sábado, 21 de octubre de 2017
Capitulo 1 : "Se solicita Esposa"
Hola dejo nueva adaptación, besis
Capitulo 1 : "Se solicita Esposa"
Con dedos temblorosos, Mariana alisó el arrugado diario sobre la mesa. El anuncio que había causado tanta controversia un poco antes de la hora del almuerzo, aparecía frente a sus ojos. La joven empleada de la oficina se lo había mostrado. Llena de excitación, interrumpió la conversación general con un grito, dejando anonadadas a sus compañeras mayores.
–¡Qué fantástico, miren esto! ¡Podría ser divertido... un verdadero delirio...!
Aparentando disgusto, Paula se sacudió una migaja de su suéter de lana.
–¡Pequeño monstruo! –la regañó bruscamente–. ¿Tenemos que soportar ese tipo de comportamiento cada vez que te encuentras un anuncio para un concierto de rock?
–¿Un concierto de rock? ¡Te equivocas! –contestó la joven Joy–. Mira, míralo tú... aunque por no ser morocha con ojos marrones, no llenas los requisitos para solicitarlo.
–¿Solicitar qué? –Paula la miraba fríamente.
–!Este trabajo! –Joy soltó un suspiro exasperado–. ¡Nunca escuchas, Paula! De cualquier forma, como eres tan poco dispuesta, no te interesaría.
En aquel momento ya todas las otras chicas estaban locas de curiosidad.
–¿Qué es lo que traes? –preguntaron todas al unísono.
–¡No se los diré! –Joy decidió fastidiarles; luego cambió rápidamente de opinión cuando sus compañeras comenzaron a acercársele de forma amenazadora–. De acuerdo, pueden mirar –se dio por vencida, entregándoles el periódico.
Lentamente, una de las jóvenes leyó el anuncio en voz alta.
"Se solicita joven para un puesto que requiere compromiso absoluto y total, a cambio de seguridad y bienestar económico para el resto de su vida. Debe ser discreta, dócil, Morocha y de tez blanca. Cualquier persona a su cargo será bien acogida. Para concertar cita, llamar al teléfono..."
Luego de un silencio asombrado, las jóvenes se echaron a reír.
–¡Ninguna chica de esta época sería capaz de caer en un engaño semejante! –comentó una de ellas–. ¡El que haya puesto el anuncio debe estar completamente loco!
–O es tan rico y arrogante que piensa que el dinero puede comprar un ser humano –opinó Paula–. ¡Pienso que debe ser un jeque árabe, interesado en otro juguete para su harén!
–¡Oh, tiene que ser un engaño! –opinó otra–. ¡Hasta un jeque árabe tiene que ser consciente de que hoy día no existen jóvenes tan ignorantes como para caer en esa trampa, sobre todo aquí en Londres!
Fue entonces cuando Joy, mirando pensativa hacia Mariana, comentó despacio:
–¡Oh! No lo sé... quizá Lali llene los requisitos...
Preocupada, Mariana no había prestado mucha atención a la conversación que la rodeaba. Su mente se encontraba ocupada con el problema de hasta cuándo podría pagar las sumas desorbitadas que exigía la guardería. Aquella misma mañana, al pasar para dejar a Aby, como de costumbre, la supervisora le había dicho, muy contrariada: "Lo siento, señorita Payne, pero a partir de la próxima semana tendremos que cobrar una libra más". Ignorando la expresión sorprendida de Mariana, se alejó murmurando: "Tiene que ver con la inflación, ¿sabe...? Es difícil, pero inevitable..."
Durante el resto del día, Mariana estuvo preocupada por el problema de lo que haría para poder pagar aquella libra de más. Recientemente estaba comiendo tan poco, que hasta se hacían comentarios sobre su semblante demacrado, y la excusa de que tenía que hacer dieta, había sido recibida con envidia por otras chicas que querían tener un cuerpo esbelto..
De pronto, se dio cuenta de todas las miradas dirigidas hacia ella y el silencio que se había hecho, en espera de algún comentario suyo.
—¿Qué— qué has dicho? Lo siento, no estaba escuchando...
