Buenas y Santas , como andan ??? espero que esten bien les traigo un nuevo capi gracias por su onda para comentar , me alegra que les guste!!, besos
CARO
CAPÍTULO
8:
¿Qué se suponía que tenía que hacer?
La noche anterior Lali se había ido de casa
de su jefe con la última palabra, y aquel galán malvado no parecía del tipo de
los que pudieran perdonar una insolencia semejante. ¿Qué hacía? ¿Se consideraba
despedida sin más trámite, o volvía al trabajo como si nada?.
Con temor ingresó al departamento por la
puerta de servicio, y se apuró a encender los monitores de las cámaras de
vigilancia. La sala estaba vacía, así como el gimnasio, el micro cine, el
escritorio, y el cuarto de huéspedes. El dormitorio principal, en cambio,
estaba bloqueado, pero eso no le llamaba la atención. Su jefe solía desconectar
las cámaras durante la noche, cada vez que llevaba “visitas” allí.
Buena señal, porque si tenía humor para el
sexo, significaba que ya había olvidado la maldita página ocho. Lali se quitó
la camisa y se puso el delantal, antes de deslizar los pantalones por sus
piernas, dispuesta a comenzar con su rutina.
Adentro de la casa la temperatura y la
humedad eran constantes, a fin de preservar el numeroso material fílmico que se
almacenaba en las bibliotecas. Un verdadero archivo de la historia reciente de
la nación, (programas televisivos, entrevistas, etc.) Pero afuera, en los
grandes balcones que rodeaban al piso, y que se abrían a la avenida del Libertador,
el calor era agobiante. Por eso, para limpiarlos, la muchacha solía cubrirse
apenas con aquel delantal de trabajo olvidado allí por alguna de las empleadas anteriores,
(¿Berta, quizás?), y que le quedaba un poco corto, y demasiado ancho.
Por cincuenta minutos Lali se dejó acariciar
por la brisa matinal, disfrutando la frescura del agua con la que limpiaba las
baldosas negras, hasta volverlas brillantes. Era más cuestión de placer que de
trabajo, porque allí, en el piso veintidós, difícilmente se acumulaba el hollín
de los autos, o el polvo. Cuando la limpieza llegó a su fin, le tocó el turno a
los jazmines. Amaba esa planta como si fuera suya, y su aroma le recordaba su
infancia. A Gas, su marido, a Vico, y a su infancia. Por eso, atenderla,
regarla, o remover la tierra a su alrededor, solía ser su momento favorito de
la mañana.
Cuando ya no hubo más excusas, se dirigió de
nuevo al interior del piso. Todavía encandilada por el sol, cerró la ventana, y
se agachó para recoger el balde y el trapeador.
—¿Sabes que tenes celulitis?
Sí, por muy increíble que le resultara, su
jefe estaba allí, y no había encontrado mejor manera de saludarla.
—¿Cómo? –preguntó sorprendida.
—Tenes celulitis.
—La celulitis es tan femenina como la
maternidad. Tarde o temprano a todas nos
pasa –se defendió la muchacha, sin ocultar su
molestia.
Hizo un esfuerzo por ajustar su visión a la
sombra, y entonces lo vio. Allí estaba. Con el pecho desnudo, descalzo, sólo
cubierto por un pantalón pijama de esos que usaban los galanes de las
películas, posiblemente de seda. Con sus ojos verdes espectaculares, y la misma
soberbia aborrecible de siempre en ellos.
¡Celulitis! ¡Más se quisiera ese gusano! Por
unos segundos Pablo la observó en silencio recoger todo, y dirigirse rumbo a la
cocina. Pero cuando ya Lali estaba por alcanzar su tan ansiada libertad, la voz
de él la obligó a detenerse.
—¿Te gustó?
—¿Qué cosa? –preguntó auténticamente
confundida.
—El artículo... ¿Te pareció bueno?
Lali se puso roja, y él aprovechó su
desconcierto para insistir.
—No había forma de que estuvieras tan segura
de que esa hoja nunca había llegado
a la casa, a menos que hubieras leído el
artículo ese mismo día.
—Así que apareció la hoja... –dijo ella,
tratando de disimular su satisfacción.
—La tenía mi editor en jefe.
—Me alegro, señor. Pero tengo que seguir con
mis...
—¡Momentito! Te he preguntado algo, y no me
has respondido... ¿Siempre lees mis
papeles privados? Sabes que has firmado un
convenio de confidencialidad, ¿no?
—Por supuesto... Y jamás leo sus papeles
privados. Ese artículo estaba rotulado
“Para publicar el jueves 8”. Desde mi punto
de vista, en tal caso sólo se trataba de
una primicia. Y ahora, si me permite...
—¿Qué te pareció?
—No me paga por hacer críticas, y...
No pudo terminar. Pablo la interrumpió de una
forma que la hizo estremecer.
—¿Qué te pareció?
Lali suspiró antes de ceder.
—El artículo es conciso y claro. El lenguaje
es adecuado, y la redacción, brillante. Es
un tema difícil, y usted lo volvió
entretenido. De verdad lamenté la ausencia de la
página ocho.
—Aquí está. Léela.
—Pero tengo que...
—Léela.
Resignada, Lali dejó el balde en el piso y se
dirigió a tomar el papel que su jefe le entregaba. Pablo la observó leer en
silencio, pero atento a cada uno de sus gestos.
—Ya está. Gracias.
—¿Te gustó?
—Es... interesante.
