domingo, 23 de diciembre de 2012

Capìtulo 8: "Vos necia, Yo mentiroso"


Buenas y Santas , como andan ??? espero que esten bien les traigo un nuevo capi gracias por su onda para comentar , me alegra que les guste!!, besos
CARO

CAPÍTULO 8:
¿Qué se suponía que tenía que hacer?
La noche anterior Lali se había ido de casa de su jefe con la última palabra, y aquel galán malvado no parecía del tipo de los que pudieran perdonar una insolencia semejante. ¿Qué hacía? ¿Se consideraba despedida sin más trámite, o volvía al trabajo como si nada?.
Con temor ingresó al departamento por la puerta de servicio, y se apuró a encender los monitores de las cámaras de vigilancia. La sala estaba vacía, así como el gimnasio, el micro cine, el escritorio, y el cuarto de huéspedes. El dormitorio principal, en cambio, estaba bloqueado, pero eso no le llamaba la atención. Su jefe solía desconectar las cámaras durante la noche, cada vez que llevaba “visitas” allí.
Buena señal, porque si tenía humor para el sexo, significaba que ya había olvidado la maldita página ocho. Lali se quitó la camisa y se puso el delantal, antes de deslizar los pantalones por sus piernas, dispuesta a comenzar con su rutina.
Adentro de la casa la temperatura y la humedad eran constantes, a fin de preservar el numeroso material fílmico que se almacenaba en las bibliotecas. Un verdadero archivo de la historia reciente de la nación, (programas televisivos, entrevistas, etc.) Pero afuera, en los grandes balcones que rodeaban al piso, y que se abrían a la avenida del Libertador, el calor era agobiante. Por eso, para limpiarlos, la muchacha solía cubrirse apenas con aquel delantal de trabajo olvidado allí por alguna de las empleadas anteriores, (¿Berta, quizás?), y que le quedaba un poco corto, y demasiado ancho.
Por cincuenta minutos Lali se dejó acariciar por la brisa matinal, disfrutando la frescura del agua con la que limpiaba las baldosas negras, hasta volverlas brillantes. Era más cuestión de placer que de trabajo, porque allí, en el piso veintidós, difícilmente se acumulaba el hollín de los autos, o el polvo. Cuando la limpieza llegó a su fin, le tocó el turno a los jazmines. Amaba esa planta como si fuera suya, y su aroma le recordaba su infancia. A Gas, su marido, a Vico, y a su infancia. Por eso, atenderla, regarla, o remover la tierra a su alrededor, solía ser su momento favorito de la mañana.
Cuando ya no hubo más excusas, se dirigió de nuevo al interior del piso. Todavía encandilada por el sol, cerró la ventana, y se agachó para recoger el balde y el trapeador.
—¿Sabes que tenes celulitis?
Sí, por muy increíble que le resultara, su jefe estaba allí, y no había encontrado mejor manera de saludarla.
—¿Cómo? –preguntó sorprendida.
—Tenes celulitis.
—La celulitis es tan femenina como la maternidad. Tarde o temprano a todas nos
pasa –se defendió la muchacha, sin ocultar su molestia.
Hizo un esfuerzo por ajustar su visión a la sombra, y entonces lo vio. Allí estaba. Con el pecho desnudo, descalzo, sólo cubierto por un pantalón pijama de esos que usaban los galanes de las películas, posiblemente de seda. Con sus ojos verdes espectaculares, y la misma soberbia aborrecible de siempre en ellos.
¡Celulitis! ¡Más se quisiera ese gusano! Por unos segundos Pablo la observó en silencio recoger todo, y dirigirse rumbo a la cocina. Pero cuando ya Lali estaba por alcanzar su tan ansiada libertad, la voz de él la obligó a detenerse.
—¿Te gustó?
—¿Qué cosa? –preguntó auténticamente confundida.
—El artículo... ¿Te pareció bueno?
Lali se puso roja, y él aprovechó su desconcierto para insistir.
—No había forma de que estuvieras tan segura de que esa hoja nunca había llegado
a la casa, a menos que hubieras leído el artículo ese mismo día.
—Así que apareció la hoja... –dijo ella, tratando de disimular su satisfacción.
—La tenía mi editor en jefe.
—Me alegro, señor. Pero tengo que seguir con mis...
—¡Momentito! Te he preguntado algo, y no me has respondido... ¿Siempre lees mis
papeles privados? Sabes que has firmado un convenio de confidencialidad, ¿no?
—Por supuesto... Y jamás leo sus papeles privados. Ese artículo estaba rotulado
“Para publicar el jueves 8”. Desde mi punto de vista, en tal caso sólo se trataba de
una primicia. Y ahora, si me permite...
—¿Qué te pareció?
—No me paga por hacer críticas, y...
No pudo terminar. Pablo la interrumpió de una forma que la hizo estremecer.
—¿Qué te pareció?
Lali suspiró antes de ceder.
—El artículo es conciso y claro. El lenguaje es adecuado, y la redacción, brillante. Es
un tema difícil, y usted lo volvió entretenido. De verdad lamenté la ausencia de la
página ocho.
—Aquí está. Léela.
—Pero tengo que...
—Léela.
Resignada, Lali dejó el balde en el piso y se dirigió a tomar el papel que su jefe le entregaba. Pablo la observó leer en silencio, pero atento a cada uno de sus gestos.
