Capítulo 43:
—¡No! –gritó Peter, mientras se deshacía en lágrimas.
—¿Van a matarnos sin averiguar antes quienes somos? –se apuró a decir Lali, con aparente frialdad—. No es muy inteligente de su parte... Como se imaginarán, noíbamos a ser tan estúpidos como para venir sin que nadie lo supiera.
—La chica tiene razón –sentenció el tal Cabeza—.Mejor los encerramos hasta que llegue el Muerto. Dejaremos que él decida.
—Sí... Dejémoslos aquí, para que mediten... ¡Y cuidadito con tocar la “merca”!... Te lo digo en especial a vos, “llorón”...
—¡No nos encierren! –suplicó Peter.
—Deja que se vayan –le susurró Lali por lo bajo.
—¡No pueden dejarnos aquí!... ¡Soy claustrofóbico!
—¿qué? –preguntó el más alto.
—Que le da cagazo cuando lo encierras –explicó el otro, cruzando miradas con su compañero.
Ya que no lograba nada por la lástima, aquel doctor venido a menos intentó envalentonarse.
—Pues yo... Yo no voy a dejar esto así...
—Olvídalo, Peter... Deja que se vayan –suplicó Lali entre dientes.
Pero su compañero estaba fuera de si.
—¡Ya van a ver! –gritó, una vez que los otros cerraron la puerta—. Ya mismo tomo mi celular y...
Lali lo observó, petrificada... ¡Increíble! ¿Se podía ser tan estúpido?
En cuestión de segundos, sus captores volvieron a abrir la puerta. Ahora, mientras el más alto apuntaba, el Cabeza los palpaba de armas y celulares.
—Revisa otra vez a la chica... El tipo es un pelotudo, pero de ella no me fio.
—¡Ah! –se deleitó aquel hombrecillo deforme—. Así que escondiste el aparato en el culo. ¡Muy inteligente! ¡Lindo culo!... Pero si lo que querías era tener algo allí adentro, sólo tenías que pedirme... –dijo, mientras soltaba el pequeño aparato, sostenido malamente por el elástico de la braga de la muchacha, y aprovechaba de paso para tocarla.
Lali corcoveó ante su sólo contacto.
—Deja, Cabeza... Ya podremos divertirnos con ella después que llegue el Muerto.
—¡Eso!... –convino Peter—. ¡Quédense con ella! Yo... Yo soy abogado, y puedo serles más útil si estoy afuera... Pero aquel par, del otro lado de la puerta, ya no lo escuchaba.
—¡¿Qué clase de idiota sos, Peter?! Faltaba apenas un segundo para que pudiera llamar a la policía, y vos lo echaste a perder...
—¡No puedo pensar!... ¡No quiero estar aquí! ¡No puedo hacerlo! De verdad soy claustrofóbico...
El honorable doctor Lanzani lloraba ahora de forma poco honorable, agazapado en un rincón.
—Vamos, Peter... No hay tiempo que perder. Tenemos que buscar una salida antes que vuelvan –imploró la muchacha.
Pero su compañero no la escuchaba.
—No quisiera estar con vos en una nevada, en medio del Aconcagua... –se quejó Lali entre dientes.
Pero, a pesar de eso, insistió.
—Tienes que sobreponerte, Peter. Necesitamos encontrar una salida. Busca alguna corriente de aire, un respiradero, ¡algo! por lo que podamos salir.
Durante una hora completa no dejaron centímetro cuadrado sin revisar en aquel pequeño cubículo. Pero fue inútil. El sitio era mínimo, y hermético.
—Esto parece el interior de un freezer –se quejó Lali.
—¡Vamos a morirnos!... Lo sabía... ¡Vamos a morirnos!...
—¿Cómo se te ocurrió emprender esta aventura sin avisarle a nadie adónde íbamos a estar?
—Me dijeron que el lugar estaba vacío... ¡Cómo me iba a imaginar que estos idiotas se atrevían a usar un galpón de Nicolas Vasquez para almacenar droga!...
—No entiendo... Si creías que no había nada..., ¿por qué insististe en venir?
—Quería acostarme con vos...
—¡¿Estás loco?!... ¿Sólo por eso inventaste esta farsa?
—La culpa es tuya, por estrecha... Decime, ¿crees que hay alguna chance de que Pablo te haya seguido hasta aquí?
—De haberlo hecho, ya hubiera llegado...
Sintieron ruidos de un auto que partía.
—¡Se fueron!... ¡Nos dejaron solos, y nos vamos a morir de hambre y de sed!... ¡Agua!... Necesito agua... –comenzó a desesperarse aquel galán.