Sólo Paula contestó, de una manera tan evasiva, que Mariana o Lali como todos la llamaban ,continuó confundida:
–Quizá en esta ocasión tengas razón, Joy –comentó alzando los hombros–. La semana pasada, según me dijeron, Lali aceptó la invitación del lobo de la oficina para ir a su casa a escuchar algunos discos de música clásica.
Lali se sonrojó.
–¿Y qué tiene de malo? Pasé una velada encantadora y pensé que era muy amable el señor Salvador al invitarme.
–Me lo imagino, querida –contestó Paula secamente–. Si es que fue la amabilidad lo que motivó la invitación... No comprendo cómo pudiste salir de su apartamento intacta, y sé que así fue, porque, a la mañana siguiente, él comentó que todo resultó un fiasco. Admitió que por primera vez en su vida se había sentido preocupado por los escrúpulos y que ni siquiera él, según dijo, "era tan bellaco como para despertar a una bella durmiente".
–Me pregunto qué querría decir... –Lali estaba perpleja. La risa que siguió fue bastante amable, pero ella se sintió humillada. Al regresar todas a sus escritorios, una compañera mayor que las otras se retrasó para murmurarle.
–No te preocupes, querida. La sofisticación es una piel que puede tapar muchos defectos. Aunque seas ingenua, tu fuerza equivale a la de diez, ya que tu corazón es noble.
La curiosidad hizo que Lali guardara el periódico en su cartera, y ahora, en la casa, leyendo el anuncio, comprendió el tema de la conversación de aquella tarde.
Lo olvidó todo cuando Abby comenzó a llorar, un ligero gemido que Lali sabía se convertiría en un grito si no le daba el consuelo inmediato. Los dientes de la pequeñita empezaban a salir y desde hacía varias semanas lloraba por las noches debido al dolor, que no parecía calmarse a pesar de las caricias, Rápida, sacó a Abby de la cuna, apoyándola contra su hombro y murmurándole palabras dulces al oído.
–Ya, ya mi niña, no llores, por favor no llores. Sabes como se pone la casera cuando molestas a los vecinos –acarició la de la pequeña, preguntándose, y no por primera vez, si algún día terminarían sus problemas.
Lentamente paseó a la niña, meciendo el cuerpecito tenso entre sus brazos, en. un intento por calmar sus lloros. Para su alivio cesaron y, mientras continuaba paseándola, por temor a que volviera a comenzar, los pensamientos de Lali regresaron a la época en que su vida había sido tan feliz, llena de júbilo, amor y esperanzas. De aquello había pasado ya más de un año. Era una resurrección dolorosa, y lo único que le quedaba de sus padres, eran los recuerdos. Después de diecinueve años, ellos habían vuelto a sentir la felicidad de convertirse en padres, felicidad sólo empañada por el temor de informar a su hija mayor del próximo acontecimiento. Estuvieron nerviosos, inseguros de su reacción, pero su dicha fue aún mayor por el entusiasmo de Lali cuando le dieron la noticia.
Se lo mencionaron una noche después de la cena. Su madre esperó hasta que todos estuvieron cómodos en la sala de la pequeña casa en que vivían, junto a la gasolinera propiedad del padre.
–Lalita, querida –comenzó, sonrojándose como una adolescente–, tu padre y yo tenemos noticias maravillosas.
—¿Ah, sí? –contestó sin prestar atención, y continuó revisando la columna de anuncios de trabajo en el periódico. Sólo una semana antes había terminado sus estudios en la escuela de secretarías y lo más importante en aquel momento, era encontrar un trabajo interesante.
Por favor, querida, deja el periódico y escucha –le pidió su madre. La joven levantó la mirada y al ver la expresión emocionada de su padre, les brindó a ambos su completa atención.
–Tu padre tiene algo que decirte –prosiguió la madre.
–No, díselo tú –insistió el.
—No, tú...
–¡Oh, por Dios! –se impacientó Lali –. ¿Por qué no me lo decís los dos?
Y lo hicieron. Simultáneamente; con el orgullo brillando en sus ojos, gritaron
–¡Vamos a tener un hijo!
Durante un instante, confusa; los miró como si fueran seres de otro planeta, incapaz de aceptar que el feliz y unido trío iba a convertirse pronto en cuarteto. El primer impulso fue de rebelarse ante la noticia, pero al ver la ansiedad que empañaba sus rostros, se sintió avergonzada por tal egoísmo y los tranquilizó enseguida.