—Ya está. Gracias.
—¿Te gustó?
—Es... interesante.
—¿Pero?
—Interesante.
—Tenes un pero. Lo sé. Has fruncido la nariz, como siempre que algo te molesta.
—No soy quien para juzgar su...
La mirada de su jefe volvió a hacerla estremecer, pero está vez intentó negarse con firmeza.
—Escuche, mi trabajo me fascina. No quiero mezclar las cosas, ni crear
resentimientos...
—¿Resentimientos? ¿Tan malo te parece?
—No es eso. Es que...
Otra vez aquella mirada. Por poco conveniente que le pareciera, le iba a ser imposible no obedecer a Pablo.
—Escuche... Como le dije, el artículo es periodismo de primera. La denuncia que usted hace es sólida.
Lali se detuvo, y su jefe la instó a continuar.
—Vamos, decilo ya.
—La denuncia es sólida, creíble, pero no está probada. Todo el artículo divierte,
pero no me ha acercado ni un paso a la verdad. ¡Y su entrevista con el presidente!
Esta página ocho parece dictada por el oficialismo... Podría haberlo puesto a su
merced con sólo dos preguntas. En cambio le ha brindado las herramientas para
desmentir con facilidad lo mismo que el artículo denuncia en las otras diecinueve
hojas.
Cuando Lali terminó de hablar, (lo había dicho todo de un tirón), observó a su jefe con miedo. Pero, para su sorpresa, lejos de mostrarse ofendido, parecía encantado.
—No debe ser tan obvio, porque sos la primera que me dice algo semejante.
—No, no lo es. El resto del artículo es demoledor, y suficiente como para crear una
duda razonable.
—¿Quién te contrató, Berta?
—A Berta no sé. Pero a mí me contrató usted.
—¿Yo?
—Sí... Había ido a la redacción de “RLP” en busca de un empleo, pero usted se
negó a atenderme. Luego salió de su oficina gritando que ya estaba harto de
periodistas, y que sólo necesitaba alguien con un master para limpiar su retrete.
—Y vos tenes un master.
—Algo así.
—¿Y no pensaste que estabas un poco sobre calificada para el puesto?
—Era eso, o trabajar de puta. Hacía dos meses que pateaba redacciones sin que
me atendieran. Al parecer, todos están hartos de los periodistas. Y yo tengo el mal
hábito de comer todos los días.
—De puta hubieras ganado más. Incluso a pesar de tu celulitis.
—Como buena periodista, no me vendo.
—Al parecer tú y yo no conocemos a los mismos periodistas... Todos tenemos un
precio.
—Yo no.
—¿Por qué te pago mil pesos más que a una empleada, Berta?
—Porque, a diferencia de Berta, yo jamás hubiera tirado la página ocho. Porque
además de limpiar y cocinar, pienso, planifico, y me hago responsable. Soy como
una esposa, pero sin el sexo.
—¿Sin sexo? Entonces sos una esposa perfecta.
La muchacha lo escrutó con desdén, antes de preguntarle:
—Usted no se casó nunca, ¿no?
—¿No notas mi aspecto feliz y relajado? ¡Por supuesto que soy soltero!
—Sí... Se nota –replicó Lali, de aquella manera indescifrable, que ponía como loco a
su jefe—. ¿Puedo retirarme?
—Todavía no. Sabes, no sé cuál fue tu fantasía al aceptar este trabajo, pero... De
verdad, periodistas me sobran...
—Me quedó claro –se apuró a responder la muchacha. Pero su jefe no había
terminado la frase.
—...y mujeres también.
—¿A qué se refiere?
—Sé el tipo de reacciones que genero en las mujeres, y no quisiera que pasaras de
asistente, a acosadora domiciliaria.
Esta vez fue la mirada de la muchacha la que hizo estremecer al jefe.
—Por fortuna a mí tampoco me faltan hombres.
—¿A pesar de tu celulitis?
—Los hombres que salen conmigo no son tan huecos como para reparar en ese tipo
de detalles. Como ve, en lo que a mí respecta, está a salvo. Así que si usted no se
mete conmigo, yo haré el “esfuerzo” de no suspirar por usted, mientras lavo sus
prendas íntimas. Y ahora, si me permite, tengo que llevar esto a la cocina.
Pablo Martinez observó a su empleada agacharse, y luego salir con paso rápido de su vista. Pero bastó que se cerrara la puerta que los separaba, para que ambos contendientes pensaran al unísono.
 “¡¿Quién te crees que sos?!”


2 comentarios:

  1. me encanta tu nove, es muy buena, me da risa porque los dos son muy orgullosos y cuando hablan siempre terminan asi como pelados son geniales! bueno espero subas pronto, pasate lindo las fiestas besos

    ATT:alex

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  2. jajajaja lo que me rei con la ultima frase..!!!!! estoS se pelean para no besarse jajajaja ...!!! y ya quiero q llegue Vico asi le da celitis a Pablo....
    Y q tipo este Pablo como la presionaba para q leyera y despues para q le diera su opinion... me parece q esto se va a hacer una rutina entre ellos....
    Y pobre Lali iba a buscar un puesto de periodista y termino con uno de mucama... es un bajon... pero bue eso la acerco mucho mas a Pablo!!!!
    Espero q subas pronto... Besos q estes bien!!!!
    Y FELIZ FELIZZZZZZZZZZZZZ NAVIDAD...
    PD: ESPERO Q TE DEN MUCHO REGALOS... :D

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