PD: percha, ojala uno de estos dias podamos coincidir en conectarnos, sigo sin cel se me rompió el equipo y tiene para unos días mas esta en reparación :( mándame email cualquier cosa ,beso
CAPITULO 38:
Martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.
¡Seis días! ¡Sí! Hacía ya seis días completos que no pensaba en Pablo . ¡Casi una semana! ¡¿Cómo había podido imaginar que se había enamorado de él?!
Nada más ridículo. La prueba estaba en que, en los últimos días, apenas lo había recordado... Por supuesto que el martes no se podía contar, porque había llorado toda la noche. Pero eso sólo lo había hecho por rabia e incertidumbre... Y si el miércoles se había levantado con una opresión en el pecho, era porque, por supuesto, extrañaba. ¡Pero no a Pablo!, sino la rutina del trabajo.
Los desayunos compartidos, la asignación de tareas. Por fortuna, el empleo en el museo había logrado distraerla. Entre indicación e indicación apenas le había quedado tiempo para sentirse melancólica. Y luego había llegado el jueves, y la cena con el encantador Peter Lanzani. Gentil, educado, atento. ¡Claro que había pensado en Pablo el jueves! Pero sólo porque la había conmocionado el enterarse de su pasado...
Sí... Quizás ese y sólo ese era el motivo de aquella extraña conexión que había existido desde un principio entre los dos. Ambos habían experimentado el horror de presenciar el asesinato de un ser querido. Era algo difícil de olvidar. Y sólo por lástima, Pablo había ocupado sus pensamientos el día viernes..., y el sábado. Pero hoy, domingo, podía decir con satisfacción que su jefe era parte del pasado. ¡No había perdido ni un sólo minuto pensando en él!... O evocando el fulgor de sus bellos ojos verdes... O el tono de su voz ronca, cuando despertaba por la mañana.
Sí, después de todo, irse de su lado no había sido tan difícil. Lali miró la hora en su reloj. Las ocho menos diez. Si ponía un poco de empeño, podía subir hasta su departamento, tomar una ducha rapidísima, y llegar a la Misa de las ocho y media. Odiaba dejar sus obligaciones con Dios para el final, pero no podía darse el lujo de poner condiciones a la hora de aceptar un trabajo. De allí en adelante tendría que resignarse a cualquier cosa, si quería sobrevivir.
Por supuesto que aquel domingo había comprado el diario en busca de una oportunidad. ¡Nada más ridículo! Nadie buscaba una “licenciada en Ciencias Políticas”. A lo sumo figuraba dentro de la lista de “aceptables” como premio consuelo para algún puesto de mala muerte. Luego de tantos años, se sentía defraudada por su vocación. Si, en verdad le había fascinado estudiar la carrera. Pero la política de la vida real era mucho más sucia y oscura que la que se aprendía en los libros de historia, y trabajar en ella no la entusiasmaba en absoluto. ¡Y ni hablar de encender esa pasión que...!
Por un segundo se perdió en el destello que solía tener la mirada de Pablo cuando escribía uno de sus artículos... Pero fue sólo un segundo, así que no contaba. Si... Olvidarlo le había sido fácil. ¡¿Cómo había podido imaginar que se había enamorado de...?!
Lali abrió la puerta de su departamento y se estremeció. Él estaba allí…
—¡ Martinez ! ¡¿Qué está haciendo en mi casa?!
El corazón de Lali comenzó a latir con fuerza. Pablo era la última persona con la que quería encontrarse... (¿La última persona con la que quería encontrarse?) Y entonces una angustia fuerte la poseyó. Y por aquellas cosas locas e inexplicables, una oscura ansiedad comenzó a invadirla. De repente temía por la planta de jazmines.
Sí, la planta de jazmines que había en el balcón de su jefe. Tenía horror de que alguien la hubiera corrido del lugar en que la había dejado, resguardada de los vientos helados del piso veintidós. Y más la observaba Pablo, más preocupada se sentía por la suerte de la planta. …¡Una locura!
