Capítulo 46:
Pablo se bajó del auto para ayudarla. Abrió la puerta con delicadeza, le tendió la mano... Y como la primera vez que habían viajado juntos, la muchacha terminó atrapada entre sus brazos, cautiva de su influjo. Por unos segundos permanecieron quietos, parados uno frente al otro. Sin hablar...
—¡Lali! ¡Me tenías preocupada a morir! ¡Pensé que te había ocurrido algo! –aulló Rochi, desde el otro lado de la calle, interrumpiendo aquel sentimiento.
Instintivamente jefe y empleada se separaron, mientras la joven llegaba hasta ellos.
—¿Estuvieron juntos? –preguntó con un tono que más parecía una acusación.
—Ya te contaré, Rochi...
—Bueno –se disculpó Pablo—, ahora “sí” voy a tener que ir a declarar...
—Su chaqueta...
—Está bien... Tráela el lunes.
Escoltada por su amiga, la muchacha se dispuso a ingresar a su casa, con el paso lento y cansino propio de aquel que regresa de una guerra. Pero esta, para su desgracia, se había librado justo en el medio de su corazón.
Pero cuando ya había abierto la puerta de calle, y mientras Pablo la contemplaba a la distancia, Lali se detuvo.
Con decisión regresó al lado de su salvador, y una vez junto a él, buscó su mirada, y con sencillez, agregó.
—De verdad, gracias por todo... Pablo.
Durante toda la semana, jefe y empleada actuaron como si aquella aventura que habían vivido juntos no hubiera existido nunca. Las horas de cada día se habían ido desgranando aceleradamente, empujadas por el vértigo del trabajo, las fechas límites, y los plazos de impresión... Siempre estaban demasiado ocupados, o demasiado acompañados para hablar.
Pero el viernes...
El viernes Macarena Paz decidió redoblar su apuesta. Su asesor legal le había recomendado que por ningún motivo hiciera abandono de domicilio. Obediente, la dama estaba decidida a no perderle pisada a su hombre, para lo cual se instaló durante todo el día... en la casa de Pablo. Y es que de Enrique ya no podía esperar más, pero, en cambio, de su jefe... Pablo siempre había acudido en su ayuda cuando lo había necesitado, y estaba segura de que aquel fuego de su época de amantes todavía no se había apagado del todo. ¿Podría reconquistarlo?... Sí, ella era muy capaz. Claro que ahora Pablo estaba detrás de la tonta. Y la tonta no era nada fácil. O, más bien, era fácil, pero le gustaba hacerse la difícil..., por lo que todo el asunto iba para largo. Pero una vez que él se acostara con la tonta, la muchacha iba a salirse automáticamente de su camino... No había cosa que desencantara más a aquel metrosexual que las relaciones post-sexo.
—¿Por qué no te has acostado con Lali todavía?
—¿Cómo dices, Maca?
—Vamos, no te hagas el tonto... Me escuchaste. ¿Qué ocurrió el fin de semana pasado entre ustedes?
—¿Por qué lo preguntas?
—Ella te mira distinto.
—¿Te parece?
—Estoy segura... La santita está a un paso de aflojar.
Pablo se quedó pensativo.
—De verdad, querido... –insistió la muchacha—. Falta poco. ¿Qué esperas para apurarla?
—Imposible si vos estás aquí todo el tiempo... Por cierto, ¿no tendrías que ir a tu casa, antes de que tu ex se quede con todo?
—Enrique es un seco, y, me guste o no, voy a tener que mantenerlo hasta que se consiga otra que lo haga por mí.
—¿Por qué? Búscate un buen abogado para que te asesore...
—Eso precisamente quise hacer ayer, y me encontré con la gran sorpresa... Nadie me había dicho que Peter Lanzani estaba internado.
—¿Lo viste?
—Me pareció mal no ir a visitarlo, ¿no te parece?.
—No le tomes cariño, porque pronto voy a desvincularlo de RLP.
—¿Lo vas a despedir?
—Lo voy a desvincular, que es distinto. El nunca fue mi empleado...
—¿Sin indemnización?
—No le corresponde.
—¿Estás seguro?
Pablo sonrió de esa forma que ponía los pelos de punta.
—Como sea –continuó aquella mujer insidiosa—, me parece que el pobre muchacho estaba bajo el efecto de algún calmante fuerte, porque me contó una de “cowboys”... Habló de armas, drogas...