–Queridos, ¡qué maravillosa noticia! ¡Siempre he querido tener un hermano o una hermana... no me importa lo que sea!
Su madre casi lloraba de alivio, mientras su marido la reprendía cariñosamente:
–¿Ves? ¿No te dije que le iba a alegrar tanto como a nosotros?
Los meses que siguieron se vieron llenos de preocupación al acercarse la fecha del nacimiento. El doctor de la familia comenzó a hacer visitas más frecuentes hasta que, disgustado, confesó su preocupación por el estado de la paciente. Ellos debían prepararse para un posible fin trágico, aunque nadie podía pensar en la muerte viendo el rostro feliz y sonriente de Gimena Payne, que se negaba a aceptar la derrota aun cuando sus dolores fueran, en ocasiones, insufribles.
Cuando finalmente sucedió, Lali y su padre quedaron destrozados Durante horas, estuvieron en la sala de espera del hospital, donde el ser más querido del mundo luchaba por la propia vida y la de su hijo. Los ceniceros se llenaron con los cigarrillos a medio fumar que apagaba el padre y la mesa estaba cubierta de tazas de té que no fueron tocadas hasta que por fin salió a hablarles el doctor con el rostro compungido.
–Lo siento, señor Payne... señorita Payne. Hemos hecho todo lo posible... Ha de serviles de consuelo que hayamos logrado salvar a la niña.
Desde aquel momento, Lali no había podido borrar de su mente el rostro desolado de su, padre, que durante semanas después del entierro, caminaba de un lado a otro en un estado de desesperación, hablando solo cuando se sentía obligado, con una expresión aturdida que hacía comprender a Serena que no escuchaba lo que le decía y que nada le importaba. Cuando unas semanas después un policía le dio la noticia de que su padre había muerto en un accidente automovilístico, lloró, pero no se afligió por el hombre cuyo corazón había sido enterrado con su adorada esposa. Es más, no tuvo tiempo para afligirse. Su hermanita exigía tanta atención, que no tenía tiempo para los pensamientos desesperados que quizá, en otras circunstancias, le hubieran provocado un colapso.
Los problemas fueron muchos y muy graves. Tanto la casita como la gasolinera se hallaban hipotecadas y tuvieron que ser vendidas, dejándole a Lali únicamente lo preciso para cubrir los gastos inmediatos, mientras encontraba a alguien que cuidara a la niña, Por suerte, le ofrecieron un trabajo que aceptó, por estar cerca de la guardería donde le atendían a Abygail.
Suavemente, LAli colocó a la pequeña, dormida, en su cuna, Tenía que hacer algunos cálculos, debla sacar una libra extra de algún sitio. Acercó una silla a la mesa y con un lápiz escribió una lista completa de todos los gastos necesarios, Ya había eliminado el salón de belleza, los cosméticos y las reparaciones de zapatos, Por fortuna, su pelo soportaba bien el lavado en casa y, con ayuda de un ligero corte profesional cada dos semanas, se mantenía bastante bien arreglado.
La sopa, con los panecillos que comía al mediodía, eran una necesidad si quería mantener controlados los mareos que le daban y que sabía perfectamente que eran causados por la falta de una buena alimentación.
Pensativa, miró hacia la bebita dormida, notando con satisfacción sus mejillas gordezuelas y el cuerpo llenito. "Quizá Abby no eche de menos la barrita de chocolate que acostumbro a comprarle, pensó. Pero todos los bebés necesitan un poco de mimo de vez en cuando y es una extravagancia muy pequeña". Con disgusto, sabiendo que tenía que ser severa, tachó de su lista la palabra chocolate. Mas, a pesar de tales restricciones, se quedaba corta en cincuenta centavos.
Líneas de preocupación marcaban su frente mientras mordía la punta del lápiz. Un lloriqueo que venía de la cuna, pasó sin atención, pero, algunos segundos después, Lali dio un salto ante los gritos airados de la niña, que llenaban el cuarto.
–¡Oh, no, otra vez! –Levantó a Abby de la cuna, pero la niña estaba desconsolada, y durante diez minutos mantuvo los gritos hasta que se redujeron de nuevo a un lloriqueo.