—Lamento que mi presencia aquí te incomode, pero tu amiga me invitó.
—¡Por favor! ¡Rochi no sabría ni como contactarlo!
—¿Me estás acusando de mentiroso? –preguntó su ex jefe, enojado.
—¡¿Acusarlo?! Usted es incapaz de decir una sola frase que no esconda una
segunda intención.
—Eso no es lo mismo que mentir. ¡Yo nunca miento!
—De verdad, Pablo... ¿Qué ha venido a hacer aquí?
—¡Ya te dije! Rocio me invitó... Cuando regrese, vas a poder averiguarlo vos misma.
—¿Adónde está?
—Fue a la cocina, para servirme algo. Y es que tu compañera, a diferencia de lo que
ocurre con vos , sabe exactamente como ser gentil.
—¡Usted es un desfachatado!
—Veo que todavía no se te pasó la rabieta... Por cierto, ¿cuándo pensas regresar al
trabajo?
—¡¿Está loco?! ¡No voy a volver nunca!
—¿Por qué?... ¿Has conseguido algo mejor? –preguntó con malignidad, mientras se
aproximaba hacia ella para examinar la identificación del museo que pendía de su
solapa.
—Eso no es de su incumbencia.
—Escucha, Berta... Has llevado esto muy lejos. No era como para hacer tanto
escándalo.
—¡Quiso comprarme como si fuera una puta!
—No exageres... Desde hace un tiempo que quería encontrar una mujer fija. Vos
estabas ahí..., y yo ya me había acostumbrado a verte. No me gustan los cambios.
Así que te ofrecí lo que, desde mi punto de vista, era sólo un negocio muy ventajoso
para vos. Claro que como sos una necia, lo desperdiciaste.
—¡¿Un negocio?!
—Sólo un negocio... con que dijeras que no, hubiera alcanzado... Por cierto,
¿cuándo vuelves a trabajar? Que yo sepa, no te he despedido, ni vos me has
enviado un telegrama de renuncia. La casa está hecha un lío, y tengo un artículo
que debes revisar antes del jueves.
—¡¿Se volvió loco?! Yo no puedo regresar allí. No después de saber...
—¡¿Qué?! –la interrumpió su ex jefe, embravecido. — ¿Qué sabes ahora, que antes
ignorabas? No saques las cosas de proporciones – Y luego murmuró como
para si mismo—. No es como si... me hubiera enamorado de vos, o algo por el estilo.
Estabas ahí, y eso fue todo.
Mal que le pesara, a Lali aquellas palabras le dolían en su orgullo... Sí, sólo en su orgullo.
—¡Qué halagador! –respondió con fingida ironía, tratando de disimular sus sentimientos.
—Quiero decir... Estás a salvo conmigo. No corres ningún riesgo de que te ataque si
estamos solos... De hecho, si intentara hacerlo, los dos sabemos que sos muy
capaz de defenderte... Por cierto, ¡sí que tienes una mano pesada! – agregó Pablo,
mientras se sobaba la mejilla.
Su antigua empleada no pudo evitar una sonrisa, que de inmediato trató de disimular.
—Mire, Martínez ... Le agradezco que haya venido hasta aquí...
—¡No te confundas! Sólo vine porque tu amiga me invitó.
—Como sea... Pero no me sentiría cómoda si...
—¿Queres un aumento?
—¡No! –respondió ofendida—. Lo que ocurre...
Pero él la interrumpió.
—¡Has visto! ¡Sos una necia!... Cuando un jefe te ofrece más dinero, nunca debes
negarte. A lo sumo, desvías la conversación, de forma de mantener intacta tu
capacidad negociadora. ¡Pero jamás lo rechazas! En tal caso, tendrías
que haber dicho: “No se trata sólo del dinero”.
—¡Pero es que el dinero no es el problema!... ¡El problema es usted!