—No le hagas caso.
—Lalita debe estar maravillada con vos. De repente te has convertido en su héroe... Con razón te mira con esos ojitos... Y aunque más no sea por agradecimiento, deseguro estará dispuesta a acostarse con vos.
Pablo se enfureció.
—¡No quiero que se meta en mi cama “por agradecimiento”!
—Acepta lo que te dé, querido... La chica es una estrecha, y bastará la primer noche juntos para que pierda todo ese encanto, que sólo vos le ves. En cambio yo...
—Ya pasaste por mi cama, amiga... Y, no te ofendas, pero me resultas más interesante afuera de ella... Entiendo que con esto del divorcio necesites sentirte amada, pero yo no soy el más indicado para eso, y vos lo sabes... Conmigo es sólo sexo...
—¿Sexo? ¡Acepto!
—No, Maca... Como vos decís, en este momento tengo otras cosas en vista...
Y, como si la hubieran llamado, Lali entró a la sala en el preciso momento en que su jefe terminaba la oración.
—¡Maca!... Pensé que te habías ido...
—Hola, Mariana
—¿Necesitas algo, Lali?
—Quería preguntarle por el artículo que estaba sobre la mesa de la cocina, pero vuelvo luego.
—¡No! –se apuró a decir su contrincante— No es necesario... De todas formas ya me estaba yendo.... Ah, por cierto, Lalita: Peter te manda saludos. Al parecer estaba esperando tu visita.
—Que espere nomás –dijo la muchacha entre dientes, y luego agregó en voz alta— ¿Le va a quedar alguna secuela?
—No.
—Mejor...
—Bueno, creo que ya cumplí con todos los mandados... Voy a casa, a acostarme en las mismas sábanas que han sudado mi marido y mi bella criada. Al parecer nunca tengo suerte con el servicio doméstico –agregó, mirando a Lali—. Bueno, los dejo solos... Pero, antes de irme, ¿aceptas un consejo, Pablo?
—Depende.
—Te lo doy igual... Cuando se trata de sexo, cualquier motivo es el correcto... Sólo hay que aprovechar.
Sin decir más, Maca se retiró con la misma teatralidad con la que se movía últimamente por la vida. Y es que más que una mujer traicionada, se sentía un estereotipo viviente.
—Pobre –fue el comentario de Lali cuando se cerró la puerta del elevador.
—Creo que más que dolida por haber perdido un marido, se siente humillada.
—“Perder un marido”... ¡Qué expresión curiosa!... Como si fuera un objeto que se olvida en algún cajón.
—Vos perdiste al tuyo... Fue más definitivo, pero fue una pérdida al fin.
—¡No!... Gas siempre va a estar conmigo.
Pablo la miró con enojo.
—Muy encomiable tu frase, pero es sólo eso.
—¿A qué se refiere?
—Ya debes haberlo superado, porque estás buscando novio.
Lali se ruborizó.
Por un segundo permanecieron en silencio, pero luego la muchacha comenzó a hablar con ansiedad, como si necesitara desahogarse.
—La otra noche, cuando pensé que iba a morir, me di cuenta que... Es raro... Es raro porque, cuando Gas murió, de no haber tenido Fe, simplemente me hubiera suicidado...Me faltaba el aire sin él... Mi vida ya... Lali se había perdido en aquel sentimiento cruel, pero al ver la confusión de Pablo, volvió a la realidad.
—Disculpe... Me dejé llevar...
Su jefe la seguía contemplando en silencio.
—¿Tiene la copia del informe?... –preguntó ella, simulando un tono distendido— La escaneo, y me voy... Martinez... ¡El informe!... El informe.
—Ah... Ah, sí... El informe...
Como un autómata, aquel hombre bello se dirigió hacia el escritorio, seguido de cerca por Lali. Pero en vez de buscar los papeles, la observó, pensativo.
—De todos los hombres del mundo, ¿por qué te atrajo Peter?
Esta celoooso!!!!.Maca k odiosa.
ResponderEliminarMe encantoooooooooooooo el cap!!!!! Pablo esta a fulll con celos y con que no quiere q ella solo se acueste con el por agradecimiento... es hermoso, tanto que se hacia el duro ahi lo vemos babeando por Lali... ya quiero q pase algo... me mata la intrigaaaa!!!
ResponderEliminarEspero q subas pronto!!!!
Besos q estes bien...!!!!! :D