuesta, o, aunque más no fuera, una pista. Pero Lali no era tan tonta. ¡Por algo PAblo le había confiado su secreto mejor guardado! Sí... Aquella muchacha cada vez le gustaba un poco más... ¿Qué tan inalcanzable sería?
—¿Puedo hacerte una pregunta, Lali?
—Mientras no sea la clave... –respondió lali con desconfianza.
—¿Sos Testigo de Jehová?
—¡No!... ¿Por qué?
—Bueno, ellos son muy estrictos respecto al sexo.
—Los católicos también. Y se supone que este es un país católico, ¡pero cuando
hablas de castidad!
—¡Te entiendo!... A mí me ocurre lo mismo...
Por toda respuesta, Lali lo miró con sorna, así que aquel doctor mentiroso se vio en la obligación de justificarse.
—Me refiero a... ¡Yo también soy católico!...
—Pero de seguro, a pesar de ser soltero, no sos virgen...
—No..., claro que no... Pero sólo he tenido relaciones con dos novias.
“Y le he roto el culo a otras dos mil más”, pensó, divertido
—¿Sos practicante? ¿Vas a Misa?
—¡Por supuesto!... No todos los domingos, pero sigo confesándome y comulgando
una vez al año. ¡Mi tío es sacerdote en la Iglesia de la Merced!
Lali lo miró complacida, y Peter lo notó de inmediato. ¡El buen tío Horacio! ¡Sí que le daba satisfacciones aquel viejo! ¡Si el pobre tío hubiera sabido todas las mujeres que se había llevado a la cama, gracias a invocarlo como referencia de su honestidad! Como fuera, aquella muchachita crédula era “pan comido” para él. Nada mejor que aprovechar los ardores de una viuda. Sólo era cuestión de echar un poco más de leña al fuego, y él podría triunfar donde el estúpido de Pablo había fallado miserablemente.
Mientras Lali se concentraba en el menú, su compañero aprovechó para desvestirla con la mirada. ¡Sí! En verdad la joven valía la pena. Quizás no quinientos mil dólares, (¡vamos! que por esa cifra hasta él mismo ponía el culo), pero de verdad valía la pena.
—¿Me entregarás la radiografía a la salida? –murmuró ella, ni bien Peter comenzó
a mirar el menú.
—¿Disculpa?
—Nada.
—Sí, es cierto, te estaba observando... Pero es que no me figuro como Pablo pudo
confundirse tanto con vos. Se nota a la legua que sos una buena muchacha... Por
supuesto que alguien estúpido puede pensar que quinientos mil dólares es
demasiado dinero como para sentirse ofendido, pero la verdad es que para él no es
casi nada. Lo he visto perder trescientos mil en Las Vegas, en una noche de juego...
Claro que gracias a eso se ganó la amistad de un mejicano, dueño de una de las
principales cadenas de televisión en su país, y pudo venderle el formato de su
programa por tres millones de dólares. Y es que Pablo nunca da puntada sin hilo.
—Por eso, no entiendo qué pretendía ganar con vos.
¡Eso! ¿Qué pretendería ganar con aquella niña, que no tenía un centavo? A menos que...
—¿Estás segura de que no provienes de alguna familia millonaria con la que te has
peleado?
—Mi familia, en efecto, amasó una pequeña fortuna. Durante años fuimos los más
ricos del barrio. Pero mi padre tuvo la mala idea de morirse demasiado joven, y mi
madre no era buena para los negocios, así que ahora sólo me quedan buenos
recuerdos, y deudas.
¡No! Por lo visto, si el muy jodido de Pablo la quería, era para su uso personal. Él era muy capaz de pagar una fortuna sólo por darse un gusto. A menos que...
—¿Crees que Pablo se enamoró de vos?
Lali se ruborizó.
Y Peter se dio cuenta de inmediato, complacido. ¿Cuántas cosas podría lograr si la mujer que su jefe amaba, lo amaba a él? Un hombre enamorado era capaz de muchas tonterías.