—¡¿Yo?!... ¿Acaso alguna vez intenté algo con vos?
—No, pero...
—¿Acaso fui abusivo y desconsiderado?
—Sí, pero...
—¿O te obligué a hacer algo que no quisieras?
—Bueno...
—Sos vos la que miente. He sido increíblemente agradable, bueno y considerado
con vos. Claro que siempre te las ingeniaste para salirte con la tuya. Desde mi punto
de vista, yo, con vos...
Pablo se detuvo abruptamente, y la observó de aquella forma intensa que la hacía estremecer. Por unos segundos Lali quedó atrapada en el brillo de sus ojos. Pero la voz de Rochi los volvió a la realidad.
—Hola, Lalita... No te esperaba.
La joven llegaba de la cocina, trayendo un par de copas, y su mejor cara de inocencia.
—¡Ahh!... ¡Rochi!... Justo a vos queríamos preguntarte algo.
—¡Sí! –la secundó Pablo. Pero al observar a la recién llegada, se extrañó —¿Te has
mudado de ropa? No estabas precisamente vestida así cuando yo llegué.
La muchacha hizo oídos sordos, y en cambio, preguntó:
—¿No tenías que ir a Misa, Lali? Ya son más de las ocho y media.
—¡La Misa! –saltó su compañera.
Ahora era a ella a quien Pablo observaba, confundido.
—¿La Misa?... ¿En la Iglesia? –preguntó tontamente.
—Tengo que irme.
—Te llevo.
—No, gracias, yo...
—No seas necia . La Iglesia más cercana queda a cuatro calles, y si no llegas antes
del Evangelio, no te servirá.
Aquel concepto extraño, de que una celebración pudiera servir, o no, le resultó a Lali curioso. ¿Habría estudiado Pablo en un colegio católico, adonde las inasistencias se contaban incluso los domingos?... Como fuera, no tenía tiempo de averiguarlo. El reloj corría, y si algo estaba necesitando con desesperación, era que la Misa “le sirviera”. Reencontrarse con su propio centro, y recuperar la paz que, otra vez, Pablo se las había ingeniado para arrebatarle.
Sin discutir, jefe y empleada bajaron corriendo las escaleras, (de nuevo se había arruinado el elevador), y se dirigieron en silencio hasta la calle.
Pero una vez afuera, Lali se detuvo abruptamente. Allí estaba, aquel modelo deportivo al que hubiera preferido no subirse jamás. Pablo estaba acostumbrado a la admiración y respeto que producía su pequeña maravilla importada, pero la actitud de la muchacha lo confundió.
—¿Por qué te detienes? Vos ya conocías mi auto.
—Sí... –respondió Lali, desolada, para luego murmurar en forma inaudible –Por
desgracia.
Fue todo cuestión de cerrar las puertas del auto, que se deslizaron con inusitada suavidad, para que los dos se quedaran quietos, atentos a aquel silencio tenso.
—¿No vas a abrocharte el cinturón, Berta?
—Sí..., claro... –dijo ella, mientras lo rebuscaba por encima de su hombro derecho.
—¿Queres que te ayude? –se ofreció él—. No puedo arrancar si no lo tenes puesto.
—Por favor.
—Permiso... –suplicó, respetuoso. Y recién entonces se inclinó con suavidad sobre ella.
Sí... Aquel galán no necesitaba demasiado para ponerla a temblar. El resto del viaje fue tan breve como silencioso, y enseguida llegaron a la Iglesia, en medio de una solemnidad que hacía pensar que ya estaban allí.
—Muchas gracias –dijo Lali, soltándose el cinturón, mientras se apuraba a abrir la puerta, (¡al menos eso “sí” lo recordaba!)
Pero justo cuando estaba a punto de descender, Pablo la tomó del brazo, y la detuvo con determinación. Por un segundo sus miradas se encontraron.
—¿Y entonces? –dijo al fin —¿Mañana te espero, no?