Lali estaba inclinada sobre la cuna para colocar de nuevo a la pequeña, cuando un golpe en la puerta volvió a despertar a la niña adormilada. Al comenzar los gritos de nuevo, Lali miró desesperada de la cuna a la puerta, preguntándose qué debía hacer primero. Decidiendo no abandonar a Abby, corrió para abrir la puerta con la pequeña aún en los brazos y, al abrir, se encontró a la airada casera en el pasillo. Sonrojada y apurada, Lali comenzó a disculparse:
–Lo siento, señora Collins...
–Yo también, señorita Payne –la interrumpió la mujer de rostro sombrío–. Siento tener que decirle que debe abandonar el cuarto esta semana. Me he portado pacientemente, pero el señor Gent, su vecino de al lado, me está amenazando con irse por la molestia que le causa el llanto de la niña. Lo siento, pero no voy a escuchar más excusas. ¡La habitación tiene que estar libre antes del sábado!
Dio la vuelta, dejando a la joven sin habla. Despacio, cerró la puerta, abrazando con fuerza a la niña, quien, irónicamente, dormía de nuevo muy tranquila. Miró con detenimiento el rostro inocente, hasta que las lágrimas nublaron su vista. Luego la puso en la cuna, se sentó ante la mesa y apoyó la cabeza, afligida, sobre sus brazos.
Durante media hora lloró, soltando toda la desesperación que había guardado durante el último año. Había llegado el final de su resistencia; el destino parecía determinado a darle un golpe sobre otro, intentando romper el espíritu que la había mantenido luchando con valentía cuando otros hubieran capitulado. Ahora, tenía que admitir la derrota. Una vez, Paula le sugirió que pusiera a la pequeña en un orfanato y la idea la horrorizó. Ahora se veía forzada a considerar tal posibilidad, aunque cada uno de sus nervios sensibles se rebelaba sólo con pensarlo.
Poco a poco levantó la cabeza. Sus ojos irritados recorrieron con lentitud el cuarto medio amueblado: tapetes gastados, una silla desvencijada, una cama, un lavamanos con el medidor de gas abajo, asomando parte de él. Era una habitación horriblemente desnuda y fría, pero para Abby y para ella representaba la seguridad y la unión. Cualquier cosa era preferible a separarse de la pequeña, lo único que le quedaba de la familia que tanto había amado.
Sus ojos, sin brillo, se fijaron en el periódico que tenía sobre la mesa. Lo cogió, mirando las palabras impresas sin interés, hasta que puso su atención en el anuncio enigmático. Una oración se destacaba entre todas: unas palabras que eran como lluvia del cielo para su ánimo desesperado:
"Cualquier persona a su cargo será bien acogida"
No se detuvo a pensar. Agotada, separó el pedazo de papel que tenía los datos y bajó corriendo por la escalera hasta el teléfono de uso común que estaba en el pasillo. Hizo tres intentos antes que sus dedos temblorosos marcaran correctamente los números y, cuando contestaron, solicitó con palabras atropelladas una entrevista con el anunciante desconocido.
Le dijeron una hora y un lugar, antes de colgar bruscamente.
Miró el papel, donde había garabateado las instrucciones que le habían dado.Sábado. Dos y media de la tarde. Hotel Imperial. Habitación mil cinco... ¡Era al día siguiente! ¡Mejor, así tendría menos tiempo para cambiar de idea!
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Hola percha!!
ResponderEliminarnecesito emoticons! ¬¬ jajajaj para comentar!
que decirte me encanto el primer capitulo! ya me quede super enganchada lo que si me pareció DEMASIADO corto ¬¬
quede :o con el primer cap...
me dio ternura, risa, hasta impotencia la situación de lali :( ya quería abrazarla...
lo que si no se porque pero me parece que voy a odiar a tu pablo ¬¬ jajaja
naa ame la historia , muero por leer ese encuentro!! jaja y por lo visto el "solicitante" no quiere perder tiempo, jajaj bastante particular su "oficina para entrevistarla" ... en la habitación de un hotel ajajaj
bueno espero que pueda leer ese encuentro pronto y que se un capitulo más largo cof cof
te mando un beso!!! nos hablamos :D