—Creo que soy la figurita que falta en su colección –dijo al fin Lali, cabizbaja—. Lo
que no me explico es por qué pensó que iba a llegar a mí, intentando comprarme.
—¿Acaso no conoces su historia?
La joven se interesó de inmediato.
—No.
—Pablo es huérfano, eso lo sabes...
—Alguna vez mencionó algo que me lo hizo suponer.
—¿Recuerdas los ochenta?... No, eras apenas una bebé... Luego de tanta dictadura
militar, al fin había llegado la democracia. Por un tiempo todo había funcionado de
maravillas, pero enseguida comenzó a asomar el fantasma de la hiperinflación. Las
cosas eran incomprables, los precios subían minuto a minuto, y la sensación en la
calle era de descontento. El nuevo poder se caía a pedazos por su propio peso, y
mucha gente estaba nerviosa. Al parecer, los padres de Pablo cometieron la torpeza
de estar en el lugar equivocado, en el momento incorrecto. Alguien le dio la voz de
alto mientras estaban en su automóvil, se asustaron, y terminaron acribillados...
—¡Eso es horrible!
—¡No!... La peor parte es que Pablo estaba con ellos. ¿Te podes imaginar lo que
debe significar ver morir así a tus padres, a los diez años?
Lali perdió la mirada, más allá de su acompañante. Por un momento volvió a sentir el sol de un día glorioso de verano, acariciando su piel. Se vio a si misma caminando por la vereda ancha y arbolada... Y luego a él... ¿Qué le quería decir? Ah, sí... ¡Claro! Estaban esperando la noticia... Y quizás él lo imaginó, porque, al verla parada allí, Gas había sonreído de inmediato, levantando la mano para saludarla, justo antes que... Todavía podía sentir en la piel el torbellino de aquel auto pasando junto a ella, a toda velocidad. El estruendo, que no parecía acabarse nunca. Y luego Gas, caído... Bañado en sangre... Aún podía escuchar su propio grito... Todavía tenia adentro aquella desesperación en la piel... Porque había cosas que no se podían olvidar nunca, y que pasaban a formar parte de uno mismo.
—¿Lali?
—Sí... Te escucho.
—Lo cierto es que nadie sabía que hacer con el pobre huerfanito, así que, de
inmediato, lo fletaron rumbo a Miami, hacia lo de un tío paterno. El tipo era un
solterón empedernido, con una vida bastante alocada, pero, además, un periodista
de cierto renombre. Trabajaba para la CNN, creo. Y claro, ni bien Pablo creció, el
viejo Martinez vio en él a su sucesor, así que lo hizo estudiar periodismo, y le
consiguió un puestito lo más lejos posible, como corresponsal en Washington. Al
poco tiempo Pablo ya tenía una acreditación en la Casa Blanca. ¿Conoces el
trabajo de un periodista apostado en una casa de gobierno?
—No exactamente.
—Lo único que hay que hacer es recibir los partes oficiales, chismear, y hacer
amigos capaces de darte de tanto en tanto un “trascendido”. Como ves, aquel era un
trabajo a la medida de alguien tan simpático y manipulador como nuestro jefe. Pero
él, por supuesto, tuvo que darle además un toque extra. Te imaginarás... Tenía un
poco más de veinte, su encanto de “latin lover”, y muy poca moral. Fue todo cuestión
de unos pocos meses allí, para que ya los guardaespaldas de los senadores no
preguntaran cuando lo veían colarse a hurtadillas, ni bien el pobre cornudo de
turno se iba de su casa. Pronto ganó cierta reputación con las damas más
encumbradas de la política. Pero tampoco con eso le alcanzó. Como siempre,
Pablo quería más. Quería dinero. Mucho dinero. Así que un día posó su ambiciosa
mirada en la esposa de uno de los hombres más ricos del mundo. El viejo había
decidido postularse a la presidencia, sin seguir los canales habituales de la política...
Debes recordarlo, porque el asunto fue muy sonado.