No... Al parecer no iba a ser tan fácil.
Mas tarde…
Por supuesto que no pensaba volver.
No quería volver...No podía hacerlo. Claro que la última semana, (bueno, apenas seis días), había servido para demostrar que Lali tenía la situación bajo control. Y Pablo no era tan estúpido como para cometer dos veces el mismo error, así que, desde ese punto de vista, no corría ningún peligro. Entonces... ¿por qué la posibilidad de regresar a su lado la llenaba de tanta angustia? Como fuera, por supuesto no pensaba volver.
No podía hacerlo.No quería hacerlo... ¿O sí?
—¡Lali!
Mezclado entre la multitud que salía de la Iglesia, y como si la hubiera estado esperando, Victorio la llamaba. Se veía distinto. Extraño...
—¡Lali!... ¡Espera!
—¿Te ocurre algo, Vico? Estás todo colorado.
Su amigo era de ese tipo de hombre al cual los sentimientos se le notaban en la piel. Bastaba la menor vergüenza para que todo él se tiñera de un rojo embravecido. Pero esta vez era distinto. No era rubor, sino furia, lo que hacía arder su rostro.
—A mí no me ocurre nada –respondió de mal modo—. ¿Y a vos?
—No... ¿Por qué habría de ocurrirme algo? –mintió Lali. Pero no era buena para
hacerlo, así que de inmediato desvió la conversación, incómoda— ¿Qué hacías
aquí?
—Vine a Misa.
—Eso no es cierto... Pasé la canasta de la limosna por todo el Templo, y no te vi.
—Vine a Misa..., pero no entré.
—¿Por qué?
—Decime, Lali..., pero decimelo de verdad, ¿me tomas por idiota?
—¿A qué te referís?
—A que no te entiendo.
—Soy yo la que no te entiendo a vos... ¿Acaso la Fe es otra de las cosas que
“tolerabas” para poder conquistarme?
—No te metas con mi conciencia, sobre todo cuando la tuya es una mierda.
—¿A qué te referís? No te entiendo.
—¡Va... vamos, Lali! ¿Crees que podes engañarme con tus aires de niñita buena e
inocente?
—¡¿Te has vuelto loco?!... Mejor me voy, Victorio. Francamente, me das miedo.
—¡Te vi!... ¡No intentes ocultarlo! –gritó, mientras la asía del brazo con violencia.
—¿Qué viste?
—A Ma..Martinez saliendo de tu casa. ¡Él te trajo!
—¡Por favor, Vico! –suplicó la muchacha, soltándose.
—¡No te molestes en negarlo! ¡Yo mismo los seguí hasta aquí!
—¡¿Nos seguiste?!
—¿Pasó la noche con vos, no?... Confiesa, ¿la pasó?
—¡¿Te has vuelto loco?!
—¡Vamos, Lali! ¡No lo niegues!... Estás caliente con él. Conozco bien todos los
signos... Sí... ¡Caliente!. Lo sé... Mil veces vi esa mirada en tus ojos.... Es la misma
puta mirada que tenías cuando Gaston.....
La muchacha le cruzó la cara de un cachetazo, lo cual produjo un pequeño revuelo a su alrededor.
Algo debía andar muy mal en su vida para que tuviera que abofetear a dos hombres distintos en una misma semana.
¿Sería ella el problema?
—Mira, Pablo vino a ofrecerme de nuevo el trabajo, pero...
—¿Pensas aceptar?... No podes hacerlo. ¡No debes hacerlo!
—Escúchame, por favor... De verdad amaba a mi amigo Vico D´Alessandro. Mi
vecino de toda la vida. Mi compañero fiel... Pero a este hombre ridículo que me
sigue, me prejuzga, y, a pesar de eso, dice estar enamorado, no lo conozco en
absoluto, y no lo quiero conocer. Olvídate de mí, por favor. ¡No quiero volver a verte
nunca más!
