Holaa chicas vengo a traerles un nuevo capi ya que supuestamente hoy es el fin del mundo" jajaj francamente no creo que pase nada pero buee, les queria agradecer por sus comentarios de a poco somos mas, espero que les guste aunque van a empezar a querer matar a Pablin jjaja, las quieroo..
Posdata: voy a contestar los comentarios del capi anterior, plis recomienden la adaptacion si tienen amigas que les guste l!!
CARO
CAPÍTULLO 6:
Fue cuestión de entrar al departamento de Pablo, para que Benja no pudiera ocultar su excitación. El muchacho había aprovechado tanta reunión secreta en casa de su jefe, para entablar una especie de “amistad” con su asistente domiciliaria, la bella Lalita, que no sólo estaba buenísima, sino que también le sonreía con encanto. Aquella tarde en particular, el joven conductor se salía de la vaina. Durante algunos minutos Benja permaneció callado, simulando escuchar a su jefe con atención, pero pendiente de la puerta de la cocina.
Cuando Pablo tenía entre manos alguna noticia jugosa, se dejaba arrebatar por su impulso natural de joder al prójimo, y se volvía insoportable. No era por hacerle compañía que su empleado estrella había ido hasta allí, sino por aquel otro encuentro que, anticipaba, iba a ser el definitivo. Finalmente, y luego de un tiempo prudencial, Benja no aguantó más
—Voy a pedirle un café a Lalita –dijo.
Pero su jefe no era tan tonto.
—Déjala tranquila a “Lalita”. ¿Qué? ¿Venis a casa para conquistarla? ¿Crees que te
pago para que consigas novia?
—¿Cómo podes pensar eso de mí?
—¡Vamos, Amadeo! No perdonas una.
—¡Mira quién habla!
Por unos segundos volvieron a quedar callados, absortos en los papeles.
—De verdad quiero ese café. Me estoy durmiendo.
—Vivís dormido –resopló Pablo, mientras encendía los monitores que tenía enfrente.
En uno de ellos, la figura de su empleada doméstica estaba agachada, buscando algo.
—Nunca pensé que hacer las tareas de la casa fuera tan sexy –reflexionó su amigo,
encandilado frente a la pantalla. Pablo lo observó, molesto.
—Llévatela a la cama pronto, y déjame de joder, Benja. Si queres, algún día te doy
la llave, y te dejo solo con ella. ¡Pero ahora tenes que concentrarte! Comencemos
a trabajar, por favor. Tenemos una bomba de tiempo entre las manos, y vos te
ocupas de un culo cualquiera.
—No es un culo cualquiera.
Ahora su jefe lo miró con enojo.
—Mejor te consigo ese café –accedió al fin—. Ya estás delirando... Tal parece que si
no te la llevas a la cama rápido, vas a comenzar a hablar de amor.
—Estoy caliente, no borracho.
—Más te vale –le advirtió Pablo, mientras se asomaba a la cocina—. Berta, dos
cafés –escupió a modo de saludo, para volver a cerrar de inmediato.
—Quizás Lali necesite ayuda...
—De verdad, déjate de idioteces Benja. Esta va a ser la noticia del mes, y si todo
sale como espero, será el primer paso para la entrevista del año... Aquí tenes.
Pablo le alargó a su empleado un escrito que no superaba las veinte hojas.
—Revísalo, y decime que pensas.
Mientras el otro leía, PAblo se paseaba con impaciencia por el cuarto, pendiente de cada reacción de su subordinado.
A los pocos minutos llegó Lali con los cafés, y alguna de esas deliciosas galletitas que le gustaba preparar en sus ratos libres. Y bastó que entrara a la sala, para que Benja hiciera a un lado los papeles, y siguiera con la mirada sus pasos.
—¡Eu, idiota! –lo amonestó su jefe— ¿Qué hablamos? No nos sobra el tiempo. Esto
tiene que imprimirse mañana.
—Sí –se defendió el otro—. Y me encantaría seguir leyendo, pero para eso primero
tenes que alcanzarme la página ocho.
Sin ningún motivo, y como si le hubieran dicho una grosería, Lali empalideció.
—¿Estás tonto? Tiene que estar allí, justo antes de la nueve, y después de la siete.
Pero tal parece que ya no sabes ni los números.
—Pues aquí no está.
—De seguro se ha desordenado. Busca...
—¡Es la tercera vez que la busco! ¡No está!
Pablo Martinez le arrebató las hojas con impaciencia, y comenzó a controlarlas con desesperación.
—¡Tiene que estar!
—No es tan terrible –le replicó el otro, manteniendo la calma. Hacemos una nueva
copia, y...