—Pero, si no me equivoco, aquel millonario excéntrico se bajó de la candidatura en
medio de la campaña, y justo cuando las encuestas comenzaban a favorecerlo.
—¿Por qué crees que hizo eso?... Durante los meses previos Pablo no sólo se había
acostado con su mujer, una vieja feísima, por cierto, sino que le había sacado uno a
uno todos los secretos del marido: el origen oscuro de su fortuna, su participación en
el tráfico de armas... ¡En fin!, todo tipo de lindezas...
—¿Estás diciendo que Pablo lo chantajeó?
—¡No! Mil veces peor.
—¿Qué puede ser peor que eso?
—Él sabía que teniendo apenas veinte años, no era demasiado creíble, así que hizo
investigación, fundamentó su caso, y se presentó ante uno de los periodistas más
reputados de por aquel entonces.
—¿Le vendió la noticia?
—Algunos dicen que por cuatro millones, pero yo creo que fueron seis.  Pablo siempre se va a lo grande...
—¿Ese fue el inicio de su fortuna?
—¡Y todavía era un bebé!... Claro que luego siguió en el equipo del periodista por un
tiempo, y gracias a eso, figura en la letra chica de un premio Pulitzer.
—¿Un Pulitzer? ¡Guau!
—Pero su nombre aparece sólo en los subtítulos.
—¡Pero es un Pulitzer!
—Como sea... Al parecer durante algún tiempo más le continuó redituando eso de
intercambiar sexo por información. Pero un día alguien comenzó a inquietarse...
—¿Por eso volvió al país?
—Por eso, y porque, con lo que aquí es un hombre poderoso, en Estados Unidos no
es nadie. Y a Pablo el poder lo enloquece.
Lali entornó sus bellos ojos marrones. No, no era el poder lo que seducía a su ex jefe, sino aquella manía por tener el control de todo. Y ahora que conocía parte de su pasado, comenzaba a entender esa extraña obsesión.
—Quizás por eso me propuso lo de los quinientos mil dólares...
Peter la observó con curiosidad, y ella le explicó.
—Quizás por su pasado, Pablo es un hombre que necesita confiar en los que lo
rodean. Creo que por eso me eligió.
—¿Porque sabía que no lo ibas a traicionar?
—¿Alguna vez has visto un dogo argentino?
—Sí... Tengo entendido que son maravillosos con los chicos.
—Y tan fiel con su amo, que no teme dar la vida por él. Por eso se usa para la caza
mayor. Por eso, y por su fiereza para atacar. Pero el que los cría para llevarlos al
monte, jamás comete el error de encariñarse con el animal. Simplemente lo usa.
—¿Crees que Pablo sólo intentaba usarte?
—No lo creo. Estoy segura.
Los ojos de Peter volvieron a brillar. ¡Sí!... Una perra fiel... Una buena perra...
¡Y cada rato que pasaba la tal Lali le gustaba un poco más!

2 comentarios:

  1. Tan obsesionado k esta Vico.Parecia interesado en la fortuna k Lali heredo,luego me dejo perpleja el es rico.Asi k solo cabe obsesion xk no ka puede tener como el quiere.Peter k conforme avanza la conversacion le gusta mas Lalu.Pero querid o eres un completo idiota ,envidioso,lujuriodo y baboso.Espero k Lali no se deje engañar

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  2. Vico me esta cansando y Pedro lo estoy detestando.... y Pablo viene muy lentejaaaaa!!!!!
    Espero q subas pronto y q Lali no sea tan boba y caiga en las redes de Peter... Este es mas peligroso q los otros xq no le importan nada los sentimientos de Lali y no va a tener escrupulos para tenerla a ella, en realidad desde un principio no los tuvo!!!!
    Solo esperemos q Pablo reaccioneeeeeeeee le estan sacando a Lali!!!!
    Quiero mas noveeeeeeeee, por faaaa!!!
    Espero subas pronto... Besos q estes bien!!!!

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