—¡Claro! ¡Si ahora lo tenes a Martinez otra vez!
—¡Sos un idiota! –dijo Lali con desprecio, dándose la vuelta para alejarse.
Pero una vez más él la retuvo con violencia. Y entonces, como salido de la nada, apareció aquel galán para rescatarla.
—¿Te está molestando?
—¡Hola! –se entusiasmó la joven al notar la presencia de su salvador.
—¡¿Y ahora, quién es este imbécil?! –se enojó Vico, al ver a su contrincante.
—Alguien que te va a romper la cara si le faltas el respeto.
—Déjalo, Peter... No vale la pena.
—¿Conoces a este tipo? –le preguntó el joven abogado.
—No... Es un extraño para mí. Y espero no volver a verlo nunca más... ¿Podemos
irnos?
Vico se quedó solo, parado en medio de la calle, ahora vacía, contemplando como la felicidad se le escurría de las manos, para siempre. Miró hacia el Templo, sombrío y silencioso. Se sentía estafado.
Sí... Quizás no había obrado bien... Quizás había cometido un gran pecado. Pero nadie merecía semejante infierno.
—¿Quién era ese tipo?
—Quisiera poder contestarte, pero ya no sé... Solía ser mi vecino. Su madre lo llevó
a verme al hospital el día que nací. Nos criamos juntos, y nos volvimos amigos
inseparables. Y de repente, cambió... Hubiera apostado mi vida a que lo conocía
mejor que a mí misma. Pero no. Durante años permaneció a mi lado en medio de
una mentira, sin que pudiera darme cuenta.
—O quizás no querías darte cuenta...
—Sí... Probablemente eso es lo que ocurrió... ¿Sabes? Mendoza era distinto. Me
educaron para confiar en los demás... Pero aquí todo se enturbia. La gente parece
correr al grito de un “sálvese quién pueda” colectivo, y convivir con la mentira, ya no
los asusta.
—Son las diez de la noche, ¿queres ir a cenar? El restaurante de enfrente es
estupendo.
—No sé... No tengo hambre.
—Créeme, puedo leer en tu cara que necesitas distenderte cuanto antes.
Lali suspiró, y se dejó conducir mansamente. Sí, se sentía muy cansada y triste. Necesitaba un poco de mimos, ¿y quién mejor que aquel castaño hermoso para dárselos?
—¿Todavía seguís trabajando en el museo? –le preguntó él, señalando la
identificación que pendía sobre la solapa de la joven.
—¡Disculpa! –suplicó ella, mientras se apuraba a quitársela—. Te prometo que la
próxima vez que cenemos juntos voy a vestirme para la ocasión.
Los ojos de Peter brillaron. “Sí..., la próxima vez...”, se dijo a si mismo, satisfecho.
—Creí que lo del museo se trataba de algo temporal.
—Por fortuna hoy era el último día.
—¿Te resultaba muy agotador?
—No... Pero tener que hablar durante horas con viejas snobs es horrible.
—¿Tenías que explicar los cuadros?
—¡No eran cuadros! Trabajaba en el “Museo Eva Perón”. Explicaba historia política
argentina, cuidando, por supuesto, de dar siempre “la versión for export”.
—Que al parecer dista mucho de la tuya.
—Al mundo le gusta venerar figuras emblemáticas. Crear íconos... Y nadie que haya
vivido de verdad puede calificarse así.
—Hablando de otra cosa...
—Es como si no nos animáramos a conocer a la gente. Nos asustan las
imperfecciones, la realidad. Y preferimos hundirnos en la fantasía de las ideas
abstractas.
—Tenes razón... Y, cambiando de tema...
—Como hoy, por ejemplo. Al museo llegó una turista alemana. ¿Te imaginas? La
mujer se baja del avión, ve el hambre y la miseria por todos lados. Niños
mendigando por las calles... ¡¿Y qué se le ocurre hacer?! No tiene mejor idea que
donar treinta mil euros para el museo dedicado a una mujer a quien denominaban
“La abanderada de los humildes”... ¿Sabes cuántos platos de comida se podrían
comprar con treinta mil euros?