—¿Pero?
—Interesante.
—Tenes un pero. Lo sé. Has fruncido la nariz,
como siempre que algo te molesta.
—No soy quien para juzgar su...
La mirada de su jefe volvió a hacerla
estremecer, pero está vez intentó negarse con firmeza.
—Escuche, mi trabajo me fascina. No quiero
mezclar las cosas, ni crear
resentimientos...
—¿Resentimientos? ¿Tan malo te parece?
—No es eso. Es que...
Otra vez aquella mirada. Por poco conveniente
que le pareciera, le iba a ser imposible no obedecer a Pablo.
—Escuche... Como le dije, el artículo es
periodismo de primera. La denuncia que usted hace es sólida.
Lali se detuvo, y su jefe la instó a
continuar.
—Vamos, decilo ya.
—La denuncia es sólida, creíble, pero no está
probada. Todo el artículo divierte,
pero no me ha acercado ni un paso a la
verdad. ¡Y su entrevista con el presidente!
Esta página ocho parece dictada por el
oficialismo... Podría haberlo puesto a su
merced con sólo dos preguntas. En cambio le
ha brindado las herramientas para
desmentir con facilidad lo mismo que el
artículo denuncia en las otras diecinueve
hojas.
Cuando Lali terminó de hablar, (lo había
dicho todo de un tirón), observó a su jefe con miedo. Pero, para su sorpresa,
lejos de mostrarse ofendido, parecía encantado.
—No debe ser tan obvio, porque sos la primera
que me dice algo semejante.
—No, no lo es. El resto del artículo es
demoledor, y suficiente como para crear una
duda razonable.
—¿Quién te contrató, Berta?
—A Berta no sé. Pero a mí me contrató usted.
—¿Yo?
—Sí... Había ido a la redacción de “RLP” en
busca de un empleo, pero usted se
negó a atenderme. Luego salió de su oficina
gritando que ya estaba harto de
periodistas, y que sólo necesitaba alguien
con un master para limpiar su retrete.
—Y vos tenes un master.
—Algo así.
—¿Y no pensaste que estabas un poco sobre
calificada para el puesto?
—Era eso, o trabajar de puta. Hacía dos meses
que pateaba redacciones sin que
me atendieran. Al parecer, todos están hartos
de los periodistas. Y yo tengo el mal
hábito de comer todos los días.
—De puta hubieras ganado más. Incluso a pesar
de tu celulitis.
—Como buena periodista, no me vendo.
—Al parecer tú y yo no conocemos a los mismos
periodistas... Todos tenemos un
precio.
—Yo no.
—¿Por qué te pago mil pesos más que a una
empleada, Berta?
—Porque, a diferencia de Berta, yo jamás
hubiera tirado la página ocho. Porque
además de limpiar y cocinar, pienso,
planifico, y me hago responsable. Soy como
una esposa, pero sin el sexo.
—¿Sin sexo? Entonces sos una esposa perfecta.
La muchacha lo escrutó con desdén, antes de preguntarle:
—Usted no se casó nunca, ¿no?
—¿No notas mi aspecto feliz y relajado? ¡Por
supuesto que soy soltero!
—Sí... Se nota –replicó Lali, de aquella
manera indescifrable, que ponía como loco a
su jefe—. ¿Puedo retirarme?
—Todavía no. Sabes, no sé cuál fue tu
fantasía al aceptar este trabajo, pero... De
verdad, periodistas me sobran...
—Me quedó claro –se apuró a responder la
muchacha. Pero su jefe no había
terminado la frase.
—...y mujeres también.
—¿A qué se refiere?
—Sé el tipo de reacciones que genero en las
mujeres, y no quisiera que pasaras de
asistente, a acosadora domiciliaria.
Esta vez fue la mirada de la muchacha la que
hizo estremecer al jefe.
—Por fortuna a mí tampoco me faltan hombres.
—¿A pesar de tu celulitis?
—Los hombres que salen conmigo no son tan
huecos como para reparar en ese tipo
de detalles. Como ve, en lo que a mí
respecta, está a salvo. Así que si usted no se
mete conmigo, yo haré el “esfuerzo” de no
suspirar por usted, mientras lavo sus
prendas íntimas. Y ahora, si me permite, tengo
que llevar esto a la cocina.
Pablo Martinez observó a su empleada
agacharse, y luego salir con paso rápido de su vista. Pero bastó que se cerrara
la puerta que los separaba, para que ambos contendientes pensaran al unísono.
“¡¿Quién
te crees que sos?!”
me encanta tu nove, es muy buena, me da risa porque los dos son muy orgullosos y cuando hablan siempre terminan asi como pelados son geniales! bueno espero subas pronto, pasate lindo las fiestas besos
ResponderEliminarATT:alex
jajajaja lo que me rei con la ultima frase..!!!!! estoS se pelean para no besarse jajajaja ...!!! y ya quiero q llegue Vico asi le da celitis a Pablo....
ResponderEliminarY q tipo este Pablo como la presionaba para q leyera y despues para q le diera su opinion... me parece q esto se va a hacer una rutina entre ellos....
Y pobre Lali iba a buscar un puesto de periodista y termino con uno de mucama... es un bajon... pero bue eso la acerco mucho mas a Pablo!!!!
Espero q subas pronto... Besos q estes bien!!!!
Y FELIZ FELIZZZZZZZZZZZZZ NAVIDAD...
PD: ESPERO Q TE DEN MUCHO REGALOS... :D