—¡¿No entendes, estúpido?! ¿Acaso no lees los memos que mando a la redacción,
ni los del canal? ¡Hemos tenido un sabotaje informático! ¡Saltaron todos los
sistemas! ¡Nos infectaron todo! ¡Incluso mi laptop!
—¡¿Otra vez?! ¿Para qué gastas tanto dinero en seguridad, si cualquier hacker
idiota...?
—¡No es un “hacker idiota”! Esto ha sido un trabajo del mejor nivel... ¿Entendes lo
que tenes en tus manos? Hay gente que mataría porque esto no llegue a publicarse.
—Pues tal parece que su sueño se volverá realidad. Te falta la página ocho, y si no
tienes registros fidedignos...
—¡No me digas que es la parte de la entrevista al presidente! –se desesperó Pablo.
—Si queres no te lo digo... Pero debes tener la grabación...
—La digitalicé. Y se fue al basurero con todo lo demás.
Su empleado empalideció .Pablo comenzó a buscar en los cajones de su escritorio con frenesí, mientras la pobre Lali permanecía parada como una estatua, con la taza de café humeante que nadie quería recibir en la mano, y una mirada propia de una película de terror.
—¡Tiene que estar! –gritaba su jefe—. Traje el escrito hace dos días, y lo dejé justo
aquí. ¡Y estaba completo!
A un costado del cuarto, Lali observaba la escena, demudada, aguardando a que sus peores temores se hicieran realidad. Y, por supuesto, no tuvo que esperar demasiado.
—¡Vos! –le gritó su jefe, enardecido— Vos debes haber hecho algo con esa hoja.
—Yo no la perdí.
—De seguro la has tirado sin querer –aportó Benja, tratando torpemente de
ayudarla.
—No. Yo no he tirado nada –se empecinó la dama, con una seguridad y un orgullo
que sólo sirvieron para acicatear un poco más la furia de su jefe.
—¡¿Cómo podes estar tan segura?! ¡Es un puto papel! Tiras papeles todos los días, y….
—Yo no lo tiré –repitió la muchacha, como si aquella verdad fuera su nombre, rango,
y número de serie. Durante un tiempo largo el enfrentamiento entre jefe y empleada
fue colosal. Más se enfurecía él, más calmada y segura se mostraba ella.
—¡¿Quién te ha pagado para que robaras esa hoja?! –la acusaba Pablo todo el
tiempo, para mayor ofensa. Por supuesto, no quedó papel en la casa sin examinar.
Se dio vuelta hasta la basura de la calle, en busca de la hoja perdida. Como
siempre, aquella muchachita endemoniada cedía a todos los requerimientos de su
jefe con la soberbia que la caracterizaba, dejando antes bien en claro la inutilidad de
la empresa que estaba a punto de llevar a cabo siguiendo sus instrucciones.
—Mira –concedió al fin Pablo, rendido luego de más de cuatro horas de furia,
cuando al fin se quedaron solos—, lo hecho, hecho está. Ya no tiene remedio.
Tiraste ese maldito papel a la mierda, y me cagaste la nota. Ahora lo que quiero es
que lo reconozcas...
—Yo no tiré nada. Esa hoja jamás llegó aquí.
—No hay cosa que odie más que la mentira –se exasperó él—. Me he resignado a la
torpeza y a la ineficiencia, pero no soporto la mentira.
—Yo no tiré nada.
—Te lo voy a hacer simple: si no reconoces que tiraste ese puto papel, no te
molestes en volver mañana.
—Eso no es justo. Necesito este trabajo, y usted lo sabe.
—Decilo.
Lali lo miró primero con odio, pero luego dijo en voz fuerte y clara:
—Yo tiré ese papel.
Pablo sonrió con satisfacción.
—¿Has visto? No fue tan difícil.
—¿Sabe que no? Es sorprendente, pero fue... muy fácil. Y es que, al parecer, aún
un periodista tan entrenado como usted, prefiere escuchar lo que quiere oír, antes
de aceptar la verdad. ¿Qué se puede esperar entonces de los demás?... ¡Es una
lástima!
Lali le dio la espalda, y sin esperar respuesta, se apuró a retirarse. Aquel había sido un día interminable…..
Fue cuestión de entrar al departamento de Pablo, para que Benja no pudiera ocultar su excitación. El muchacho había aprovechado tanta reunión secreta en casa de su jefe, para entablar una especie de “amistad” con su asistente domiciliaria, la bella Lalita, que no sólo estaba buenísima, sino que también le sonreía con encanto. Aquella tarde en particular, el joven conductor se salía de la vaina. Durante algunos minutos Benja permaneció callado, simulando escuchar a su jefe con atención, pero pendiente de la puerta de la cocina.