Lali se había dejado llevar por la rabia, indiferente al aburrimiento de su acompañante. El camarero les acercó el menú.
—Claro que, con estos precios, de seguro no muchos...
—¿“No muchos”, qué? –preguntó el joven abogado, sin entender.
—¡Platos de comida! De seguro no se pueden comprar muchos, con estos precios.
—Ah...
—De verdad. Es como si nos negáramos a ver lo que nos desagrada, de aquellos
que queremos.
Peter la observó, confundido. ¿Cómo habían llegado desde los “platos de comida”, hasta esa conclusión existencial?
Como fuera, ya hacía un montón de tiempo que estaban sentados allí, y ni siquiera se aproximaba a averiguar lo único que le interesaba saber. Toda la filosofía barata de la niña le estaba quitando el apetito, pero se veía tan alterada, que decidió no interrumpirla.
—De verdad, Peter... Sólo vemos lo que queremos ver. Clasificamos a la gente con
estereotipos, y encerramos su esencia en ellos. Los rotulamos: “este es bueno”,
“aquel es mentiroso”, y con eso creemos definir toda su verdad... Toma a Victorio,
por ejemplo...
—¿Victorio?
—El tipo de recién.
—Tu amigo de la infancia.
—Y yo te pregunto, ¿quién es Victorio?
—Tu amigo de la infan...
—¡No! ¡Me refiero a quién es de verdad!
Peter ya no sabía qué decir, a pesar de que la muchacha lo observaba como si él poseyera la quintaesencia de la sabiduría.
—Es... –comenzó a decir tímidamente, sólo por complacerla.
Pero Lali lo interrumpió.
—¡Es un falso! ¡Un mentiroso! ¡Peor que Pablo Martinez!
“¡Finalmente!”, pensó Peter. Aunque había hecho mal en impacientarse porque, al parecer, cuando se trataba de Lali, todos los caminos llevaban siempre a Pablo.
—¡PAblo es el peor! –se apuró a decir, para incentivarla.
—¡Imagínate que venir con esa tontería de que Rochi lo había invitado!
—¿Rochi?
—Mi compañera. La muchacha que vive conmigo.
“Y por eso el modelo deportivo estaba en la puerta de tu edificio”, pensó Peter. Pero, por supuesto, se cuidó muy bien de hacer semejante comentario.
—Bueno, Lali... Quizás sea cierto, porque...
El joven abogado se dio cuenta de inmediato, por la cara de su acompañante, que había dicho lo último que ella quería oír.
—¡Nunca! Rochi conoce muy bien sus límites. ¡No! Es una mentira... Una sucia
mentira, como todas las demás que dice Pablo ni bien abre su boca.
Por un segundo se quedó callada.Peter ya se estaba preguntando como salir de aquella incómoda situación, cuando de nuevo su acompañante explotó como catarata.
—Pero, ¿qué puedo esperar de Martinez, si mi amigo de la infancia, el hombre con el cual me he criado, piensa que soy una puta?
Los ojos de Peter brillaron. ¡Al fin surgía algo interesante en medio de tanto aburrimiento!
—¿Te dijo eso?
—Recién.
—Pero..., ¿por qué?
—Piensa que me acosté con Pablo.
“¿Y lo hiciste?”, estuvo a un tris de preguntar, pero, por fortuna, se detuvo a tiempo.
—¡Qué tontería! –dijo, en cambio—. Yo apenas te conozco, y sé perfectamente que
serias incapaz.
Lali lo observó con sus inexorables ojos.
—¿Por qué? –preguntó, impiadosa.
—¿Perdón?
—¿Por qué crees que no lo haría?
“Porque sos una tonta”, pensó de inmediato su galán. Pero, en cambio, dijo:
—Porque sos una buena cristiana, y una mujer de principios.