—¡Peter!... Escucha... Debes calmarte y pensar. Necesitamos emboscarlos. Esa puerta es nuestra única salida. Vamos a hacer esto. Yo los llamo, y cuando entra el primero, vos te le echas encima y lo desarmas.
—¡¿Yo?!... ¡Yo no!... ¡Yo no puedo!
—¿Y eso de que eras un hombre?
—¡Para coger a una fulana, no para enfrentarme a un gigante!
—De acuerdo... Haremos al revés... Y pensándolo bien, es mejor, porque de mí no van a sospechar... Los llamas, y yo me echo encima del primero que llegue...
Convencer a su compañero de que pegara el grito, le llevó a la muchacha otra media hora, pero por fin lo logró.
—¡Guardias!... ¡Guardias!... –chilló el joven doctor, como si fuera el protagonista de una vieja película argentina.
Pero Lali no contaba con la mirilla de la puerta.
—¿Dónde está la chica? –preguntó el tipo del otro lado, antes de abrir.
De inmediato la muchacha le hizo gestos desesperados a su compañero para que dijera que se había ido... O que había muerto... O cualquier cosa estúpida que tomara al tipo por sorpresa, y que quizás, si el fulano era tan torpe como Peter, lo obligara a abrir la puerta. Pero el doctor Lanzani, descerebrado por el susto, se limitó a decir:
—La señorita quiere irse.
—Y yo también –gritó el moreno—. Pero vamos a esperar a que el Cabeza vuelva con el Muerto... Y ahora no molesten, porque me voy a echar un sueñito... Mañana va a ser un día muy largo, porque fija, fija, que también me van a obligar a que los entierre. Que los mate, y los entierre. Porque acá, el único boludo que hace todo, siempre soy yo.
El tipo se fue, y Peter perdió la poca dignidad y respeto que le quedaba. Lloraba y maldecía por su suerte, blasfemando sin parar. A su lado, Lali ya no lo escuchaba. Por el contrario, otra vez le parecía caminar por aquella vereda ancha y arbolada rumbo a su casa. Andaba despacio, porque quería disfrutar del sol... Pero algo en su interior le decía de apurarse... De llegar cuanto antes al lado de Gas, para darle la noticia que habían esperado tanto... ¡Ese era el día!... El día de los dos... ¿Por qué no había corrido hacia él, al verlo? ¡Estaba tan hermoso con aquella camisa nueva!... ¿Por qué se había quedado allí, quieta, mirándolo a la distancia?...
Sí... Posiblemente aquel había sido el día marcado para los dos. Pero, por desgracia, ella había llegado tarde a la cita... Y ahora, apenas dos años después, al fin era el momento de reunirse con su marido. De volver a sus brazos...
Lali sintió que las lágrimas comenzaban a bañar sus mejillas. No... No quería morirse... Después de tanto tiempo de estar enterrada, al fin comenzaba a recobrar la paz, y ahora no quería morirse... ¿Quién iba a regar la planta de jazmín?... ¿Quién le iba a servir el desayuno a Pablo?... Lali se entristeció un poco más. ¿Para qué engañarse?... No tenía demasiados motivos para seguir con su vida.
—¡Puta de mierda!... ¡Esto es por tu culpa! ¡Pero no!.... ¡No me voy a dejar matar, sin antes haberme dado el gusto de cogerte hasta que te duela!
La joven levantó la cabeza sin entender. Peter parecía fuera de sí, y la miraba exaltado.
—¿Qué dijiste?
—¡Que te la voy a poner veinte veces, turra de mierda!
—¿Te has vuelto loco?
—¡La puta que te parió!... Ahora vas a ver lo que es un hombre de verdad, aunque tenga que matarte.
Literalmente, aquel macho acorralado se le echó encima…..
nooooooo Peter es un cagon de mierda cuando se tenia q hacer el hombresito no lo hiso y ahora se quiere aprovechar de nuestra Lali... no por dios q llegue el que sea y detenga semejante locura de Peter... no me importa quien sea con tal de que no le haga nada a Lali y si es Pablo seria LO MEJORRRR!!!!
ResponderEliminarY pobre Lali tener q tratar de sobre llevar la situacion con un Peter tan estupido y tratar de engañar a los tipos eso!!! Y ella q se preocupaba por la planta... me parece q mas bien de quien se preocupaba es de dejar solo a Pablo!!!!
Espero q subas pronto POR FAVORRRRRRRRRRRRRRRR!!!!
No puede dejarnos justo ahi...!!!!
Besos y nos leemos prontito!!!!
Descerebrado Peter tan cobarde con lis matones y se viene a hacer el machito violador con ella.Ahora si k espero la llegada d Pablo y hasta del mismisimo Vico si fuera preciso.Solo queda un maton en el galpon.y Pablo podria con el.Pon prontito el siguiente.
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