Cuando Pablo tenía entre manos alguna noticia jugosa, se dejaba arrebatar por su impulso natural de joder al prójimo, y se volvía insoportable. No era por hacerle compañía que su empleado estrella había ido hasta allí, sino por aquel otro encuentro que, anticipaba, iba a ser el definitivo. Finalmente, y luego de un tiempo prudencial, Benja no aguantó más
—Voy a pedirle un café a Lalita –dijo.
Pero su jefe no era tan tonto.
—Déjala tranquila a “Lalita”. ¿Qué? ¿Venis a casa para conquistarla? ¿Crees que te
pago para que consigas novia?
—¿Cómo podes pensar eso de mí?
—¡Vamos, Amadeo! No perdonas una.
—¡Mira quién habla!
Por unos segundos volvieron a quedar callados, absortos en los papeles.
—De verdad quiero ese café. Me estoy durmiendo.
—Vivís dormido –resopló Pablo, mientras encendía los monitores que tenía enfrente.
En uno de ellos, la figura de su empleada doméstica estaba agachada, buscando algo.
—Nunca pensé que hacer las tareas de la casa fuera tan sexy –reflexionó su amigo,
encandilado frente a la pantalla. Pablo lo observó, molesto.
—Llévatela a la cama pronto, y déjame de joder, Benja. Si queres, algún día te doy
la llave, y te dejo solo con ella. ¡Pero ahora tenes que concentrarte! Comencemos
a trabajar, por favor. Tenemos una bomba de tiempo entre las manos, y vos te
ocupas de un culo cualquiera.
—No es un culo cualquiera.
Ahora su jefe lo miró con enojo.
—Mejor te consigo ese café –accedió al fin—. Ya estás delirando... Tal parece que si
no te la llevas a la cama rápido, vas a comenzar a hablar de amor.
—Estoy caliente, no borracho.
—Más te vale –le advirtió Pablo, mientras se asomaba a la cocina—. Berta, dos
cafés –escupió a modo de saludo, para volver a cerrar de inmediato.
—Quizás Lali necesite ayuda...
—De verdad, déjate de idioteces Benja. Esta va a ser la noticia del mes, y si todo
sale como espero, será el primer paso para la entrevista del año... Aquí tenes.
Pablo le alargó a su empleado un escrito que no superaba las veinte hojas.
—Revísalo, y decime que pensas.
Mientras el otro leía, PAblo se paseaba con impaciencia por el cuarto, pendiente de cada reacción de su subordinado.
A los pocos minutos llegó Lali con los cafés, y alguna de esas deliciosas galletitas que le gustaba preparar en sus ratos libres. Y bastó que entrara a la sala, para que Benja hiciera a un lado los papeles, y siguiera con la mirada sus pasos.
—¡Eu, idiota! –lo amonestó su jefe— ¿Qué hablamos? No nos sobra el tiempo. Esto
tiene que imprimirse mañana.
—Sí –se defendió el otro—. Y me encantaría seguir leyendo, pero para eso primero
tenes que alcanzarme la página ocho.
Sin ningún motivo, y como si le hubieran dicho una grosería, Lali empalideció.
—¿Estás tonto? Tiene que estar allí, justo antes de la nueve, y después de la siete.
Pero tal parece que ya no sabes ni los números.
—Pues aquí no está.
—De seguro se ha desordenado. Busca...
—¡Es la tercera vez que la busco! ¡No está!
Pablo Martinez le arrebató las hojas con impaciencia, y comenzó a controlarlas con desesperación.
—¡Tiene que estar!
—No es tan terrible –le replicó el otro, manteniendo la calma. Hacemos una nueva
copia, y...
—¡¿No entendes, estúpido?! ¿Acaso no lees los memos que mando a la redacción,
ni los del canal? ¡Hemos tenido un sabotaje informático! ¡Saltaron todos los
sistemas! ¡Nos infectaron todo! ¡Incluso mi laptop!
—¡¿Otra vez?! ¿Para qué gastas tanto dinero en seguridad, si cualquier hacker
idiota...?
—¡No es un “hacker idiota”! Esto ha sido un trabajo del mejor nivel... ¿Entendes lo
que tenes en tus manos? Hay gente que mataría porque esto no llegue a publicarse.
—Pues tal parece que su sueño se volverá realidad. Te falta la página ocho, y si no
tienes registros fidedignos...
—¡No me digas que es la parte de la entrevista al presidente! –se desesperó Pablo.
—Si queres no te lo digo... Pero debes tener la grabación...
—La digitalicé. Y se fue al basurero con todo lo demás.