—¡Gracias!... Y eso lo sabes incluso vos, que apenas me conoces... Pero además,
aunque no tuviera mi Fe, soy el tipo de mujer que sólo se acostaría con un hombre si
lo amara... Mucho.
Y no terminaba de decirlo cuando, de la nada, de nuevo brotó aquella estúpida angustia por la suerte del jazmín. ¿Alguien se habría tomado el trabajo de regar la planta en su ausencia?
—¡Y vos jamás podrías enamorarte de un mentiroso como Pablo! –exclamó Peter en
forma vehemente.
Y fue tanto su entusiasmo, que la muchacha volvió de inmediato a la realidad.
—Ah... Sí... Sí, claro.
—¿Por qué dudaste?
—Me distraje... Como sea...
Peter se apuró a interrumpirla. Si seguían así, iban a llegar a los postres sin que él hubiera averiguado el motivo de la visita de Pablo.
—Así que tu amiga lo invitó.
—¿A quién?
—¡A Pablo!
—¡No! Él vino porque quiere que me reintegre al trabajo.
“¡Sí!”, pensó Peter complacido. “¡Qué mejor que tener una espía en el centro mismo de la acción!”
—¡No! –dijo, en cambio—. ¡Qué caradura!
—¡Por eso!
—Te habrás negado, por supuesto.
—¡Por supuesto!
—Aunque...
—¿Aunque?
—Pensándolo bien, no habría mejor forma de demostrarle a todos tu punto, y lo
equivocados que están.
—¿A qué te referís?
—Tu amigo entendería de una vez por todas que lo tuyo con MArtinez sólo se trata de trabajo.
—Lo dudo. Cuando no se tiene confianza en alguien, no importa que tanto se
esmere el otro en obrar correctamente, siempre se duda. Fíjate en mi caso, por
ejemplo. Tengo veintisiete años, y con el único hombre con el que me he acostado,
es mi marido, ¡y sólo después del casamiento! Pero, a pesar de eso, tengo que
soportar que los dos hombres que mejor me conocen, me hayan tratado de puta.
¿Qué puedo esperar de los extraños, entonces?
“¿Así que Pablo conoce tanto?... ¡Qué interesante!”
—¡Más razón para aceptar la propuesta de Pablo! Tenes que demostrarle al mundo
el tipo de mujer que sos.
—No... –respondió Lali, abatida—. No puedo... No quiero... ¡No pienso hacerlo!
En su interior, Peter reflexionó. ¿Qué hacía un tipo tan orgulloso como Pablo, humillándose así frente a una muchacha tan insignificante? Lo del medio millón había sido ridículo, pero comprensible. En cambio, esto... A menos que...
—¿Crees que Pablo sabe que nos estamos viendo?
—¿Nos estamos viendo?... ¿A qué te referís?
—Vos y yo –respondió algo ofendido.
—Yo no se lo dije.
Pero su acompañante no la escuchó, enfrascado como estaba en sus propias elucubraciones. “¡Claro! Esa es otra explicación más lógica... El querido jefecito se encuentra en medio de una investigación, y quizás esta tonta es una pieza clave en ella. Alguien que quiere tener cerca y proteger, para usarlo luego como testigo... ¿Tendrá algo que ver Nicolas Vasquez en todo el asunto?... ¡Sí, quizás es eso!... Pablo es muy capaz de llegar a cualquier extremo por obtener una noticia, o alcanzar lo que quiere. Puede armar cualquier teatro..., pero humillarse..., ¡jamás!”
—Por las dudas, no lo hagas –imploró luego de un largo y meditado silencio.
—Disculpa, me distraje. ¿Qué cosa no debo hacer?
—Decirle a Pablo que nos hemos visto fuera de la redacción.
—Lo lamento, pero no se lo voy a ocultar si me lo pregunta directamente. No me
gusta mentir.