Su empleado empalideció .Pablo comenzó a buscar en los cajones de su escritorio con frenesí, mientras la pobre Lali permanecía parada como una estatua, con la taza de café humeante que nadie quería recibir en la mano, y una mirada propia de una película de terror.
—¡Tiene que estar! –gritaba su jefe—. Traje el escrito hace dos días, y lo dejé justo
aquí. ¡Y estaba completo!
A un costado del cuarto, Lali observaba la escena, demudada, aguardando a que sus peores temores se hicieran realidad. Y, por supuesto, no tuvo que esperar demasiado.
—¡Vos! –le gritó su jefe, enardecido— Vos debes haber hecho algo con esa hoja.
—Yo no la perdí.
—De seguro la has tirado sin querer –aportó Benja, tratando torpemente de
ayudarla.
—No. Yo no he tirado nada –se empecinó la dama, con una seguridad y un orgullo
que sólo sirvieron para acicatear un poco más la furia de su jefe.
—¡¿Cómo podes estar tan segura?! ¡Es un puto papel! Tiras papeles todos los días, y….
—Yo no lo tiré –repitió la muchacha, como si aquella verdad fuera su nombre, rango,
y número de serie. Durante un tiempo largo el enfrentamiento entre jefe y empleada
fue colosal. Más se enfurecía él, más calmada y segura se mostraba ella.
—¡¿Quién te ha pagado para que robaras esa hoja?! –la acusaba Pablo todo el
tiempo, para mayor ofensa. Por supuesto, no quedó papel en la casa sin examinar.
Se dio vuelta hasta la basura de la calle, en busca de la hoja perdida. Como
siempre, aquella muchachita endemoniada cedía a todos los requerimientos de su
jefe con la soberbia que la caracterizaba, dejando antes bien en claro la inutilidad de
la empresa que estaba a punto de llevar a cabo siguiendo sus instrucciones.
—Mira –concedió al fin Pablo, rendido luego de más de cuatro horas de furia,
cuando al fin se quedaron solos—, lo hecho, hecho está. Ya no tiene remedio.
Tiraste ese maldito papel a la mierda, y me cagaste la nota. Ahora lo que quiero es
que lo reconozcas...
—Yo no tiré nada. Esa hoja jamás llegó aquí.
—No hay cosa que odie más que la mentira –se exasperó él—. Me he resignado a la
torpeza y a la ineficiencia, pero no soporto la mentira.
—Yo no tiré nada.
—Te lo voy a hacer simple: si no reconoces que tiraste ese puto papel, no te
molestes en volver mañana.
—Eso no es justo. Necesito este trabajo, y usted lo sabe.
—Decilo.
Lali lo miró primero con odio, pero luego dijo en voz fuerte y clara:
—Yo tiré ese papel.
Pablo sonrió con satisfacción.
—¿Has visto? No fue tan difícil.
—¿Sabe que no? Es sorprendente, pero fue... muy fácil. Y es que, al parecer, aún
un periodista tan entrenado como usted, prefiere escuchar lo que quiere oír, antes
de aceptar la verdad. ¿Qué se puede esperar entonces de los demás?... ¡Es una
lástima!
Lali le dio la espalda, y sin esperar respuesta, se apuró a retirarse. Aquel había sido un día interminable…..
MUERTA me quedo con este capi! Pablo es tonto o se lo hace... jajaja puag... yo soy Lali y no accedo a decir lo q el quiere,pero es entendible xq necesita el trabajo xq sino ella ya le hubiera dicho unas cuantas!
ResponderEliminarQUIERO VICALI!! que aparesca y anime y haga sonreir a Lalita q esta muy triste y sola,por lo menos hasta q Pablo mejore! jajaja xD
Holaa PAuu coincido con lo de vicali , Pablito la esta pifiando jaja que bueno q te guste!!
Eliminarbesos
NOOOOO me dan ganas de golpear a Pablo... le hace las mil y una a Lali... igual es medio rara toda la situacion...!!! Pero el no puede tratarla asiiiii!!!!
ResponderEliminarIgual amo como Lali no se le queda callada y le hace frente.... es genial esta Lali no le deja pasar una... Yo no se como soporta tanto!!!
Y Benja q manera de reirme de como buscaba escusas tontas para poder ver a Lali... esta q chorrea babas por todos lados con Lali!!!!
Y me intriga la relacion q vayan a tener Lali y Vico!!!!
Me encanta la nove....
Espero q subas pronto!!!! Besos q estes bien!!!! :D
Holaaaaaaaaaaa , las apariciones de benja y Lali siempre o casi siempre son graciosas, y vico ya esta cerca muy cerca :)
Eliminarbesotes y gracias por pasar !!