—Sos demasiado inocente... Si vas a trabajar junto a un mentiroso, tenes que tomar precauciones.
—¡Ni loca vuelvo con él!... Es decir, a trabajar con él – se corrigió la muchacha de inmediato.
—¡Tontita! –respondió Peter, mientras extendía la mano para acariciar su mejilla.
Pero Lali se la retiró con disgusto. Aquel “tontita” no sonaba muy distinto al “mujer
necia” de Pablo.
—Disculpa, no quise ofenderte, querida. Pero me gustaría poder ayudarte a pensar,
porque estás confundida... ¿Qué hay de malo en volver a tu trabajo? Sos mejor en
eso que atendiendo viejas ricas, y es tu obligación moral dar lo máximo también en
tu profesión. Por otra parte, ¿cómo sabes que Dios no te puso al lado de Pablo para
que controles su maldad?
“Y para que me cuentes todo lo que trama, así yo también puedo sacar provecho”, pensó.
—De verdad, Peter...
—¿Dónde mejor que en ese trabajo, para jugarte por tus principios?... Además...
Cuando cenamos el otro día me dijiste que querías investigar a Nicolas Vasquez,
¿cómo crees que podrás hacerlo si no estás en “RLP”?... Incluso, si me das tiempo,
yo mismo podría conseguirte algunos datos. Y luego, quién te dice, hasta quizás
podríamos intercambiar información. ¡Juntos formaríamos un gran equipo!
Lali lo observó con desconfianza. Se había dejado llevar por el entusiasmo, y aquella niña no era ni tan tonta, ni tan tontita como para no notarlo.
—No pienso trabajar de espía para vos, si a eso te referís.
—¡¿Espía?!... ¡¿Espía?!... ¡A quién se le ocurre!... ¿Cómo podes juzgarme tan mal?
Eso sería bajo y ruin. ¡Cómo si yo tuviera algo que ocultarle a mi jefe!... No, Lali, te
aseguro que nunca vas a encontrar a otro hombre tan transparente y sincero como
yo.
La muchacha suavizó su gesto. Sí... De tanto vivir rodeada de mentirosos, se estaba volviendo demasiado desconfiada. Después de todo, ¿qué había hecho el pobre Peter Lanzani para que ella dudara así de él?
Hola Me Encanta La Novela Siempre Espero Que Subas y Poder Leerla jaja Espero y Te Mejores....mmmoye una pregunta tu subes la novela al foro de las telenovelas argentinas no? Lo que pasa es que yo no puedo entrar al foro quería saber si tu si? Bueno que te mejores bye! :)
ResponderEliminararte: Hannia <3
Noooooo Rochi es una guacha!!!!! Lo invito a Pablo para seducirlo y el solo iba para ver a Lali... Es un tierno aunq se haga el duro sabe q la extraña horrores.... Xq no se lo dice y termina con nuestra lenta tortura q ahora es peor con Peter xq es un guacho ese.. Es muy vivo y la esta engatusando como los mejores a Lali... q se avive o q Pablo haga algo antes de q sea tarde!!!
ResponderEliminarY Vico por dios esta invancable en eso si me gusto Peter q la defienda a Lali xq Vico se estaba pasando... y me parece q su mal humor tiene q ver con Cande!!!!
QUIEROOOOOOOOOOOOOOOO BESOOOOO DE LOS PAYASITOS!!!!
Espero q subas pronto y q te mejores es lo peor estar asi y mas tener q leer para la facu!!!!
Besos q estes bien!!!
Espero k estes mejor.Pablo fue con la esperanza d ver a Lalu jajaja Rochi se quedo con un palmo d narices se cambii d rooa y con todo kkevaba copas nada d juguito ni agua.Y Pablo se va d inmediato con Lali.Vico en posesivo desvaria.Peter k se aprovecha d ka situacion con su labia.Espero k Lalu no caiga en sus redes.Para ser el abogadi d Pablo Peter tiene malas intenciones
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